La corriente
crítica “La Mayoría” que se aloja en el seno de IU-Extremadura
tendrá que ir pensando en cambiar de denominación. Después de la
repetición de la XII asamblea el pasado 2 de diciembre, celebrada
en segunda instancia tras la impugnación realizada por Margarita
González-Jubete, ha quedado meridianamente claro que Pedro Escobar
cuenta con el respaldo mayoritario de los militantes y simpatizantes
de su partido. Su gestión ha sido aprobada con el voto favorable del
71,48% de los representantes, frente al 26,8% logrado por la
candidatura alternativa de Jubete. Al parecer la asamblea, aparte de
poner de manifiesto las lógicas discrepancias dentro de cualquier
organización, fue de todo menos cordial. Los perdedores no se
tomaron a bien los resultados y andaban prodigando improperios tanto
al propio Escobar como a Alejandro Nogales. El tercer diputado en
discordia que forma parte del grupo parlamentario, Víctor Casco, que
en teoría tendría que suscribir las tesis de Escobar, como se
supone que se ha decantado por los críticos –y digo se supone
porque para entender a este hombre hay que cursar un máster en
psicología conductual- se está yendo de rositas apesar de ser uno
de los muñidores de todo este entramado de deslealtades. En realidad
creo que su actitud es típica de cobardes puesto que tiene miedo a
desprenderse de la careta que enmascara sus verdaderas intenciones.
Su comportamiento me recuerda, salvando todas las distancias, a
Francisco Martínez de la Rosa, prohombre del constitucionalismo
liberal de Cádiz que por querer caer bien tanto a exaltados como a
moderados lo apodaban “Rosita la pastelera” por los bandazos que
daba a uno y otro extremo para tratar de no disgustar a nadie. Y lo
que sucedió, por supuesto, es que ninguna de las dos facciones se fiaba
de él. Víctor, si me permites un consejo, harías bien en
posicionarte claramente, no sólo por una cuestión de principios
sino sobre todo para evitar maledicencias: o estás con el aparato
oficial en la región o, por el contrario, te sitúas sin reservas a
favor de los críticos, pero eso de jugar a dos bandas no te va a
acarrear consecuencias positivas. No se puede estar en misa y
repicando. Si te encuentras a disgusto con las propuestas que parten
de tu grupo parlamentario lo tienes bien fácil: dimite y así
estarás en paz con tu conciencia. Tú decides si quieres seguir
gozando del calor proporcionado por el escaño parlamentario o si
abandonas el barco de tu benefactor cansado ya de tantos “trágalas”.
La señora González-Jubete ha
quemado el último cartucho que le quedaba para ganar más presencia
dentro de la coalición que, muy a su pesar, sustenta a Monago. Por
eso, apelando a su carácter de persona democrática, es de esperar
que respete el resultado de la asamblea sin que ello le reste
legitimidad a la hora de encabezar una oposición interna que discuta
los postulados del coordinador general y su equipo. En todos los
partidos hay corrientes disidentes, pero lo que sucede en
IU-Extremadura es que están lavando los trapos sucios fuera de casa
y han llegado a un punto en que la ropa desprende un hedor insoportable.
Este estado de crispación se ha alcanzado después de que unos pocos
militantes vieran
con recelo que un partido de izquierdas, con los ideales comunistas
por bandera, sea el principal valedor de la derecha. Jubete y el
resto de compañeros que la apoyan en esta operación, con el
respaldo incondicional del radical Cayo Lara, aún no se han dado
cuenta de que los extremeños hace año y medio que nos decantamos
por una opción diferente de la que veníamos padeciendo desde que
nuestra Comunidad Autónoma echara a andar allá por los primeros
años ochenta del siglo pasado. Al parecer no les importaba que el
PSOE continuara apalancado en el poder con los desmanes propios de 28
años de administración omnímoda, haciendo oídos sordos a los indicadores económicos que nos situaban en el furgón de cola en
todas las estadísticas que miden la riqueza de una región. Eso era
lo de menos; lo importante consistía en cercenar el paso a la
derecha con tal de que, como la misma Jubete ha manifestado, sus
nietos no le pidan explicaciones de porqué hubo un tiempo en que el
Partido Popular presidió la Junta de Extremadura con el asentimiento
cómplice de unos camaradas alejados de los dictados procedentes de
Madrid.
Izquierda Unida cuenta con gente
válida y responsable que ha afrontado el reto, no sin riesgo para su
propia credibilidad política, de probar algo distinto a lo que venía
sucediendo desde las primeras elecciones autonómicas de 1983. Es
indudable que el PSOE, a lo largo de algo más de cinco lustros, ha
conseguido mejorar la realidad extremeña con una serie de avances y
conquistas a todos los niveles. Pero esa evolución se debe tanto a
la acción política de Rodríguez Ibarra y Fernández Vara como al
hecho natural de que en todos esos años una sociedad tiene que
evolucionar por la propia inercia de los tiempos. ¡Pues claro que la
Extremadura de 1983 no es la misma que la de 2011: sólo faltaría
eso! El proyecto socialista estaba más que agotado cuando,
inesperadamente, José Antonio Monago logró la proeza de desbancar a
un régimen que hacía tiempo que venía mostrando sospechosos tics
autoritarios. Y al igual que en otras Comunidades Autónomas ha
habido alternancia en el poder entre los distintos partidos sin que
ello supusiera que se les cayera el cielo encima, Extremadura también
ha vivido esa experiencia para mayor disgusto de unos pocos. Y nadie
debería alarmarse por ello puesto que lo más normal en democracia
es que el pueblo elija libremente a sus representantes y en esta
ocasión ha sido el Partido Popular el depositario de la confianza de
los electores. Por eso me indignó sobremanera el papelón de
Fernández Vara y compañía cuando IU decidió abstenerse en la
sesión de investidura. Esas son las reglas del juego y el PSOE no
las quiso aceptar en su momento, lo cual demuestra su intolerancia a
que otros puedan ocupar con total legitimidad los resortes del poder.
Pues bien, esta lección que los socialistas quisieron saltarse es la
misma que los críticos de Pedro Escobar se niegan a aprender. La diferencia entre González Jubete y el actual coordinador de la coalición es que mientras éste lucha por conseguir un partido independiente, libre de las tutelas paternalistas de antaño, a aquélla no le importa que su partido siga siendo una sucursal al servicio del PSOE.
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