martes, 20 de agosto de 2013

¿La prensa que nos merecemos?

   
 Hace mucho tiempo que llevo dándole vueltas al hecho de si publicar o no lo que, finalmente, he decido plasmar en el post de esta tarde. Animado por las opiniones de mis grupos de amistades, fiel reflejo de las capas sociales de nuestra región (los hay con estudios superiores, medios, básicos, en paro, con trabajos de responsabilidad, curritos, funcionarios…), quiero recoger la opinión generalizada acerca del papel de la prensa escrita en nuestra Comunidad Autónoma, más en concreto de los diarios HOY y El Periódico Extremadura. Como digo, hace ya años que tenemos formada una idea al respecto, pero es ahora, durante el verano, cuando nuestras críticas se acentúan. Por eso, siendo consciente de que puedo generar polémica, quiero partir de la premisa de que me limito a manifestar las apreciaciones de mi entorno de amistades. Mi papel, en esta ocasión, es el de mensajero, aunque esté de acuerdo con el sentir de la mayoría. Por supuesto, y para disipar cualquier malentendido, dejo a salvo de esta crítica la encomiable labor realizada por la red de periódicos locales que, al amparo de estas dos históricas marcas, se han extendido por los principales municipios de nuestra región. Hechas las advertencias precedentes, continúo.
                                                       
   Al parecer, en Extremadura no hay más acontecimientos reseñables a nivel periodístico que si la perrera municipal de no sé qué pueblo se ha quedado sin luz,  que si la calle no sé cuál está de obras, que si el ayuntamiento X no arregla el bache de no sé qué carretera de circunvalación, que si tal personaje público tiene cierto parecido físico con no sé qué actor de renombre, que si las rebajas no van tan bien como en otras temporadas, que si la ola de calor está causando furor, que si rompen una vidriera al entrar a robar en un convento, que si finalmente el proyecto del Corte Inglés en Cáceres será una realidad, al igual que el tantas veces anunciado párking subterráneo en las proximidades de la Cruz de los Caídos, también en la capital cacereña. Estas son las flamantes noticias a las que la prensa dedica la mayor parte de su espacio para informar a sus lectores en estas fechas tan propensas a la pereza intelectual. A veces hay que escudriñar hasta debajo de las piedras para sacar a la luz una noticia que merezca tal calificativo, pero últimamente parece que los plumillas –o sus jefes, mejor dicho- no están muy por la labor de prestigiar una profesión que no pasa por su mejor momento. No exigimos desayunarnos cada día con la primicia informativa del año, pero de ahí a que nos tengamos que tragar sapos de ese calibre media un abismo. Supongo que los periodistas que soñaban con el ideal de convertirse en una especie de Lou Grant durante sus años de facultad no darán palmadas de alegría cada vez que sus jefes les mandan a cubrir temas que tendrían mejor acomodo en La Hoja del Lunes de la barriada correspondiente. Muchos de ellos han perdido ya la motivación y el mordiente necesarios para dedicarse a una labor con un alto desgaste personal y familiar, por no hacer mención a los ridículos salarios que perciben.

La prensa regional extremeña hace tiempo que viene practicando un pefil bajo –más bien plano-, ilustrando a toda página hechos que no interesan al común de los mortales, pasando de puntillas por acontecimientos que merecerían un mayor despliegue informativo. El tratamiento anodino e insulso que muestran de la realidad es un pecado para el que, a lo peor, no hay penitencia que los salve. Supongo que la culpa será de los editores y directores de turno. Es genérica la queja entre los lectores  de que tanto el HOY como El Periódico Extremadura se han convertido en una especie de gacetillas –el primero menos que el segundo, a decir de muchos de ellos- que no hacen honor a la calidad de otras cabeceras regionales de nuestro país. Cosa bien distinta es la categoría profesional de alguno de sus columnistas. Ahí nada que objetar; es más, la calidad de sus articulistas está muy por encima de las noticias tratadas a lo largo de páginas vacías de contenido e interés. Así que, si alguien va buscando una crítica mordaz –que no tiene que ser destructiva de por sí- contra la actuación de los poderes políticos, económicos o sindicales en Extremadura, que no pierda el tiempo y acuda a otras fuentes de información. Allí no las va a encontrar. Parece ser que cuenta más mantener la publicidad institucional de la Junta, ayuntamientos y diputaciones que el hecho de informar sin miedo, sin cortapisas, sin autocensuras que todo lo quieren tamizar.

Me gustaría que quedara clara la crítica de este post. No va en contra los periodistas, sino contra aquellos que están haciendo del periodismo una profesión de chichinabo al servicio única y exclusivamente de los intereses económicos. No corren buenos tiempos para casi nada, pero mucho menos para los medios de comunicación; más en concreto, para la prensa escrita. Muchas cabeceras históricas  han cedido a la crisis económica (hasta el archipremiado The Washington Post, el del caso Watergate, anda de saldo estos días), por eso me admira que tanto el HOY como El Extremadura se mantengan en pie, impasibles al desaliento por obra y gracia de un milagro digno de estudio. Lo que es seguro es que como sigan por esta senda de compadreo con el poderoso no tardarán en echar el cierre. Y sería una pena que nuestra Comunidad Autónoma careciera de un diario de referencia no sólo a nivel regional, sino también a escala nacional. No estamos pidiendo que se conviertan en una especie de Norte de Castilla, pero el hecho de no sentir vergüenza ante lo que se lee sería un paso más que interesante para reconciliarnos con nuestra prensa escrita. 

lunes, 19 de agosto de 2013

La dicha del ignorante


   

Hubo alguien que dijo que la felicidad reside en la ignorancia de la verdad. Y a fe que tenía razón. Ando estos días estivales dedicando la mayor parte de mi tiempo libre a la lectura, tumbado a la sombra de las abarrotadas y cloratadas piscinas municipales, rodeado de chiquillería que corretean como almas que lleva el diablo, disparándose con pistolas de agua proyectiles líquidos que, la mayoría de las veces, impactan en la cara de los que tratamos de relajarnos en medio de esos zipizapes morrocotudos ante la mirada impasible de sus progenitores y las menos compresivas de quienes sufrimos la mala educación de esos retoños. Y es que hay veces que a uno le entran ganas de emular a Hommer J. Simpson y coger por el cuello a alguno de esos díscolos rapaces para hacerles notar, ya que no lo hacen sus padres, que cuando te tiras dos horitas aguantando sus trastadas llega un punto en que puedes perder la compostura. Pero, en fin, todo sea porque estos niños de hoy en día sigan creciendo sin ningún tipo de cortapisas, no vaya a ser que se cojan alguna depresión.


   El caso es que hace dos semanas me topé con un libro con el sugerente título de
Alfredo Grimaldos
“La CIA en España” (Editorial Debate, 2006) del periodista Alfredo Grimaldos. Si soy sincero, hubiera deseado que no hubiera caído en mis manos porque así seguiría manteniendo la mirada de admiración que guardo por la actuación de nuestros políticos durante la Transición. Mucho me temo que ese velo se me ha caído de golpe y porrazo, de forma totalmente inesperada, que es lo peor que puede pasar en estos casos en que uno pone en los altares a ciertos personajes. ¿Y por qué digo esto? Pues porque demuestra que los servicios de inteligencia norteamericanos, con la connivencia de los políticos de la época, llevan metiendo el hocico en nuestros asuntos desde hace demasiado tiempo. La mano de la Agencia  lleva su sello en temas tan delicados como el asesinato de Carrero Blanco en diciembre de 1973, la Marcha Verde de Hassan II sobre el Sáhara español en noviembre de 1975, el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 y el escándalo de la colza, entre otros. Sí, en lo del síndrome tóxico también anduvo implicado el Tío Sam.  Si quieren sorprenderse con las revelaciones del autor, les animo a que salgan raudos y veloces a su librería de confianza y pidan sin dilación un ejemplar en cuestión. Aún no he terminado de leerlo, pero a buen seguro que todavía guarda muchas sorpresas.

   Por si puede ser de vuestro interés, os dejo un audio del autor charlando sobre el tema en cuestión.