lunes, 10 de noviembre de 2014

Desde Canarias con amor.


Si me pareciera a César Vidal y atesorara en mi precaria memoria los conocimientos históricos del otrora locutor de la Cadena COPE, me habría gustado empezar este artículo con su famosa entradilla al estilo “Corría el año 26 a.C. cuando el cónsul Fulano...”, con la que el prolífico y polifacético escritor madrileño iniciaba sus programas, haciendo un paralelismo entre los acontecimientos históricos de la Antigua Roma y el presente. Pero no, puesto que carezco de esas dotes, me limitaré a decir que... “parecía uno de los nuestros, pero nos equivocamos de cojones”. Los que creíamos en él lo veíamos como uno de los pocos políticos con la fuerza moral suficiente como  para destapar las alcantarillas de la corrupción, como el Elliot Ness de la política, incansable en su lucha por desenmascarar a los tramposos. Llevaba varias semanas criticando con dureza los abusos del sistema, exigiendo contundencia para atajar la lacra de la corrupción, sobre todo después del escándalo de la Operación Púnica. Tanto partidarios como detractores valoraban su valentía por no callar y por decir lo que todos pensábamos. Se había convertido en un referente nacional en esta materia y, por esa misma circunstancia, le habían salido enemigos hasta de debajo de las piedras. Pues bien, me estoy refiriendo al señor Monago, el cual, durante su etapa como senador, realizó treinta y dos viajes a Tenerife -entre mayo de 2009 y noviembre de 2010-, para visitar a su pareja de entonces con cargo a los presupuestos de la Cámara Alta. Media vida dedicada a la política tirada por la borda por diez mil cochinos euros. No se juzga en este post la vida privada del señor Monago, pero sí las consecuencias que los actos de la esfera privada tienen cuando uno ocupa un cargo público, mucho más si se es presidente de una Comunidad Autónoma. El pretender dar ejemplo con discursos adornados de buenas intenciones de nada sirve si no va seguido de hechos que lo certifiquen, y en esto último es donde ha errado el señor Monago.

   La noticia se expandió como la pólvora, sobre todo porque el presidente extremeño se había prodigado últimamente en el púlpito de los medios de comunicación para dar lecciones de honradez, rectitud y pulcritud en cuanto a la tarea de administrar el dinero que con tanto sacrificio aportamos los ciudadanos a las arcas del Estado, reclamando tolerancia cero para quienes defraudaban la confianza de quienes los habían votado. Y claro, había más de uno con la escopeta cargada esperando la ocasión para atizarle en toda la boca, que ya se sabe que en este mundillo cruel de la política hay muchas cuentas que ajustar y mucho envidioso dispuesto a quitar de en medio a quienes se interpongan en la consecución de sus bastardos intereses. Monago reconoce que se esperaba este ataque, que le habían prevenido de que esto podría suceder. Sea como fuere, el caso es que su reacción ante la noticia, intentando justificar lo injustificable, ha sido de una torpeza infinita, ofreciendo versiones contradictorias sobre los viajes en cuestión: primero, que si los hizo por motivos exclusivamente relacionados con su cargo de senador; después -visto que sus palabras revestidas de boato y solemnidad sonaron huecas y mentirosas-, que si devolvería hasta el último céntimo de lo que se supone que habían costado sus idas y venidas a las islas afortunadas para visitar a su ex pareja, reconociendo implícitamente que había faltado a la verdad en sus declaraciones del día anterior. ¿Entonces, vamos a ver que yo me entere, Sr. Presidente: utilizó usted su condición de senador para viajar gratis total por asuntos privados, o pagó usted religiosamente los billetes de avión? ¿Puso rumbo al archipiélago por motivos estrictamente profesionales, o aprovechó la coyuntura para reconvertir esas jornadas en viajes de placer?

  Desde que supimos del escándalo a través del diario digital Público.es, Monago se ha mostrado sospechosamente dubitativo a la hora de defender su honorabilidad y, dadas las circunstancias, no hay tema que requiera una mayor contundencia en cuanto a la dación de explicaciones que este que nos ocupa, estando la gente rebotada como está ante tanto desmán y tanto sinvergüenza. La mayoría pensábamos que el Presidente de la Junta de Extremadura nada tenía que ver con ese puñado de politicastros que se valen de sus cargos para obtener toda clase de beneficios -algunos en forma de comisiones ilegales y otros ahorrándose calderilla-, que era un tipo de fiar al que no le temblaba el pulso cuando se trataba de poner firmes a los listillos de turno que se lo estaban llevando crudo. Pues... parece ser que no, que también él cojeaba de la misma pata, con lo cual la decepción por parte de sus seguidores, tanto de su mismo partido como de otras tendencias ideológicas, ha sido morrocutada. Monago no solamente ha dilapidado su crédito político, sino que también ha echado por tierra la esperanza de muchos ciudadanos que lo veían como el abanderado de una regeneración que se hace más urgente cada día que pasa. Él es el único responsable de su caída. Pues bien, ahora se presenta una ocasión de oro para demostrarnos que, efectivamente, a pesar de su error, en esencia no era igual que los demás: es el momento para dar un paso al frente y entonar el “mea culpa”. Está tardando en convocar una rueda de prensa en la que presente su dimisión irrevocable, más aún cuando ha pasado ya casi una semana desde que se conoció el escándalo y sus explicaciones no han terminado de convencer. Es hora de que se dé un baño de realidad y afronte las consecuencias políticas de sus actos. Los aplausos y las palmaditas en la espalda de este fin de semana pasado en Cáceres, durante la celebración de las “Jornadas de Estabilidad y Buen Gobierno en Comunidades Autónomas” -parece coña, pero ese es el título de las jornadas-, así como las consiguientes lágrimas vertidas por el presidente, no hacen más que reafirmarnos en la convicción mil veces comprobada de que nuestros representantes viven ajenos a la realidad. No dudamos de la credibilidad de su llanto, no ponemos en tela de juicio que lo que corría por sus mejillas era agua salina, pero eso, a estas alturas, es lo de menos. Señor presidente, hay que llorar por otras cosas, no por eso. Ha actuado como el niño al que pillan infraganti "cogiendo prestadas" chucherías de la tienda, llorando a moco tendido cuando le hacen ver que eso está mal y no es digno de personas decentes. Pues algo parecido le ha ocurrido a usted: que hasta que no le han afeado su conducta no ha sido consciente de la metedura de pata.

    Pudo haber cortado de raíz los rumores sobre este asunto, reconociendo desde un primer momento que se había equivocado y dimitiendo acto seguido. Si así lo hubiera hecho, habría quedado como un señor y, a buen seguro, que la hemeroteca le recordaría más por ese gesto de arrepentimiento que por sus denodados esfuerzos en ocultar lo que al fin y a la postre se ha hecho evidente a ojos de propios y extraños. Pero no, ahí lo tenemos mareando la perdiz, no sé si asesorado por las gentes de su alrededor o porque así lo cree en conciencia, esforzándose en dar unas explicaciones que ya llegan tarde y no merecerán el perdón de los votantes. Dice que esta semana comparecerá en la Asamblea para despejar toda clase de dudas. Espero que haya alguien de su equipo que le ponga de manifiesto que su oportunidad la dejó escapar en cuanto pasó el minuto uno sin que confirmara o desmintiera rotundamente lo publicado. Ya no hay solución mágica para deshacer este entuerto, por mucho que cuente usted con el apoyo de la plana mayor del Partido Popular, de Mariano Rajoy y de San Pedro Bendito, puesto que la mayoría de los ciudadanos seguiremos pensando que no obró como se le exije a un representante público, que esas lágrimas más bien parecen lágrimas de cocodrilo que motivadas por un arrepentimiento sincero. Hay por ahí un diputado por la provincia de Teruel que ya ha dimitido por este asunto. Es su turno, señor presidente. En política estas cosas deben pagarse. Es el momento de dar ejemplo. 





jueves, 30 de octubre de 2014

La Casta



  
¡¡Qué asco de políticos!! No me voy a demorar ni un segundo más en decirlo, y lo suelto así, de sopetón, para evitar rodeos absurdos para maquillar las cosas. El espectáculo al que estamos asistiendo estos días es lamentable, con lo cual es normal que cometamos la injusticia de meterlos a todos en el mismo saco. No es culpa nuestra, sino de aquellos de su casta -como dicen los de Podemos- que han permitido que lleguemos a esta situación. Y es que los ciudadanos estamos hartos de desayunarnos cada mañana con un nuevo caso de corrupción. ¡Basta ya de que nos tomen por anormales! Estos señores se han creído que somos un rebaño de borregos al que pueden pastorear a su antojo, al que pueden apalear sin consecuencias. No niego que en un pasado reciente fuera así, pero las cosas han cambiado. La ciudadanía lo sabe, pero está visto que ellos no.

    Aquí resulta que se pilla al personal con las manos en la masa, con los bolsillos llenos de millones de euros, y poco menos que no pasa nada. Tenemos que ver a estos señores en el Parlamento solucionar el tema con el famoso “¿y tú más!”: que sí, que vale, que yo tendré los casos Gürtel, Bárcenas, Palma Arena y todo lo que queráis, pero es que vosotros sois los de los ERE's y el único partido político condenado por corrupción. Y con esto se quedan tan contentos, como si fuese una pelea de niños intercambiando insultos. Y luego se lamentarán de su mala fama, de que paguen justos por pecadores, de que si no son todos iguales, que si hay muchos más políticos con verdadera vocación de servicio público que corruptos de tres al cuarto. Pamplinas. Que se dediquen a solucionar los verdaderos problemas de la población y, sobre todo ahora, que limpien las alcantarillas de sus partidos de tipejos dispuestos a vender a sus madres por conseguir una concesión para la construcción de tal o cual obra pública. Insisto: esa mala fama se la han labrado ellos mismos, y no solo son responsables los que están metidos hasta el cuello en tramas de corrupción, sino también aquellos que viendo o sospechando lo que había no movían un dedo por evitarlo. Y no hacían nada porque les convenía. Así que tan culpables son los unos como los otros, por comisión o por omisión. Nadie es inocente.¿O es que hay alguien que se cree que en el cortijo de los Pujol en Cataluña se pudieron cometer tantas tropelías sin que se enteraran los que andaban pululando por allí? Habrá que preguntárselo a Arturo Más y a Durán i Lleida, entre otros, porque eso no se lo cree ni El Pitoño.

   
Flota en el ambiente la sensación de que estamos ante un final de ciclo, de que el sistema de partidos surgido a raíz de la Transición ha tocado fondo. Está claro que ninguna democracia es perfecta, pero esto ya se pasa de castaño oscuro. El peligro de todo esto es que gentes como Pablo Iglesias y su organización PODEMOS se dediquen a pescar en río revuelto, con la consabida recolecta de votos procedentes de una gran parte de la población cabreada por este panorama emponzoñado de mangantes, corruptos y demás ralea. Bien clarito se vio en el Salvados de Jordi Évole de la semana pasada: los argumentos del tal Iglesias son lo suficientemente vagos, demagógicos y populistas como para que un españolito de a pié no reprima la carcajada a mandíbula batiente, por lo simplista de las soluciones ideadas por estos nuevos mesías. Lo malo es que este tipo de argumentos es muy posible que cale en las conciencias de unas gentes hastiadas de ver cómo los de siempre meten la mano en la caja común. El éxito de PODEMOS en las siguientes elecciones se deberá más al fracaso de los dos grandes partidos que a méritos propios. Por muy improbable que parezca, que no nos sorprenda -tal y como sucedió en las elecciones al Parlamento Europeo- que obtengan muchos más votos de los que les conceden las encuestas. Por eso andan mosqueados en el PP y en el PSOE: porque temen que muchos de los que ahora asientan sus posaderas en puestos públicos se vean desbancados por los chicos del de la coleta.

    La única forma de poner coto a este estado de cosas es que desde los propios partidos tradicionales surjan las ganas y la voluntad para echar a la gentuza que infecta la dignidad de sus siglas. Mientras eso no suceda, mientras la ciudadanía no vea un gesto inequívoco en ese sentido, todo seguirá igual. Por lo tanto, que a nadie le extrañe ver a los representantes de PODEMOS ocupar gran parte las poltronas del Congreso, Senado, parlamentos autonómicos, diputaciones y ayuntamientos. La pelota está en el tejado de Rajoy y de Pedro Sánchez. Si no quieren encontrarse con una desagradable sorpresa, que no pierdan más tiempo y se pongan manos a la obra. Que se dejen de excusas si de verdad quieren evitar un mal mayor. Que actúen para lo que les hemos elegido: que gobiernen pensando en el bien común, que promuevan medidas para paliar el paro y, sobre todo, que no sigan cobijando a los que no tienen escrúpulos a la hora de robar a manos llenas. Si las tarjetas black de Caja Madrid y la operación Púnica han tenido que ser las gotas que han colmado el vaso, bienvenido sea. Lo que está claro es que esto no puede continuar así. Y no es suficiente con pedir perdón. Esa etapa ya pasó. Ahora toca actuar en consecuencia. En un país como este es normal que hasta el "pequeño Nicolás" haya hecho de las suyas. Eso sí, han tardado cinco años en pillarle.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Pedro el Guapo

Lo primero que habría que reseñar de Pedro Sánchez es que es un tipo con mucha suerte y que habla tres idiomas. Que un futuro presidente del gobierno pueda mantener una conversación en inglés, francés o italiano con cualquier otro mandatario no es moco de pavo. Por lo menos, no haremos el ridículo en las megacumbres que se montan los de la Unión Europea. Es decir, que vaya un poquito más allá del típico “Hallo, I'm Peter Sánchez. How are you?, y tenga los arrestos suficientes como para soltarle a bocajarro al comisario de turno que “oye, fulanito, que esto de las subvenciones a la agricultura... que si estáis de coña, vamos, que nos estáis dando calderilla”. Pero dicho en inglés, claro, que es la lengua universal en la que se entiende todo “quisqui”. Aunque todo esto sea adelantarme a los acontecimientos: habrá que ver si el bueno de Pedro le arrebata la silla monclovita al apocado de Mariano. De momento está recortando distancias, aunque solo sea por el impulso que te otorga el convertirte en la novedad del momento, sobre todo en política, donde estamos cansados de ver las mismas caras de siempre, esas que nos están llevando a la ruina.


   Pedro “el Guapo”, como le llaman con retintín tanto sus adversarios políticos como algún conmilitón envidioso de su propio partido, lleva diez años en política. Empezó de rebote como concejal en el ayuntamiento de Madrid, después de la renuncia de dos de sus compañeros tras las elecciones muncipales de 2003, y de carambola también llegó al Congreso de los Diputados en 2009, cuando Pedro Solbes dejó el hemiciclo para ser nombrado Comisario de Asuntos Económicos y Monetarios de la Unión Europea . No me negarán que este Sánchez no tiene a la diosa fortuna de su parte. Para terminar de corroborarlo les diré, y así despejo cualquier género de dudas que aún puedan albergar al respecto, que en las elecciones generales de 2011 no conservó su escaño porque iba en el undécimo puesto en las listas del PSOE por Madrid, y los socialistas solo consiguieron diez diputados... pero, efectivamente, gracias a la renuncia de su compañera Cristina Narbona volvió a ocupar asiento en la Cámara Baja. Está claro que a este hombre lo custodia un ángel de la guarda muy activo o con muchas influencias.


   Algunos dirán que... ¡menudo cambio generacional el encabezado por un tipo que lleva en primera línea de la política diez años! No les quito la razón, pero a eso que respondan sus partidarios. No obstante, hay que decir en su favor que, al menos, - y que se sepa- no es amigo de lo ajeno ni se ha dedicado a colocar a amiguetes y parientes en puestos de la Administración o en empresas públicas. Eso sí, tampoco es del todo inocente del enquistamiento del sistema político: haber colaborado codo con codo con Pepiño Blanco implica un estigma demasiado profundo como para pagar ese desliz de juventud el resto de sus días, pero hay que reconocerle su habilidad para saber sobreponerse sin magulladuras a esa mancha en su expediente. De todos modos, ya se encargó algún compañero de partido -léase Edu Madina- de afearle otras actitudes, como cuando el bilbaíno soltó durante el proceso de primarias para elegir al Secretario General del PSOE que Pedro Sánchez formó parte de la Asamblea de Caja Madrid durante el mandato de Miguel Blesa. Este Madina es un sibilino zorro de la vieja guardia – a pesar de su bisoñez- que no se lo piensa dos veces a la hora de hacer uso de sus malas artes con tal de conseguir sus objetivos, que eso de sustituir a Rubalcaba bien vale una jugarreta de dudoso gusto. Así que, si me dan a elegir entre Sánchez o Madina, no tengo dudas en postularme a favor del primero.


El caso es que no tenía pensado escribir nada sobre Pedro Sánchez, pero después de su llamada al programa Sálvame, de su paso por El Hormiguero y de su entrevista con Risto Mejide me he visto en la obligación de rectificar mis planes. Este Pedro, a primera vista, parece una persona de lo más normal: educado, humilde, sencillo, buen estudiante, deportista... Si es que no parece ni que sea político. Dice Julio Anguita de él que es “un producto de márketing que dice vulgaridades”. Supongo que las vulgaridades a las que se refiere el califa rojo las habrá oído en la gira que ha llevado al flamante Secretario General del PSOE por la parrilla televisiva en los últimos días. Hasta Jorge Javier Vázquez ha sido depositario de los desvelos de Sánchez: su llamada al Sálvame para confesarle a la reinona de las tardes que estaba totalmente en contra del maltrato animal, a cuenta del Toro de la Vega de Tordesillas, incendió las redes sociales. Bien pudieron haber hablado del famoso tratado que en esa localidad vallisoletana se firmó, allá por 1494, entre España y Portugal para repartirse la conquista y colonización del Nuevo Mundo. Pero no. Toda la preocupación de don Pedro fue echar más leña al fuego sobre una tradición centenaria en la que los lugareños se emplean en lancear desde sus monturas a un morlaco hasta que le dan muerte. No contento con eso, al día siguiente se dio un paseo por el programa de las hormigas y echarse unas canastas con Pablo Motos, recordando sus años de jugador de baloncesto en el Estudiantes. Finalmente, como última parada en este periplo televisivo, ayer recaló en un sofá para charlar con el prepotente Risto Mejide. Eso sí, mereció la pena contemplar cómo el otrora malvado jurado de Operación Triunfo ponía contra las cuerdas a Pedro “el Guapo”. Vaya por delante mi reconocimiento a Risto, porque la entrevista fue de manual, de esas que uno espera que hagan los periodistas de salón cuando tienen delante al líder de la oposición o a cualquier otro mandamás de postín.


   En esas visitas a los platós de la caja tonta hemos conocido más facetas de Pedro Sánchez que en las anodinas y sesudas entrevistas que les suelen hacer los plumillas al uso. En el programa de Risto, por ejemplo, reconoció que era ateo, que se arrepentía y pedía perdón –sí, perdón, han oído bien: un político pidiendo perdón- por los indultos a políticos y banqueros que su partido hizo en el pasado; criticó a Felipe González por la defensa que el ex presidente del Gobierno ha hecho estos días de Jordi Pujol, con la que le está cayendo al Molt Honorable después de averiguarse que ha estado treinta años llenando sus bolsillos y los de toda su prole. Se pintó el tal Sánchez como un españolito normal, de esos del montón, desvelando incluso que durante una época engrosó las listas del paro. Preguntado sobre si se iría de cañas con Rajoy, no dudó en contestar con un “no” rotundo, la misma rotundidad que le faltó para motivar por qué la consulta que pretenden perpetrar en Cataluña es inconstitucional. Ahí se le empezaron a notar sus lagunas en el combate dialéctico, precisamente en los puntos donde se supone que debe ser más resolutivo. Risto lo puso contra las cuerdas y casi lo noquea. Al final se apiadó de él. Otro gallo hubiera cantado si la pieza a batir hubiera sido Rajoy, Wert o cualquier otro ministro del Gobierno. Doy por seguro que no habrían salido vivos del envite. Pero, ya digo, nada que reprochar a Risto. Ayer estuvo a la altura del gran Jordi Ébole, que en estos menesteres no tiene competencia.

En fin, y no me enrrollo más. Que tenemos a un nuevo líder de la oposición con ganas de hacer política. Por el bien de este desdichado país llamado España, sería de bien nacidos desearle suerte en la tarea que se ha propuesto llevar a cabo, así como exigirle que sus proyectos no se queden en agua de borrajas, producto de un populismo que ya muchos le critican. Un PSOE fuerte, sin disidencias internas que entorpezcan su acción de control sobre el Ejecutivo, es más beneficioso que un partido a la deriva tal y como ha sucedido en los últimos tiempos. Eso propiciará también que el Partido Popular no se duerma en los laureles de una mayoría absoluta obtenida en gran medida por la incompetencia del peor presidente de la democracia, un tal José Luis Rodríguez Zapatero. Esperemos que Pedro Sánchez, como algunos vaticinan, no se convierta en Pedro “el Breve”. Al menos, aventaja al PP en un aspecto fundamental: ellos ya han iniciado su cambio generacional en los puestos de responsabilidad. En el PP, en cambio, el peso del partido sigue recayendo en personas que llevan desde la etapa de la Transición haciendo virguerías para no apearse del circo de la política.




miércoles, 10 de septiembre de 2014

La tontuna de Monago


  
Después de este letargo de casi cuatro meses, en el que hemos tenido hasta un cambio en la jefatura del Estado, hoy no me queda más remedio que acudir a la palestra para comentar la última ocurrencia de José Antonio Monago Terrazas, a la sazón presidente del Gobierno de Extremadura. Y es que esto de que las elecciones autonómicas estén a la vuelta de la esquina ha sido la espoleta adecuada para que Monago y su equipo le hayan dado a la manivela del caletre para ver qué salía de esa tormenta de ideas. Y lo que han parido esas mentes supuestamente privilegiadas -que lo mismo valen para ser consejeros, alcaldes o asesores áureos- ha sido la mayor obscenidad que uno recuerda en muchos años, seguida muy de cerca por la no menos indecente ayuda de 400 euros con la que se descolgó Zapatero en enero de 2008, apenas dos meses antes de las elecciones generales. Les estoy hablando, por si no han caído en la cuenta, de la promesa de una ayuda vitalicia de 300 euros anuales a las extremeñas de setenta y cinco años en adelante que hayan vivido la guerra civil y la posguerra.

    La buena nueva fue anunciada durante el acto institucional con motivo del Día de Extremadura, en el marco incomparable del Teatro Romano de Mérida. El presidente, en un discurso sensiblero que parecía haber sido redactado por su peor enemigo, no tuvo reparos en incitar a la lágrima fácil con expresiones como “...esta es una cuestión de dignidad, de justicia y de memoria histórica”, o esta otra de "...si alguien quiere conocer de verdad quiénes somos como pueblo, no hace falta leerlo en los libros, sino que solo tiene que acercarse a su abuela o a su madre y preguntarle cómo ha sido su vida". Hubiera quedado mejor si, en lugar de esas loables motivaciones, hubiera dicho la verdad que se oculta detrás de este asunto: que el próximo vencedor de las elecciones autonómicas lo será por un puñado de votos y él quiere asegurarse cerca de treinta y cinco mil sufragios para las arcas de su partido, que es la cantidad de beneficiarios que se calcula va a tener la aplicación de esta medida. El primer objetivo ya lo ha conseguido: que los medios de comunicación se hagan eco de esta populista propuesta. Lo que desconozco es si el señor Monago ha medido los posibles y más que probables efectos colaterales. Si pretendía arrimar el ascua a su sardina y renovar la confianza de los extremeños en la próxima consulta electoral... va dado. Lo que ha conseguido ha sido cabrear a un sector de la población al que le sobran los motivos para seguir pensando que estos políticos de poltrona, despacho y coche oficiales nos toman por tontos de capirote. Si supieran lo que piensan nuestros abuelos de ellos, aprenderían a mantener la boca cerrada, aunque solo sea para no ver cómo hacen el más absoluto de los ridículos aquellos que se supone que deben dar ejemplo.

  El señor Monago ha querido erigirse en defensor de los más desfavorecidos, llevando a cabo políticas pretendidamente de izquierdas en un terreno tan delicado como el de la  guerra civil. ¿Qué le habrá pasado por la cabeza a nuestro presidente para que le hayan colado este gol por toda la escuadra? Todos podemos tener un mal día y dar por buenas las divagaciones de un iluminado que una buena mañana se levanta con la obsesión de pasar a la historia junto a, pongamos por caso, el descubridor de la penicilina, pero para evitar esas tentaciones se supone que el presidente de una Comunidad Autónoma tiene el sentido común suficiente como para rechazar de plano disparates de este calibre. Señor Monago, esto es una medida puramente electoralista que ha debido anunciar en cualquiera de los foros a los que tiene acceso por su condición de presidente del PP en Extremadura, y no en un acto institucional como representante de todos los extremeños. Se ha equivocado usted en el fondo y en la forma. Desconozco cuántos asesores de confianza componen su gabinete, lo que sí es seguro es que la mayoría deberían estar haciendo cola en la oficina del paro más próxima. Nuestros mayores son lo suficientemente inteligentes como para dejarse engañar por esta boutade. Lo que sí ha quedado en evidencia es su torpeza por haber dado alas a tamaño disparate, tratando de comprar votos por calderilla. ¡Anda que no habrá medidas que puedan repercutir en el mayor bienestar de nuestras abuelas, y va el señor Monago y salta con esta parida! Ver para creer.

jueves, 22 de mayo de 2014

Europa a la vista.

 
El próximo domingo, 25 de mayo de los corrientes, estaremos de celebración. Y no me refiero al hecho de que merengues o colchoneros recibirán como héroes a sus huestes venidas de Lisboa, con una Copa de Europa bajo el brazo para ofrecer a Cibeles o Neptuno. Si Dios existe, que creo que sí, supongo que se decantará por el lado de la fémina. No. La cosa es un poco más seria, aunque sólo sea un poco más. Me estoy refiriendo a las elecciones al Parlamento Europeo. Deberíamos estar alegres y contentos, henchidos de de felicidad por poder participar en la fiesta de la democracia, que no es más que ejercitar el derecho al voto con el que quitar y poner a nuestros dirigentes de las correspondientes poltronas de turno desde las que saquean nuestras arcas. Vale que no todos los políticos son iguales, pero los hay empeñados en ganarse la gloria a costa del esfuerzo de los demás. No sé cuál será el porcentaje, pero espero que por cada político corrupto haya, al menos, otros veinte que no estén pensando en llevárselo crudo. En esto, los ciudadanos no estamos exentos de culpa, porque somos nosotros los que tenemos el poder de hacer y deshacer a nuestro antojo. Aunque también es verdad que cuando votamos a fulanito por ser un tipo insobornable, de esos que se visten por los pies, honrado y decente, pues resulta que no pensábamos que con el paso del tiempo nos la iba a dar con queso, que era de voluntad débil y que se dejó comprar por un plato de lentejas, lo cual equivale a decir que no le importó chotearse de la confianza de sus electores a cambio de un apartamento en Torrevieja, un coche de lujo a la puerta del garaje o un trabajo de postín para su señora esposa y demás parentela. Si es que ya lo decía no sé quién: no puede uno fiarse de nadie, y menos de los políticos. Ya digo que los más perjudicados son aquellos del gremio que trabajan honradamente a favor del servicio público que representa su labor. 


   Bueno, el caso es que, por si alguien no se ha enterado aún, este domingo nos jugamos los cuartos en Europa. A nuestro país le corresponden 54 eurodiputados de un total de 751 escaños. Y, como corresponde, los partidos políticos patrios se han lanzado a la lucha del botín, sobre todo los dos mayoritarios. Los otros como UPyD, VOX, IU y Ciudadanos también quieren partir el bacalao, pero cuentan con escaso o nulo seguimiento por parte de los medios de comunicación; es decir, que están condenados al ostracismo. Así que, ahí andan el señor Cañete y la señora Valenciano –bueno, mejor altero el orden del producto, no vaya a ser que me tachen de machista o descortés: Valenciano y Cañete- batiéndose el cobre por cruzar los Pirineos, encabezando las listas de sus respectivas formaciones. La primera batalla tuvo lugar ante las cámaras de Televisión Española, en un debate soso y anodino –vamos, aburrido de cojones- donde los contendientes se dedicaron al “y tú más”. Nada se supo de sus propuestas electorales. Si les soy sincero, mi curiosidad me permitió aguantar 5 minutos delante del televisor, paciencia que llegó a su fin cuando comprobé que era más de lo mismo: despotricar del adversario sin proponer absolutamente nada. Según las encuestas, el debate lo perdió Cañete –utilizo la frase en negativa para evitar afirmar que lo ganó Valenciano; es que esta señora, ideologías aparte, me cae mal-. Parece ser que que el ex ministro de Agricultura fue de “sobrao”, de listillo, y no se estudió la lección. Así que Valenciano, con los deberes a medio hacer, le dio un buen repaso. Pero, no contento con eso, al día siguiente del debate se suelta el señor Cañete unas declaraciones en el programa Espejo Público, de Antena 3, que se había dejado ganar porque no sería de caballeros demostrar superioridad intelectual ante una mujer. ¡Con un par, Miguelón! ¡Sí señor! ¡Ole, ole y ole! ¿Y tú has sido ministro? ¿Qué pasa, que eso de la igualdad entre hombres y mujeres no venía en el temario de Abogado del Estado? A mí que me digan dónde hay que apuntarse para ser futuro comisario europeo porque yo, con mi simple carrera de Derecho, puedo prometer y prometo que no soltaré tantas paridas. ¿Qué tendrá la política para que, a pesar de las evidencias, algunos se empeñen en luchar contra ruedas de molino? Lo digo porque Cañete y sus compañeros de partido insistían, erre que erre, que él había sido el vencedor del debate y que eso de la superioridad intelectual estaba siendo mal interpretado por la malévola oposición. El muchacho ha tardado una semana en rectificar. ¿Costará eso votos al PP? No se equivoquen: ni el debate fue seguido por masas enardecidas en busca de un líder que les guíe, ni la gente presta demasiada atención a las noticias relacionadas con la campaña electoral. Total, ¿para qué, si  ya se sabe que los políticos mienten por naturaleza y se destrozan los unos a los otros por necesidad? Eso sí, espero que de todo este sainete no salga de rositas el señor Arriola, ese factótum en la sombra que lleva ya demasiados años asesorando al Partido Popular. Y es que, peor no se puede hacer. Cuando vi que Cañete se quitaba las gafas y se ponía a leer los papeles, al tiempo que se le empezaba a acumular salibilla en la comisura de los labios, no me hizo falta ver nada más para presagiar el desastre. El golpe no hubiera sido tan duro si Valenciano, al César lo que es del César, no se hubiera destapado como una persona coherente, pausada, racional, con aplomo. Esas virtudes, supuestos puntos fuertes del candidato popular, decidieron posarse ese día en el caletre de la número uno socialista, de suyo insípida y superficial.



   Como era de esperar, el desliz de Cañete no ha caído en saco roto, y es que a Valenciano le ha venido la Virgen a ver. Desde ese mismo instante, el PSOE se ha empleado a degüello, sin cuartel, en la tarea de desprestigiar al ex ministro, haciendo ver que tras esa imagen de bonachón se esconde en verdad el hombre del saco. La ofendida ha aprovechado la ocasión, servida en bandeja por su propio rival, para revelarnos la verdadera faz de los cavernícolas del PP. En las declaraciones y los mítines socialistas no se habla de otra cosa; su programa electoral –si es que alguna vez lo tuvieron- ha pasado a un segundo plano. Lo realmente importante en estas elecciones europeas, los argumentos de peso para lograr la confianza del electorado, es que el PP está integrado por retrógrados que no soportan ver a la mujer más allá de las puertas de la cocina. Y, oigan, que la señora Valenciano se valga de esta táctica maniquea dice bien poco a su favor. De acuerdo que Cañete ha metido la pata hasta el corbejón, pero de ahí a que utilicen su disparate como ariete para abrirse paso en el parlamento europeo ... Pues eso, que lo dejo en puntos suspensivos. Habría que recordarle a la señora Valenciano que ella tampoco estuvo muy afortunada cuando alardeó de que sería capaz de desnudarse para solicitar el voto a favor de su candidatura, o cuando tuiteó aquello otro de que si alguien había visto a un tío más feo que Ribery (el jugador de fútbol francés que milita en el Bayern de Munich). Fíjate, Elena, hasta yo te puedo perdonar que seas tan cínica. Supongo que eso de no haber dado un palo al agua en tu vida y llevar en política desde los 17 añitos tiene sus consecuencias, como por ejemplo el que tu berborrea nos deleite con este tipo de estupideces. Así que, en este punto, tampoco te diferencias tanto de Cañete. Hija, perdona si notas cierta animosidad en mis palabras, pero es que tengo por costumbre desconfiar de quienes no han cotizado en su vida a la Seguridad Social y encima nos toman por tontos.

 
En fin. Lo dicho. Que con este panorama de gran altura intelectual de nuestros políticos, que no se extrañen que la abstención sea superior al cuarenta por ciento. Lo triste no es que los ciudadanos no demos importancia a estas elecciones, que la tienen y mucho –en Europa se cuece todo-, sino que la clase política las utilice para recolocar a las viejas glorias de sus partidos. En ese cementerio de elefantes encontramos a Pepiño Blanco, Luis de Grandes, Fernando Jáuregui, Pilar del Castillo, Iturgáiz  y Raimon Obiols, entre otros. Si es que hasta Ruiz Mateos llegó a ser eurodiputado. Sólo falta que se presenten Belén Esteban, Chiquito de la Calzada o el Chiquilicuatre. Me parece que el personal, en lugar de ejercer su derecho al voto, se va a pasar el día de las elecciones celebrando la victora de la Champions en la tasca más cercana o, por el contrario, lamiéndose las heridas de la derrota metiditos en casita. Ya verán cómo no faltará quien asegure que la alta abstención prevista trae causa de este acontecimiento deportivo.

martes, 20 de mayo de 2014

Guillermo y su chistera.

 
 La Asamblea de Extremadura, ese ágora de libertad en el que se supone que estamos representados los que tenemos en nuestras manos el destino de nuestra región, ha vivido dos semanas de intensa actividad. En primer lugar, durante los días 6 y 7 de mayo, se ha celebrado el debate sobre el estado de la región. En esta cita anual donde se repasa el estado de salud de la cosa pública, se ha vuelto a poner de manifiesto que el PSOE va a lo suyo, que va por libre. El partido mayoritario de la oposición, encabezado por un silente Fernández Vara, afirma con la convicción propia de ultramontanos de tres al cuarto que Extremadura va de mal en peor, que estamos al borde del abismo, que falta poco para que nos arrebaten los derechos y conquistas sociales alcanzados durante sus años de gobierno. El panorama apocalíptico descrito por Vara y Cia es como para echar a correr y no detenerse a mirar para atrás. El caso es que no quieren recordar que aquello que ahora exigen con tanto ahínco ni ellos mismos fueron capaces de instaurarlo durante sus mandatos. Y es que cuando uno se instala en la oposición tiene la mala costumbre de reclamar las políticas por las que no se preocuparon de llevar a la práctica cuando eran gobierno, y eso que estuvieron al frente del Ejecutivo la friolera de 28 añitos.
                                                                                                        
   Pero la importancia del debate de este año se ha centrado en el conejo que se sacó Guille –como le gusta que le llamen, por lo de la cercanía al pueblo y todas esas milongas que se inventan con la finalidad de recaudar un puñado de votos- de la chistera. Ni más ni menos que, en un triste turno de réplica, se lanzó en plancha para plantear una moción de censura contra Monago. El órdago cogió a todos desprevenidos, al que más al presidente. El sopor propio de este tipo de debates se difuminó para dar paso a una ola de sorpresa para unos e indignación para otros. Parecía como si Vara hubiera perdido los papeles; como si le hubiera dado un tabardillo, una calentura que le llevó, en contra de su voluntad, a proponer ese gran remedio salvador para los grandes males que, según él y su grupo, afligen a Extremadura desde que gobierna el PP. Pero no, ni tabardillo ni gaitas: que Guille estaba totalmente convencido de que la moción tenía sus razones de peso. Así, se afanó en explicar tal ocurrencia ante los periodistas que esperaban a la salida de la Asamblea para recoger las primeras impresiones del otrora afiliado a Nuevas Generaciones. ¿Ah, que no saben que Guille estuvo alistado en las filas de los cachorros del PP? Pues sí, así es. Parece ser que, cual Pablo de Tarso camino de Damasco, se cayó del caballo para darse cuenta del error en el que estaba inmerso por esas jugarretas que a veces tiene la juventud. ¿Que por qué salgo ahora con estas? Pues, la verdad, no sabaría qué contestar; supongo que, simplemente, para dejar constancia. Pero bueno, que no me quiero desviar de la cuestión. Repito: que Vara, por su cuenta y riesgo, aunque con el visto bueno de Ferraz, pilló a todos con el pie cambiado anunciando la que sería la segunda moción de censura que se debatiría en Extremadura.

  
La respuesta por parte de Monago y los suyos no se hizo esperar. Decía el presidente que se trataba de una pataleta de Guillermo por haber rechazado la oferta de diálogo ofrecida tan sólo unos minutos antes. Que la moción no tenía ni pies ni cabeza en cuanto al modo en que había sido planteada: sin el respaldo de un programa serio y a falta de un año escaso para las próximas elecciones autonómicas, su única finalidad era puramente electoral. Según Monago, lo que de verdad pretendía Vara con ese ardid era reforzar su propia figura de cara a las primarias del PSOE para elegir candidato en esas futuras elecciones, así como poner en un brete a IU. Y en este punto, hay que constatar la coherencia de la formación liderada por Pedro Escobar, que ha sabido desligarse de una vez por todas de las viejas tutelas ejercidas por el PSOE. Izquierda Unida-Extremadura ha demostrado ser un partido con criterio propio que no se pliega a hacer el juego sucio a quienes desean retornar a las poltronas del poder a cualquier precio. No se puede asegurar lo mismo, en cambio, de los regionalistas del Prex-Crex, liderados por un tal Beneyto, el cual en un principio se mostró partidario de votar en contra de la moción para, dos días antes de su toma en consideración, cambiar de criterio y asegurar que su grupo se posicionaría a favor de la misma; por último, y para rizar el rizo, durante la celebración del debate recomendó al señor Vara que la retirara. ¡Menuda clarividencia! A buen seguro que el pueblo extremeño sabrá “recompensar” el papel protagonizado por estos dos diputados regionalistas que se cabrearon con sus antiguos compañeros del PSOE y decidieron formar grupo parlamentario propio. Señor Beneyto, no todo vale con tal de que a uno le nombren para cualquier carguillo en la Junta de Extremadura. Hay que mostrar algo más de dignidad y un tanto menos de ambición Espero no verle sentado en los escaños de la Asamblea durante la siguiente legislatura.

   El caso es que, como era de esperar, tanto al señor Vara como a su fiel escudero Valentín García les ha salido el tiro por la culata. Su fracaso es el de todo un partido dispuesto a desestabilizar la gobernabilidad de una región a costa de cumplir sus caprichos de líderes insustanciales, porque no otra cosa representa a estas alturas de su carrera política Guillermo Fernández Vara. Él, que ya ha sido presidente de nuestra Comunidad Autónoma durante cuatros años y que ha tenido la oportunidad de poner en pie su programa de gobierno, está empecinado en recobrar el trono perdido ante el buen hacer del PP. El Sr. Vara sigue sin aceptar que perdió las elecciones de mayo de 2011, porque para él y sus correligionarios solo la izquierda está legitimada para regir los destinos de Extremadura, considerando poco menos que traidores a los diputados de IU por consentir que la derecha asiente sus reales posaderas en la presidencia de la Junta. He ahí la catadura moral del líder socialista, ese que la misma noche en que perdió las elecciones pasadas anunciaba jugosas ofertas a IU para arrebatar al PP la posibilidad de formar gobierno, y que se cogió un berrinche monumental cuando comprobó que sus componendas no eran suficientes para doblegar el sentir de una mayoría que se había decantado por una renovación de estructuras después de 28 años de rodillo socialista. Hasta que no entiendan esto, que no todos están dispuestos a vender su alma al diablo, el PSOE seguirá siendo un partido sin rumbo en el que sus escisiones internas amenazan con resquebrajar la unidad exigible a toda formación que se plantea como alternativa de gobierno.


  
Según las encuestas, a las que debemos de coger con alfileres, pues cuando aciertan es porque se han equivocado, Monago es el líder político más valorado por los extremeños. Eso quiere decir que no todo va tan mal como nos quieren hacer ver desde el PSOE. La percepción que se tiene, tanto interna como a nivel nacional, es que en Extremadura las cosas se están haciendo razonablemente bien. Lo cual no significa que haya que mostrarse conformistas, sino todo lo contrario: hay todavía mucho camino por recorrer, sobre todo en lo concerniente a la vergüenza representada por una tasa de paro superior al 34%. Mientras no pongamos remedio a este mal endémico en el que parece haberse convertido el desempleo, toda conquista social nos parecerá insuficiente. No hay peor sensación de impotencia que la de querer trabajar y no poder hacerlo por falta de ofertas. Ese es el gran reto al que se enfrenta nuestra región. Mientras esas cifras escandalosas no se reduzcan de manera significativa no podremos afirmar que el gobierno ha cumplido con su obligación. 

viernes, 25 de abril de 2014

Tocan a muerto



   
Esta tarde, a las 20:00h, en la Casa Municipal de Cultura de Malpartida de Cáceres, tendrá lugar la presentación de la segunda novela del escritor malpartideño Diego C. Pedrera que lleva por título “Tocan a muerto” (Control P, 395 páginas). Dos años después de la publicación de su opera prima “Veinte euros” (Control P, 295 páginas) con varias ediciones vendidas y una magnífica crítica por parte del público, Diego C. Pedrera reaparece con un nuevo viaje literario que nos traslada al despertar sangriento del siglo XIX, para desarrollar una historia descarnada pero salpicada de hilarantes momentos que aportan a la obra un dinamismo cautivador.

   El capitán francés de infantería Bruno Mugnier ha de conducir los despojos de un ejército a la fuga a través de la peligrosa y traicionera Sierra de San Pedro, un nido infectado de guerrilleros, contrabandistas y parias de la tierra. Al mismo tiempo, el cercano pueblo de Malaparte se consume en las brasas dejadas por la ocupación francesa. Al hambre, a las epidemias y al expolio se suma la tiranía que ejerce Don Jacinto Piernavieja desde el trono de su alcaldía. Guerra, crimen y misterio son los ingredientes de esta novela de aventuras que muestra el horror de la contienda y la naturaleza más vil del ser humano.

   Diego C. Pedrera, nacido en Villaverde Bajo (Madrid) se trasladó a muy temprana edad a la localidad de Malpartida de Cáceres donde reside actualmente. Pese a no perternecer a círculos académicos ni intelectuales Pedrera, casado y padre de dos hijos, mantiene una más que discreta producción literaria contando con dos novelas a sus espaldas y varios relatos cortos. También es colaborador habitual de la revista cultural “Baileja” y “La Nora”. Actualmente trabaja en la realización de un ensayo acerca de la historia de Extremadura.


domingo, 13 de abril de 2014

La pasión de Viruta

 
 Muchos de vosotros sabéis, bien porque sois mis amigos bien porque seguís mis disquisiciones a través de este blog, que tengo especial predilección por Malpartida de Cáceres, lugar al que ya le he dedicado varios artículos y del que siempre guardaré un grato recuerdo, no en vano ahí han transcurrido períodos inolvidables de mi vida, sobre todo durante los años de juventud. De bien nacidos es ser agradecido y yo no lo voy a ser menos. Por eso, la entrada de hoy vuelve a tener como protagonista a un malpartideño, uno al que en su día ya dediqué un artículo que se convirtió, con mucha diferencia sobre los demás, en el más leído de este blog. Me estoy refiriendo al Viruta y a su Café-Bar. En aquella ocasión escribí unas líneas para reivindicar la labor de Viruta y su local, animándole a seguir luchando por aquello en lo que creía. Sin embargo, el capítulo que hoy redacto tiene un tono bien distinto, y es que esta semana he sabido que el Viruta ha echado el cierre. Once años regentando uno de los bares más emblemáticos de Malpartida desaparecen de un plumazo, aunque para los nostálgicos siempre nos quedará la estela de su esencia, de su espíritu.

   Como digo, Malpartida de Cáceres es uno de los temas más recurrentes a los que acudo a la hora de actualizar los contenidos de este blog. Por aquí han desfilado Diego César Pedrera y su novela “20 euros” –volverá a hacerlo en breve ante la inminente publicación de su nueva obra-, Choni y su Confitería Los Arcos, profesores como Don Fernando, Don Jacinto, etc, etc. Y otro de los malpartideños ilustres que se han asomado a esta ventana ha sido, cómo no, el Viruta. En octubre del año pasado, cuando me enteré de las dificultades que estaba teniendo con algunos vecinos por problemas de ruidos, me puse de su lado y escribí el artículo “El banco de la discordia”. Se generó un debate, a veces agrio, entre el Viruta y sus partidarios y aquél o aquéllos que leyeron el mencionado artículo y se dieron por aludidos en referencia a lo que dije del “vecino porculero”. El caso es que la cosa no fue a mayores y la sangre no llegó al río. Ahora, en cambio, lo que sucede es algo bien distinto: ya no es que el Viruta tenga que hacer frente a un cierre temporal del negocio por alguna sanción administrativa, si no que este currante se ha visto obligado a poner el cartel de “Hasta aquí hemos llegado. Cerrado por hastío”. Y es que, supongo, son ya muchos los disgustos con los que habrá tenido que lidiar como para verse obligado a tomar esta drástica decisión: entre los vecinos cabreados y la crisis económica, el Viru ha dicho basta. No se trata de el cerrojazo de un negocio más; no. Para los de mi quinta el Viruta es todo un emblema, un símbolo, un referente. Cuando pasen los años nos acordaremos de las noches –bueno, a veces eran mañanas, tardes, noches y madrugadas- que pasábamos bajo su protección, siempre con buena música de fondo, con una cervecita bien fresca esperando en la barra, rodeado de buena compañía… y, ante todo, asistiendo a la ilusión desbordante de su patrón por hacer de aquel lugar  un punto de encuentro entre jóvenes y no tan jóvenes. Era como una especie de club social. Tú ibas, te pedías tu birrita y te ponías a hablar de política, de fútbol, del tiempo o de literatura –sí, de literatura también- con el primero al que te encontraras por allí, aunque solo lo conocieras de vista. Esa cita semanal no podía faltar en el calendario.

  
El Viruta Café-Bar hacía las veces de santuario, de retiro espiritual al que siempre podías acudir cuando querías olvidarte de los problemas cotidianos. Una vez que entrabas, como por ensalmo, se desvanecían casi al instante los quebraderos de cabeza generados por los apuros de llegar a fin de mes, los malentendidos con algún compañero de trabajo, las discusiones con la parienta o cualquiera otra circunstancia que hiciera que estuviéramos más descentrados de la cuenta. Presentarse en el Viruta era como una especie de bálsamo ante los rifirrafes del día a día. Con lo cual, en este punto, la clientela -sobre todo los asiduos- habrán perdido un referente sin el cual se sentirán forzosamente desorientados. No entro a valorar qué es lo que más habrá influido en Rubén para que haya tomado esta decisión, si ha sido el tema de la crisis o el desgaste provocado por las quejas de los vecinos, lo que sí sé es que quienes lo conocemos –aunque sea solo un poco, como es mi caso- somos conscientes de que esta habrá sido una de las decisiones más difíciles de su vida. A nadie se le puede exigir que se comporte como un héroe, y Viruta lo ha sido durante todos estos años. Por eso mismo, porque ha sido capaz de mantener a flote la ilusión de su vida durante esta travesía, seguro que vendrán tiempos mejores en los que volcar ese espíritu de lucha que le caracteriza. Viru, no pienses ni por un momento que has fracasado. Fracasado sería el que se cae y no está dispuesto a volver a levantarse. Tú te has repuesto una vez y volverás a hacerlo otra más, tantas veces como te lo progongas. Lo mejor, seguro, está aún por llegar, aunque ahora toque vivir momentos duros. Precisamente de las dificultades es de donde se obtienen las mayores lecciones. Por mi parte solo me queda agradecerte el buen trato que siempre has tenido conmigo. El Viruta Café-Bar no desaparecerá de nuestros recuerdos, como tampoco lo hará la energía y la alegría con la que te has desvivido por tus clientes, por tus amigos. Tienes que estar orgulloso de la labor que has realizado, porque con ese mismo orgullo contaremos al cabo de los años que hubo una vez en Malpartida de Cáceres un bar en el que… Y aquí ya dejo para cada cual las historias que quiera rememorar de aquella época. El Viruta Café-Bar ha sido tu pasión, pero también ha sido nuestro consuelo. No veas este revés como un vía crucis, sino como una resurrección. Un abrazo y mucho ánimo.

miércoles, 26 de marzo de 2014

El tonto de Willy

   
Amigo Willy, me vas a perdonar –bueno, me perdono a mí mismo- y me voy a poner a tu escasa altura moral: estás hecho un impresentable de cuidado. Siento soltártelo tan a las claras y tan desde el principio, pero es que no quiero reprimirme. No hay nada peor que guardarnos para nuestro coleto los pensamientos indignantes que provocan individuos de tu catadura intelectual, y no haré una excepción contigo porque no es mi deseo indigestarme por culpa de un señorito como tú, de esos que predicáis los valores del progresismo social con un cinismo de tal magnitud que ofendería hasta la intligencia de, pongamos por caso, Pepiño Blanco, que ya sabemos que de esa virtud no anda muy sobrado. Así, que, dicho queda: me pareces un truhán, pero sin nada de gracia. No sé en qué momento se te cruzaron los cables para ir por la vida declarando memeces y comportándote como un auténtico mamarracho. ¿Qué, Willy, que como ya tenemos los bolsillos llenos ahora no tienes mejor ocupación que la de dedicarte a ir de piquete en huelgas generales, destrozando bares  y huyendo como un cobarde antes de que aparezca la policía, y a leer manifestos de forma jocosa ante multitues manipuladas y aborregadas por orates faltos de autocrítica, verdad? ¡Si es que estás hecho un figura! Por suerte, tengo el placer de no conocerte –es más, gracias a ti dejé de ver Siete Vidas y, ni por asomo, se me ha pasado por la cabeza fustigarme con los bodrios en los que tu nombre aparezca en los títulos de crédito-, pero seguro que cuando trasnochaste en las dependencias de la Brigada Provincial de Información por los destrozos ocasionados en el bar de un honrado trabajador de Lavapiés durante la huelga general del 29 de marzo de 2012, no ibas con los aires de chulito y brabucón que te pudimos observar en el día de la Marcha por la Dignidad. Habría que haberte visto en esas circunstancias para comprobar si eres tan fanfarrón como alardeas últimamente. O a lo mejor sí, quién sabe. De un insensato como tú cabría esperar cualquier cosa, y la inconsciencia no sería la única. 

   Willy, amiguete, mira que venir expresamente desde Cuba para leer el manifiesto de marras de hace cuatro días. Para protagonizar ese paripé –uno de tantos en los que ya has participado- qué buena ocasión perdida para haberte ahorrado el  incordio de un viaje con tantas horas de vuelo , o se lo hubieran ahorrado los que te lo hayan pagado porque, vamos, hacer tú cosas gratis... lo justito. Seguro que hasta tú, viéndote en las noticias, habrás caído en la cuenta del ridículo espantoso que hiciste. Dicen las malas lenguas que se te echó el tiempo encima, que te entretuviste más de la cuenta en la tasca más cercana y que apuraste hasta el último trago antes de salir a toda prisa para ponerte delante de los micrófonos y dar rienda suelta a tus bufonadas. Willy – por cierto, vaya ingenio el tuyo poniéndote ese apodo-, macho, que no estabas rodando una película, que resulta que estabas haciendo el canelo ante miles de personas y de tu boca solo salían chorradas a modo de balbuceos. No pongo en duda que no sepas leer, pero diste la impresión de haber abandonado el colegio en primero de parvulitos: no soltabas más que paparruchas acompañadas de saltitos y sonrisas bobaliconas. Si es que, en cierto modo, tampoco se te puede pedir más. Das para lo que das. Sería injusto contigo si te exigiera más de lo que sería normal demandar de cualquier otro mortal, pero como tú estás hecho de otra pasta, pues mejor te damos palmaditas en la espalda y te decimos que lo hiciste de vicio, que estuviste sembrado. En serio, con el corazón en la mano: ¡eres un monstruo! Puedes sentirte orgulloso de vuestras reivindicaciones durante la manifestación y, sobre todo, de los brutales ataques que sufrió la Policía Nacional. ¿Me crees, verdad? Dime que sí, porque así no tendré remordimientos. No te puedes ni imaginar lo que supondría para mí que no estés captando el verdadero sentido de todo esto que te estoy soltando. En fin, confío en tu indulgencia para que esta noche pueda dormir con la conciencia tranquila. No me perdonaría que malinterpretaras mis palabras. Es más, si me aseguraras que, efectivamente, entiendes lo que trato de decirte en este párrafo, ten por no reproducido el anterior, incluyendo lo del título de este artículo: con la memoria que tienes, seguro que ya ni te acordabas. Pero, para mantenerme fiel a mis principios y no caer en la incoherencia, permíteme que lo mantenga; lo del título, digo. Me harías un favor por el cual te estaría eternamente agradecido. No sé, pero, así, de repente, me acabas de transmitir cierta ternura. Por eso, si me lo permites, estoy dispuesto desde ahora a convertirme en uno de tus máximos defensores. Eso sí, tendrás que ser sincero ante las preguntas que te formularé para que esa defensa resulte creíble. Voy a hacerte partícipe de algunos rumores que corren de esquina en esquina, así que confío en tu franqueza a la hora de responder para acallar con argumentos a quienes no tienen más oficio que mancillar tu buen nombre. Por cierto, conociendo tu espíritu sensible, te pido perdón por utilizar lo de “franco”, pero es que no se me ha ocurrido otro calificativo mejor a la hora de solicitarte tu colaboración.

   
Willy, colega, ¿cómo que te dio por irte a vivir a Cuba? ¿Tan mal te trataron en España? Me dicen, leo, oigo que allí estás a cuerpo de rey, que eres un privilegiado, que tienes acceso a servicios que los cubanos no ven ni en pintura, que vives en una zona similar a La Moraleja de Madrid y que, claro, con esas comodidades cualquiera se hace emigrante. Y yo, con la seriedad de la que alardeo y hago gala cada vez que se trata de vindicarte, les digo a quienes quieren poner en jaque nuestra recién estrenada amistad que eso son habladurías, chismes sin fundamento de envidiosos fascistas que no saben apreciar vivir en un régimen idílico como el creado por obra y gracia de los Castro. Les hago saber que tú estás allí pasando las de Caín, que te tiene trastornado el estar alejado de tu querida y amada patria, que eres un exiliado que lucha en la distancia por las libertades y que has tenido que refugiarte en nuestra antigua colonia porque te sentías perseguido, incomprendido. En ese sentido, no pierdas cuidado: les he hecho creer que eres un auténtico mártir. Sin embargo, te mentiría si no te comentara que a veces se me hace harto complicado mantener mi defensa para contigo, sobre todo cuando me reiteran con ahínco que en uno de tus bolos deseaste la pronta muerte del Rey por aquello de que ya había trincado bastante del bote, y que a Rajoy también lo pusiste fino tildándolo de fascista heredero del franquismo. Compañero, hazte cargo que ante eso me cuesta articular argumentos de peso con los que sacarte de tamaños charcos. Y como se da la circunstancia de que yo, para creer en algo, tengo que hacerlo con total convicción, pues me dije que por ahí no podía pasar, que eso de tocar a Su Majestad y al presidente del gobierno elegido democráticamente traspasaba la línea roja de nuestra camaradería. Así que, una vez comprobadas la veracidad de tales aseveraciones, no puedo por menos que declararte que hasta aquí hemos llegado. Con lo cual, Willy, me vas a perdonar, pero en este punto pongo fin a nuestra fugaz amistad. Ya sabes, por lo de la coherencia y todo eso. Y es que esto de tener principios es muy puñetero, con lo cual, machote, ahí te quedas: que te defiendan los Bardem, Sabina, el Gran Wyoming, Víctor Manuel, Ana Belén, Miguel Bosé o San Pedro Bendito, pero conmigo no cuentes. Con los Borbones hemos topado y eso sí que no lo dejo pasar. Solo espero que, al cabo de los años, no te lleves el desengaño de otros que, mucho antes que tú, no supieron encajar la realidad de unos ideales comunistas caídos a pedazos, a pesar del esfuerzo de unos dirigentes empecinados en vender las virtudes de un sistema dictatorial. Sí, Willy, te pongas como te pongas, por tu cuenta y riesgo has decidido abandonar una democracia para recalar en un régimen totalitario. Así que, en un último arranque de cordialidad, dime la verdad: ¿te has ido para allá porque aquí, en esta España que tanto denostas, no hay un malecón como el de La Habana? ¿Y porque allí, con mil euros en el bolsillo, eres el puto amo de la cosa? Serás un cínico, ex-amigo, pero espero que no seas tan superficial. En fin, que te vaya bonito, pero haznos un favor y deja de dar la nota porque, de lo contrario, van a pensar que en España estamos todos igual de chalados que tú. Saludos cordiales desde la metrópoli.

lunes, 24 de marzo de 2014

Gracias, señor Presidente.

 
 La primera vez que tuve constancia de la existencia de Adolfo Suárez fue con motivo del intento de golpe de Estado perpetrado sin éxito por el Teniente Coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina, el 23 de febrero de 1981. Este episodio ya lo he contado en otra de las entradas de este blog y, como no se trata de ser repetitivo, al mismo les remito para aquellos a quienes les pueda interesar. Por aquel entonces estaba a punto de cumplir los 6 años de edad pero, por estos misterios de la memoria, no fue hasta un año después, a raíz de las elecciones generales de 1982, cuando vi por vez primera el rostro de Suárez impreso en las cientos de papeletas electores del Centro Democrático y Social (CDS) que se repartían por las calles de Herrera de Alcántara en Renaults 4, Seat 124 y demás parque automovilístico de la época, adornados con unos llamativos altavoces dispuestos en los techos y a través de los cuales se animaba a los ciudadanos a acudir a las urnas para elegir al nuevo presidente del gobierno que sustituyera a Leopoldo Calvo Sotelo. Como es de suponer, por entonces yo no entendía nada de política, ni de que Suárez se había visto obligado a dimitir de la presidencia del gobierno por el acoso y derribo al que le sometieron tanto la oposición como, sobre todo, sus propios correligionarios de partido, la Unión de Centro Democrático (UCD). Eso sí, lo único que sabía es que los niños nos partíamos el espinazo por ir detrás de la caravana electoral para recoger la mayor cantidad posible de publicidad electoral: aquellas papeletas eran más preciadas que los caramelos de la cabalgata de los Reyes Magos.

    Y en esos folletos aparecía la figura de un señor apuesto, elegante, de tez morena, pelo negro y sonrisa amable.  Con ese porte, cualquiera diría que fumaba como un carretero y que se alimentaba básicamente de tortilla francesa. El caso es que aquella cara me transmitía confianza, me daba la impresión de que aquel era un tipo campechano, como uno más de la familia, alguien del que no te podrías esperar una cuchillada por la espalda, lo cual ya es mucho decir en un terreno como el de la política. Con el tiempo fui descubriendo que las papeletas por las que luchábamos denodadamente recogían la imagen del que - junto con el concurso de Su Majestad el Rey, de Torcuato Fernández Miranda y del pueblo español- había sido el artífice del mayor milagro que se recordaba de nuestra Historia Contemporánea: el paso de un régimen dictatorial de treinta y seis años, fraguado en las cenizas de una sangrienta guerra civil, a un sistema democrático de una forma pacífica, aunque no por ello exenta de dificultades. ¡Vaya que si las hubo!, tantas que hasta los protagonistas de lo que después se ha dado en llamar Transición Política se preguntaban que si, además de los que estaban involucrados en aquella tarea titánica, había alguien más que les apoyara en esas horas cruciales para el devenir de España. Y es que los había que tenían demasiada prisa por alcanzar el poder y no estaban dispuestos a recorrer los peldaños de una reforma progresiva –de la ley a ley-, sino que abogaban por una ruptura a toda costa con el régimen anterior. De esto saben algo Felipe González y Alfonso Guerra, los mismos que le organizaron una feroz oposición durante los años en que Suárez fue presidente, y que ahora no tienen reparos en inclinar ceremoniosamente la cabeza ante su féretro, corpore in sepulto, en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de los Diputados.

  
Pues bien, el impulsor de aquella labor de hermanamiento, de entendimiento, de superación de los eternos odios entre las dos Españas murió ayer en la Clínica CEMTRO de Madrid a las 15:03 horas. Tenía 81 años, aunque  llevaba desaparecido de la vida pública desde el 2003 debido a la terrible enfermedad del Alzheimer, que le azotó en grado tal como para no recordar que un día llegó a ver cumplida su ambición de ser Presidente del Gobierno. Y no uno cualquiera, sino el que contribuyó a dar forma a un régimen democrático sustentado en la Constitución de 1978 que, con las armas del diálogo y a pesar de sus imperfecciones, sigue representando uno de los mayores logros colectivos de los que pueden sentirse orgulloso el pueblo español. A este hombre de Estado, con un don de gentes inigualable – sólo comparable al que tuvo Kennedy en su época-, vilipendiado hasta el extremo en los días en que ocupó el sillón del Poder Ejecutivo, se le reconocen ahora los méritos que se le escamotearon en vida. De los institucionales algunos quedan, como el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia otorgado en 1996. Y es que, no hay nada como morirse para que te cubran te toisones insignes y órdenes distinguidas, y hasta para que tus más acérrimos adversarios te elogien sin ningún tipo de rubor. Descanse en paz Adolfo Suárez, un patriota que supo anteponer los intereses de Estado a los personales y partidistas, un hombre devastado en el ámbito familiar por el drama de enfermedades mortales que acabaron con la vida de su mujer y de su hija Mariam, un político con altura de miras de los que ya no quedan. Dejó el listón muy alto, tanto que aún no ha sido superado. No habrá otro como él. Apareció en la época adecuada y en el momento justo, a pesar de los agoreros que vaticinaban que su nombramiento -quizás por lo inesperado del hecho- había sido un craso error. La Historia le hará justicia. De momento, y para empezar, parece que el aeropuerto de Madrid-Barajas llevará su nombre. Esperemos que sea el primero de los muchos tributos que se le deben rendir al artífice de esta España democrática  que se está echando a perder por la actual casta política. Por mi parte, sólo me queda agradecerle su trabajo, esfuerzo, generosidad y tesón para lograr lo que parecía imposible. Su nombre y su legado perdurarán en el tiempo. 

lunes, 17 de marzo de 2014

Viaje al Penedés

   
Ha pasado demasiado tiempo. Lo sé, soy consciente de que he dejado los contenidos de este blog digamos que –déjenme buscar el eufemismo adecuado- huérfanos de autor. Por eso, y en primer lugar, pido disculpas a los seguidores de esta bitácora, que alguno hay, por haber hecho mutis por el foro casi sin avisar. La verdad es que podría poner la bonita pero poco plausible excusa de que el estudio de las oposiciones –la Junta de Extremadura, por fin, ha tenido a bien publicar el último día del año pasado las convocatorias para los distintos Cuerpos de Funcionarios- me ha tenido tan ocupado como para no dedicar ni una desdichada línea desde hace algo más de tres meses, o que el hartazgo de las tropelías de la desgraciada clase política que padecemos me han tocado tanto la moral que ni siquiera me he entregado a las musas para plasmar por escrito la retahíla de improperios que a buen seguro se merecen. Si algo aprendí en la mili –aparte de la disciplina y no pensar más allá del “sí, mi sargento”- es que no hay nada peor que buscar excusas, así que yo no lo haré.  Entono el mea culpa y hagamos como que aquí no ha pasado nada. Esto último, por cierto, lo he aprendido de los políticos. Tampoco es cuestión de que dimita del cargo de administrador del blog; si no lo hacen aquéllos por robar, pues tampoco lo voy a hacer yo por dejar de escribir durante una temporadita. Pues eso, digamos que me he tomado un tiempo sabático para poner en orden las ideas y pelillos a la mar.




   El caso es que he vuelto a la palestra para darles cuenta de mi reciente viaje a Villafranca del Panadés –lo escribo en castellano, a la espera de que el señor Mas no se moleste por usar la lengua oficial del Estado español, Estado al que sigue perteneciendo Cataluña como una Comunidad Autónoma más-, capital del Alto Panadés famosa por sus vinos y sus cavas. Como uno tiene pánico a volar, decidí que lo mejor sería hacer todo el trayecto en tren: entre viaje y transbordos, me planté en la estación de Barcelona Sants en unas siete horas. De ahí cogí el cercanías hasta Villafranca, añadiendo una horita más a la travesía. Por cierto, lo del AVE es un invento de los que hacen época: eso de ir a 300 kilómetros por hora sin que el cacharro en cuestión se moviera ni una mijita es digno de elogio. Y, por cierto también, a ver si el ministro o el consejero competente hacen un esfuerzo para que el viaje de Cáceres a Madrid no se convierta en una auténtica odisea de más de tres horas y media en unos vagones que no digo yo que recuerden a los de la época del marqués de Salamanca, pero casi casi. Hay que tener mucha fuerza de voluntad para meterse ese palizón de viaje o, lo que le sucede a un servidor, ser un auténtico cobarde como para embarcar a bordo de un avión. Pero la ocasión lo merecía y allá que me fui con mi maleta y mi mochila. No había pisado suelo barcelonés desde hacía por lo menos diez años. Me intrigaba comprobar de primera mano los cambios que pudieran haberse producido en aquellas latitudes, ver hasta dónde se extiende la mano de Mas y sus adláteres. Por recelar, temía que, tal y como están ahora las cosas de sensibles, hasta le hubieran cambiado el nombre a la Plaza de España, una de las más emblemáticas de la Ciudad Condal. Por fortuna, allí sigue bajo esa misma denominación.

  

Y oigan, nada más llegar a Villafranca lo primero que me llamó la atención fue la multitud de banderas esteladas colgadas en los balcones de los bloques de viviendas, así como sábanas con el lema de “Cataluña Libre”, pero escrito en catalán, claro. Algunos lo harán por convicción y otros supongo que por obligación, por aquello de que no les señalen con el dedo y los tachen de españolistas. No había calle por la que transitara sin que ondeara al viento la susodicha banderita o lema en cuestión. El caso es que si hubiera tantos independentistas como esteladas, el señor Mas y sus acólitos de ERC tendrían asegurados el “sí” en el referéndum que se proponen llevar a cabo para finales de este año. Aunque, puestos a meter el dedo en la llaga, no haría falta esa consulta para otorgarles el plácet de Estado independiente: preguntes a quien preguntes fuera de Cataluña, la mayoría de la población está de acuerdo en que se marchen y se busquen la vida fuera de las instituciones de la Unión Europea; eso sí, que luego, cuando se vean en la absoluta indigencia, no vuelvan pidiendo árnica. Si se quieren marchar, que sea con todas las consecuencias. Ya verán qué sucede cuando comprueben a los pocos meses que no hay ni un real para pagar ni nóminas ni pensiones. Pero claro, eso ahora no conviene decirlo para ocultar el manto de fracasos de un gobierno que vive en la más absoluta de las quimeras. 

   La sensación que me llevo de la semana que estuve por aquellas tierras es que la propia población se ha creído la sarta de falacias y falsedades aventadas por Ciu y ERC: el lavado de cerebro está siendo descomunal y, al parecer, bastante efectivo. Recuerdo una soleada mañana sabatina, al ir paseando por la Rambla de Villafranca, que había montado un tenderete en los que repartían pasquines a favor de la independencia. Me dejé caer por allí con la intención de que me dieran uno de ellos. El tipo que me lo facilitó me dijo en catalán algo así como “tenga, por si acaso le sirve para formarse su criterio acerca de la independencia”. Yo le entendí lo fundamental como para no tener reparos en contestarle con mi acento extremeño “que por mí no se preocupara, que si de mí dependiera yo tenía muy clara cuál era mi opción”. Su mirada torcida me hizo ver que, aunque en castellano teñido de castúo, él también me había entendido sin necesidad de esforzarse demasiado. Y es que allí el catalán lo invade todo, no solo el hablar de las gentes y los rótulos de los comercios, es que hasta en las iglesias se dice misa en catalán. ¿Que cómo lo sé? Pues porque fui a varios oficios religiosos: en el primero de ellos el párroco tuvo a bien alternar entre el español y el catalán, pero es que el segundo, el miércoles de ceniza, fue única y exclusivamente en catalán… y cualquiera se levantaba de allí con el resto de feligreses atentos a cualquiera que abandonara la bancada. Me quedé por educación, pero que conste que no me enteré del mensaje de Cristo; algo intuía, sobre todo cuando se rezó el Padre Nuestro. Aún así, a pesar de que no entendía ni "papa", seguro que el Señor también me bendijo y me ungió con su infinita misericordia. La verdad es que, como diría Enrique Iglesias, eso sí que fue una experiencia religiosa.

  
En conclusión, que vengo de Cataluña más preocupado de lo que llegué. Que aquellas gentes crean de verdad que son un país libre sometido por el Estado español es algo que hay que “agradecer” a la labor de zapa de los políticos desnortados que rigen sus destinos. Se está creando un caldo de cultivo que traerá conflictividad social si Rajoy y su ejecutivo no ponen en práctica las medidas articuladas por la propia Constitución española. Se trata de no transgredir la ley, y menos aún la Norma Fundamental, así que ya va siendo hora de que el presidente del gobierno de todos los españoles diga alto y claro que lo del referéndum catalán es imposible porque, simple y llanamente, es ilegal. Y que si el amigo Mas está dispuesto a incumplir la Constitución, tendrá que saber que no le va a salir gratis. Por cierto, que tampoco me olvido del Pep Guardiola y sus soflamas en favor de la independencia: Pep, amiguete, quién te ha visto y quién te ve. ¡Con lo bien que te quedaba el uniforme de la selección española y ahora nos entereamos que te lo enfundaste por la pela! ¡Lo que tuviste que haber sufrido llevando los colores de un Estado opresor! Pues nada, cuando se cansen de ti en Alemania te vuelves para Cataluña y entrenas al Barça en la liga que corresponda. Lo de menos, por supuesto, será el dinero.