jueves, 31 de mayo de 2012

Crónica de un desastre largamente anunciado.


Ayer fue un día de locos. España lleva meses tambaleándose sobre el fino y resbaladizo alambre bajo la atenta mirada de los mercados financieros y ayer dimos el primer patinazo de consideración sobre el abismo que nos contempla. La Bolsa bajando en caída libre y la prima de riesgo escalando posiciones hasta un máximo histórico de 540 puntos. El rescate español planeaba como una funesta sombra y muchos daban por hecho lo que, tarde o temprano, acabará siendo una macabra realidad. En estos momentos en que el gobierno necesita imperiosamente transmitir confianza a los mercados para mayor tranquilidad de todos, salió a la palestra el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, para decir que la inestabilidad financiera de nuestro país se debe a la situación de incertidumbre que genera el panorama político griego. Lo siento, pero no me parece de recibo echar balones fuera para eludir responsabilidades que sólo a nosotros nos corresponden. Se supone que España es un país serio dirigido por un gobierno responsable, por eso no entiendo que los máximos dirigentes en materia de economía y hacienda, señores De Guindos y Montoro, despacharan el trance con una serie de vacías explicaciones que en nada aclaran el futuro. Un futuro que, dicho sea de paso y con ánimo de equivocarme, ya han redactado las instituciones europeas al dictado de Angela Merkel. Sólo cabe esperar que las peores previsiones no se cumplan, aunque para ello debemos emitir señales inequívocas que sean interpretadas de forma positiva por parte de aquéllos en quienes tenemos depositado nuestro porvenir: el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y, cómo no, los temibles mercados. No incluyo al Banco de España porque desde que fuera nombrado presidente Miguel Ángel Fernández Ordóñez, más conocido como MAFO en círculos periodísticos, su prestigio se ha situado por los suelos.

    Parece ser que la Comisión Europea concederá a España una prórroga de un año más para poder cumplir con los criterios de déficit público. Eso sí, las condiciones que nos van a imponer serán más duras que las que hemos tenido que adoptar hasta ahora. De ahí que algunos ya hablen de intervención de facto. El caso es que los políticos, que ya no pueden hacer oídos sordos al grito de indignación y lamento de la sociedad española, se han percatado de la gravedad del asunto y están haciendo declaraciones en el sentido de remar todos juntos en la misma dirección con tal de superar lo antes posible estos difíciles momentos. Resulta gratificante oírles decir que la situación de alarma por la que atravesamos implica una dosis extra de entendimiento entre todas las fuerzas políticas, algo que no se recordaba desde la época de la tan añorada Transición. Lo que en cualquier otra circunstancia debiera parecernos algo normal, como el hecho de que el gobierno y el principal partido de la oposición se pongan de acuerdo en asuntos de interés nacional, en la actual tesitura lo interpretamos poco menos que como un milagro: que Rajoy y Rubalcaba coincidan en que deban sentarse para hablar sobre cómo salir del atolladero en el que nos hallamos es lo menos que se puede exigir a unos políticos que se tengan por responsables. Eso sí, hemos tenido que sufrir la peor crisis que se recuerde para que se decidan a actuar bajo una misma dirección. Más vale tarde que nunca.

    Antes de que Grecia fuera rescatada nos negábamos a compararnos con ellos, pero lo cierto es que España se encuentra participando en una maratón que, si nadie lo remedia, terminará por conducirnos a la misma meta desdichada que los griegos franquearon acompañados por irlandeses y portugueses. Muchos apuestan a que los próximos en formar parte de ese dudoso grupo de cabeza seremos nosotros. De momento, y para disipar dudas sobre nuestro sistema financiero, se hace imprescindible que se cree una comisión de investigación sobre todo lo relativo a Bankia, no bastando la propuesta del gobierno de crear una simple subcomisión. Se necesita una catársis que debe ser alumbrada con luz y taquígrafos desde la primera línea del escenario, no desde el fondo del mismo. Si queremos que en Europa nos tomen en serio, la primera medida será depurar las responsabilidades a que haya lugar en el pufo de Bankia. En este país tiene que empezar a desaparecer esa imagen de que aquí nunca pasa nada y que, por muy gordas que las líe el personal, los delincuentes de cuello blanco siempre se salgan de rositas con indemnizaciones millonarias bajo el brazo. Esperemos que, a partir de ahora, las cosas cambien y si todo esto sirve para modificar los malos usos que estaban viciando el sistema, sólo puedo decir aquéllo de que no hay mal que por bien no venga.

martes, 29 de mayo de 2012

¿Qué le pasa a Mariano?


   Éramos muchos los que deseábamos un cambio en el gobierno central después de lo que yo considero una mala gestión por parte del PSOE durante los dos mandatos de José Luis Rodríguez Zapatero. El milagro se obró en las elecciones del 20 de noviembre pasado, en que Mariano Rajoy alcanzó, al fin, el honor de convertirse en el sexto presidente de nuestra democracia. Las esperanzas en él depositadas eran inmensas, tan grandes que algunos no dudan ya en hablar de frustración a tenor del cariz tomado por los acontecimientos. De acuerdo que Rajoy ha adoptado decisiones no previstas en su programa electoral, pero lo que más decepciona a los votantes ocasionales del PP han sido las formas con las que se han tomado esas medidas. En muy poco tiempo se han desbordado las contradicciones: entre que no se subirían los impuestos y que el Estado no pondría un euro para rescatar a las entidades financieras han sucedido demasiadas cosas como para que haya votantes dispuestos a abandonar el barco en el que zarparon hace apenas seis meses.

La mayoría de los analistas políticos vaticinaban que Rajoy sería mejor presidente del gobierno que jefe de la oposición; que sus dotes de estadista se pondrían de manifiesto y se desplegarían en todo su esplendor desde el Palacio de la Moncloa. A lo que se ve, no parece que hayan acertado. Los que llevamos años interesados por la actividad política sin más pretensiones que estar informados de los aconteceres patrios no damos crédito al Mariano Rajoy que se nos presenta a través de los medios de comunicación. Parece como si una vez sentado a la mesa del Consejo de Ministros se hubieran esfumado la mayoría de las cualidades que le caracterizaban. Ya no se ve a un Rajoy hablar con franqueza, a las claras, sin ambages ni subterfugios; todo lo contrario, se le nota apocado, acoquinado, apagado, flojo, asustado... Éste no es el Mariano de antaño. Cierto que debe estar apesadumbrado por el peso la responsabilidad en tiempos de crisis, pero es precisamente en estos momentos en los que tiene que mantener incólumes los valores que le han llevado hasta donde está.

Rajoy necesita salir más en los medios de comunicación para explicar el porqué de las drásticas medidas que su gobierno está poniendo en práctica. Tiene que difuminar el halo de contradicción que, a primera vista, desprenden sus declaraciones y las de sus ministros. Si quieren que los ciudadanos crean en su palabra no hace falta edulcorar ni dulcificar la cruda realidad. Estoy convencido que la mayoría preferimos verdades dolorosas antes que mentiras piadosas. Vivimos una época histórica en la que los políticos, tanto del gobierno como de la oposición, tienen el deber para con la sociedad de dejar de tratarnos como menores de edad a los que amparar. Que no se equivoque la clase política: los que han demostrado debilidad han sido tanto ellos mismos como las instituciones financieras, no así el nervio social que amalgama nuestro sistema de convivencia. Desde aquí pido a quines están llamados a dirigir el timón de esta nave que sepan estar a la altura de las circunstancias. Con respecto a Rajoy, sabiendo de su capacidad para sobreponerse a las tempestades, no estaría de más que recobrara las virtudes que le adornaban al frente de Génova y que parece haber perdido desde que es presidente del gobierno. Aunque seas gallego, necesitamos saber si vienes o vas, si subes o bajas; no hagas bueno el dicho.

miércoles, 9 de mayo de 2012

De profesión, Consejero-oftalmólogo.


   A perro flaco todo son pulgas. Al sabio refranero español no le faltan máximas con las que reflejar la áspera realidad que nos atosiga a diario. Supongo que eso mismo es lo que habrá pensado Don José Antonio Monago, presidente del Gobierno de Extremadura (por cierto, muchos seguimos preguntándonos a qué se debe el cambio de denominación de Junta por Gobierno) cuando se haya enterado de la noticia que adelantaba el diario HOY sobre su consejero de Sanidad y Política Social. A los frentes abiertos con una moción de censura latente, concentraciones de protesta por reducir los gastos de inversión en las partidas de educación y sanidad, la polémica de la testosterona con el alcalde de Barcelona sobre el paso del AVE por Extremadura, a todo esto se le ha venido a sumar la palmaria incompatibilidad de funciones del señor Perianes por pasar consulta oftalmológica cada quince días en la localidad portuguesa de Elvas. ¿Que por qué se ha enterado el rotativo regional de esta primicia informativa?:aparte de que los periodistas sean un colectivo curioso de por sí, pues porque el Consejero se publicitaba en las páginas de un diario del país vecino. Es decir, que en este caso los reporteros no han tenido que desplegar una labor de investigación similar a la que llevaron a cabo Woodward y Bernstein para destapar el archiconocido escándalo Watergate. Aquí no ha habido más garganta profunda que la ignorancia y la imprudencia del propio consejero.

   Al igual que yo, muchos extremeños no nos creemos que el señor Monago, a la hora de proponer a Perianes como miembro de su ejecutivo, no le preguntara si ejercía alguna actividad profesional que pudiera ser incompatible con el cargo que iba a ocupar. Estoy convencido que el señor Monago se lo preguntó, aunque sólo sea porque así lo exige el artículo 8 de la Ley de Incompatibilidades de la Comunidad Autónoma de Extremadura que, si bien es cierto que concede un plazo de tres meses a contar desde la toma de posesión para realizar la posible declaración de incompatibilidad, dicho plazo se cumplió precisamente ayer. Por lo tanto, además de inmoral, su silencio fue ilegal. Monago no va a ser tan torpe como para nombrar a un Consejero sabiendo que incumple la legislación vigente, y menos aún cuando su ejecutivo pende del apoyo prestado por Izquierda Unida. Bastante tiene con lidiar con Pedro Escobar y compañía como para, a sabiendas, haber permitido una situación que sabe a ciencia cierta que le acarrearía más problemas de los que ya acumula. Por eso, porque Perianes mintió y porque se ha descubierto que lo hizo, al Presidente no le debe temblar la mano: antes de que el propio implicado dimita, que es lo que debería hacer, se tiene que adelantar y, tras las oportunas explicaciones, cesarle irrevocablemente por traicionar la confianza que en su día depositó en él. Hay errores que se pagan caros y este debe ser uno de ellos.

Toma de posesión de Perianes
   Monago acaba de salir reforzado del Congreso Regional del Partido Popular, en el que ha sido reelegido por un porcentaje de votos superior al 90%. Por lo tanto, cuenta con el apoyo de los suyos para dirigir las riendas del gobierno extremeño. No seré yo quien discuta la tarea emprendida por el presidente de la Junta, todo lo contrario, pero eso no es óbice para que pueda criticar que haya cometido el descuido de nombrar a un alto cargo sin asegurarse previamente que no concurría en esa persona causa de incompatibilidad. En este sentido tiene una parte de responsabilidad, aunque en grado menor que si hubiera conocido desde un primer momento que el señor Perianes ejercía como oftalmólogo. No me resulta agradable redactar estas palabras, pero más me disgusta que Extremadura haya salido en todos los medios de comunicación nacionales por un asunto como el que nos ocupa. Al igual que en otras ocasiones he aplaudido y defendido al Presidente de la Junta, esta vez no puedo permanecer callado ante un hecho en el que estoy seguro que el principal defraudado ha sido el propio Monago. Desconozco si las personas de su confianza tendrán la valentía de decirle las verdades del barquero. Por eso, si yo fuera presidente, me gustaría tener a mi alrededor a un equipo que no dudara en ponerme de manifiesto los errores cometidos. Sirva este artículo como llamada de atención en ese sentido, por si nadie tiene el atrevimiento de decirle cara a cara que, en este asunto, ha habido una falta de diligencia impropia de las circunstancias.

viernes, 4 de mayo de 2012

La superioridad moral del PSOE (Gómez dixit).


   Tengo la buena costumbre de escuchar la radio cuando voy al trabajo. A eso de las seis y media de la mañana me pongo al día de la actualidad, sobre todo en lo concerniente a temas políticos y económicos, que son los que más preocupan al conjunto de la ciudadanía. Me suelo informar a través de Carlos Herrera en Onda Cero y Ernesto Sáenz de Buruaga en la COPE; de vez en cuando el zapping matinal también hace que dirija el dial a RNE con Juan Ramón Lucas. A los únicos grandes profesionales a quienes dejo huérfanos son a Carles Francino de la SER y Federico Jiménez Losantos de Esradio: al sucedáneo de Iñaki Gabilondo porque nunca me ha gustado su estilo y al de Orihuela del Tremedal porque, a pesar de ser uno de los mayores intelectuales del periodismo patrio, me termina saturando a los cinco minutos de escucharle. Las formas del mensaje que se desea transmitir son tan importantes o más que el propio contenido; si don Federico quisiera suavizar este punto, tendría más oyentes de los que ya disfruta su bisoña emisora, eliminando esa pátina de radical con la que muchos le untan y que tanta credibilidad le resta, aunque diga verdades como puños que sólo él se atreve a emitir por las ondas.

   En fin, como digo, esta mañana iba por la autovía camino de Mérida con la COPE como sintonía de fondo con la que distraerme durante la rutina del viaje, un poco soñoliento aún por el madrugón mañanero, cuando el locutor carraspea para, acto seguido, engolar la voz y poner el acento en unas declaraciones del portavoz del PSOE en la Asamblea de Madrid, Tomás Gómez, durante el acalorado debate que sostuvo ayer con la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, en torno a los recortes en las partidas de gastos y las subidas de impuestos. Al señor Gómez, al que yo tenía por persona cabal y juiciosa, no le dio por decir otra cosa que, y cito literalmente, “la izquierda tiene superioridad moral sobre la derecha por conquistas sociales que quiere quitar el PP”. Fue oír tamaña sandez y desaparecer el estado de aletargamiento que me envolvía hasta ese instante. No entiendo que el señor Gómez, al que le cupo el honor de haber sido el alcalde más votado de España en las elecciones de 2003 cuando regía los destinos de Parla, haya utilizado ese argumento como ariete contra las medidas del PP madrileño: alguien con su formación y experiencia debería saber que, entre demócratas, la moralidad no es el mejor indicador para distinguir entre una opción política u otra. Aunque, bien visto, no es de extrañar esa salida de tono teniendo en cuenta que Alfredo Pérez Rubalcaba anda también estos días dedicándole sonoros epítetos a Mariano Rajoy a cuenta de las reformas que el gobierno está adoptando para tratar de paliar la tremebunda crisis económica y financiera que nos contempla: palabras como “ejercicio de sadismo político”, o “políticas xenófobas” se enmarcan en la táctica que el PSOE ha puesto en marcha para desacreditar, cuando no deslegitimar, al gobierno de la nación. 

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   Aunque no estemos en campaña electoral, el partido del puño y la rosa ha sacado pronto a pasear al doberman de toda la vida. Pretenden desprestigiar la imagen de un partido democrático que cuenta con casi once millones de votantes y eso, por muchas campañas de difamación que quieran orquestar, es irrefutable. Es cierto que el PP se ha visto obligado a tomar decisiones que no figuraban en su programa electoral, pero no lo es menos que tampoco esperaban encontrarse con una situación tan desastrosa fruto, aunque ahora algunos sufran episodios de amnesia selectiva, de siete años de gobiernos socialistas. Esos señores que se ufanan en ser los mayores demócratas sobre la faz de la tierra no ven con buenos ojos que el gobierno, a través de la fuerza que le confiere la mayoría absoluta que ostenta en el parlamento, tenga que aprobar un paquete de medidas legislativas para apuntalar las estructuras del estado del bienestar que la negligencia socialista ha dejado casi en ruinas. Lo que pretende el gobierno de Rajoy es encauzar una situación que comenzó a torcerse durante los años de vino y rosas en que Zapatero se dedicaba a sonreír a diestro y siniestro, con ese gesto bobalicón del que no se atreve a afrontar las dificultades con tal de no cabrear a los votantes. Gobernar no consiste en hacer amigos, sino en tomar las decisiones necesarias que redunden en beneficio de la comunidad, por mucho que sean criticadas.

   Por lo tanto, lo que sí me parece un ejercicio de irresponsabilidad por parte de los miembros del PSOE es que viertan ese tipo de manifestaciones referidas a una situación que ellos mismos han creado con sus nefastas políticas de pan para hoy y hambre para mañana. Si se ha propuesto una revisión en profundidad de la educación, la sanidad, el mercado laboral y la función pública, entre otras materias, no será por capricho de los actuales gobernantes, sino porque la situación heredada así lo requiere. Y si el señor Gómez considera como conquista social aquélla que ha llevado al paro a cinco millones y medio de trabajadores, que se vaya preparando para pasar una buena temporada en la bancada de la oposición porque si esa es su forma de luchar por los más necesitados, más vale que se dedique a otros menesteres. Como dijo Khalil Gibran, “aquel que usa su moralidad como si fuera su mejor ropaje, estaría mejor desnudo”. No forma parte de mis prioridades que don Tomás se pasee en cueros por la sede de la soberanía popular, por eso le rogaría que hiciera un buen uso del diccionario y seleccionase con mejor criterio el tono y el contenido de sus discursos.