No tengo el placer de conocerla en persona,
aunque me es suficiente para seguir sus andanzas e industrias a
través de todo lo que publican de usted los medios de comunicación,
sobre todo desde que le guarda las espaldas a su “number one”,
como diría Txiki Benegas. Antes de adentrarme en los
pormenores de esta misiva voy a hacerle dos declaraciones de
intenciones y otra de convicciones. En primer lugar, he de confesarle
en un alarde de sinceridad -para qué me voy a andar por las ramas-
que no es usted santo de mi devoción, no por nada en particular,
pero no me cae simpática. Salvando las distancias, tiene cierto
parecido con Rosa Conde, pero sin la dulzura e ingenuidad que
caracterizaban a la portavoz del gobierno de Felipe González, cualidades que en su persona se trocan por las de chulería,
insolencia y soberbia. En segundo término, tengo que reconocerle que
escribo este artículo en un estado emocional que calificaría entre
cabreado e indignado, influenciado por sus comentarios en el día de
ayer durante la rueda de prensa en la que alentaba a la sociedad
española a defenderse de las medidas adoptadas por el ejecutivo de
Rajoy; es decir, poco menos que aporreo el teclado con un cuchillo
entre los dientes. En cuanto a las convicciones, y para que no haya
lugar a dudas, sepa que soy católico no practicante,
monárquico convencido, democristiano impenitente y, por si eso no
fuera suficiente, del Real Madrid. Por lo tanto, sobran posibles
elucubraciones acerca de la ideología del que tiene a bien dedicarle
este artículo: reúno gran parte de los atributos a los que ustedes
no dudan en descalificar por el solo hecho de no coincidir con su
ideario. ¡Qué le vamos a hacer: de todo tiene que haber en la viña
del Señor, incluso, fíjese qué curioso, personas que no piensen lo
mismo que ustedes! En mi descargo diré que la mayoría de mis
mejores amigos son de izquierda, o progresistas, como les gusta
denominarse en uso de esa etiqueta inventada por Salustiano
Olózaga en el primer tercio del siglo XIX para sustituirla por
aquella otra de “exaltados” que, al parecer, no convencía a los prebostes de lo que podríamos denominar socialistas
de la época.
Stanislavsky |
Admito que después de su
comparecencia de ayer me lo pone fácil en cuanto a la tarea de
buscar razonamientos con los que desacreditarla y dotar de contenido a esta entrada. Apenas necesito inspiración para que las palabras
acudan a raudales a mi mente, sin pensarlo en demasía. Casi diría
que tengo que refrenar mis impulsos en pos de escoger los
calificativos precisos, por eso le pido disculpas si en algún
momento me excedo en el nivel de crítica: es algo involuntario, como
sucede con la mayoría de los instintos, que no se pueden controlar.
Pero como no quiero que esto se convierta en una sucesión de
explicaciones técnicas,
me voy a limitar a comentar cuestiones generales, sin detenerme en
analizar la situación con una serie de atropellados argumentos que
sólo conducirían al hastío de los lectores. A nadie se le
ocurriría pedir explicaciones de por qué dos más dos suman cuatro,
¿verdad? Pues, por mi parte, adoptaré una actitud similar, pasando
por alto todo aquello que se presupone y que no necesita de mayores
aclaraciones. Por eso, señora Valenciano, yendo al grano, sin
ambages que nos despisten: una de dos, o está interpretando el papel
de su vida, creyéndose usted misma la sarta de falacias que suelta
en cada comparecencia pública o, por el contrario, está realizando
el mayor ejercicio de cinismo jamás visto por estos lares. Lo
primero sería digno de admiración, puesto que para que una buena
actriz se tenga por tal necesita meterse en el papel hasta
confundirse con su personaje, y usted lo está haciendo de cine: Constantin
Stanislavsky se
sentiría orgulloso de haber tenido una alumna tan aventajada. Lo
segundo, en cambio, sería objeto de la más acerba censura. En su
caso, me decanto más por lo primero: lo cortés no quita lo valiente
y tengo que rendirme a la evidencia de su arte. De otro modo, no
sería posible mantener ese grado de vileza intelectual sin caer en
la más profunda de las esquizofrenias. Desconocía por completo sus
dotes de actriz, porque hay que ser una auténtica profesional de los
escenarios para recitar el patético guión que está representando.
Libreto, por cierto, que bien podría haberle escrito el insigne
Pedro Almodovar, uno
de sus más fervientes admiradores, el mismo que sacó los pies del
tiesto cuando le dio por decir que el Partido Popular estaba
orquestando un golpe de Estado para recuperar el poder después de
las elecciones del 14 de marzo de 2004. ¡Y luego se quejará el
manchego de no ser profeta en su tierra, de que sus engendros no
tengan éxito en su propio país, que le neguemos el pan y la sal que
sí le ofrecen otros a paladas! Por eso, contando como hincha a
personajes de ese caletre, no me extraña que la calidad en su
declamación sea tan desastrosa como las dotes de don Pedro para
dirigir películas. Lo de “don”, que conste, se lo concedo por
educación, no por merecimiento.
Señora Valenciano – insisto en el
ofrecimiento de disculpas por si mis palabras pudieran ofenderla-,
fueron ustedes quienes resucitaron los fantasmas de la guerra civil
con el proyecto de la Memoria Histórica y sin embargo parece que
carecen de Memoria Inmediata, ¿o es que no recuerda que su partido
gobernó este país nuestro durante cerca de ocho años, justo en el
momento en que empezaba a gestarse la crisis que hoy nos embiste, y
que las medidas que se están tomando hoy son consecuencia de las que
no se adoptaron entonces? ¿Cómo tiene usted el rostro de justificar
una posible rebelión cívica de la ciudadanía ante las medidas
aprobadas por el gabinete presidido por Mariano
Rajoy para atajar una crisis a la que su
partido nos condujo sin ningún tipo de pudor, restándole
credibilidad a los indicadores nacionales e internacionales que se
empeñaban en desmentir los brotes verdes vislumbrados por su
idolatrado -y luego denostado- Zapatero?
¿Cómo se atreve a poner como chupa de dómine a Rajoy y sus
ministros por aceptar una herencia envenenada y tratar de resolver un
problema al que ustedes decidieron esquivar mirando para otro lado?
¿Tanto les ha molestado que los electores les hayan desalojado de un
gobierno al que su irresponsabilidad e inanidad en la toma de
decisiones ha conducido a una crisis sin parangón? ¿Creen que los
españoles nos hemos caído de un guindo y somos tan estúpidos como
para seguir pensando que no tuvieron nada que ver con el desastre que
hoy nos contempla?
En fin querida mía, que
llevaba tiempo deseando despacharme a gusto con usted. Créame que
en lo personal no le profeso ningún tipo de animadversión, pero en
lo referente a su discurrir político no puedo permanecer
indiferente. Eso de oírla decir que el PSOE se lava las manos en lo
del desvío del déficit en un 2,5 % durante el 2011 (es decir, que
se gastó 25.000 millones de euros más de lo presupuestado) y que
sea el gobierno del PP el que arrostre las consecuencias me ha
soliviantado sobremanera. Por lo tanto, a partir de ahora espero que
haga un ejercicio de responsabilidad y deje de manejar discursos
hueros que sólo sirven para arrancar aplausos de acólitos que en
nada contribuyen a encauzar una situación que requiere el concurso
de todos. Hágale caso al señor Joaquín
Almunia, comisario europeo de la competencia
y miembro destacado su partido, que afirma que las medidas adoptadas
por España van por el buen camino. No sea demagoga y no siga la
senda de aquellos que se limitan a anunciar el apocalipsis; es lo
menos que se puede exigir de toda una vicesecretaria general del
principal partido de la oposición. Por último, a modo de despedida, sepa que todo cuanto antecede lo expreso sin ningún tipo de acritud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario