martes, 28 de mayo de 2019

Y aquí, ¿no dimite nadie?


A la vista de los resultados electorales arrojados por las urnas en la jornada del pasado domingo, dos cosas quedan meridianamente claras: que el PSOE ha logrado sus mejores datos desde las autonómicas de 2007, también con Fernández Vara como candidato, en las que se alzó con la mayoría absoluta con treinta y ocho escaños; y, por otro lado, que con Monago se ha involucionado nada menos que veintiocho años, cuando en las autonómicas de 1991 el Partido Popular (entonces la Alianza Popular liderada por don Adolfo Díaz Ambrona) consiguió diecinueve representantes en la Asamblea de Extremadura. Desde que Monago fuera elegido presidente del Partido Popular en noviembre de 2008, y después de su inesperada y mal gestionada victoria de mayo de 2011, con algo más de trescientos mil votos y un total de treintaidós diputados, su trayectoria y su gestión han ido claramente en declive. Hablando siempre en clave autonómica, en los comicios de 2015 alcanzó veintiocho escaños, con una pérdida electoral de cerca de setentaiún mil votos con respecto a la consulta anterior. Fracaso estrepitoso que se ha confirmado anteayer, con unos escuálidos veinte diputados y algo más de ciento sesenta y ocho mil votos. Es decir, que desde los fastos del 2011, cada vez que se abren las urnas el señor Monago multiplica por dos la pérdida de escaños. Lo cual no es impedimento para que el interfecto se haya descolgado con unas cándidas declaraciones en las que ha tenido a bien manifestar que la cosa no está tan mal; que, a pesar de la debacle, se han obtenido mejores resultados que en las recientes elecciones generales y que, por eso mismo, de momento ni se le pasa por la cabeza el dimitir. Vamos, que hay partido para muchos años, ha concluido. No deja uno de sorprenderse ante el arte del funambulismo desplegado por expertos en ponerse de perfil y hacer como que la feria no va con ellos con tal de esquivar las responsabilidades a las que están sujetos. ¿Se estará tan a gusto en la oposición como cabe suponer? ¿Eso de ganarse unos buenos cuartos a costa del erario púbico será tan apetitoso como nos imaginamos el común de los mortales? Parece ser que sí.

   Alguien debería susurrarle al oído al señor Monago que no mezcle las peras con las manzanas. Que no haga trampas, que no se vota igual en unas generales que en unas autonómicas, del mismo modo que los ciudadanos se fijan más en las cualidades personales de los candidatos a las municipales que en las siglas del partido por el que se presentan. No ha lugar a la extrapolación de los sufragios en este campo. Lo contrario es una engañifa típica de ineptos. Desde el 2011 para acá el Partido Popular se ha dejado por el camino alrededor de ciento veintidós mil votos. Ha pasado de treintaidós diputados a veinte. Con lo cual, echen ustedes las cuentas de lo que sucedería en las próximas elecciones de continuar esta tendencia y de mantenerse el candidato Monago como caudillo de las alicaídas huestes populares. Y digo yo que aunque uno no quiera irse motu proprio, ¿no habrá nadie en ese partido que le enseñe la puerta de salida al señor Monago? Es tan fácil como agradecerle los servicios prestados y punto. Él, al menos, sí tiene un puesto de trabajo al que regresar; cosa que no puede predicarse del ejército de caminantes blancos que pululan por la vida política con la congoja de saberse absolutamente prescindibles fuera de un hemiciclo que les viene grande y para el que no están cualificados. Ha llegado la hora ineludible de la renovación y cuanto antes se pongan manos a la obra menos dolorosa será la travesía del desierto. Hay gente dentro de ese partido perfectamente válida para dar un paso adelante y no arredrarse ante las previsibles dificultades. Lo que hace falta son ganas y coraje para afrontar el reto.

   Se impone la incuestionable dictadura de los números, por mucho que el señor Monago se empeñe en retorcer el lenguaje con tal de salir airoso de este brete. La cruda realidad es tozuda y no se puede pretender tergiversarla impunemente. El fracaso del Partido Popular no admite enjuagues de ningún tipo. El verso suelto ha llegado a su fin. Carece de ritmo. No lo resucitaría ni el más brioso de los sonetos de Quevedo ni la más selecta de las comedias de Lope. Señor Monago, por el bien de su partido, márchese. Ya que no ha demostrado su señorío en la derrota, hágalo con ese desprendido gesto del adiós que murmuran a sus espaldas muchos de sus correligionarios pero que, merced a los favores debidos, no se atreven a verbalizar en su presencia. Usted no puede encabezar la regeneración de un partido al que, es cierto, llevó en volandas hasta sus mayores cotas de popularidad, pero al que también está arrastrando hacia el más profundo de los infiernos. Despréndase de su ropaje de estadista, sea humilde y dimita. Usted, que le ha regalado la mayoría abosluta a un PSOE que todavía no terminar de creérselo, no posee la legimitidad moral necesaria para capitanear el proyecto del centroderecha extremeño. Usted, que tuvo durante cuatro años el honor de presidir la Junta de Extremadura y que, después de una nefasta gestión de gobierno -no le perdonaremos que haya alimentado a un monstruo llamado Iván Redondo- ha dejado al partido hecho unos zorros, usted, insisto, no merece continuar ni un segundo más al frente del partido. Abandone su trono y deje expedito el camino para que vengan otros a embridar el desaguisado creado por su desmedida ambición de poder. Siga el ejemplo del rey emérito y retírese de la vida pública.

No hay comentarios:

Publicar un comentario