sábado, 29 de diciembre de 2012

¿Karanka? ¿Quién es ese señor?


   No se me ocurre algo más parecido a un segundo entrenador de fútbol que un felpudo: sólo te acuerdas de él cuando lo pisoteas. Lo que sucede es que hay felpudos de mejor o peor calidad, al igual que entrenadores de mayor o menor dignidad. Karanka, sin ninguna duda, se encuentra en este segundo pelotón, en aquel que no les importa que los humillen un día tras otro con tal de seguir cobrando un holgado sueldo -a todas luces inmerecido- y aparecer continuamente en los medios de comunicación como correa de distribución de su amo. Se ha convertido en pura marioneta de un tipo que, de no ser por el ego enfermizo que posee sería, además del mejor entrenador del mundo, una excelente persona. Pero estas dos características son incompatibles si hablamos de Mourinho. Que es un entrenador como la copa de un pino creo que nadie lo pone en duda -ahí está su palmarés para atestiguarlo-; ahora bien, si para convertirte en un crack es condición indispensable hacer alardes de soberbia, altanería, arrogancia, vanidad o fanfarronería, ustedes me perdonarán pero yo por ese aro no paso. Y si para ser el segundo de abordo de este individuo estás dispuesto a hincarte de rodillas y obedecer sus dictados a ciegas, entonces es que desconoces el significado de las palabras dignidad y orgullo. Da un poco de pena y de vergüenza ajena verte en las ruedas de prensa en las que te sueltan como sobrero defendiendo lo indefendible. Tal y como se relata en los versos del Cantar de Mio Cid, bien se te puede aplicar aquello de “¡Oh Dios, qué buen vasallo si tuviese buen señor!”

   Todo el tiempo que Karanka caliente banquillo junto a Mourinho le pasará una factura que no estoy seguro de que pueda pagar. El desprestigio en el que ha incurrido es de tal magnitud en la escala de la vileza moral que nada ni nadie podrá reponerlo a su estado original. Sus ruines palabras tras la retirada de Guardiola como entrenador del F.C. Barcelona (“La liga española ha existido sin Guardiola y seguirá existiendo sin él”) constituyen el autorretrato perfecto de alguien mezquino e infame. Aitor podías haber mostrado un poco más de respeto por un compañero que, aunque pertenezca al club rival de toda la vida, sólo por lo que ha conseguido como entrenador merece la consideración que toda la profesión le reconoce; todos menos tú, claro. El día que consigas igualar los títulos que acumula el de Sampedor podrás referirte a él con ese desdén tan típico de los que padecen complejo de inferioridad, pero de momento y como mínimo le debes pleitesía. Pues bien, a este personaje se le concedió hace dos días la Insignia de Oro por parte del Comité Alavés de Entrenadores. Se ve que por tierras vitorianas andan escasos de entrenadores de reconocido prestigio, porque no me puedo explicar qué méritos reúne Karanka para ser merecedor de tal distinción. Si hace falta habría estado dispuesto a falsificar la partida de nacimiento de don Vicente del Bosque -¡este sí que es un señor, marqués y todo, oigan!- con tal de que el galardón recayera en manos más dignas, siempre que acto seguido hubiera recobrado de nuevo el gentilicio salmantino, que no es mi intención enfadar a tan ilustre ciudad castellana. O ya puestos, sin necesidad de perpetrar ninguna falsedad, que se hubiera declarado desierto ante la falta de candidatos ilustres. En fin, cualquier cosa antes de que se lo otorgaran al amigo Aitor. Por eso, a ver si con un poco de suerte la mesnada lusa abandona la casa merengue al final de temporada y te marchas con ellos. Cuando eso ocurra ya nadie se acordará de ti, ni para bien ni para mal. Esa será tu condena: habrás pasado por la historia del Real Madrid totalmente desapercibido. Y es que un segundón sin personalidad no merece más que la indiferencia.

viernes, 21 de diciembre de 2012

El currículum de Fofito


   ¿Cómo están ustedeeeeeeees? Jodidos, Fofito, jodidos por mucho que hayas intentado levantarnos el ánimo con un anuncio a medio camino entre lo casposo y lo vergonzoso. Con la de tardes inolvidables que los niños de mi generación hemos pasado a tu lado y ahora resulta que te prestas a este tipo de componendas para anestesiar la inteligencia de los ciudadanos. La intención habrá sido buena, pero mejor habría sido que el asunto se hubiera quedado en eso, en mero propósito. Querido Fofito, el publicista que haya pensado que un spot va a cambiar nuestro desánimo para convencernos de que no somos tan malos como creemos merece que lo pongan de patitas en la calle, por muchos éxitos de Fernando Alonso, Rafa Nadal, mundial de fútbol, los óscars de Almodóvar, Bardem y demás zarandajas. De todos modos, gracias por intentarlo. Se te valora el esfuerzo por endulzarnos el pesimismo que nos invade desde hace años. Ahora bien, las cosas como son: comparándolo con el anuncio del año pasado -homenaje al ingenio del maestro Gila- el de este año se queda en agua de borrajas, como una especie de chiste malo. Todo sea que la peña no se cabree y le dé por adoptar otro tipo de medidas más contundentes, como la de boicotear los productos de la compañía anunciante, que para eso los españoles tenemos muy mala leche. Porque es que parece que nos han querido tomar el pelo. Muy buena actuación, mejor realización, aceptable ambientación musical y todas las flores que tú quieras en cuanto a su calidad técnica, pero el caso es que esto ha sonado a pitorreo. Y yo pensando que la puñalada iba a venir por el lado de los de Freixenet, con sus doradas burbujas, sus famosos de postín y todo el tinglado artificial que montan en estas fechas, y has tenido que ser tú -mi admirado payaso de la tele- el que me ha defraudado por un cuarto de chóped.

   No obstante, deberías alegrarte de que tus intenciones para no sentirnos inferiores no hayan caído en saco roto. No hay más que ver la tierna imagen protagonizada en el día de ayer por Sus Señorías los senadores del Reino de España, que despidieron la última sesión del año cantando villancicos todos al unísono, haciendo piña y olvidando las rencillas típicas de la arena política. Pelillos a la mar, que una crisis económica de espanto como la que nos contempla no nos amargue la fiesta. Lo que me ofrece más dudas es si la bancada de la izquierda se habrá unido también al despiporre generalizado teniendo en cuenta la que le montaron el otro día al presidente del Congreso por felicitar las Navidades en su primer mensaje de twitter con una imagen religiosa. ¡Qué país, Señor, qué país! Que esta gente se indigne más por una postal, por un belén instalado en un colegio o por un crucifijo colgado en las paredes de no sé qué despacho es por lo que deberíamos darnos de puñadas para despertar de una vez por todas nuestras adormecidas conciencias. Que tengamos a unos representantes que se irriten por estas gilipolleces y, sin embargo, permanezcan impertérritos ante el drama de los desahucios, el escándalo de las participaciones preferentes o la bochornosa tasa de desempleo es motivo más que suficiente para clamar al cielo en solicitud de cantidades industriales de paciencia y resignación para soportar a este personal. No hacen falta profecías mayas que nos anuncien el fin del mundo, puesto que el infierno en el que vivimos se le parece demasiado. Así que, Fofito, con el belén que tenemos montado... como para no seguir tomando antidepresivos. Por lo tanto, con todo respeto, ese currículum que has redactado con tanto esmero me voy a permitir el lujo de tirarlo a la papelera. Es más, voy a hacer como si no lo hubiera leído nunca; le prestaré el mismo caso que a lo dicho por el Papa sobre la ausencia de la mula y el buey en el Portal de Belén: o sea, ninguno. Para bromitas estamos.

jueves, 13 de diciembre de 2012

El pardillo


El pardillo político es una especie a la que creíamos en peligro de extinción, pues había transcurrido demasiado tiempo sin que alguno saliera de las madrigueras en las que se refugian a buen recaudo. Pertenecen al género conocido como ingenuo, confiado, primo, panoli o, saltándonos los rodeos sin abandonar la sutileza, tonto de capirote. Hacía años que no teníamos noticias de su existencia de una forma tan patente como la que se nos ha manifestado en estos últimos días. Y es que por lo común el político suele ser de por sí desconfiado, con un fino olfato que le hace alejarse de situaciones comprometedoras al más mínimo síntoma de peligro, tarea ésta en la que le secundan a la perfección la cuadrilla de protegidos, protectores y aduladores que le acompañan por su discurrir rutinario. A esta cohorte de tiralevitas no le conviene que su patrón se vea envuelto en negocios turbios por el simple hecho de que su fracaso supondría la caída en desgracia de todo el grupo. Pero siempre hay un individuo que rompe las reglas que caracterizan a la especie y que desprecian con su comportamiento imprudente los desvelos de sus leales. En este caso el pardillo de turno ha sido Santiago Cervera, hasta hace tres días diputado del Partido Popular y, que se sepa por el momento, honrado servidor de los asuntos públicos.

Les cuento. Don Santiago Cervera, pamplonés de 47 años y licenciado en medicina por la Universidad de Navarra -lo de la titulación académica lo apunto para dejar constancia de que hasta el más listo de la clase puede cometer las torpezas más inexcusables- fue alertado por un e-mail anónimo de un comunicante que aseguraba disponer de información sensible para destapar ciertos escándalos relacionados con Caja Navarra, presidida por José Antonio Asiáin, y que si quería disponer de la misma tendría que acudir a un punto concreto de la muralla de su ciudad natal donde hallaría un sobre dispuesto en una de sus aberturas. Al mismo tiempo, Asiáin recibió otro anónimo en el que le solicitaban 25.000 euros si quería evitar que salieran a la luz pública determinadas informaciones comprometedoras relacionadas con su despacho de abogados, debiendo depositar un sobre con esa cantidad en una de las rendijas de la muralla de marras. El del PP, en un primer momento, contestó al correo electrónico como lo haría cualquier mortal con dos dedos de frente y con un mínimo de sentido común, máxime además si uno goza de la condición de diputado nacional paseándose como si tal cosa por tierras vascas o navarras: con desconfianza, puesto que ETA continúa presente por mucha tregua que se quiera. Así, esgrimió argumentos sobre su seguridad personal para no seguir las instrucciones que le conducirían a la consecución de tan preciado tesoro. El segundo, el presidente de la Caja, no se anduvo con remilgos y puso los hechos en conocimiento de la Guardia Civil. Mientras tanto, el primero -el galeno- se lo pensó mejor y al final le pudo más la curiosidad que su propia seguridad, presentándose en el lugar indicado para recoger el sobre de la discordia. Para entonces la Guardia Civil ya tenía montado el correspondiente dispositivo para pillar al insensato con las manos en la masa. Y así fue cómo el señor diputado, inocente y necio como él solo, embozado hasta los ojos para evitar ser reconocido, fue detenido allí mismo por el Benemérito Cuerpo y posteriormente puesto en libertad con cargos. ¡Menuda trama para la siguiente novela de Lorenzo Silva, con sus agentes Bevilacqua y Chamorro siguiendo la pista del banquero, del anónimo y del pobre Cervera! ¡Dadme una buena ración de chusca realidad que la ficción siempre podrá esperar!

   Cervera, que según dicen los entendidos tenía una prometedora carrera política, ha ido predicando por los medios de comunicación, con cara de atolondrado y pose de incrédulo, que él ha sido una víctima más en todo este sainete, que siente haber picado el anzuelo y puesto en compromiso su credibilidad y la seriedad del partido bajo cuyas siglas se sienta en el Congreso de los Diputados. Al parecer, ni Mª Dolores de Cospedal ni otros significados dirigentes populares le han mostrado el afecto esperado, y entre lo que podríamos denominar cese-dimisión lo cierto es que Cervera ha renunciado a su acta de diputado para que este caso sea ventilado por la justicia ordinaria, y no por el Tribunal Supremo como correspondería de haberse mantenido en el cargo. Este gesto le honra, aunque desconocemos si ha sido idea suya o sugerencia de la cúpula del PP. Sea como fuere, aquél que prometía con llegar a las más altas cotas en el belicoso mundo de la política ha visto truncada su progresión por un extraño comportamiento que los tribunales se encargarán de juzgar. Si al final el asunto queda en nada, ya no habrá forma humana de poder recuperar la reputación que nunca debió perder a causa de un desatino impropio de alguien con su experiencia y formación. La tentación de convertirse en Sherlock Holmes por un día pudo más que la integridad inherente a un representante de la soberanía nacional, abocando al señor Cervera a protagonizar uno de los ridículos más espantosos que yo recuerde. Si todo queda en eso, bien empleado le estará. Si hubiera algo delictuoso... que recaiga sobre sus hombros el peso de la ley.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Una mayoría en inmensa minoría: Escobar Vs Jubete.


   La corriente crítica “La Mayoría” que se aloja en el seno de IU-Extremadura tendrá que ir pensando en cambiar de denominación. Después de la repetición de la XII asamblea el pasado 2 de diciembre, celebrada en segunda instancia tras la impugnación realizada por Margarita González-Jubete, ha quedado meridianamente claro que Pedro Escobar cuenta con el respaldo mayoritario de los militantes y simpatizantes de su partido. Su gestión ha sido aprobada con el voto favorable del 71,48% de los representantes, frente al 26,8% logrado por la candidatura alternativa de Jubete. Al parecer la asamblea, aparte de poner de manifiesto las lógicas discrepancias dentro de cualquier organización, fue de todo menos cordial. Los perdedores no se tomaron a bien los resultados y andaban prodigando improperios tanto al propio Escobar como a Alejandro Nogales. El tercer diputado en discordia que forma parte del grupo parlamentario, Víctor Casco, que en teoría tendría que suscribir las tesis de Escobar, como se supone que se ha decantado por los críticos –y digo se supone porque para entender a este hombre hay que cursar un máster en psicología conductual- se está yendo de rositas apesar de ser uno de los muñidores de todo este entramado de deslealtades. En realidad creo que su actitud es típica de cobardes puesto que tiene miedo a desprenderse de la careta que enmascara sus verdaderas intenciones. Su comportamiento me recuerda, salvando todas las distancias, a Francisco Martínez de la Rosa, prohombre del constitucionalismo liberal de Cádiz que por querer caer bien tanto a exaltados como a moderados lo apodaban “Rosita la pastelera” por los bandazos que daba a uno y otro extremo para tratar de no disgustar a nadie. Y lo que sucedió, por supuesto, es que ninguna de las dos facciones se fiaba de él. Víctor, si me permites un consejo, harías bien en posicionarte claramente, no sólo por una cuestión de principios sino sobre todo para evitar maledicencias: o estás con el aparato oficial en la región o, por el contrario, te sitúas sin reservas a favor de los críticos, pero eso de jugar a dos bandas no te va a acarrear consecuencias positivas. No se puede estar en misa y repicando. Si te encuentras a disgusto con las propuestas que parten de tu grupo parlamentario lo tienes bien fácil: dimite y así estarás en paz con tu conciencia. Tú decides si quieres seguir gozando del calor proporcionado por el escaño parlamentario o si abandonas el barco de tu benefactor cansado ya de tantos “trágalas”.

   La señora González-Jubete ha quemado el último cartucho que le quedaba para ganar más presencia dentro de la coalición que, muy a su pesar, sustenta a Monago. Por eso, apelando a su carácter de persona democrática, es de esperar que respete el resultado de la asamblea sin que ello le reste legitimidad a la hora de encabezar una oposición interna que discuta los postulados del coordinador general y su equipo. En todos los partidos hay corrientes disidentes, pero lo que sucede en IU-Extremadura es que están lavando los trapos sucios fuera de casa y han llegado a un punto en que la ropa desprende un hedor insoportable. Este estado de crispación se ha alcanzado después de que unos pocos militantes vieran con recelo que un partido de izquierdas, con los ideales comunistas por bandera, sea el principal valedor de la derecha. Jubete y el resto de compañeros que la apoyan en esta operación, con el respaldo incondicional del radical Cayo Lara, aún no se han dado cuenta de que los extremeños hace año y medio que nos decantamos por una opción diferente de la que veníamos padeciendo desde que nuestra Comunidad Autónoma echara a andar allá por los primeros años ochenta del siglo pasado. Al parecer no les importaba que el PSOE continuara apalancado en el poder con los desmanes propios de 28 años de administración omnímoda, haciendo oídos sordos a los indicadores económicos que nos situaban en el furgón de cola en todas las estadísticas que miden la riqueza de una región. Eso era lo de menos; lo importante consistía en cercenar el paso a la derecha con tal de que, como la misma Jubete ha manifestado, sus nietos no le pidan explicaciones de porqué hubo un tiempo en que el Partido Popular presidió la Junta de Extremadura con el asentimiento cómplice de unos camaradas alejados de los dictados procedentes de Madrid.

   Izquierda Unida cuenta con gente válida y responsable que ha afrontado el reto, no sin riesgo para su propia credibilidad política, de probar algo distinto a lo que venía sucediendo desde las primeras elecciones autonómicas de 1983. Es indudable que el PSOE, a lo largo de algo más de cinco lustros, ha conseguido mejorar la realidad extremeña con una serie de avances y conquistas a todos los niveles. Pero esa evolución se debe tanto a la acción política de Rodríguez Ibarra y Fernández Vara como al hecho natural de que en todos esos años una sociedad tiene que evolucionar por la propia inercia de los tiempos. ¡Pues claro que la Extremadura de 1983 no es la misma que la de 2011: sólo faltaría eso! El proyecto socialista estaba más que agotado cuando, inesperadamente, José Antonio Monago logró la proeza de desbancar a un régimen que hacía tiempo que venía mostrando sospechosos tics autoritarios. Y al igual que en otras Comunidades Autónomas ha habido alternancia en el poder entre los distintos partidos sin que ello supusiera que se les cayera el cielo encima, Extremadura también ha vivido esa experiencia para mayor disgusto de unos pocos. Y nadie debería alarmarse por ello puesto que lo más normal en democracia es que el pueblo elija libremente a sus representantes y en esta ocasión ha sido el Partido Popular el depositario de la confianza de los electores. Por eso me indignó sobremanera el papelón de Fernández Vara y compañía cuando IU decidió abstenerse en la sesión de investidura. Esas son las reglas del juego y el PSOE no las quiso aceptar en su momento, lo cual demuestra su intolerancia a que otros puedan ocupar con total legitimidad los resortes del poder. Pues bien, esta lección que los socialistas quisieron saltarse es la misma que los críticos de Pedro Escobar se niegan a aprender. La diferencia entre González Jubete y el actual coordinador de la coalición es que mientras éste lucha por conseguir un partido independiente, libre de las tutelas paternalistas de antaño, a aquélla no le importa que su partido siga siendo una sucursal al servicio del PSOE. 

martes, 4 de diciembre de 2012

Y Arturo Mas se pegó el batacazo.


   Pues eso. Que por fin se celebraron las tan esperadas elecciones catalanas el pasado 25 de noviembre y la mayoría absoluta que imploraba el Presidente de la Generalitat para construir un proyecto de futuro con tintes soberanistas no se ha visto por ningún lado. Es más, aparte de no haber obtenido el número de escaños necesarios, es que ha perdido la friolera de doce asientos en el parlamento catalán con respecto a la anterior consulta electoral: de los 62 diputados con que contaban en 2010 han pasado a 50 en la actualidad. Es decir, que el mesías de la independencia creyó ver un día a multitudes en las que sustentar sus desvaríos egocéntricos, y al final lo que ha conseguido ha sido un descalabro de primera magnitud en la peor táctica política que se recuerde desde el origen de los tiempos. El señor Mas ha ido a por lana y ha salido trasquilado. Que no nos vendan la moto de que aquí nadie ha perdido y todos han ganado algo. Que esto no se convierta en el EGM de los medios de comunicación. Que CiU no puede escudarse en que continua siendo la fuerza más votada. No, aquí hace falta gente seria y con sentido común que dé un paso al frente y diga las cosas por su nombre. Yo, ya lo he manifestado en más de una ocasión, pensaba que ese hombre podría ser Duran i Lleida, pero me temo que habrá que esperara a mejor ocasión para que el presidente de Unión Democrática de Cataluña tome la palabra para poner coto a los desmanes de su socio de coalición. Mientras eso sucede, continuarán los cínicos apoyos sin fisuras y los fingidos abrazos de postín.

   El fracaso de CiU parece claro a la vista de cualquier analista con un mínimo de objetividad. Lo normal hubiera sido que, ante el duro revés sufrido por sus propuestas, el señor Mas hubiera dicho hasta luego y muy buenas, hasta aquí hemos llegado y no me siento respaldado por la mayoría del pueblo catalán, con lo cual presento mi dimisión irrevocable para que sean otros los que tomen el timón y tiendan puentes de entendimiento con -como ellos dicen en su lenguaje maniqueo y torticero- el gobierno de Madrid. ¿Eso sería lo lógico, verdad? ¿Pero a que no les desconcierta si les aseguro que de eso... nada de nada, que la autocrítica ha brillado por su ausencia y, si nos descuidamos, nos venden que la opinión mayoritaria de los representantes ciudadanos sigue siendo la de constituir un Estado propio? No me extraña que no les sorprenda porque eso ha sido exactamente lo que ha sucedido. Y entonces uno se pregunta: ¿estos políticos nacionalistas radicales viven en este mundo o provienen de una galaxia muy lejana en cuyo viaje hasta recalar por estos lares se les ha atrofiado el sentido de la realidad? ¿Qué estado mental es el que impide que la cúpula de CiU reconozca que las cosas no han salido como ellos esperaban y que, por tanto, hay que realizar un exhaustivo examen de conciencia para ver en qué han fallado? Lo mire como lo mire el señor Mas y su cuadrilla de aduladores, le den las vueltas que quieran darle, no hay más hecho irrefutable que el que los catalanes no les han apoyado en el pulso que han querido mantener con el Estado central. Aquello que dijo en campaña electoral de que ni Constituciones ni leyes van a impedir que el pueblo de Cataluña se pronuncie en referéndum sobre si desean dejar de pertenecer a España es algo que tendrá que tragarse a cucharadas. Ya tiene respuesta a su fanfarronada, así que ahora que actúe en consecuencia.

   Todo ello es indicativo de la cara dura que lucen algunos con tal de mantenerse en el cargo a costa de los más elementales principios éticos que deben presidir la actuación de un político, al que los ciudadanos le encomendamos la labor de administrar la confianza en ellos depositada para que revierta en una mejora del bienestar social. Si después del 25 de noviembre todo sigue igual en la cúpula del partido que dirigen en comandita Arturo Mas y Duran i Lledia, no podremos por menos que concluir que ciertos gobernantes no saben interpretar la voz del pueblo. Y esto es un tema muy grave, puesto que si ni siquiera se inmutan de sus errores cuando son tan palmarios como en este caso, no les quiero ni contar la de disparates en que incurrirán en la gestión diaria de una Comunidad Autónoma como la catalana sin ser conscientes de ello. Aquí lo que subyace es un problema mucho más profundo, como es el de una clase política dispuesta a justificar su alarmante incapacidad para ejercer con criterio el mandato popular del que son depositarios. Pero, a pesar de todo, no debemos caer en la desesperanza. No todo es oscuridad y tinieblas, si no que los hay que portan una antorcha con la que tratan de encontrar el camino que conduzca a un cambio de actitud por parte de esos nacionalismos excluyentes capaces de apropiarse del sentimiento de todo un pueblo. Los que andan inmersos en esa labor de búsqueda son Alicia Sánchez Camacho por el PP y, sobre todo, Albert Rivera por Ciutadans. Este último, con un lenguaje claro y sin concesiones a la galería, tiene el mérito de haber conseguido posicionarse con cierta estabilidad en el complicado arco parlamentario catalán en apenas seis años. Si al principio de su irrupción política aparecía a modo de Robinson Crusoe en una isla solitaria, ahora cada vez son más los que se acercan a visitar ese espacio de lucidez intelectual en que Rivera ha convertido a un partido pequeñito, sin grandes pretensiones, pero que muchos ven como un salvavidas al que aferrarse en el mar de fondo que supone la deriva separatista encabezada por CiU. Este hombre, que advino al mundo de la política en paños menores -recuerden la portada de su primera campaña electoral- tiene el deber y la responsabilidad de, junto con la presidenta del PP catalán, saber transmitir a la ciudadanía un mensaje de unidad que deje sin coartada la confrontación dialéctica en la que el bloque nacionalista basa su estrategia. De ellos depende que en Cataluña no se tenga la percepción de que España es la gran usurpadora de sus aspiraciones independentistas.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Recordando a John Fitzgerald Kennedy


   Una tarde de 1993, mientras me disponía a realizar un descanso en mis repasos para preparar los exámenes de selectividad, decidí aparcar por un momento a Platón y su caverna, a la Revolución Francesa y su Toma de la Bastilla, a la generación del 27 y sus insignes poetas para hacer una pausa con la que poder asimilar todo lo estudiado. No se me ocurrió mejor alternativa para liberar la mente que acudir al mando a distancia y pasearme por la programación vespertina de las cadenas de televisión. En aquellas fechas la calidad de la parrilla catódica era infinitamente superior a la bazofia que, por desgracia, nos inunda hoy en día. Lo que presencié nada más sintonizar la segunda cadena de TVE me impactó tanto que durante mucho tiempo se convirtió en uno de mis temas predilectos en cuanto a lecturas se refiere. Como les digo, fue encender el televisor y ver cómo los sesos del presidente Kennedy volaban literalmente por los aires, al mismo tiempo que su mujer Jacky, que acompañaba a su marido en la comitiva presidencial por las calles de Dallas aquel funesto 22 de noviembre de 1963, trataba de salir a gatas por la parte trasera del Lincoln descapotable que los transportaba. Aquel magnicidio marcó a toda una generación de norteamericanos, la mayoría de los cuales idolatraban el glamour destilado por los Kennedy, independientemente de que sintonizaran o no con las ideas defendidas por el Partido Demócrata. Nunca la Casa Blanca tuvo unos ocupantes con mayor esplendor icónico: un héroe de la II Guerra Mundial condecorado con el Corazón Púrpura por su valor al frente de la Patrullera PT-109 en la zona del Pacífico, firme defensor de los derechos civiles y pacifista empedernido (con la excepción de la fallida invasión de Bahía Cochinos de Cuba en 1961) que salvó al mundo de una conflagración nuclear durante la crisis de los misiles con la URSS en 1962; mientras que Jacky era admirada por su estilo y saber estar en todo tipo de reuniones que requerían la participación de la Primera Dama, siempre con una sonrisa natural en los labios que utilizaba como arma para atraerse hasta al más acérrimo de sus enemigos, tanto en lo político como en lo personal. Naturalmente, con el paso del tiempo se ha comprobado que ese aparente esplendor también escondía su lado oscuro, pero la imagen que transmitían era la de una pareja unida que sabía conectar a la perfección con el pueblo.

Se han escrito ríos de tinta sobre el asesinato de JFK, y mientras unos dan por buena la versión oficial de la Comisión Warren, basada en la existencia de un único asesino -en este caso, Lee Harvey Oswald-, son multitud los investigadores que se decantan por las teorías de la conspiración: unos afirman que fue un complot organizado por la propia CIA, otros le dan protagonismo a la mafia y tampoco faltan quienes apuntan a una vertiente cubana. Incluso no escasean quienes señalan con el dedo acusador al vicepresidente Lyndon B. Johnson, el cual, espoleado por los magnates del petróleo de Texas y con la guerra de Vietnam como telón de fondo, se habría plegado a sus presiones para que los Estados Unidos entraran en guerra contra el vietcong, algo que no conseguirían con Kennedy como presidente. Qué mejor manera de finiquitar una política pacifista que acabar con la vida de aquél que representaba y defendía esa postura. Eso fue lo que debieron de pensar quienes no encontraron más solución para hacer realidad sus ambiciones económicas en el área armamentística que poner al frente del Gobierno a alguien que sí estuviera de acuerdo en iniciar un conflicto con el bloque comunista en el sudeste asiático. Así fue como el nuevo presidente, aprovechando el supuesto ataque sufrido por el destructor USS Maddox el 2 de agosto de 1964 en el Golfo de Tonkin, pidió plenos poderes al Congreso para declarar oficialmente abiertas las hostilidades contra Vietnam del Norte. El resto de esta historia, aunque sólo sea por lo mostrado en las películas de Hollywood, es de sobra conocida por todos.


   Retomando los días del asesinato de Kennedy, aquel hecho también supuso un momento dorado en la historia de la televisión del país que se precia de ser la mejor democracia del mundo. La audiencia de los noticiarios fue testigo de cómo Walter Cronkite, el periodista por antonomasia y de mayor credibilidad, con la voz entrecortada por la emoción de los acontecimientos, anunciaba la muerte del trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos; de cómo una legión de coches de policía se agolpaba a las puertas del cine donde Oswald se había refugiado al poco de perpetrar el crimen; de cómo a los dos días de la detención del único sospechoso, Jack Ruby -mafioso de segundo orden- mataba al propio Oswald de un disparo en el vientre mientras era escoltado por los pasillos subterráneos de la comisaría de policía de Dallas para ser conducido a la cárcel del condado; y, por fin, de cómo el 25 de noviembre el pueblo americano se conmovía al ver a John John Kennedy, el hijo pequeño del presidente de tan solo tres años, saludar militarmente ante el féretro de su padre. Todo ello contribuyó a exaltar la figura mítica de un hombre que quiso cambiar el mundo, al mismo tiempo que crecía la leyenda sobre la maldición de los Kennedy. No en vano, Joseph P. Kennedy Jr, el hermano mayor del presidente -sobre el que su padre depositó todos sus esfuerzos para que algún día llegara a la más alta magistratura de la nación- moría en una misión secreta de la aviación durante la Segunda Guerra Mundial, al igual que Robert F. Kennedy también fue abatido por un perturbado en el Hotel Ambassador de Los Ángeles durante la campaña a las presidenciales de 1968. El último eslabón en esta cadena de adversidades se produjo en julio de 1999, cuando el hijo del malogrado presidente Kennedy perdía la vida en un accidente de avión.

   Aquel reportaje desencadenó en mí el afán por conocer todo cuanto rodeaba a la personalidad emblemática de una de las dinastías familiares más arraigadas en la política estadounidense: desde libros hasta reportajes de televisión, pasando por artículos en revistas de historia, fui acumulando una serie de conocimientos que me hizo llegar a conclusiones aterradoras, en el sentido de que si alguien estorba a la consecución de los intereses económicos de una minoría, aunque ese obstáculo esté representado por el hombre más poderoso de la Tierra, los hay que no dudan en poner en marcha el mecanismo para salvar ese escollo. Oswald se convirtió en la cabeza de turco de una trama auspiciada desde los centros de poder que veían a Kennedy como el enemigo a batir. Por lo que a mí respecta, y modestamente, todo aquello me sirvió para realizar uno de mis primeros escritos -redactados siempre sin anhelos de publicación-, pero que ahora y gracias a este blog no me resisto a compartir. Es el siguiente:


Cielo encapotado, gotas de lluvia, asfalto mojado.
Muchedumbre agolpada, alegría desbordada, satisfacción generalizada.
Calles abarrotadas, felicidad incontrolada, aplausos generalizados.
Flequillo imponente, rostro curtido, espalda maltrecha,
corazón de hierro y valor reconocido.
Perenne sonrisa, tersas mejillas, mano al aire y efusivos saludos.
Tranquilidad aparente, estallido inquietante, tensión latente.
Dolor insoportable, bala impertinente, sangre derramada...vida sesgada.
Paladín de la paz y la libertad, enemigo de la guerra y la desigualdad,
abanderado de la esperanza y la solidaridad.
¿Qué oscura mentalidad tuvo la osadía
de hacer desaparecer a este símbolo del renacer?