lunes, 19 de agosto de 2013

La dicha del ignorante


   

Hubo alguien que dijo que la felicidad reside en la ignorancia de la verdad. Y a fe que tenía razón. Ando estos días estivales dedicando la mayor parte de mi tiempo libre a la lectura, tumbado a la sombra de las abarrotadas y cloratadas piscinas municipales, rodeado de chiquillería que corretean como almas que lleva el diablo, disparándose con pistolas de agua proyectiles líquidos que, la mayoría de las veces, impactan en la cara de los que tratamos de relajarnos en medio de esos zipizapes morrocotudos ante la mirada impasible de sus progenitores y las menos compresivas de quienes sufrimos la mala educación de esos retoños. Y es que hay veces que a uno le entran ganas de emular a Hommer J. Simpson y coger por el cuello a alguno de esos díscolos rapaces para hacerles notar, ya que no lo hacen sus padres, que cuando te tiras dos horitas aguantando sus trastadas llega un punto en que puedes perder la compostura. Pero, en fin, todo sea porque estos niños de hoy en día sigan creciendo sin ningún tipo de cortapisas, no vaya a ser que se cojan alguna depresión.


   El caso es que hace dos semanas me topé con un libro con el sugerente título de
Alfredo Grimaldos
“La CIA en España” (Editorial Debate, 2006) del periodista Alfredo Grimaldos. Si soy sincero, hubiera deseado que no hubiera caído en mis manos porque así seguiría manteniendo la mirada de admiración que guardo por la actuación de nuestros políticos durante la Transición. Mucho me temo que ese velo se me ha caído de golpe y porrazo, de forma totalmente inesperada, que es lo peor que puede pasar en estos casos en que uno pone en los altares a ciertos personajes. ¿Y por qué digo esto? Pues porque demuestra que los servicios de inteligencia norteamericanos, con la connivencia de los políticos de la época, llevan metiendo el hocico en nuestros asuntos desde hace demasiado tiempo. La mano de la Agencia  lleva su sello en temas tan delicados como el asesinato de Carrero Blanco en diciembre de 1973, la Marcha Verde de Hassan II sobre el Sáhara español en noviembre de 1975, el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 y el escándalo de la colza, entre otros. Sí, en lo del síndrome tóxico también anduvo implicado el Tío Sam.  Si quieren sorprenderse con las revelaciones del autor, les animo a que salgan raudos y veloces a su librería de confianza y pidan sin dilación un ejemplar en cuestión. Aún no he terminado de leerlo, pero a buen seguro que todavía guarda muchas sorpresas.

   Por si puede ser de vuestro interés, os dejo un audio del autor charlando sobre el tema en cuestión.
   

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