viernes, 7 de agosto de 2020

El escritor cabalga de nuevo


   El mozo va ya por su cuarta novela y eso, se mire por donde se mire, es mérito más que suficiente como para que vuelva a ser protagonista de esta bitácora. Hoy, 7 de agosto, Diego César Pedrera dará a conocer su nueva criatura literaria, Volverás. Han sido cuatro años de arduo trabajo desde que la idea le rondara por la cabeza y que, después del azaroso proceso creativo de este hacedor de historias, ve ahora la luz con la renovada ilusión de que su lectura resulte, cuando menos, placentera y entretenida, último objetivo que debe perseguir todo buen escritor que se precie. Y a fe que Diego César Pedrera lo es, más allá de la poca o mucha repercusión que su obra tenga en el intrincado mundo editorial, receloso, como se sabe, a admitir nuevos huéspedes que alteren la comodidad del statu quo del que gozan -algunos sin el más mínimo merecimiento- sus más distinguidos miembros. Mundillo, por otra parte, tan henchido de egos y de puñaladas traperas, de envidias y de traiciones, que no falta quien se tomaría como afrenta personal el caer en las redes del halago fácil y la adulación interesada con tal de ver sus obras en la cúspide de las listas de ventas, o expuestas en un espacio preferente de La Casa del Libro, El Corte Inglés o la FNACC. La literatura, por suerte, es algo más que eso; algo más que un premio mediático, algo más que un best seller. Pero dejemos esta controversia para otra ocasión y centrémonos en lo que nos ocupa. Porque, como diría Umbral, yo he venido aquí a hablar de Diego César Pedrera y de su nuevo libro.

   No queda más remedio, pues, que descubrirse ante todo aquel que cuente con los arrestos suficientes como para plantarse ante el reto del folio en blanco con la intención de plasmar -con las mejores armas y recursos de que uno pueda valerse- las aventuras que su imaginación y su talento tengan a bien pergeñar. Insisto. Hay que rendirse ante el esfuerzo titánico de Diego C. Pedrera, novelista -sí señores, "novelista", con toda la solemnidad que esa palabra y ese oficio conllevan- cuya vibrante pluma envuelve al lector en una atmósfera que lo atrapa y lo sitúa como testigo privilegiado de los acontecimientos que se desarrollan a lo largo de las casi quinientas páginas de Volverás. Todo un tocho, cierto es, pero no se asusten: convendrán conmigo en que solamente la belleza de las imágenes de la portada y la contraportada y su guiño visual es reclamo más que suficiente como para zambullirse en su lectura. Y es que este Diego César Pedrera posee la innata habilidad de deleitarnos con la potencia de unos personajes arrojados a las veleidades de la primera mitad del siglo XX español, perfectamente definidos en todos sus contornos, dotados de alma propia, facilitando una lectura que discurre con total naturalidad. 

   En suma, a base de tesón, nuestro autor ha vuelto a obrar el milagro de dar a la imprenta una nueva obra para satisfacción de sus fieles seguidores. Sirvan, por tanto, estas palabras como reconocimiento y homenaje a la labor de un escritor -injustamente desconocido- que, hurtando tiempo a su familia y arañando horas al descanso, se sumerge en la escurridiza penumbra de los sueños con el anhelo de ver recompensado su dedicación con la benevolencia de sus lectores. Como les cuento, este será su cuarto intento, y tengo la convicción de que, a poco que le acompañe la suerte -tan necesaria para estos menesteres- esta novela supondrá su consagración, algo así como un punto de inflexión en su carrera literaria, la llave con la que franquear las puertas que hasta ahora sólo estaban abiertas para un reducido círculo de elegidos. Porque, con todos mis respetos, hay vida más allá de los consabidos Sánchez Adalid, Javier Cercas, Jesús Carrasco o Luís Landero. Es nuestra obligación, cada uno dentro de sus posibilidades, reivindicar el nombre de escritores anónimos cuyas obras, sin embargo, no desmerecen en calidad a las de esos autores a los que me acabo de referir. Hay que dar oportunidades a los nuevos talentos porque, de lo contrario, corremos el riesgo de que queden relegados a la indiferencia verdaderos artistas de la letra impresa por el solo hecho de no contar con los medios o la repercusión de los que otros sí se han servido para saborear las mieles del triunfo. Hemos de involucrarnos en la tarea de descubrir, partiendo de la innegociable premisa de la calidad de sus textos, a los nuevos Felipe Trigo, Mario Roso de Luna, Luis Chamizo, Gabriel y Galán, Jesús Delgado Valhondo, Antonio Rodríguez Moñino, Luís Álvarez Lencero, Eugenio Fuentes, Dulce Chacón…, y tantos otros autores en cuyo espejo desean verse reflejados la savia nueva de la literatura extremeña, al menos para que les sirva de acicate y no cejen en su intento de crear y dar a conocer su obra. Porque, ¿qué habría sido de Camilo José Cela, García Márquez, Carlos Ruiz Zafón o Roberto Bolaño, por ejemplo, si hubieran caído en el desánimo ante el rechazo de los editores a publicar La familia de Pascual de Duarte, La hojarasca, La sombra del viento y Los detectives salvajes? Pues, entre otras cosas, que nos habríamos perdido a dos premios nobel de literatura. Cuando uno cree ciegamente en su trabajo y le pierde el miedo al fracaso, no existe obstáculo que se interponga en la consecución de sus metas.

   Por ello, les animo a que esta noche, a partir de las 21:30 horas, acudan con júbilo, a pesar de los rigores de la canícula, a la presentación de la nueva novela de Diego César Pedrera. Hagamos que el aforo de la Casa de la Cultura se quede pequeño y recibamos como se merece a nuestro vecino, a pesar de que las circunstancias actuales no sean las más propicias: ni el covid-19 ni el partido de Chamions del Real Madrid podrán restar trascendencia a esta cita ineludible. Hagamos que el día de hoy sea recordado de aquí a unos años como aquel en que este ilustre malpartideño cogió el impulso y el aliento necesarios para continuar por esa senda tan gratificante, pero en ocasiones tan solitaria y desoladora, de inventar historias para que los demás podamos adentrarnos en mundos imaginarios con los que esquivar a esta realidad abrumadora y mortificante.