sábado, 29 de diciembre de 2012

¿Karanka? ¿Quién es ese señor?


   No se me ocurre algo más parecido a un segundo entrenador de fútbol que un felpudo: sólo te acuerdas de él cuando lo pisoteas. Lo que sucede es que hay felpudos de mejor o peor calidad, al igual que entrenadores de mayor o menor dignidad. Karanka, sin ninguna duda, se encuentra en este segundo pelotón, en aquel que no les importa que los humillen un día tras otro con tal de seguir cobrando un holgado sueldo -a todas luces inmerecido- y aparecer continuamente en los medios de comunicación como correa de distribución de su amo. Se ha convertido en pura marioneta de un tipo que, de no ser por el ego enfermizo que posee sería, además del mejor entrenador del mundo, una excelente persona. Pero estas dos características son incompatibles si hablamos de Mourinho. Que es un entrenador como la copa de un pino creo que nadie lo pone en duda -ahí está su palmarés para atestiguarlo-; ahora bien, si para convertirte en un crack es condición indispensable hacer alardes de soberbia, altanería, arrogancia, vanidad o fanfarronería, ustedes me perdonarán pero yo por ese aro no paso. Y si para ser el segundo de abordo de este individuo estás dispuesto a hincarte de rodillas y obedecer sus dictados a ciegas, entonces es que desconoces el significado de las palabras dignidad y orgullo. Da un poco de pena y de vergüenza ajena verte en las ruedas de prensa en las que te sueltan como sobrero defendiendo lo indefendible. Tal y como se relata en los versos del Cantar de Mio Cid, bien se te puede aplicar aquello de “¡Oh Dios, qué buen vasallo si tuviese buen señor!”

   Todo el tiempo que Karanka caliente banquillo junto a Mourinho le pasará una factura que no estoy seguro de que pueda pagar. El desprestigio en el que ha incurrido es de tal magnitud en la escala de la vileza moral que nada ni nadie podrá reponerlo a su estado original. Sus ruines palabras tras la retirada de Guardiola como entrenador del F.C. Barcelona (“La liga española ha existido sin Guardiola y seguirá existiendo sin él”) constituyen el autorretrato perfecto de alguien mezquino e infame. Aitor podías haber mostrado un poco más de respeto por un compañero que, aunque pertenezca al club rival de toda la vida, sólo por lo que ha conseguido como entrenador merece la consideración que toda la profesión le reconoce; todos menos tú, claro. El día que consigas igualar los títulos que acumula el de Sampedor podrás referirte a él con ese desdén tan típico de los que padecen complejo de inferioridad, pero de momento y como mínimo le debes pleitesía. Pues bien, a este personaje se le concedió hace dos días la Insignia de Oro por parte del Comité Alavés de Entrenadores. Se ve que por tierras vitorianas andan escasos de entrenadores de reconocido prestigio, porque no me puedo explicar qué méritos reúne Karanka para ser merecedor de tal distinción. Si hace falta habría estado dispuesto a falsificar la partida de nacimiento de don Vicente del Bosque -¡este sí que es un señor, marqués y todo, oigan!- con tal de que el galardón recayera en manos más dignas, siempre que acto seguido hubiera recobrado de nuevo el gentilicio salmantino, que no es mi intención enfadar a tan ilustre ciudad castellana. O ya puestos, sin necesidad de perpetrar ninguna falsedad, que se hubiera declarado desierto ante la falta de candidatos ilustres. En fin, cualquier cosa antes de que se lo otorgaran al amigo Aitor. Por eso, a ver si con un poco de suerte la mesnada lusa abandona la casa merengue al final de temporada y te marchas con ellos. Cuando eso ocurra ya nadie se acordará de ti, ni para bien ni para mal. Esa será tu condena: habrás pasado por la historia del Real Madrid totalmente desapercibido. Y es que un segundón sin personalidad no merece más que la indiferencia.

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