martes, 24 de abril de 2012

Carta abierta a Elena Valenciano.


Mi Muy Cara y Estimada Elena:

   No tengo el placer de conocerla en persona, aunque me es suficiente para seguir sus andanzas e industrias a través de todo lo que publican de usted los medios de comunicación, sobre todo desde que le guarda las espaldas a su “number one”, como diría Txiki Benegas. Antes de adentrarme en los pormenores de esta misiva voy a hacerle dos declaraciones de intenciones y otra de convicciones. En primer lugar, he de confesarle en un alarde de sinceridad -para qué me voy a andar por las ramas- que no es usted santo de mi devoción, no por nada en particular, pero no me cae simpática. Salvando las distancias, tiene cierto parecido con Rosa Conde, pero sin la dulzura e ingenuidad que caracterizaban a la portavoz del gobierno de Felipe González, cualidades que en su persona se trocan por las de chulería, insolencia y soberbia. En segundo término, tengo que reconocerle que escribo este artículo en un estado emocional que calificaría entre cabreado e indignado, influenciado por sus comentarios en el día de ayer durante la rueda de prensa en la que alentaba a la sociedad española a defenderse de las medidas adoptadas por el ejecutivo de Rajoy; es decir, poco menos que aporreo el teclado con un cuchillo entre los dientes. En cuanto a las convicciones, y para que no haya lugar a dudas, sepa que soy católico no practicante, monárquico convencido, democristiano impenitente y, por si eso no fuera suficiente, del Real Madrid. Por lo tanto, sobran posibles elucubraciones acerca de la ideología del que tiene a bien dedicarle este artículo: reúno gran parte de los atributos a los que ustedes no dudan en descalificar por el solo hecho de no coincidir con su ideario. ¡Qué le vamos a hacer: de todo tiene que haber en la viña del Señor, incluso, fíjese qué curioso, personas que no piensen lo mismo que ustedes! En mi descargo diré que la mayoría de mis mejores amigos son de izquierda, o progresistas, como les gusta denominarse en uso de esa etiqueta inventada por Salustiano Olózaga en el primer tercio del siglo XIX para sustituirla por aquella otra de “exaltados” que, al parecer, no convencía a los prebostes de lo que podríamos denominar socialistas de la época.

Stanislavsky
   Admito que después de su comparecencia de ayer me lo pone fácil en cuanto a la tarea de buscar razonamientos con los que desacreditarla y dotar de contenido a esta entrada. Apenas necesito inspiración para que las palabras acudan a raudales a mi mente, sin pensarlo en demasía. Casi diría que tengo que refrenar mis impulsos en pos de escoger los calificativos precisos, por eso le pido disculpas si en algún momento me excedo en el nivel de crítica: es algo involuntario, como sucede con la mayoría de los instintos, que no se pueden controlar. Pero como no quiero que esto se convierta en una sucesión de explicaciones técnicas, me voy a limitar a comentar cuestiones generales, sin detenerme en analizar la situación con una serie de atropellados argumentos que sólo conducirían al hastío de los lectores. A nadie se le ocurriría pedir explicaciones de por qué dos más dos suman cuatro, ¿verdad? Pues, por mi parte, adoptaré una actitud similar, pasando por alto todo aquello que se presupone y que no necesita de mayores aclaraciones. Por eso, señora Valenciano, yendo al grano, sin ambages que nos despisten: una de dos, o está interpretando el papel de su vida, creyéndose usted misma la sarta de falacias que suelta en cada comparecencia pública o, por el contrario, está realizando el mayor ejercicio de cinismo jamás visto por estos lares. Lo primero sería digno de admiración, puesto que para que una buena actriz se tenga por tal necesita meterse en el papel hasta confundirse con su personaje, y usted lo está haciendo de cine: Constantin Stanislavsky se sentiría orgulloso de haber tenido una alumna tan aventajada. Lo segundo, en cambio, sería objeto de la más acerba censura. En su caso, me decanto más por lo primero: lo cortés no quita lo valiente y tengo que rendirme a la evidencia de su arte. De otro modo, no sería posible mantener ese grado de vileza intelectual sin caer en la más profunda de las esquizofrenias. Desconocía por completo sus dotes de actriz, porque hay que ser una auténtica profesional de los escenarios para recitar el patético guión que está representando. Libreto, por cierto, que bien podría haberle escrito el insigne Pedro Almodovar, uno de sus más fervientes admiradores, el mismo que sacó los pies del tiesto cuando le dio por decir que el Partido Popular estaba orquestando un golpe de Estado para recuperar el poder después de las elecciones del 14 de marzo de 2004. ¡Y luego se quejará el manchego de no ser profeta en su tierra, de que sus engendros no tengan éxito en su propio país, que le neguemos el pan y la sal que sí le ofrecen otros a paladas! Por eso, contando como hincha a personajes de ese caletre, no me extraña que la calidad en su declamación sea tan desastrosa como las dotes de don Pedro para dirigir películas. Lo de “don”, que conste, se lo concedo por educación, no por merecimiento.

   Señora Valenciano – insisto en el ofrecimiento de disculpas por si mis palabras pudieran ofenderla-, fueron ustedes quienes resucitaron los fantasmas de la guerra civil con el proyecto de la Memoria Histórica y sin embargo parece que carecen de Memoria Inmediata, ¿o es que no recuerda que su partido gobernó este país nuestro durante cerca de ocho años, justo en el momento en que empezaba a gestarse la crisis que hoy nos embiste, y que las medidas que se están tomando hoy son consecuencia de las que no se adoptaron entonces? ¿Cómo tiene usted el rostro de justificar una posible rebelión cívica de la ciudadanía ante las medidas aprobadas por el gabinete presidido por Mariano Rajoy para atajar una crisis a la que su partido nos condujo sin ningún tipo de pudor, restándole credibilidad a los indicadores nacionales e internacionales que se empeñaban en desmentir los brotes verdes vislumbrados por su idolatrado -y luego denostado- Zapatero? ¿Cómo se atreve a poner como chupa de dómine a Rajoy y sus ministros por aceptar una herencia envenenada y tratar de resolver un problema al que ustedes decidieron esquivar mirando para otro lado? ¿Tanto les ha molestado que los electores les hayan desalojado de un gobierno al que su irresponsabilidad e inanidad en la toma de decisiones ha conducido a una crisis sin parangón? ¿Creen que los españoles nos hemos caído de un guindo y somos tan estúpidos como para seguir pensando que no tuvieron nada que ver con el desastre que hoy nos contempla?
Joaquín Almunia

   En fin querida mía, que llevaba tiempo deseando despacharme a gusto con usted. Créame que en lo personal no le profeso ningún tipo de animadversión, pero en lo referente a su discurrir político no puedo permanecer indiferente. Eso de oírla decir que el PSOE se lava las manos en lo del desvío del déficit en un 2,5 % durante el 2011 (es decir, que se gastó 25.000 millones de euros más de lo presupuestado) y que sea el gobierno del PP el que arrostre las consecuencias me ha soliviantado sobremanera. Por lo tanto, a partir de ahora espero que haga un ejercicio de responsabilidad y deje de manejar discursos hueros que sólo sirven para arrancar aplausos de acólitos que en nada contribuyen a encauzar una situación que requiere el concurso de todos. Hágale caso al señor Joaquín Almunia, comisario europeo de la competencia y miembro destacado su partido, que afirma que las medidas adoptadas por España van por el buen camino. No sea demagoga y no siga la senda de aquellos que se limitan a anunciar el apocalipsis; es lo menos que se puede exigir de toda una vicesecretaria general del principal partido de la oposición. Por último, a modo de despedida, sepa que todo cuanto antecede lo expreso sin ningún tipo de acritud.

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