martes, 6 de noviembre de 2012

La señora Paca no tiene la culpa.


   Me entero por la prensa regional que el pasado 26 de octubre, durante el debate en la Asamblea de Extremadura sobre la enmienda a la totalidad presentada por el PSOE al proyecto de presupuestos de la Junta, se mentó en vano a la madre del presidente de la Cámara, Fernando Manzano. El socialista Antonio Gómez Yuste, después de ser apercibido, no tuvo otra ocurrencia que mostrar su desacuerdo sacando a relucir su vasto repertorio dialéctico, bisbiseando lindezas del tipo “me cago en tu puta madre, hijo puta”. He ahí los lúcidos argumentos esgrimidos por la oposición en referencia a quien encarna al Poder Legislativo en nuestra Comunidad Autónoma. Y eso lo dice el que fuera portavoz de la Comisión de Educación durante la anterior legislatura (¡hay que joderse!, con perdón) y el que tuvo el honor de presidir el pleno constituyente de la VIII legislatura de la Asamblea de Extremadura. Si me permites, Antonio, a la espera de que no te moleste este tuteo que me sale de forma espontánea, creo que tu actitud no ha sido nada progresista: responder con la ofensa personal ante una simple llamada de atención le retratan a uno, cuando menos, de poco tolerante.

   Además de mal hablado, este sutil diputado nos ha salido un poco mentirosillo. En un primer momento, como al niño que se coge in fraganti en una de sus travesuras, negó las acusaciones alegando que la esmerada educación que le habían dado sus padres le impediría proferir semejante sarta de improperios, siendo él el primer sorprendido si se comprobase que ha dicho lo que perjura que no ha manifestado. Así, y una vez comprobadas la veracidad de sus blasfemias gracias al circuito de televisión de la Asamblea, me atrevo a recomendarle al señor Gómez Yuste que, para no exponerse a ser pillado nuevamente en bragas, ponga en práctica el desacostumbrado esfuerzo de contar hasta tres antes de deleitarnos con su proverbial verbo, no vaya a ser que se vuelva a ver en una tesitura parecida y tenga que desmentir lo que todos han oído que decía, menos él. No le exigimos que, como orador, esté a la altura de un Cánovas del Castillo, de un Azaña o, ni mucho menos, de un Castelar; únicamente demandamos que en la sede de la soberanía popular se predique con el ejemplo y sus componentes hagan gala del decoro y de un comportamiento cívico exigibles desde el presidente hasta el último de los ujieres. Lo suyo ha sido una salida de pata de banco tan burda y tan soez que no alcanza siquiera la categoría de anécdota parlamentaria, género periodístico encumbrado a los altares por el genial Luis Carandell que, de continuar con vida, lo desecharía con desdén en una supuesta ampliación de su obra “Se abre la sesión”.

   ¿Y qué hay de la auténtica agraviada en todo esto? Me refiero a la madre del Presidente de la Asamblea, a la señora Paca. ¿Qué habrá pensado esta buena mujer después de escuchar tamaña ordinariez por boca de uno de los representantes del pueblo extremeño? Pues supongo que algo parecido, aunque el contexto sea diferente, de aquello que dijo en su día el Conde de Romanones cuando, presentada su candidatura como académico de la lengua, su secretario le informó de que ninguno de los miembros de la Real Academia lo había votado para formar parte de la Docta Casa a pesar de que todos le habían prometido que sí lo harían: “¡Qué tropa, joder, qué tropa!” Las reflexiones de la señora Paca tampoco andarán muy lejos del afamado “¡Manda huevos” de Federico Trillo. La triste conclusión de este episodio menor se basa en la evidencia de que hay diputados a los que les queda grande la responsabilidad encomendada por el pueblo, pues careciendo de la capacidad para representarse a ellos mismos no pueden aspirar a representar con dignidad a toda una región. Por decencia personal y por decoro institucional, sería menester solicitar del señor Yuste que dimitiera de todos sus cargos, así no olvidará que la corrección y la cortesía no están reñidos con el encono partidista.