José A. Monago. |
Aunque
parezca contradictorio, desde que el pasado 25 de marzo se celebraran
elecciones en Andalucía, sobre la coyuntura política en Extremadura
empiezan a planear nubarrones hasta entonces nada esperados. De
aquellos comicios de nuestros vecinos del sur han resultado dos
claros vencedores: el primero, Griñán, que no se acababa de creer
que, pese a todos los escándalos de corrupción protagonizados
durante más de tres décadas, los andaluces siguieran confiando en
su proyecto; el segundo, Diego Valderas, coordinador regional de
Izquierda Unida, cuya formación ha recibido la mayoría del voto de
los descontentos con los señoritos del PSOE. Y el gran perdedor,
pese a ser la lista más votada, ha sido Javier Arenas: bien claro lo
traslucía su rostro cuando, desde la balconada de la sede del PP en
Sevilla, daba las gracias a sus seguidores por contribuir a una histórica, aunque pírrica y estéril, victoria en Andalucía. Esa acción de
gracias no era óbice para detectar un mohín que denotaba la
decepción por no lograr aquello que las encuestas le concedían.
Con razón
dijo Griñán la misma noche electoral, en su comparecencia ante los
periodistas, que el PSOE era un partido increíble. Yo apostillaría
la afirmación del señor presidente en funciones de la Junta de
Andalucía y le espetaría que lo que resulta asombroso para el resto
de los españoles, estupefactos y cariacontecidos, es que un partido
político siga disfrutando de las mieles del poder a pesar, insisto,
del ambiente de degradación moral de unos dirigentes que, un día sí
y otro también, se ven salpicados por prácticas corruptas. Qué
antídoto habrán dispensado a sus electores para arrebatarles hasta
la capacidad de autocrítica, conceptuando
como algo normal aquello que no merece sino reprobación a ojos de
cualquier ciudadano de bien. Y, a mayor abundamiento, como
cooperadores necesarios en esta situación tenemos a Izquierda Unida,
verdaderos triunfadores de las elecciones andaluzas: son ellos los
que ostentan la llave de la gobernabilidad al no haber conseguido
ninguno de los partidos mayoría absoluta. Los doce escaños
obtenidos por la formación de Valderas conforman la bisagra que
franqueará el camino al nuevo presidente de la Junta de Andalucía.
Porque tanto Valderas como Cayo Lara, para respiro de Griñán, se
han encargado de dejar bien claro que Andalucía no es Extremadura;
es decir, que Izquierda Unida no se abstendrá en la sesión de
investidura, sino que apoyará a sus hermanos del PSOE. Por lo tanto,
a seguir perpetuando el chiringuito, el cortijo o como prefieran
ustedes llamarlo.
Cayo Lara |
¿Y qué
tiene todo esto que ver con Extremadura? Muy sencillo: el incremento
de votos experimentado por Izquierda Unida-Andalucía ha engallado a
las huestes comandadas por Cayo Lara hasta el punto de que se cree en
la necesidad de apretarle las tuercas a los dirigentes de su
federación en Extremadura, persuadiéndoles de que modifiquen su
postura de apoyo a la derecha de José Antonio Monago. Lo que no
entiende el señor Cayo Lara, su fanatismo trasnochado se lo impide,
es que tanto en Extremadura como en Andalucía la mayoría de la
sociedad clamaba por un cambio de gobierno después de las prácticas
de rodillo aplicadas por un “régimen” cuyos integrantes se creen
los únicos representantes de las esencias democráticas, tildando
de retrógrados al resto de fuerzas políticas que no comulgan con
sus postulados. Y encima se vanaglorian de frases ripiosas en alusión
a que la marea del PP ha sido detenida en el dique de Despeñaperros:
la exaltación ideológica de Cayo Lara le incapacita para aprehender
que esto no se trata de un juego de palabras, sino de la máxima
expresión de la voluntad popular. Los españoles han querido que, en
la hora actual, sea el Partido Popular el que se enfrente a las
dificultades que acechan al presente y futuro de un país que otros,
con anterioridad, han dejado a los pies de los caballos. No es fruto
de la casualidad que el PP gobierne en once de las diecisiete Comunidades
Autónomas – a la espera de lo que suceda en Asturias-, además de
en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Por contra, el PSOE
sólo preside, en solitario, las administraciones de Andalucía y
País Vasco, aunque en esta última región con el apoyo de Basagoiti. La
izquierda tiene la obligación de salir de las cavernas de la
historia y darse cuenta de que el Partido Popular no es el enemigo a
batir, sino la opción política mayoritariamente secundada por la
ciudadanía.
En primer plano, de izquierda a derecha: Casco, Escobar y Nogales. |
Figura
clave en todo este drama es la de Pedro Escobar, coordinador regional
de Izquierda Unida en Extremadura. Sobre él recaen el peso, y las
críticas, de todo el edificio político que se ha construido desde
que Monago ganara las elecciones hace casi un año. Hasta el momento
no ha cedido a las presiones que ejercen tanto desde grupos
descontentos de la propia coalición regional como, sobre todo, desde
Madrid, con un Cayo Lara que no pierde ocasión para sermonear a su
camarada del craso error cometido por propiciar el gobierno de un
partido de derechas, haciendo uso de un discurso caduco y maniqueo
impropio del siglo XXI. Además, aprovechando que el Pisuerga pasa
por Valladolid, también ha hecho acto de presencia un oportunista y
alicaído Fernández Vara, permitiéndose el lujo de recordarle a
Monago que, de continuar así las circunstancias, no descarta
plantear una moción de censura. El que fuera militante de Alianza
Popular en tiempos de Hernández Mancha tiene demasiada prisa en
recuperar el poder que las urnas le negaron. Se le nota impaciente en
sus declaraciones; parece ser que no se siente a gusto en la
oposición, de ahí que esté moviendo todos los hilos posibles para
convencer a Cayo Lara de que vuelva a meter en el redil a su díscolo
pupilo. Pedro Escobar y los otros dos diputados de Izquierda Unida en
la Asamblea de Extremadura -Víctor Casco y Alejandro Nogales-
demuestran que en política es fundamental saber escuchar el clamor
del pueblo, sin que ello suponga traicionar sus principios básicos.
Poca gente les va a reconocer su sacrificio personal y político. Es
más, estoy convencido que no serán reelegidos como miembros de sus
órganos de dirección; por eso, vaya desde aquí mi reconocimiento a
su ingrata labor.
Pacto PP-IU |
En
Extremadura se está ensayando una nueva forma de hacer política. El
cambio operado el 22 de mayo de 2011 merece un voto de confianza que,
bajo ningún concepto, debe estar sometido a presión alguna. Hasta
el momento creo que Monago está ejerciendo la acción de gobierno
sin pararse a pensar si dentro de equis meses va a verse sometido a
una moción de censura, mostrando la coherencia exigida por quienes
confiaron en su programa. Actuar de un modo distinto sería cometer
un error inexcusable en alguien con su experiencia. Esa misma
coherencia y responsabilidad sería deseable que se predicara del principal partido de la oposición, más entretenido en deslegitimar a un
gobierno democrático que en proponer soluciones a los problemas que
oprimen a la sociedad extremeña. Y es que no hay más que ver las
sesiones de la asamblea para asombrarse por la insolencia con la que
algunos diputados del PSOE, acostumbrados a perorar desde la bancada
gubernamental, se refieren a sus compañeros del PP, rayana incluso en
una falta de respeto censurable en todo un representante de la
soberanía popular.
Ahora bien,
con independencia de todo lo expuesto con anterioridad, el señor
Monago tampoco puede negar que muchos de los votos por él obtenidos
fueron cedidos en prenda por el colectivo de funcionarios para el
cumplimiento de una obligación insoslayable: la de liberar a la
Junta de Extremadura de los Altos Cargos y demás personal de libre
designación (en concreto, de los Jefes de Servicio) que han estado
“chupando del bote” durante tiempos inmemoriales. No escasean los
compañeros que, bajo su condición de apolíticos o de progresistas
críticos con la realidad deprimente de casi treinta años de
monopolio socialista, se decidieron finalmente por un cambio de
aires. Han pasado los meses y este cometido no termina de plasmarse.
Somos muchos los que nos preguntamos si el Partido Popular no dispone
del personal suficientemente cualificado como para sustituir a la
vieja guardia del PSOE porque, de lo contrario, no entendemos muy
bien esa dejación de funciones. A buen seguro que Monago tiene otras
cuestiones más importantes de las que preocuparse, pero si quiere
que su proyecto no se agriete por este flanco, debería ponerse manos
a la obra y terminar de renovar la estructura administrativa de la
Junta. Todo ello con tal de que su gobierno no constituya un pequeño
paréntesis en la historia política de Extremadura.
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