domingo, 9 de agosto de 2015

Carta abierta a un maldito pirómano

No sé si habréis sido uno, dos o tres los sinvergüenzas que habéis perpetrado esta tragedia. Vayan para cada uno de vosotros estas palabras rebosantes de indignación, estupor, impotencia, cabreo... Espero poder mantener un tono correcto a lo largo de esta carta, aunque tampoco voy a perder mucho tiempo en acudir a la RAE para buscar el término más adecuado: si se me escapa algún que otro hideputa bien empleado estará, con la convicción de que me quedo corto en el calificativo. Intentaré no perder las formas, no por respeto hacia vuestras execrables personas, sino para evitar desacreditarme sobre el fondo de la cuestión. Eso sí, no me arrepentiré en caso de no conseguirlo, aunque tampoco me sentiré orgulloso por ello. Y si a mis sobrinos menores de edad les diese por leer esto y no se encuentran más que palabras malsonantes, ya me encargaré yo de quitarle hierro al asunto haciéndoles entender que no es que su tío sea un malhablado, sino que hay gentuza por ahí suelta que merece ser tratada peor que alimañas.

   En mala hora se pusieron vuestros padres a la tarea de engendraros, pues todos habríamos salido ganando si en lugar de retozar sobre la cama se hubieran dedicado a ver los documentales de la dos. La Sierra de Gata, sin duda, lo hubiera agradecido. Por tanto, sois unos malnacidos, unos auténticos criminales merecedores de que recaiga sobre vosotros la mayor de las condenas: la de soltaros en las plazas de Acebo, de Hoyos o de Perales del Puerto para que sus paisanos os lapidaran y patearan hasta que echaseis la bilis por la boca. Eso es lo que nos gustaría a la mayoría. Pero no, se da la casualidad de que nosotros somos gente civilizada y esperaremos a que os den caza para que sea la Justicia la que os ponga a buen recaudo. Pero, por si acaso, y si en algo estimáis vuestra integridad física, una vez que sepamos quiénes sois los desalmados que habéis consumado este hecho deleznable, yo que vosotros no me dejaría ver por esos lares en mucho tiempo, que ya se sabe que la ira no es amiga de la razón. A buen seguro que si alguno de los vecinos que han visto cómo el fuego arrasaba sus viviendas, calcinaba sus tierras o abrasaba su ganado les diese por descerrojaros una pedrada en sálvese la parte, no íbamos a ser nosotros los que censurásemos su comportamiento. No sé si aplaudiríamos o no, pero tampoco nos iba a crear un dilema moral ver cómo brotaba sangre de unas cabezas que lo único que han demostrado es codicia por vaya usted a saber qué bastardos intereses económicos. O a lo peor resulta que estáis locos de atar y vuestros huesos se libran de ir a parar a la cárcel por eso del transtorno mental transitorio... Sea como fuere, nada ni nadie os librará del castigo que merecéis: la Justicia puede ser ciega, pero la cólera no. De eso no os quepa duda. En el anonimato vivíais y ahí tendríais que haber seguido. Ahora solo queda esperar que conozcáis las profundidades de las mazmorras a donde tendríais que ser conducidos para que paguéis con creces todo el mal que habéis provocado. No os ha importado poner en peligro vidas y haciendas ajenas, con lo cual no esperéis misericordia puesto que vosotros habéis demostrado carecer de esa virtud.

________

Leo en la prensa que, a estas horas, el incendio ya ha sido controlado y se va a permitir regresar a sus hogares a todos los evacuados. Por desgracia, cuando suceden este tipo de catástrofes es cuando más se pone de manifiesto la solidaridad humana. El caso es que debemos sentirnos orgullosos de la reacción desinteresada de todos aquellos que han participado en las labores de extinción del infierno desatado durante estos días en una de las zonas de mayor valor natural de la provincia de Cáceres. ¿Y qué decir de todos esos voluntarios, bomberos, retenes del INFOEX, miembros de la UME, etc, etc? Ellos sí que son auténticos héroes y no los supermanes, batmans y spidermans del carajo con que nos bombardea la industria cinematográfica. Hombres y mujeres abnegados a los que habría que dedicarles el nombre de las calles y erigir monumentos en las plazas de nuestros pueblos para que no se nos olvidase su titánica labor. Ese es el espejo en el que debería reflejase la sociedad.