jueves, 13 de diciembre de 2012

El pardillo


El pardillo político es una especie a la que creíamos en peligro de extinción, pues había transcurrido demasiado tiempo sin que alguno saliera de las madrigueras en las que se refugian a buen recaudo. Pertenecen al género conocido como ingenuo, confiado, primo, panoli o, saltándonos los rodeos sin abandonar la sutileza, tonto de capirote. Hacía años que no teníamos noticias de su existencia de una forma tan patente como la que se nos ha manifestado en estos últimos días. Y es que por lo común el político suele ser de por sí desconfiado, con un fino olfato que le hace alejarse de situaciones comprometedoras al más mínimo síntoma de peligro, tarea ésta en la que le secundan a la perfección la cuadrilla de protegidos, protectores y aduladores que le acompañan por su discurrir rutinario. A esta cohorte de tiralevitas no le conviene que su patrón se vea envuelto en negocios turbios por el simple hecho de que su fracaso supondría la caída en desgracia de todo el grupo. Pero siempre hay un individuo que rompe las reglas que caracterizan a la especie y que desprecian con su comportamiento imprudente los desvelos de sus leales. En este caso el pardillo de turno ha sido Santiago Cervera, hasta hace tres días diputado del Partido Popular y, que se sepa por el momento, honrado servidor de los asuntos públicos.

Les cuento. Don Santiago Cervera, pamplonés de 47 años y licenciado en medicina por la Universidad de Navarra -lo de la titulación académica lo apunto para dejar constancia de que hasta el más listo de la clase puede cometer las torpezas más inexcusables- fue alertado por un e-mail anónimo de un comunicante que aseguraba disponer de información sensible para destapar ciertos escándalos relacionados con Caja Navarra, presidida por José Antonio Asiáin, y que si quería disponer de la misma tendría que acudir a un punto concreto de la muralla de su ciudad natal donde hallaría un sobre dispuesto en una de sus aberturas. Al mismo tiempo, Asiáin recibió otro anónimo en el que le solicitaban 25.000 euros si quería evitar que salieran a la luz pública determinadas informaciones comprometedoras relacionadas con su despacho de abogados, debiendo depositar un sobre con esa cantidad en una de las rendijas de la muralla de marras. El del PP, en un primer momento, contestó al correo electrónico como lo haría cualquier mortal con dos dedos de frente y con un mínimo de sentido común, máxime además si uno goza de la condición de diputado nacional paseándose como si tal cosa por tierras vascas o navarras: con desconfianza, puesto que ETA continúa presente por mucha tregua que se quiera. Así, esgrimió argumentos sobre su seguridad personal para no seguir las instrucciones que le conducirían a la consecución de tan preciado tesoro. El segundo, el presidente de la Caja, no se anduvo con remilgos y puso los hechos en conocimiento de la Guardia Civil. Mientras tanto, el primero -el galeno- se lo pensó mejor y al final le pudo más la curiosidad que su propia seguridad, presentándose en el lugar indicado para recoger el sobre de la discordia. Para entonces la Guardia Civil ya tenía montado el correspondiente dispositivo para pillar al insensato con las manos en la masa. Y así fue cómo el señor diputado, inocente y necio como él solo, embozado hasta los ojos para evitar ser reconocido, fue detenido allí mismo por el Benemérito Cuerpo y posteriormente puesto en libertad con cargos. ¡Menuda trama para la siguiente novela de Lorenzo Silva, con sus agentes Bevilacqua y Chamorro siguiendo la pista del banquero, del anónimo y del pobre Cervera! ¡Dadme una buena ración de chusca realidad que la ficción siempre podrá esperar!

   Cervera, que según dicen los entendidos tenía una prometedora carrera política, ha ido predicando por los medios de comunicación, con cara de atolondrado y pose de incrédulo, que él ha sido una víctima más en todo este sainete, que siente haber picado el anzuelo y puesto en compromiso su credibilidad y la seriedad del partido bajo cuyas siglas se sienta en el Congreso de los Diputados. Al parecer, ni Mª Dolores de Cospedal ni otros significados dirigentes populares le han mostrado el afecto esperado, y entre lo que podríamos denominar cese-dimisión lo cierto es que Cervera ha renunciado a su acta de diputado para que este caso sea ventilado por la justicia ordinaria, y no por el Tribunal Supremo como correspondería de haberse mantenido en el cargo. Este gesto le honra, aunque desconocemos si ha sido idea suya o sugerencia de la cúpula del PP. Sea como fuere, aquél que prometía con llegar a las más altas cotas en el belicoso mundo de la política ha visto truncada su progresión por un extraño comportamiento que los tribunales se encargarán de juzgar. Si al final el asunto queda en nada, ya no habrá forma humana de poder recuperar la reputación que nunca debió perder a causa de un desatino impropio de alguien con su experiencia y formación. La tentación de convertirse en Sherlock Holmes por un día pudo más que la integridad inherente a un representante de la soberanía nacional, abocando al señor Cervera a protagonizar uno de los ridículos más espantosos que yo recuerde. Si todo queda en eso, bien empleado le estará. Si hubiera algo delictuoso... que recaiga sobre sus hombros el peso de la ley.

No hay comentarios:

Publicar un comentario