Después de este letargo
de casi cuatro meses, en el que hemos tenido hasta un cambio en la jefatura del Estado, hoy no me queda más remedio que acudir a la
palestra para comentar la última ocurrencia de José Antonio Monago
Terrazas, a la sazón presidente del Gobierno de Extremadura. Y es
que esto de que las elecciones autonómicas estén a la vuelta de la
esquina ha sido la espoleta adecuada para que Monago y su equipo le
hayan dado a la manivela del caletre para ver qué salía de esa
tormenta de ideas. Y lo que han parido esas mentes supuestamente
privilegiadas -que lo mismo valen para ser consejeros, alcaldes o
asesores áureos- ha sido la mayor obscenidad que uno recuerda en
muchos años, seguida muy de cerca por la no menos indecente ayuda de
400 euros con la que se descolgó Zapatero en enero de 2008, apenas
dos meses antes de las elecciones generales. Les estoy hablando, por
si no han caído en la cuenta, de la promesa de una ayuda vitalicia
de 300 euros anuales a las extremeñas de setenta y cinco años en adelante
que hayan vivido la guerra civil y la posguerra.
La buena nueva fue
anunciada durante el acto institucional con motivo del Día de
Extremadura, en el marco incomparable del Teatro Romano de Mérida. El presidente, en un discurso sensiblero que parecía haber sido
redactado por su peor enemigo, no tuvo reparos en incitar a la
lágrima fácil con expresiones como “...esta es una cuestión de
dignidad, de justicia y de memoria histórica”, o esta otra de
"...si alguien quiere conocer de verdad quiénes somos como
pueblo, no hace falta leerlo en los libros, sino que solo tiene que
acercarse a su abuela o a su madre y preguntarle cómo ha sido su
vida". Hubiera quedado mejor si, en lugar de esas loables
motivaciones, hubiera dicho la verdad que se oculta detrás de este
asunto: que el próximo vencedor de las elecciones autonómicas lo
será por un puñado de votos y él quiere asegurarse cerca de
treinta y cinco mil sufragios para las arcas de su partido, que es la
cantidad de beneficiarios que se calcula va a tener la aplicación de
esta medida. El primer objetivo ya lo ha conseguido: que los medios
de comunicación se hagan eco de esta populista propuesta. Lo
que desconozco es si el señor Monago ha medido los posibles y más
que probables efectos colaterales. Si pretendía arrimar el ascua a
su sardina y renovar la confianza de los extremeños en la próxima
consulta electoral... va dado. Lo que ha conseguido ha sido cabrear a
un sector de la población al que le sobran los motivos para
seguir pensando que estos políticos de poltrona, despacho y coche
oficiales nos toman por tontos de capirote. Si supieran lo que
piensan nuestros abuelos de ellos, aprenderían a mantener la boca cerrada, aunque solo sea para no ver cómo hacen el más absoluto de los ridículos aquellos que se supone que deben dar ejemplo.
El señor Monago ha querido erigirse en defensor de los más desfavorecidos,
llevando a cabo políticas pretendidamente de izquierdas en un
terreno tan delicado como el de la guerra civil. ¿Qué le
habrá pasado por la cabeza a nuestro presidente para que le hayan
colado este gol por toda la escuadra? Todos podemos tener un mal día
y dar por buenas las divagaciones
de un iluminado que una buena mañana se levanta con la obsesión de
pasar a la historia junto a, pongamos por caso, el descubridor de la
penicilina, pero para evitar esas tentaciones se supone que el presidente de una
Comunidad Autónoma tiene el sentido común suficiente como para
rechazar de plano disparates de este calibre. Señor Monago, esto es
una medida puramente electoralista que ha debido anunciar en
cualquiera de los foros a los que tiene acceso por su condición de
presidente del PP en Extremadura, y no en un acto institucional como
representante de todos los extremeños. Se ha equivocado usted en el
fondo y en la forma. Desconozco
cuántos asesores de confianza componen su gabinete, lo que sí es
seguro es que la mayoría deberían estar haciendo cola en la oficina
del paro más próxima. Nuestros mayores son lo suficientemente
inteligentes como para dejarse engañar por esta boutade. Lo que sí
ha quedado en evidencia es su torpeza por haber dado alas a tamaño
disparate, tratando de comprar votos por calderilla. ¡Anda que no habrá medidas que puedan repercutir en el mayor bienestar de nuestras abuelas, y va el señor Monago y salta con esta parida! Ver para creer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario