miércoles, 26 de marzo de 2014

El tonto de Willy

   
Amigo Willy, me vas a perdonar –bueno, me perdono a mí mismo- y me voy a poner a tu escasa altura moral: estás hecho un impresentable de cuidado. Siento soltártelo tan a las claras y tan desde el principio, pero es que no quiero reprimirme. No hay nada peor que guardarnos para nuestro coleto los pensamientos indignantes que provocan individuos de tu catadura intelectual, y no haré una excepción contigo porque no es mi deseo indigestarme por culpa de un señorito como tú, de esos que predicáis los valores del progresismo social con un cinismo de tal magnitud que ofendería hasta la intligencia de, pongamos por caso, Pepiño Blanco, que ya sabemos que de esa virtud no anda muy sobrado. Así, que, dicho queda: me pareces un truhán, pero sin nada de gracia. No sé en qué momento se te cruzaron los cables para ir por la vida declarando memeces y comportándote como un auténtico mamarracho. ¿Qué, Willy, que como ya tenemos los bolsillos llenos ahora no tienes mejor ocupación que la de dedicarte a ir de piquete en huelgas generales, destrozando bares  y huyendo como un cobarde antes de que aparezca la policía, y a leer manifestos de forma jocosa ante multitues manipuladas y aborregadas por orates faltos de autocrítica, verdad? ¡Si es que estás hecho un figura! Por suerte, tengo el placer de no conocerte –es más, gracias a ti dejé de ver Siete Vidas y, ni por asomo, se me ha pasado por la cabeza fustigarme con los bodrios en los que tu nombre aparezca en los títulos de crédito-, pero seguro que cuando trasnochaste en las dependencias de la Brigada Provincial de Información por los destrozos ocasionados en el bar de un honrado trabajador de Lavapiés durante la huelga general del 29 de marzo de 2012, no ibas con los aires de chulito y brabucón que te pudimos observar en el día de la Marcha por la Dignidad. Habría que haberte visto en esas circunstancias para comprobar si eres tan fanfarrón como alardeas últimamente. O a lo mejor sí, quién sabe. De un insensato como tú cabría esperar cualquier cosa, y la inconsciencia no sería la única. 

   Willy, amiguete, mira que venir expresamente desde Cuba para leer el manifiesto de marras de hace cuatro días. Para protagonizar ese paripé –uno de tantos en los que ya has participado- qué buena ocasión perdida para haberte ahorrado el  incordio de un viaje con tantas horas de vuelo , o se lo hubieran ahorrado los que te lo hayan pagado porque, vamos, hacer tú cosas gratis... lo justito. Seguro que hasta tú, viéndote en las noticias, habrás caído en la cuenta del ridículo espantoso que hiciste. Dicen las malas lenguas que se te echó el tiempo encima, que te entretuviste más de la cuenta en la tasca más cercana y que apuraste hasta el último trago antes de salir a toda prisa para ponerte delante de los micrófonos y dar rienda suelta a tus bufonadas. Willy – por cierto, vaya ingenio el tuyo poniéndote ese apodo-, macho, que no estabas rodando una película, que resulta que estabas haciendo el canelo ante miles de personas y de tu boca solo salían chorradas a modo de balbuceos. No pongo en duda que no sepas leer, pero diste la impresión de haber abandonado el colegio en primero de parvulitos: no soltabas más que paparruchas acompañadas de saltitos y sonrisas bobaliconas. Si es que, en cierto modo, tampoco se te puede pedir más. Das para lo que das. Sería injusto contigo si te exigiera más de lo que sería normal demandar de cualquier otro mortal, pero como tú estás hecho de otra pasta, pues mejor te damos palmaditas en la espalda y te decimos que lo hiciste de vicio, que estuviste sembrado. En serio, con el corazón en la mano: ¡eres un monstruo! Puedes sentirte orgulloso de vuestras reivindicaciones durante la manifestación y, sobre todo, de los brutales ataques que sufrió la Policía Nacional. ¿Me crees, verdad? Dime que sí, porque así no tendré remordimientos. No te puedes ni imaginar lo que supondría para mí que no estés captando el verdadero sentido de todo esto que te estoy soltando. En fin, confío en tu indulgencia para que esta noche pueda dormir con la conciencia tranquila. No me perdonaría que malinterpretaras mis palabras. Es más, si me aseguraras que, efectivamente, entiendes lo que trato de decirte en este párrafo, ten por no reproducido el anterior, incluyendo lo del título de este artículo: con la memoria que tienes, seguro que ya ni te acordabas. Pero, para mantenerme fiel a mis principios y no caer en la incoherencia, permíteme que lo mantenga; lo del título, digo. Me harías un favor por el cual te estaría eternamente agradecido. No sé, pero, así, de repente, me acabas de transmitir cierta ternura. Por eso, si me lo permites, estoy dispuesto desde ahora a convertirme en uno de tus máximos defensores. Eso sí, tendrás que ser sincero ante las preguntas que te formularé para que esa defensa resulte creíble. Voy a hacerte partícipe de algunos rumores que corren de esquina en esquina, así que confío en tu franqueza a la hora de responder para acallar con argumentos a quienes no tienen más oficio que mancillar tu buen nombre. Por cierto, conociendo tu espíritu sensible, te pido perdón por utilizar lo de “franco”, pero es que no se me ha ocurrido otro calificativo mejor a la hora de solicitarte tu colaboración.

   
Willy, colega, ¿cómo que te dio por irte a vivir a Cuba? ¿Tan mal te trataron en España? Me dicen, leo, oigo que allí estás a cuerpo de rey, que eres un privilegiado, que tienes acceso a servicios que los cubanos no ven ni en pintura, que vives en una zona similar a La Moraleja de Madrid y que, claro, con esas comodidades cualquiera se hace emigrante. Y yo, con la seriedad de la que alardeo y hago gala cada vez que se trata de vindicarte, les digo a quienes quieren poner en jaque nuestra recién estrenada amistad que eso son habladurías, chismes sin fundamento de envidiosos fascistas que no saben apreciar vivir en un régimen idílico como el creado por obra y gracia de los Castro. Les hago saber que tú estás allí pasando las de Caín, que te tiene trastornado el estar alejado de tu querida y amada patria, que eres un exiliado que lucha en la distancia por las libertades y que has tenido que refugiarte en nuestra antigua colonia porque te sentías perseguido, incomprendido. En ese sentido, no pierdas cuidado: les he hecho creer que eres un auténtico mártir. Sin embargo, te mentiría si no te comentara que a veces se me hace harto complicado mantener mi defensa para contigo, sobre todo cuando me reiteran con ahínco que en uno de tus bolos deseaste la pronta muerte del Rey por aquello de que ya había trincado bastante del bote, y que a Rajoy también lo pusiste fino tildándolo de fascista heredero del franquismo. Compañero, hazte cargo que ante eso me cuesta articular argumentos de peso con los que sacarte de tamaños charcos. Y como se da la circunstancia de que yo, para creer en algo, tengo que hacerlo con total convicción, pues me dije que por ahí no podía pasar, que eso de tocar a Su Majestad y al presidente del gobierno elegido democráticamente traspasaba la línea roja de nuestra camaradería. Así que, una vez comprobadas la veracidad de tales aseveraciones, no puedo por menos que declararte que hasta aquí hemos llegado. Con lo cual, Willy, me vas a perdonar, pero en este punto pongo fin a nuestra fugaz amistad. Ya sabes, por lo de la coherencia y todo eso. Y es que esto de tener principios es muy puñetero, con lo cual, machote, ahí te quedas: que te defiendan los Bardem, Sabina, el Gran Wyoming, Víctor Manuel, Ana Belén, Miguel Bosé o San Pedro Bendito, pero conmigo no cuentes. Con los Borbones hemos topado y eso sí que no lo dejo pasar. Solo espero que, al cabo de los años, no te lleves el desengaño de otros que, mucho antes que tú, no supieron encajar la realidad de unos ideales comunistas caídos a pedazos, a pesar del esfuerzo de unos dirigentes empecinados en vender las virtudes de un sistema dictatorial. Sí, Willy, te pongas como te pongas, por tu cuenta y riesgo has decidido abandonar una democracia para recalar en un régimen totalitario. Así que, en un último arranque de cordialidad, dime la verdad: ¿te has ido para allá porque aquí, en esta España que tanto denostas, no hay un malecón como el de La Habana? ¿Y porque allí, con mil euros en el bolsillo, eres el puto amo de la cosa? Serás un cínico, ex-amigo, pero espero que no seas tan superficial. En fin, que te vaya bonito, pero haznos un favor y deja de dar la nota porque, de lo contrario, van a pensar que en España estamos todos igual de chalados que tú. Saludos cordiales desde la metrópoli.

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