miércoles, 18 de septiembre de 2019

Todos a la calle


Sucede en ocasiones que cuando el cronista se ve sobrepasado por las circunstancias, puede adoptar, como mecanismo de defensa, dos posturas antagónicas aunque igualmente válidas: o permanecer en silencio ante el desolador espectáculo con que nos obsequia nuestra inoperante clase política, o no parar de airear las vergüenzas de unos caballeretes cuya inutilidad está alcanzando cotas jamás vistas hasta la fecha. Lo primero le lleva sucediendo a un servidor desde hace un par de meses. Y es que, por mucho que uno se empeñe en impedirlo, tras titánica y desigual lucha, la resignación termina por ganar una batalla en la que el desgaste psicológico se convierte en el principal arma esgrimida por el adversario. Evidentemente, no es esta la postura más loable, pero a veces no queda más remedio que adoptar esa actitud para no verter palabras gruesas de las que tener que arrepentirse apenas quedan reflejadas en la pantalla del ordenador. Aunque, a decir verdad, esta cautela mía, esta especie de autocensura no debiera de compadecerse ante tanta incompetencia por parte de quienes tienen la obligación de sacarnos lo antes posible de esta parálisis institucional a la que, al parecer, no saben hacer frente. Nunca antes en la historia reciente de nuestro país hemos sido gobernados por tal caterva de ineptos, ni nunca antes la oposición ha resultado ser tan insípida, tan ensimismada de sí misma que da la impresión de que tanto unos como otros se encuentran la mar de a gusto en el papel que les ha tocado representar en este drama.

   Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias. Entre estos cuatro, principalmente, anda el juego. Cada uno de ellos con su parte alícuota de responsabilidad. La principal, sin duda, recae sobre un Pedro Sánchez deslumbrado por los oropeles del poder; más atento al postureo que a cualquier otra circunstancia. Un Pedro Sánchez que, en su comparecencia de anoche ante la prensa, dio una muestra más de su indignidad, cargándole el muerto a los demás para justificar su propio fracaso, apareciendo como una víctima más ante la nueva consulta electoral que se avecina. En este comportamiento zafio y cínico tiene mucho que ver su asesor áulico, el mercenario Iván Redondo, que lo mismo sirve a los Stark que a los Lannister, y cuyos conocimientos -por llamarlos de algún modo- traen causa de fuentes tan prestigiosas como El ala oeste de la Casa Blanca o Borgen, a las que el tal Redondo ha emponzoñado en provecho propio. Parece ser que esta dupla de personajes se lo está pasando pipa ideando un maquiavélico plan con el que poner a prueba la paciencia de un electorado que empieza a dar inquietantes muestras de hartazgo ante tanta desfachatez. 
  

 Por lo que respecta al resto del cuarteto, bastante tienen con sofocar los incendios internos de sus respectivas formaciones. Así, mientras que el barbilampiño Casado pretende rememorar el pasado más rancio de la era Aznar, en la creencia equivocada de que así logrará apuntalar su inexistente autoridad, Rivera se contenta con tender puentes de plata a los díscolos que últimamente le están amargando su recién estrenado idilio con Malú. Y en cuanto a Iglesias, la cosa sería como para echarse unas risas si no fuera porque el personaje en cuestión lo encarna un tonto voluntarioso al servicio de una caduca corriente ideológica que la historia se ha encargado de postergar y que el marqués de Galapagar pretende resucitar con buenas y necias palabras. ¿Qué se puede esperar de un populista de tres al cuarto cuya ética personal cedió en cuanto tuvo ocasión de comprarse el famoso casoplón de marras; de un tipo que se dedica a solicitar ministerios como el que acude a un bazar en busca de saldos de ocasión? 

   ¿Y qué hay de los independentistas catalanes? Pues oigan, a lo suyo..., que no es poco. Es decir, a desestabilizar el sistema, a pescar en las revueltas aguas de esta democracia acomplejada -ni tan joven ni tan bisoña- que no termina de desprenderse del tutelaje de unas minorías periféricas con las que lleva coqueteando, a base de chantajes consentidos y bien pagados, desde que a Franco le dio por morirse en la cama y se puso en marcha el proceso de transición democrática. Monigotes como Rufián, Turull o Junqueras son las voces autorizadas a las que Pedro Sánchez sienta a su mesa y presta sus oídos para pedir consejos sobre gobernabilidad. ¿Qué pensará Su Majestad de su primer ministro, de ese politicastro dispuesto a formar gobierno con el apoyo o la aquiescencia de quienes pretenden dinamitar la unidad de España; de alguien que ha dejado por escrito que una de las decisiones más importantes a las que tuvo que enfrentarse cuando se mudó a la Moncloa fue el cambio de colchón de su camastro? Este es el nivel, señores.


   La cosa pinta mal, para qué nos vamos a engañar. Unas nuevas elecciones sólo alargará la agonía. Atrás quedaron los tiempos de las mayorías absolutas. Ha llegado la hora de los acuerdos, de las coaliciones, y si nuestros actuales representantes no lo entienden así, entonces habrá que darles el correspondiente toque de atención. Bueno sería que llegaran otros dispuestos a buscar y a aplicar las soluciones que estos inútiles son incapaces de encontrar. Viene aquí como anillo al dedo aquella famosa sentencia de Estanislao Figueras, primer presidente de la I República cuando, en una sesión del Consejo de Ministros, ante el caos político galopante y en un arrebato de sinceridad, dijo aquello de “señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Al día siguiente cogió el primer tren con destino a Francia y se quitó de en medio. Pues eso, a ver si alguno sigue su ejemplo y le da por apearse en la próxima estación. A lo mejor a partir de ese momento los españoles, tal y como nos ha pedido nuestro presidente en funciones, empezaremos a hablar más claro. Necesitamos estadistas, no petimetres.



jueves, 27 de junio de 2019

Simplemente Charly


    Hace alrededor de cuatro años que un compañero de trabajo empezó a relatarnos al grupo del desayuno que nos reunimos cada mañana al abrigo de un café calentito y una buena tostada de las singulares peripecias de un tipo de porte fornido, portentosa melena, tez morena y barba cuidadosamente desaliñada que se dedica a recorrer el mundo en moto y a colgar sus aventuras en Youtube. A Dani, que así es como se llama este compañero, siempre le tuvimos por un poco fantasioso, producto de una mentalidad a medio camino entre la adolescencia y la primera juventud. Como adorable treintañero que se niega a hacerse mayor, Dani es como un niño grande que desborda energía, que contagia su vitalidad a los demás y al que, en el fondo, envidiamos. No había día que no se presentara ante nosotros para confiarnos los entresijos de lo que, sin lugar a dudas, habría de ser el negocio del siglo. Ante su elocuencia de predicador, los que asistíamos a sus peroratas nos limitábamos, entre chanzas y burlas, a apuntarle los fallos evidentes de que adolecían sus infalibles planes. Todo su afán consistía en convencernos de la imperiosa necesidad que teníamos de, si queríamos sentirnos realizados desde un punto de vista vital, abandonar la tediosa rutina de funcionarios en la que andábamos inmersos -y que, según su criterio, castraba toda iniciativa emprendedora- para salir cuanto antes de eso que ahora llaman “zona de confort”. Un tipo peculiar este Dani, al que llevamos echando de menos desde que se lió la manta a la cabeza para, predicando con el ejemplo, renunciar a su puesto de interino en la Junta de Extremadura y ponerse a trabajar con su suegro, creo que por tierras conquenses. Si no estoy mal informado, ahora dedica su tiempo libre a preparar las oposiciones de bombero. Parece ser que eso de tener al suegro por jefe no era tan idílico como él se lo imaginaba.

   Siguiendo las recomendaciones de Dani, acudí a Youtube (https://www.youtube.com/user/charlysinewan) aguijoneado por la curiosidad de conocer de primera mano a este nuevo quijote sin escudero del siglo XXI. Y a partir de ese momento, para mi sorpresa y sin un ápice de exageración en mis palabras, se abrió ante mí una ventana fascinante a la que asomarme cada semana para contemplar el mundo de siempre con ojos distintos. Un mundo que si bien ya ha sido hollado en todos sus extremos por la pezuña del hombre, ha resultado revelador redescubrir gracias a la labor de esta especie de explorador que hace las veces de un Livingstone adentrándose en el África más remota, de un Cristóbal Colón al encuentro del continente americano o de un Marco Polo tras la ruta de la seda y de las especias asiáticas. Viendo sus vídeos, tiene uno la sensación de penetrar en terreno virgen e inexplorado. Esta visión, precisamente, es la que hace que el canal cuente con algo más de 186.000 suscriptores. Y es que Charly ha conseguido que sus historias atraigan no sólo a la comunidad motera, sino a toda una multitud de seguidores a los que nos une la admiración por alguien que, con determinación y valentía, ha logrado realizar lo que la mayoría sólo nos atrevemos a soñar. Esa sensación de vernos reflejados en él cada vez que viaja al rincón más recóndito del planeta es lo que nos confiere ese sentimiento de pertenencia a una hermandad.

   Cuenta Carlos García Portal que su caída del caballo -la misma que algún día esperamos que nos suceda a su legión de incondicionales discípulos- le sobrevino allá por el 2014, en las Cataratas Victoria (Zambia), aunque su voz interior ya le venía avisando desde 2009, cuando se hallaba de ruta por la India. Tenemos aquí el infrecuente caso de alguien que gozaba de una vida exitosa como socio fundador de una inmobiliaria dedicada a la venta de casas de lujo que un día decidió dar un giro radical a su vida para dedicarse a lo que verdaderamente le apasionaba: montar en moto. Su primer viaje, a lomos de una Honda Varadero a la que más tarde bautizaría como "La Misionera", tuvo por destino Australia. Durante los preparativos, con la intención de que tanto amigos como familiares conocieran sus andanzas, creó un blog con el llamativo título de El mundo en moto Sinewan. ¿Que de dónde diablos sale ese nombre? Pues de una serie rodada para la televisión británica en la que los actores Ewan McGregor y Charly Boorman recorrían medio mundo sobre dos ruedas con toda la parafernalia de cámaras, equipo de producción, vehículos de apoyo, habitaciones de hotel… Y a Charly -nuestro Carlos García Portal-, en un momento de inspiración, y dado que él mismo también se disponía a  acometer dicho reto, aunque sin las comodidades propias de la megaestrella de Hollywood y de su fiel acompañante, dio con la tecla adecuada para crear una marca que ya se ha convertido en una seña de identidad para moteros, youtubers, twitteros y demás usuarios de unas redes sociales a las que ha sabido utilizar como trampolín para darse a conocer más allá de nuestras fronteras.



   Y así ha sido como Carlos García Portal dio el salto al vacío para convertirse en Charly Sinewan y hacer de la aventura su modo de vida. Lo mismo lo encontramos perdido por una pista de la América profunda que en mitad de Estambul. Desde Alaska hasta Argentina, desde Cuba a Mongolia, no hay destino que se le resista, poniendo rumbo hacia horizontes lejanos en los que solo El Guionista sabe lo que sucederá y donde el plan... es que no hay plan. No importan las dificultades cotidianas que acechan por el camino, ni siquiera la odisea que supone cruzar las fronteras artificiales con las que el hombre ha tenido a bien dividir al mundo cuando de lo que se trata es de cumplir con el objetivo de conectar con el viaje y disfrutar de las pequeñas historias que surgen a cada paso. No puedo ni imaginar la satisfacción que supone toparse con gentes a las que no conoces de nada, que ni siquiera hablan tu idioma, y que se desviven por sacarte de un apuro en el que, por cabezonería, te has metido tú solito y del que logras salir airoso cuando creías que estaba todo echado a perder; que te ceden sus casas para descansar después de una interminable jornada sin esperar nada a cambio; que te ofrecen comida y bebida sin prácticamente tener ellos mismos nada que llevarse a la boca... Y ahí es cuando, supongo, uno recobra la confianza perdida en la bonhomía del ser humano y se da cuenta de que no es tan fiero como lo pintan. Tengo para mí que esa debe ser una de las grandes recompensas espirituales de este estilo de vida que Charly lleva practicando desde hace una década, quizás inspirado en la historia que se narra en Into the Wilde sobre Cristopher Johnson McCandless. Creo que para él la felicidad debe ser algo así como encontrarse perdido en mitad de la nada, tener las baterías de sus cámaras al máximo de carga para captar la instantánea de ese momento memorable, encontrar algún apartado lugar con conexión wifi para editar el contenido y colgarlo a tiempo en el canal para deleite de sus seguidores. Espero que todo este ritual no le pese tanto como para perder la frescura de sus comienzos y dejar de divertirse con todo lo que hace. Lo que sí está claro es que Charly, en compensación a todo su esfuerzo, se ha convertido en algo más que en un motero, cobrando peso sus facetas de conferenciante y escritor. Hasta el punto de que en la última Feria del Libro de Madrid la caseta que congregaba a mayor número de lectores era aquella en la que nuestro protagonista firmaba su obra El mundo en moto con Charly Sinewan, editada por Planeta. Todo un espectáculo para la vista comprobar cómo alguien que hasta hace poco vivía en el más absoluto de los anonimatos se ha transformado en una especie de ídolo de masas para una tribu muy concreta de admiradores. Por todo ello, Charly, simplemente darte las gracias por contribuir a generar ilusiones y por mostrarnos desde otra perspectiva las bondades de este loco mundo en el que nos ha tocado vivir. Que la fama no te cambie y ¡ánimo para continuar en la ruta!

P.D.: A ver si uno que yo me sé (aquí os dejo su careto: https://josean74.blogspot.com/2015/03/fabian-sanchez-ese-ilustre-aventurero.htmlse anima después de leer esto a retomar esa tarea que tiene pendiente y toma buena nota del ejemplo de Charly para ponerse, de una vez por todas, a plasmar por escrito las experiencias de un viaje que le llevó desde Ushuaia (Argentina) hasta Alaska. Fabi, nunca es demasiado tarde. De ti depende que esos recuerdos los compartas con los demás para que no queden en el olvido. Así que, manos a la obra: empieza a emborronar cuartillas -una línea tras otra- y ya verás cómo la satisfacción del deber cumplido al final te reporta grandes recompensas. 

domingo, 16 de junio de 2019

El licenciado Salaya

  A poco que uno observe a su alrededor con la perspicacia de un detective de medianas cualidades, se dará cuenta de una circunstancia de lo más curiosa: la de que no alcanzan el éxito profesional o social ni los más preparados ni los más capacitados, sino los más dados al enredo y a la maquinación, al cabildeo y a la intriga. No coronan la cima ni los mejor dotados ni los más cualificados. No. Y en política, sobre todo en política, sucede lo mismo elevado a la enésima potencia. ¿Por qué habría de extrañarnos que un individuo con las limitaciones de Pedro Sánchez tenga todas las posibilidades de volver a ser investido presidente del gobierno? Pues por los mismos motivos por los que no debería sorprendernos que un mozalbete como Luis Salaya haya sido agraciado con el bastón de mando de la alcaldía de Cáceres. Se preguntarán ustedes que quién es este Luis Salaya. Fuera de sus antiguos camaradas de los boy scouts y de sus propios compañeros de filas, esa duda existencial sobrevuela todos los rincones de la ciudad. Pues bien, este pimpollo -con más pinta de leñador que de estratega político, y con más suerte de la que se merece- ha resultado elegido nuevo alcalde de Cáceres en sustitución de Elena Nevado. Decisión que ha sido posible gracias a la abstención de un partido bisagra como Ciudadanos; un partido sin ideología propia que se presta a servir de muleta a quien más dádivas le ofrezca en ese festín que supone el reparto de concejalías. 

   Echando un vistazo al currículo oficial de Salaya que cuelga en la página web del ayuntamiento, uno tiene que hacer verdaderos esfuerzos por reprimir una socarrona carcajada, más de compasión que de malicia. Ni una sola mención a su formación académica. Eso sí, afirma ser profesor de no sé qué máster en habilidades profesionales y poseedor de algún que otro premio de debate universitario. Como todo el mundo sabe, un primer premio en la liga de debate universitario le capacita a uno para regir los destinos de una ciudad de casi cien mil habitantes. Es más, los del diario HOY, en un supremo gesto de generosidad, incluso le adjudican el título de licenciado en Derecho, estudios que terminó… el año pasado. Qué casualidad que, en plena vorágine de los preparativos de la campaña electoral, el licenciado Salaya haya tenido tiempo de trasladar su expediente de la UEX (Universidad de Extremadura) a la UDIMA y de concluir con provecho su carrera en leyes. ¿Que qué es la UDIMA? Pues, según parece, así se denomina la Universidad a Distancia de Madrid; algo parecido a la Rey Juan Carlos, donde los títulos y los másters se subastaban al mejor postor. No seré yo quien ponga en tela de juicio la titulación académica de Salaya. Por eso, queridos lectores, dejaré que sean ustedes quienes lo hagan. A lo que se ve, el nuevo alcalde suele mostrarse receloso y esquivo cuando se le pregunta por el asuntillo de sus estudios. Y digo yo: ¿por qué ha de causarle incomodidad lo que habría de ser motivo de orgullo? ¿Qué mayor honor que ofrecer todas las explicaciones habidas y por haber a quien albergue alguna sospecha sobre cuál ha sido el periplo que le ha conducido de simple bachiller a ser todo un licenciado universitario? Pues que sepan ustedes que si se encuentran a Luis paseando a su perro por la Mejostilla, absténgase de entrar en polémica. Les será más fácil debatir con él por el Facebook pues, según declaran sus más allegados, le pirran las nuevas tecnologías y las redes sociales. Por cierto, que esas mismas fuentes también lo califican de feminista y ateo… Pues nada, juzguen ustedes mismos y ustedes mismas. 


   ¿Pero qué ha sucedido para que hayamos llegado a ese punto en el que cualquier petimetre puede plantar sus posaderas en el sitial que le corresponde al primero de los cacereños? Proclaman algunas voces que Cáceres, durante el mandato de Elena Nevado, se ha caracterizado por ser una ciudad mortecina, lánguida, como sin pulso. Dicen también que Cáceres había perdido la pujanza exhibida durante las tres legislaturas de José María Saponi, y que esa falta de nervio y de vitalidad -heredada, sin duda, de la época de Carmen Heras- ha supuesto el golpe definitivo que ha terminado con el Partido Popular en la oposición. Pero, sin desmerecer la importancia de estos factores, a los que podríamos añadir el consustancial desgaste que implica el ejercicio del poder, el componente que más ha contribuido a este fracaso lo encontramos en la inopinada destitución de Elena Nevado como candidata a la alcaldía tan solo cinco semanas antes de celebrarse las elecciones. No sé en qué estarían pensando los dirigentes regionales del PP para tomar esa incomprensible decisión, provocando una crisis interna cuya gestión ha resultado de lo más burda y grotesca. Y es que ya se sabe que la sombra de Laureano León -Lau para sus amigos- es demasiado alargada. Así que, más que éxito del PSOE, ha sido el propio Partido Popular el que, con inusitado denuedo, ha contribuido a cavar su propia tumba con una desatinada toma de decisiones que ha desorientado a los votantes, simpatizantes y militantes de un partido que clama con urgencia por una regeneración integral. 

    No es que pretenda yo convencer a nadie de las excelencias de Elena Nevado como alcaldesa. Teniendo en cuenta la coyuntura económica, la mujer ha hecho lo que ha podido. No se le puede achacar falta de dedicación, que es lo mínimo que se le debe exigir a un representante público. Cosa distinta es que sus medidas hayan sido las más acertadas para crear las condiciones necesarias que redundaran en un mayor progreso y prosperidad para la ciudad de Cáceres.  Eso sí, no faltan quienes le critican que aceptara la limosna de Monago de ir en las listas a la Asamblea,  y que eso de hincar la rodilla y besar la mano de quienes la han traicionado dice muy poco en favor de su maltrecha dignidad. Sólo ella conoce los motivos que la han llevado a dar ese paso.

   Sea como fuere, el caso es que al bueno de Rafael Mateos le dejaron en suerte a un morlaco de muy complicada lidia. Rafa, hombre de partido que no ha dudado en su sacrificio personal y político ante tanto disparate, ha salido, a pesar de todo, victorioso del envite. Si bien no ha abierto la puerta grande, al menos le cabe el honor de haber cuajado una faena decorosa, esquivando con maestría una cornada que se veía venir. Es este Rafael Mateos un tipo disciplinado que se ha visto envuelto en un embrollo que podría haber evitado si, simplemente, hubiera rehusado la designación de su partido como candidato a la alcaldía. Pero su sentido del deber le ha impedido disfrutar de su deseado retiro de la primera línea de la política, tal y como ya tenía meditado, y del que le apartaron a raíz del contubernio perpetrado contra Nevado por Lau y su camarilla. Es un gesto que le honra, comportándose durante todo este proceso como un auténtico caballero, a pesar de que los suyos lo hayan utilizado como cabeza de turco y arrojado a los pies de los caballos sin el menor pudor. Si le dejan, será un buen líder de la oposición. Y, en cuanto a Salaya, y para concluir, decirles simplemente que desconozco cuáles son sus méritos, pues nadie con tan escaso bagaje había conseguido tan alto honor. Si tiene la decencia de cumplir con la mitad de lo prometido, Cáceres dará un salto de calidad en cuanto a servicios, infraestructuras, agenda cultural, etc. Aunque poco se puede esperar de quien nada tiene que ofrecer. 

viernes, 31 de mayo de 2019

Juego de tronos a la malpartideña


   No hace falta reseñar aquí que toda contienda electoral suele librarse de forma cruenta y sin compasión para con el adversario, trufada de navajazos, malas artes y golpes bajos de la peor estofa de los que cuesta zafarse y de los que no siempre sale uno indemne. Parece que todo vale para desacreditar al rival con un arsenal de medias verdades que arrojen sombras sobre su capacidad de gestión, su honradez, su honorabilidad, su dignidad; en suma, sobre su probidad para manejarse en los asuntos públicos. Parte con ventaja quien siembra la duda en este terreno abonado a la injuria y a la calumnia. No es una campaña electoral el mejor de los escenarios para cultivar la amistad y poner en práctica un tratado de buenas costumbres. Esto, que lo da uno por sentado y que no necesita de mayores explicaciones, viene siendo así desde que existen los partidos políticos y desde que sus candidatos pugnan por hacerse acreedores de la confianza del electorado. Con ser esto así, no se trata de una particularidad exclusiva de nuestro país: ocurre en todas partes y en todos sitios se ataca con la misma saña al oponente político con tal de saborear las mieles del sillón institucional. Digamos, pues, sin miedo a equivocarnos, que lo de acribillar a improperios al que te disputa el cargo va de suyo. Todo aquel que se presenta a estas lides debe saber que su persona queda expuesta a la laceración pública, cuando no al escarnio más despiadado. Pero, a pesar de todo, y por muy fiera que sea la pelea -que lo suele ser-, siempre hubo líneas rojas sobre las que existía un consenso implícito en no rebasar: hay que presentar leal batalla, limitando la contienda al ámbito de lo público y dejando a salvo las cuestiones privadas y personales, sobre todo cuando nada aportan al debate.



   Malpartida de Cáceres, el pueblo de los Barruecos y de Juego de Tronos, del Museo Vostell y de la Patatera, de los paraguas de colores, de las cigüeñas, de la plaza de la Nora, de la Charca del Lugar, de San Isidro y de la Soledad, del Palacio de Topete... En Malpartida, como digo, hubo un tiempo en que gobernó el PSOE de don Antonio Jiménez Manzano durante seis legislaturas, cinco de ellas con mayoría absoluta. Pero como todo poder omnímodo sufre el desgaste inexorable del paso del tiempo, don Antonio no fue inmune a esta máxima y su hegemonía comenzó a apagarse en 1999, cuando PP y PSOE empataron en número de concejales y tuvo que venir en rescate de los socialistas el electo por Izquierda Unida, que decantó su voto -en lógica coherencia ideológica- porque las cosas siguieran como hasta entonces. Después de este breve impass en minoría, hubo un resurgimiento en 2003, cuando los socialistas reverdecieron viejos laureles y volvieron a cosechar una nueva mayoría absoluta. El vuelco definitivo se produjo en la siguiente legislatura: el PP de Víctor del Moral se impuso en las urnas por primera vez, y lo hizo por todo lo grande, consiguiendo para sorpresa de casi todos el apoyo suficiente como para gobernar en solitario. Y así sigue la cuestión a día de hoy, con un Partido Popular más fortalecido que nunca y un Partido Socialista que no termina de recuperar el cetro al que se creen llamados por derecho propio. Con estos antecedentes, era de prever una campaña electoral acalorada, en la que se haría necesario bajar al barro para defender con uñas y dientes las posturas encontradas de los contrincantes. Pero nada hacía presagiar que la cuestión tuviera un desenlace a modo de trifulca. 


  A nadie se le escapa que han regresado a Malpartida vientos de discordia que arrastran añejos nubarrones. Y es que hay fotos a las puertas de un museo, protestando por no sé qué censuras, que no contribuyen a crear el clima de convivencia y respeto deseables para que los acontecimientos se desarrollen con total normalidad. También dificulta la consecución de este objetivo supremo propagar con descarada ausencia de fundamentos y sin el menor atisbo de escrúpulos ciertos comentarios insidiosos concernientes a la vida privada del actual regidor, Alfredo Aguilera Alcántara. Ha habido durante esta campaña electoral una especie de densa niebla que lo ha impregnado todo y que ha enrarecido el ambiente hasta convertirlo en casi irrespirable. Guerra sucia lo llaman algunos, cuyos efectos se han visto multiplicados gracias a la inestimable ayuda de las redes sociales, ese arma fatal que en manos frívolas puede convertirse en una auténtica bomba de relojería. Compartiendo la premisa fundamental de que la esencia de la democracia consiste, precisamente, en respetar al rival aún a pesar de no compartir sus ideas, nada se opone a que se plantee noble y leal batalla para contrarrestrar el discurso del adversario. En el tablero de la política siempre tendrán cabida las legítimas ambiciones para tratar de implantar, a través de estrategias más o menos acertadas, el modelo social de uno u otro corte ideológico. Ahora bien, lo que los malpartideños no verán nunca con buenos ojos es una salvamización de la política, actividad lo suficientemente desprestigiada como para que sus protagonistas tomen conciencia cuanto antes de los perniciosos efectos que determinadas actitudes ejercen sobre el electorado. Cuánto mejor nos iría si arrinconáramos las bajas pasiones y las sustituyéramos por virtudes tan en desuso como la honestidad, la generosidad y la integridad. Que cada cual se aplique la receta que más le convenga para sanar de los males que le acucian. El espectáculo poco edificante al que la mayoría de vecinos han asistido en esta última campaña merece un esfuerzo para que, entre todos, consigamos un ambiente de cordialidad que redunde en beneficio de una convivencia pacífica y sin sobresaltos. Aplaquemos nuestro espíritu belicoso y demos ejemplo a las generaciones venideras. Que el diálogo y la tolerancia se abran paso entre el revanchismo y la intransigencia.

martes, 28 de mayo de 2019

Y aquí, ¿no dimite nadie?


A la vista de los resultados electorales arrojados por las urnas en la jornada del pasado domingo, dos cosas quedan meridianamente claras: que el PSOE ha logrado sus mejores datos desde las autonómicas de 2007, también con Fernández Vara como candidato, en las que se alzó con la mayoría absoluta con treinta y ocho escaños; y, por otro lado, que con Monago se ha involucionado nada menos que veintiocho años, cuando en las autonómicas de 1991 el Partido Popular (entonces la Alianza Popular liderada por don Adolfo Díaz Ambrona) consiguió diecinueve representantes en la Asamblea de Extremadura. Desde que Monago fuera elegido presidente del Partido Popular en noviembre de 2008, y después de su inesperada y mal gestionada victoria de mayo de 2011, con algo más de trescientos mil votos y un total de treintaidós diputados, su trayectoria y su gestión han ido claramente en declive. Hablando siempre en clave autonómica, en los comicios de 2015 alcanzó veintiocho escaños, con una pérdida electoral de cerca de setentaiún mil votos con respecto a la consulta anterior. Fracaso estrepitoso que se ha confirmado anteayer, con unos escuálidos veinte diputados y algo más de ciento sesenta y ocho mil votos. Es decir, que desde los fastos del 2011, cada vez que se abren las urnas el señor Monago multiplica por dos la pérdida de escaños. Lo cual no es impedimento para que el interfecto se haya descolgado con unas cándidas declaraciones en las que ha tenido a bien manifestar que la cosa no está tan mal; que, a pesar de la debacle, se han obtenido mejores resultados que en las recientes elecciones generales y que, por eso mismo, de momento ni se le pasa por la cabeza el dimitir. Vamos, que hay partido para muchos años, ha concluido. No deja uno de sorprenderse ante el arte del funambulismo desplegado por expertos en ponerse de perfil y hacer como que la feria no va con ellos con tal de esquivar las responsabilidades a las que están sujetos. ¿Se estará tan a gusto en la oposición como cabe suponer? ¿Eso de ganarse unos buenos cuartos a costa del erario púbico será tan apetitoso como nos imaginamos el común de los mortales? Parece ser que sí.

   Alguien debería susurrarle al oído al señor Monago que no mezcle las peras con las manzanas. Que no haga trampas, que no se vota igual en unas generales que en unas autonómicas, del mismo modo que los ciudadanos se fijan más en las cualidades personales de los candidatos a las municipales que en las siglas del partido por el que se presentan. No ha lugar a la extrapolación de los sufragios en este campo. Lo contrario es una engañifa típica de ineptos. Desde el 2011 para acá el Partido Popular se ha dejado por el camino alrededor de ciento veintidós mil votos. Ha pasado de treintaidós diputados a veinte. Con lo cual, echen ustedes las cuentas de lo que sucedería en las próximas elecciones de continuar esta tendencia y de mantenerse el candidato Monago como caudillo de las alicaídas huestes populares. Y digo yo que aunque uno no quiera irse motu proprio, ¿no habrá nadie en ese partido que le enseñe la puerta de salida al señor Monago? Es tan fácil como agradecerle los servicios prestados y punto. Él, al menos, sí tiene un puesto de trabajo al que regresar; cosa que no puede predicarse del ejército de caminantes blancos que pululan por la vida política con la congoja de saberse absolutamente prescindibles fuera de un hemiciclo que les viene grande y para el que no están cualificados. Ha llegado la hora ineludible de la renovación y cuanto antes se pongan manos a la obra menos dolorosa será la travesía del desierto. Hay gente dentro de ese partido perfectamente válida para dar un paso adelante y no arredrarse ante las previsibles dificultades. Lo que hace falta son ganas y coraje para afrontar el reto.

   Se impone la incuestionable dictadura de los números, por mucho que el señor Monago se empeñe en retorcer el lenguaje con tal de salir airoso de este brete. La cruda realidad es tozuda y no se puede pretender tergiversarla impunemente. El fracaso del Partido Popular no admite enjuagues de ningún tipo. El verso suelto ha llegado a su fin. Carece de ritmo. No lo resucitaría ni el más brioso de los sonetos de Quevedo ni la más selecta de las comedias de Lope. Señor Monago, por el bien de su partido, márchese. Ya que no ha demostrado su señorío en la derrota, hágalo con ese desprendido gesto del adiós que murmuran a sus espaldas muchos de sus correligionarios pero que, merced a los favores debidos, no se atreven a verbalizar en su presencia. Usted no puede encabezar la regeneración de un partido al que, es cierto, llevó en volandas hasta sus mayores cotas de popularidad, pero al que también está arrastrando hacia el más profundo de los infiernos. Despréndase de su ropaje de estadista, sea humilde y dimita. Usted, que le ha regalado la mayoría abosluta a un PSOE que todavía no terminar de creérselo, no posee la legimitidad moral necesaria para capitanear el proyecto del centroderecha extremeño. Usted, que tuvo durante cuatro años el honor de presidir la Junta de Extremadura y que, después de una nefasta gestión de gobierno -no le perdonaremos que haya alimentado a un monstruo llamado Iván Redondo- ha dejado al partido hecho unos zorros, usted, insisto, no merece continuar ni un segundo más al frente del partido. Abandone su trono y deje expedito el camino para que vengan otros a embridar el desaguisado creado por su desmedida ambición de poder. Siga el ejemplo del rey emérito y retírese de la vida pública.