jueves, 5 de abril de 2012

Incertidumbres del gobierno de Monago.


José A. Monago.
Aunque parezca contradictorio, desde que el pasado 25 de marzo se celebraran elecciones en Andalucía, sobre la coyuntura política en Extremadura empiezan a planear nubarrones hasta entonces nada esperados. De aquellos comicios de nuestros vecinos del sur han resultado dos claros vencedores: el primero, Griñán, que no se acababa de creer que, pese a todos los escándalos de corrupción protagonizados durante más de tres décadas, los andaluces siguieran confiando en su proyecto; el segundo, Diego Valderas, coordinador regional de Izquierda Unida, cuya formación ha recibido la mayoría del voto de los descontentos con los señoritos del PSOE. Y el gran perdedor, pese a ser la lista más votada, ha sido Javier Arenas: bien claro lo traslucía su rostro cuando, desde la balconada de la sede del PP en Sevilla, daba las gracias a sus seguidores por contribuir a una histórica, aunque pírrica y estéril, victoria en Andalucía. Esa acción de gracias no era óbice para detectar un mohín que denotaba la decepción por no lograr aquello que las encuestas le concedían.

Con razón dijo Griñán la misma noche electoral, en su comparecencia ante los periodistas, que el PSOE era un partido increíble. Yo apostillaría la afirmación del señor presidente en funciones de la Junta de Andalucía y le espetaría que lo que resulta asombroso para el resto de los españoles, estupefactos y cariacontecidos, es que un partido político siga disfrutando de las mieles del poder a pesar, insisto, del ambiente de degradación moral de unos dirigentes que, un día sí y otro también, se ven salpicados por prácticas corruptas. Qué antídoto habrán dispensado a sus electores para arrebatarles hasta la capacidad de autocrítica, conceptuando como algo normal aquello que no merece sino reprobación a ojos de cualquier ciudadano de bien. Y, a mayor abundamiento, como cooperadores necesarios en esta situación tenemos a Izquierda Unida, verdaderos triunfadores de las elecciones andaluzas: son ellos los que ostentan la llave de la gobernabilidad al no haber conseguido ninguno de los partidos mayoría absoluta. Los doce escaños obtenidos por la formación de Valderas conforman la bisagra que franqueará el camino al nuevo presidente de la Junta de Andalucía. Porque tanto Valderas como Cayo Lara, para respiro de Griñán, se han encargado de dejar bien claro que Andalucía no es Extremadura; es decir, que Izquierda Unida no se abstendrá en la sesión de investidura, sino que apoyará a sus hermanos del PSOE. Por lo tanto, a seguir perpetuando el chiringuito, el cortijo o como prefieran ustedes llamarlo.

Cayo Lara
¿Y qué tiene todo esto que ver con Extremadura? Muy sencillo: el incremento de votos experimentado por Izquierda Unida-Andalucía ha engallado a las huestes comandadas por Cayo Lara hasta el punto de que se cree en la necesidad de apretarle las tuercas a los dirigentes de su federación en Extremadura, persuadiéndoles de que modifiquen su postura de apoyo a la derecha de José Antonio Monago. Lo que no entiende el señor Cayo Lara, su fanatismo trasnochado se lo impide, es que tanto en Extremadura como en Andalucía la mayoría de la sociedad clamaba por un cambio de gobierno después de las prácticas de rodillo aplicadas por un “régimen” cuyos integrantes se creen los únicos representantes de las esencias democráticas, tildando de retrógrados al resto de fuerzas políticas que no comulgan con sus postulados. Y encima se vanaglorian de frases ripiosas en alusión a que la marea del PP ha sido detenida en el dique de Despeñaperros: la exaltación ideológica de Cayo Lara le incapacita para aprehender que esto no se trata de un juego de palabras, sino de la máxima expresión de la voluntad popular. Los españoles han querido que, en la hora actual, sea el Partido Popular el que se enfrente a las dificultades que acechan al presente y futuro de un país que otros, con anterioridad, han dejado a los pies de los caballos. No es fruto de la casualidad que el PP gobierne en once de las diecisiete Comunidades Autónomas – a la espera de lo que suceda en Asturias-, además de en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Por contra, el PSOE sólo preside, en solitario, las administraciones de Andalucía y País Vasco, aunque en esta última región con el apoyo de Basagoiti. La izquierda tiene la obligación de salir de las cavernas de la historia y darse cuenta de que el Partido Popular no es el enemigo a batir, sino la opción política mayoritariamente secundada por la ciudadanía.

En primer plano, de izquierda a derecha:
 Casco, Escobar y Nogales.
Figura clave en todo este drama es la de Pedro Escobar, coordinador regional de Izquierda Unida en Extremadura. Sobre él recaen el peso, y las críticas, de todo el edificio político que se ha construido desde que Monago ganara las elecciones hace casi un año. Hasta el momento no ha cedido a las presiones que ejercen tanto desde grupos descontentos de la propia coalición regional como, sobre todo, desde Madrid, con un Cayo Lara que no pierde ocasión para sermonear a su camarada del craso error cometido por propiciar el gobierno de un partido de derechas, haciendo uso de un discurso caduco y maniqueo impropio del siglo XXI. Además, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, también ha hecho acto de presencia un oportunista y alicaído Fernández Vara, permitiéndose el lujo de recordarle a Monago que, de continuar así las circunstancias, no descarta plantear una moción de censura. El que fuera militante de Alianza Popular en tiempos de Hernández Mancha tiene demasiada prisa en recuperar el poder que las urnas le negaron. Se le nota impaciente en sus declaraciones; parece ser que no se siente a gusto en la oposición, de ahí que esté moviendo todos los hilos posibles para convencer a Cayo Lara de que vuelva a meter en el redil a su díscolo pupilo. Pedro Escobar y los otros dos diputados de Izquierda Unida en la Asamblea de Extremadura -Víctor Casco y Alejandro Nogales- demuestran que en política es fundamental saber escuchar el clamor del pueblo, sin que ello suponga traicionar sus principios básicos. Poca gente les va a reconocer su sacrificio personal y político. Es más, estoy convencido que no serán reelegidos como miembros de sus órganos de dirección; por eso, vaya desde aquí mi reconocimiento a su ingrata labor.

Pacto PP-IU
En Extremadura se está ensayando una nueva forma de hacer política. El cambio operado el 22 de mayo de 2011 merece un voto de confianza que, bajo ningún concepto, debe estar sometido a presión alguna. Hasta el momento creo que Monago está ejerciendo la acción de gobierno sin pararse a pensar si dentro de equis meses va a verse sometido a una moción de censura, mostrando la coherencia exigida por quienes confiaron en su programa. Actuar de un modo distinto sería cometer un error inexcusable en alguien con su experiencia. Esa misma coherencia y responsabilidad sería deseable que se predicara del principal partido de la oposición, más entretenido en deslegitimar a un gobierno democrático que en proponer soluciones a los problemas que oprimen a la sociedad extremeña. Y es que no hay más que ver las sesiones de la asamblea para asombrarse por la insolencia con la que algunos diputados del PSOE, acostumbrados a perorar desde la bancada gubernamental, se refieren a sus compañeros del PP, rayana incluso en una falta de respeto censurable en todo un representante de la soberanía popular.

Ahora bien, con independencia de todo lo expuesto con anterioridad, el señor Monago tampoco puede negar que muchos de los votos por él obtenidos fueron cedidos en prenda por el colectivo de funcionarios para el cumplimiento de una obligación insoslayable: la de liberar a la Junta de Extremadura de los Altos Cargos y demás personal de libre designación (en concreto, de los Jefes de Servicio) que han estado “chupando del bote” durante tiempos inmemoriales. No escasean los compañeros que, bajo su condición de apolíticos o de progresistas críticos con la realidad deprimente de casi treinta años de monopolio socialista, se decidieron finalmente por un cambio de aires. Han pasado los meses y este cometido no termina de plasmarse. Somos muchos los que nos preguntamos si el Partido Popular no dispone del personal suficientemente cualificado como para sustituir a la vieja guardia del PSOE porque, de lo contrario, no entendemos muy bien esa dejación de funciones. A buen seguro que Monago tiene otras cuestiones más importantes de las que preocuparse, pero si quiere que su proyecto no se agriete por este flanco, debería ponerse manos a la obra y terminar de renovar la estructura administrativa de la Junta. Todo ello con tal de que su gobierno no constituya un pequeño paréntesis en la historia política de Extremadura.

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