¡¡Qué asco de
políticos!! No me voy a demorar ni un segundo más en decirlo, y lo
suelto así, de sopetón, para evitar rodeos absurdos para maquillar
las cosas. El espectáculo al que estamos asistiendo estos días es
lamentable, con lo cual es normal que cometamos la injusticia de
meterlos a todos en el mismo saco. No es culpa nuestra, sino de
aquellos de su casta -como dicen los de Podemos- que han permitido
que lleguemos a esta situación. Y es que los ciudadanos estamos hartos de desayunarnos cada mañana con un nuevo caso de corrupción. ¡Basta ya de que nos tomen por anormales! Estos señores
se han creído que somos un rebaño de borregos al que pueden
pastorear a su antojo, al que pueden apalear sin consecuencias. No
niego que en un pasado reciente fuera así, pero las cosas han cambiado.
La ciudadanía lo sabe, pero está visto que ellos no.

Aquí resulta que se
pilla al personal con las manos en la masa, con los bolsillos llenos
de millones de euros, y poco menos que no pasa nada. Tenemos que ver
a estos señores en el Parlamento solucionar el tema con el famoso
“¿y tú más!”: que sí, que vale, que yo tendré los casos
Gürtel, Bárcenas, Palma Arena y todo lo que queráis, pero es que
vosotros sois los de los ERE's y el único partido político
condenado por corrupción. Y con esto se quedan tan contentos, como
si fuese una pelea de niños intercambiando insultos. Y luego se
lamentarán de su mala fama, de que paguen justos por pecadores, de
que si no son todos iguales, que si hay muchos más políticos con
verdadera vocación de servicio público que corruptos de tres al
cuarto. Pamplinas. Que se dediquen a solucionar los verdaderos
problemas de la población y, sobre todo ahora, que limpien las
alcantarillas de sus partidos de tipejos dispuestos a vender a sus
madres por conseguir una concesión para la construcción de tal o
cual obra pública. Insisto: esa mala fama se la han labrado ellos
mismos, y no solo son responsables los que están metidos hasta el
cuello en tramas de corrupción, sino también aquellos que viendo o
sospechando lo que había no movían un dedo por evitarlo. Y no
hacían nada porque les convenía. Así que tan culpables son los unos
como los otros, por comisión o por omisión. Nadie es inocente.¿O
es que hay alguien que se cree que en el cortijo de los Pujol en
Cataluña se pudieron cometer tantas tropelías sin que se enteraran
los que andaban pululando por allí? Habrá que preguntárselo a
Arturo Más y a Durán i Lleida, entre otros, porque eso no se lo
cree ni El Pitoño.

Flota en el ambiente
la sensación de que estamos ante un final de ciclo, de que el
sistema de partidos surgido a raíz de la Transición ha tocado
fondo. Está claro que ninguna democracia es perfecta, pero esto ya
se pasa de castaño oscuro. El peligro de todo esto es que gentes
como Pablo Iglesias y su organización PODEMOS se dediquen a
pescar en río revuelto, con la consabida recolecta de votos
procedentes de una gran parte de la población cabreada por este
panorama emponzoñado de mangantes, corruptos y demás ralea. Bien
clarito se vio en el Salvados de Jordi Évole de la semana pasada:
los argumentos del tal Iglesias son lo suficientemente vagos,
demagógicos y populistas como para que un españolito de a pié no
reprima la carcajada a mandíbula batiente, por lo simplista de las
soluciones ideadas por estos nuevos mesías. Lo malo es que este tipo
de argumentos es muy posible que cale en las conciencias de unas
gentes hastiadas de ver cómo los de siempre meten la mano en la caja
común. El éxito de PODEMOS en las siguientes elecciones se deberá
más al fracaso de los dos grandes partidos que a méritos propios.
Por muy improbable que parezca, que no nos sorprenda -tal y como
sucedió en las elecciones al Parlamento Europeo- que obtengan muchos
más votos de los que les conceden las encuestas. Por eso andan
mosqueados en el PP y en el PSOE: porque temen que muchos de los que
ahora asientan sus posaderas en puestos públicos se vean desbancados
por los chicos del de la coleta.

La única forma de poner coto a este estado de cosas es que desde los propios partidos tradicionales surjan las ganas y la voluntad para echar a la gentuza que infecta la dignidad de sus siglas. Mientras eso no suceda, mientras la ciudadanía no vea un gesto inequívoco en ese sentido, todo seguirá igual. Por lo tanto, que a nadie le extrañe ver a los representantes de PODEMOS ocupar gran parte las poltronas del Congreso, Senado, parlamentos autonómicos, diputaciones y ayuntamientos. La pelota está en el tejado de Rajoy y de Pedro Sánchez. Si no quieren encontrarse con una desagradable sorpresa, que no pierdan más tiempo y se pongan manos a la obra. Que se dejen de excusas si de verdad quieren evitar un mal mayor. Que actúen para lo que les hemos elegido: que gobiernen pensando en el bien común, que promuevan medidas para paliar el paro y, sobre todo, que no sigan cobijando a los que no tienen escrúpulos a la hora de robar a manos llenas. Si las tarjetas black de Caja Madrid y la operación Púnica han tenido que ser las gotas que han colmado el vaso, bienvenido sea. Lo que está claro es que esto no puede continuar así. Y no es suficiente con pedir perdón. Esa etapa ya pasó. Ahora toca actuar en consecuencia. En un país como este es normal que hasta el "pequeño Nicolás" haya hecho de las suyas. Eso sí, han tardado cinco años en pillarle.