La Asamblea de
Extremadura, ese ágora de libertad en el que se supone que estamos
representados los que tenemos en nuestras manos el destino de nuestra región,
ha vivido dos semanas de intensa actividad. En primer lugar, durante los días 6
y 7 de mayo, se ha celebrado el debate sobre el estado de la región. En esta
cita anual donde se repasa el estado de salud de la cosa pública, se ha vuelto
a poner de manifiesto que el PSOE va a lo suyo, que va por libre. El partido
mayoritario de la oposición, encabezado por un silente Fernández Vara, afirma
con la convicción propia de ultramontanos de tres al cuarto que Extremadura va
de mal en peor, que estamos al borde del abismo, que falta poco para que nos
arrebaten los derechos y conquistas sociales alcanzados durante sus años de
gobierno. El panorama apocalíptico descrito por Vara y Cia es como para echar a
correr y no detenerse a mirar para atrás. El caso es que no quieren recordar
que aquello que ahora exigen con tanto ahínco ni ellos mismos fueron capaces de
instaurarlo durante sus mandatos. Y es que cuando uno se instala en la
oposición tiene la mala costumbre de reclamar las políticas por las que no se
preocuparon de llevar a la práctica cuando eran gobierno, y eso que estuvieron
al frente del Ejecutivo la friolera de 28 añitos.
Pero la
importancia del debate de este año se ha centrado en el conejo que se sacó
Guille –como le gusta que le llamen, por lo de la cercanía al pueblo y todas
esas milongas que se inventan con la finalidad de recaudar un puñado de votos-
de la chistera. Ni más ni menos que, en un triste turno de réplica, se lanzó en
plancha para plantear una moción de censura contra Monago. El órdago cogió a
todos desprevenidos, al que más al presidente. El sopor propio de este tipo de
debates se difuminó para dar paso a una ola de sorpresa para unos e indignación
para otros. Parecía como si Vara hubiera perdido los papeles; como si le
hubiera dado un tabardillo, una calentura que le llevó, en contra de su
voluntad, a proponer ese gran remedio salvador para los grandes males que,
según él y su grupo, afligen a Extremadura desde que gobierna el PP. Pero no,
ni tabardillo ni gaitas: que Guille estaba totalmente convencido de que la
moción tenía sus razones de peso. Así, se afanó en explicar tal ocurrencia ante
los periodistas que esperaban a la salida de la Asamblea para recoger las
primeras impresiones del otrora afiliado a Nuevas Generaciones. ¿Ah, que
no saben que Guille estuvo alistado en las filas de los cachorros del PP? Pues
sí, así es. Parece ser que, cual Pablo de Tarso camino de Damasco, se cayó del
caballo para darse cuenta del error en el que estaba inmerso por esas
jugarretas que a veces tiene la juventud. ¿Que por qué salgo ahora con estas?
Pues, la verdad, no sabaría qué contestar; supongo que, simplemente, para dejar
constancia. Pero bueno, que no me quiero desviar de la cuestión. Repito: que
Vara, por su cuenta y riesgo, aunque con el visto bueno de Ferraz, pilló a
todos con el pie cambiado anunciando la que sería la segunda moción de censura
que se debatiría en Extremadura.
La respuesta por
parte de Monago y los suyos no se hizo esperar. Decía el presidente que se trataba
de una pataleta de Guillermo por haber rechazado la oferta de diálogo ofrecida
tan sólo unos minutos antes. Que la moción no tenía ni pies ni cabeza en cuanto
al modo en que había sido planteada: sin el respaldo de un programa serio y a
falta de un año escaso para las próximas elecciones autonómicas, su única finalidad
era puramente electoral. Según Monago, lo que de verdad pretendía Vara con ese
ardid era reforzar su propia figura de cara a las primarias del PSOE para
elegir candidato en esas futuras elecciones, así como poner en un brete a IU. Y
en este punto, hay que constatar la coherencia de la formación liderada por
Pedro Escobar, que ha sabido desligarse de una vez por todas de las viejas tutelas
ejercidas por el PSOE. Izquierda Unida-Extremadura ha demostrado ser un partido
con criterio propio que no se pliega a hacer el juego sucio a quienes desean
retornar a las poltronas del poder a cualquier precio. No se puede asegurar lo
mismo, en cambio, de los regionalistas del Prex-Crex, liderados por un tal
Beneyto, el cual en un principio se mostró partidario de votar en contra de la
moción para, dos días antes de su toma en consideración, cambiar de criterio y
asegurar que su grupo se posicionaría a favor de la misma; por último, y para
rizar el rizo, durante la celebración del debate recomendó al señor Vara que la
retirara. ¡Menuda clarividencia! A buen seguro que el pueblo extremeño sabrá “recompensar”
el papel protagonizado por estos dos diputados regionalistas que se cabrearon
con sus antiguos compañeros del PSOE y decidieron formar grupo parlamentario
propio. Señor Beneyto, no todo vale con tal de que a uno le nombren para
cualquier carguillo en la Junta de Extremadura. Hay que mostrar algo más de
dignidad y un tanto menos de ambición Espero no verle sentado en los escaños de
la Asamblea durante la siguiente legislatura.
El caso es que,
como era de esperar, tanto al señor Vara como a su fiel escudero Valentín
García les ha salido el tiro por la culata. Su fracaso es el de todo un partido
dispuesto a desestabilizar la gobernabilidad de una región a costa de cumplir
sus caprichos de líderes insustanciales, porque no otra cosa representa a estas
alturas de su carrera política Guillermo Fernández Vara. Él, que ya ha sido presidente
de nuestra Comunidad Autónoma durante cuatros años y que ha tenido la
oportunidad de poner en pie su programa de gobierno, está empecinado en
recobrar el trono perdido ante el buen hacer del PP. El Sr. Vara sigue sin
aceptar que perdió las elecciones de mayo de 2011, porque para él y sus
correligionarios solo la izquierda está legitimada para regir los destinos de
Extremadura, considerando poco menos que traidores a los diputados de IU por
consentir que la derecha asiente sus reales posaderas en la presidencia de la
Junta. He ahí la catadura moral del líder socialista, ese que la misma noche en
que perdió las elecciones pasadas anunciaba jugosas ofertas a IU para arrebatar
al PP la posibilidad de formar gobierno, y que se cogió un berrinche monumental
cuando comprobó que sus componendas no eran suficientes para doblegar el sentir
de una mayoría que se había decantado por una renovación de estructuras después
de 28 años de rodillo socialista. Hasta que no entiendan esto, que no todos
están dispuestos a vender su alma al diablo, el PSOE seguirá siendo un partido
sin rumbo en el que sus escisiones internas amenazan con resquebrajar la unidad
exigible a toda formación que se plantea como alternativa de gobierno.
Según las
encuestas, a las que debemos de coger con alfileres, pues cuando aciertan es
porque se han equivocado, Monago es el líder político más valorado por los
extremeños. Eso quiere decir que no todo va tan mal como nos quieren hacer ver
desde el PSOE. La percepción que se tiene, tanto interna como a nivel nacional,
es que en Extremadura las cosas se están haciendo razonablemente bien. Lo cual
no significa que haya que mostrarse conformistas, sino todo lo contrario: hay todavía
mucho camino por recorrer, sobre todo en lo concerniente a la vergüenza
representada por una tasa de paro superior al 34%. Mientras no pongamos remedio
a este mal endémico en el que parece haberse convertido el desempleo, toda
conquista social nos parecerá insuficiente. No hay peor sensación de impotencia
que la de querer trabajar y no poder hacerlo por falta de ofertas. Ese es el
gran reto al que se enfrenta nuestra región. Mientras esas cifras escandalosas
no se reduzcan de manera significativa no podremos afirmar que el gobierno ha
cumplido con su obligación.
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