El
mozo va ya
por su cuarta novela y eso, se mire por donde se mire, es mérito más
que suficiente como para que vuelva a ser protagonista de esta
bitácora. Hoy,
7 de agosto, Diego
César Pedrera
dará a conocer su nueva criatura literaria, Volverás.
Han sido cuatro años de arduo
trabajo desde que la idea le rondara por la cabeza y que, después
del azaroso proceso creativo de este hacedor de historias, ve ahora
la luz con la renovada ilusión de que su
lectura resulte, cuando menos, placentera y entretenida,
último objetivo que
debe perseguir
todo buen escritor que se precie. Y a fe que Diego
César Pedrera lo es, más allá de la poca o mucha repercusión que
su obra tenga
en el intrincado mundo editorial, receloso,
como se sabe, a admitir
nuevos huéspedes que alteren la comodidad del
statu
quo del
que gozan
-algunos
sin el más mínimo merecimiento-
sus más distinguidos miembros. Mundillo, por otra parte,
tan henchido de egos y de
puñaladas
traperas,
de envidias y de
traiciones, que
no falta quien se tomaría como afrenta personal
el
caer en las redes del
halago fácil y la adulación interesada con tal de ver sus obras en
la cúspide de
las listas de ventas, o expuestas
en un
espacio
preferente de
La Casa del Libro, El Corte Inglés o la FNACC. La literatura, por
suerte,
es algo más que eso; algo más que un premio mediático, algo
más que un best
seller. Pero
dejemos esta controversia para otra ocasión y centrémonos en lo que
nos ocupa. Porque, como diría Umbral, yo he venido aquí a hablar de
Diego César Pedrera y de su nuevo libro.
No
queda más remedio, pues, que descubrirse ante todo aquel que cuente
con los arrestos suficientes como para plantarse ante el reto del
folio en blanco con la intención de plasmar -con las mejores armas y recursos
de que uno pueda valerse- las aventuras que su imaginación y su
talento tengan a bien pergeñar. Insisto. Hay que rendirse ante el
esfuerzo titánico de Diego C. Pedrera, novelista -sí señores,
"novelista", con toda la solemnidad que esa palabra y ese
oficio conllevan- cuya vibrante pluma envuelve al lector en una
atmósfera que lo atrapa y lo sitúa como testigo privilegiado de los
acontecimientos que se desarrollan a lo largo de las casi quinientas
páginas de Volverás. Todo un tocho, cierto es, pero no se asusten:
convendrán conmigo en que solamente la belleza de las imágenes de
la portada y la contraportada y su guiño visual es reclamo más que
suficiente como para zambullirse en su lectura. Y es que este Diego
César Pedrera posee la innata habilidad de deleitarnos con la
potencia de unos personajes arrojados a las veleidades de la primera
mitad del siglo XX español, perfectamente definidos en todos sus
contornos, dotados de alma propia, facilitando una lectura que
discurre con total naturalidad.
En
suma, a base de tesón,
nuestro
autor
ha
vuelto a obrar el
milagro de dar a la imprenta una nueva
obra
para satisfacción de sus fieles seguidores. Sirvan, por tanto, estas
palabras como reconocimiento
y
homenaje
a la
labor de un escritor
-injustamente
desconocido-
que, hurtando tiempo a su familia y
arañando horas al descanso, se
sumerge
en la escurridiza
penumbra
de los sueños con el
anhelo
de
ver
recompensado su dedicación
con
la benevolencia de sus
lectores.
Como
les cuento, este será su cuarto intento, y
tengo la convicción de que, a poco que le acompañe la suerte -tan
necesaria para estos menesteres- esta novela supondrá su
consagración, algo así como un punto de inflexión en su carrera
literaria, la llave con la que franquear las puertas que hasta ahora
sólo estaban abiertas
para
un reducido círculo de elegidos.
Porque, con
todos mis respetos, hay vida más allá de los consabidos Sánchez Adalid, Javier Cercas, Jesús Carrasco o
Luís Landero. Es
nuestra obligación, cada uno dentro de sus posibilidades,
reivindicar el nombre
de
escritores anónimos cuyas obras, sin embargo, no desmerecen en
calidad
a las de
esos autores a los que me acabo de referir.
Hay que dar oportunidades a los nuevos talentos
porque, de lo contrario, corremos el riesgo de que queden relegados a la indiferencia verdaderos
artistas de la letra impresa por el solo hecho de no contar con los
medios o la repercusión de los que otros sí se han servido para saborear las mieles
del triunfo.
Hemos
de involucrarnos en la tarea de descubrir, partiendo de la
innegociable premisa de la calidad de sus textos, a los nuevos
Felipe
Trigo, Mario Roso de Luna, Luis Chamizo, Gabriel
y Galán, Jesús Delgado Valhondo, Antonio Rodríguez Moñino, Luís
Álvarez Lencero, Eugenio Fuentes, Dulce
Chacón…,
y tantos otros autores
en
cuyo espejo
desean
verse reflejados la
savia nueva
de la literatura extremeña, al menos para que les sirva de acicate
y no cejen en su intento de crear y dar a conocer su obra. Porque,
¿qué habría sido de Camilo José Cela, García Márquez, Carlos
Ruiz Zafón o
Roberto Bolaño, por ejemplo,
si hubieran caído en el desánimo ante el
rechazo
de los editores a publicar
La
familia de Pascual de Duarte,
La
hojarasca,
La
sombra del viento
y Los
detectives salvajes?
Pues, entre otras cosas, que nos habríamos perdido a dos premios
nobel de literatura. Cuando
uno cree ciegamente en su trabajo y le pierde el
miedo al fracaso, no
existe obstáculo que se interponga en la consecución de sus metas.
Por
ello, les
animo a que esta
noche,
a
partir de
las 21:30 horas, acudan con júbilo, a pesar de los rigores de la canícula, a la presentación de la nueva
novela de Diego
César Pedrera.
Hagamos que el aforo de la Casa de la Cultura se quede pequeño y
recibamos como se merece a nuestro
vecino, a pesar de que las circunstancias actuales no sean las más
propicias: ni
el covid-19 ni el partido de Chamions del Real Madrid podrán restar
trascendencia a esta cita ineludible.
Hagamos que el día de hoy
sea recordado de aquí a unos años como aquel en que este ilustre
malpartideño cogió el impulso y el aliento necesarios para
continuar por esa senda tan gratificante, pero en ocasiones tan
solitaria
y
desoladora,
de inventar historias para que los demás podamos adentrarnos en
mundos imaginarios con
los que esquivar
a
esta
realidad abrumadora
y mortificante.
Magnífica crónica de lo que será la presentación de esta novela. Lo que hace Diego tiene muchísimo mérito. Ya es un placer físico acariciar su novela... leerla estoy segura que nos enriquecerá a todos. Suerte Diego, te la mereces. Un beso.
ResponderEliminarGracias, Maripaz. Efectivamente, lo que hace César -así es como yo le llamo- tiene un mérito impresionante. El común de los mortales tiene que ser consciente de la dificultad que implica escribir una novela. Y, por eso mismo, hay que reconocer el esfuerzo y aplaudir el resultado.
EliminarMuchísimas gracias, amigo. La verdad, no tengo palabras para agradecer el detalle que has tenido conmigo. Ya queda menos para compartir mi nueva novela con todos vosotros. Solo espero no defraudaros, que esté a la altura de las expectativas y que disfrutéis en la medida de lo posible con la lectura del libro. Esa ha sido mi intención.
ResponderEliminarGracias Méndez por creer en mí.
Don César, quien no crea en ti está destinado a ser un zoquete toda su puñetera vida... Las musas ya han hecho su trabajo, esperemos ahora que la suerte te acompañe y te impulse. Siempre es un placer hacer una reseña de tus novelas.
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