Tengo la buena costumbre
de escuchar la radio cuando voy al trabajo. A eso de las seis
y media de la mañana me pongo al día de la actualidad, sobre todo
en lo concerniente a temas políticos y económicos, que son los que más
preocupan al conjunto de la ciudadanía. Me suelo informar a través
de Carlos Herrera en Onda Cero y Ernesto Sáenz de Buruaga en la
COPE; de vez en cuando el zapping matinal también hace que dirija el
dial a RNE con Juan Ramón Lucas. A los únicos grandes profesionales
a quienes dejo huérfanos son a Carles Francino de la SER y Federico
Jiménez Losantos de Esradio: al sucedáneo de Iñaki Gabilondo
porque nunca me ha gustado su estilo y al de Orihuela del Tremedal
porque, a pesar de ser uno de los mayores intelectuales del
periodismo patrio, me termina saturando a los cinco minutos de
escucharle. Las formas del mensaje que se desea transmitir son tan importantes o más que el propio contenido; si don Federico quisiera suavizar este punto, tendría más oyentes de los que ya disfruta su bisoña emisora, eliminando esa pátina de radical con la que muchos le untan y que tanta credibilidad le resta, aunque diga verdades como puños que sólo él se atreve a emitir por las ondas.
En fin, como digo,
esta mañana iba por la autovía camino de Mérida con la COPE como
sintonía de fondo con la que distraerme durante la rutina del viaje,
un poco soñoliento aún por el madrugón mañanero, cuando el
locutor carraspea para, acto seguido, engolar la voz y poner el
acento en unas declaraciones del portavoz del PSOE en la Asamblea de
Madrid, Tomás Gómez, durante el acalorado debate que sostuvo ayer
con la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, en torno a los
recortes en las partidas de gastos y las subidas de impuestos. Al
señor Gómez, al que yo tenía por persona cabal y juiciosa, no le
dio por decir otra cosa que, y cito literalmente, “la izquierda
tiene superioridad moral sobre la derecha por conquistas sociales que
quiere quitar el PP”. Fue oír tamaña sandez y desaparecer el
estado de aletargamiento que me envolvía hasta ese instante. No entiendo que el señor Gómez, al que le cupo el honor de haber sido
el alcalde más votado de España en las elecciones de 2003 cuando
regía los destinos de Parla, haya utilizado ese argumento como
ariete contra las medidas del PP madrileño: alguien con su formación y experiencia debería saber que, entre demócratas, la moralidad no es el mejor indicador para distinguir entre una opción política u otra. Aunque, bien visto,
no es de extrañar esa salida de tono teniendo en cuenta que Alfredo Pérez Rubalcaba
anda también estos días dedicándole sonoros epítetos a Mariano
Rajoy a cuenta de las reformas que el gobierno está adoptando para
tratar de paliar la tremebunda crisis económica y financiera que nos
contempla: palabras como “ejercicio de sadismo político”, o
“políticas xenófobas” se enmarcan en la táctica que el
PSOE ha puesto en marcha para desacreditar, cuando no deslegitimar,
al gobierno de la nación.
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Aunque no estemos en
campaña electoral, el partido del puño y la rosa ha sacado pronto a
pasear al doberman de toda la vida. Pretenden desprestigiar la imagen
de un partido democrático que cuenta con casi once millones de
votantes y eso, por muchas campañas de difamación
que quieran orquestar, es irrefutable. Es cierto que el PP se ha
visto obligado a tomar decisiones
que no figuraban en su programa electoral, pero no lo es menos que
tampoco esperaban encontrarse con una situación tan desastrosa fruto, aunque ahora algunos sufran episodios de amnesia selectiva, de siete años de gobiernos
socialistas. Esos señores que se ufanan en ser los mayores
demócratas sobre la faz de la tierra no ven con buenos ojos que el
gobierno, a través de la fuerza que le confiere la mayoría absoluta
que ostenta en el parlamento, tenga que aprobar un paquete de medidas
legislativas para apuntalar las estructuras del estado del bienestar
que la negligencia socialista ha dejado casi en ruinas. Lo que
pretende el gobierno de Rajoy es encauzar una situación que comenzó
a torcerse durante los años de vino y rosas en que Zapatero se
dedicaba a sonreír a diestro y siniestro, con ese gesto bobalicón
del que no se atreve a afrontar las dificultades con tal de no
cabrear a los votantes. Gobernar no consiste en hacer amigos, sino en
tomar las decisiones necesarias que redunden en beneficio de la
comunidad, por mucho que sean criticadas.
Por lo tanto, lo que
sí me parece un ejercicio de irresponsabilidad por parte de los
miembros del PSOE es que viertan ese tipo de manifestaciones
referidas a una situación que ellos mismos han creado con sus
nefastas políticas de pan para hoy y hambre para mañana. Si se ha propuesto una revisión en profundidad
de la educación, la sanidad, el mercado laboral y la función
pública, entre otras materias, no será por capricho de los actuales
gobernantes, sino porque la situación heredada así lo requiere. Y
si el señor Gómez considera como conquista social aquélla que ha
llevado al paro a cinco millones y medio de trabajadores, que se vaya
preparando para pasar una buena temporada en la bancada de la
oposición porque si esa es su forma de luchar por los más necesitados, más vale que se dedique a otros menesteres. Como dijo Khalil Gibran, “aquel que usa su moralidad
como si fuera su mejor ropaje, estaría mejor desnudo”. No forma
parte de mis prioridades que don Tomás se pasee en cueros por la
sede de la soberanía popular, por eso le rogaría que hiciera un
buen uso del diccionario y seleccionase con mejor criterio el tono y
el contenido de sus discursos.
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