Ayer fue un día de
locos. España lleva meses tambaleándose sobre el fino y resbaladizo
alambre bajo la atenta mirada de los mercados financieros y ayer
dimos el primer patinazo de consideración sobre el abismo que nos
contempla. La Bolsa bajando en caída libre y la prima de riesgo
escalando posiciones hasta un máximo histórico de 540 puntos. El
rescate español planeaba como una funesta sombra y muchos daban por
hecho lo que, tarde o temprano, acabará siendo una macabra realidad.
En estos momentos en que el gobierno necesita imperiosamente
transmitir confianza a los mercados para mayor tranquilidad de todos,
salió a la palestra el ministro de Economía y Competitividad, Luis
de Guindos, para decir que la inestabilidad financiera de nuestro
país se debe a la situación de incertidumbre que genera el panorama
político griego. Lo siento, pero no me parece de recibo echar
balones fuera para eludir responsabilidades que sólo a nosotros nos
corresponden. Se supone que España es un país serio dirigido por un
gobierno responsable, por eso no entiendo que los máximos dirigentes
en materia de economía y hacienda, señores De Guindos y Montoro,
despacharan el trance con una serie de vacías explicaciones que en
nada aclaran el futuro. Un futuro que, dicho sea de paso y con ánimo
de equivocarme, ya han redactado las instituciones europeas al
dictado de Angela Merkel. Sólo cabe esperar que las peores
previsiones no se cumplan, aunque para ello debemos emitir señales
inequívocas que sean interpretadas de forma positiva por parte de
aquéllos en quienes tenemos depositado nuestro porvenir: el Banco
Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y, cómo no, los
temibles mercados. No incluyo al Banco de España porque desde que fuera nombrado presidente Miguel Ángel Fernández Ordóñez, más conocido como MAFO en círculos periodísticos, su prestigio se ha situado por los suelos.
Parece ser que la
Comisión Europea concederá a España una prórroga de un año más
para poder cumplir con los criterios de déficit público. Eso sí,
las condiciones que nos van a imponer serán más duras que las que
hemos tenido que adoptar hasta ahora. De ahí que algunos ya hablen
de intervención de facto. El caso es que los políticos, que ya no
pueden hacer oídos sordos al grito de indignación y lamento de la
sociedad española, se han percatado de la gravedad del asunto y
están haciendo declaraciones en el sentido de remar todos juntos en
la misma dirección con tal de superar lo antes posible estos
difíciles momentos. Resulta gratificante oírles decir que la
situación de alarma por la que atravesamos implica una dosis
extra de entendimiento entre todas las fuerzas políticas, algo que
no se recordaba desde la época de la tan añorada Transición. Lo
que en cualquier otra circunstancia debiera parecernos algo normal,
como el hecho de que el gobierno y el principal partido de la
oposición se pongan de acuerdo en asuntos de interés nacional, en
la actual tesitura lo interpretamos poco menos que como un milagro:
que Rajoy y Rubalcaba coincidan en que deban sentarse para hablar sobre cómo salir del atolladero en el que nos hallamos es lo menos
que se puede exigir a unos políticos que se tengan por responsables.
Eso sí, hemos tenido que sufrir la peor crisis que se recuerde para
que se decidan a actuar bajo una misma dirección. Más vale tarde
que nunca.
Antes de que Grecia
fuera rescatada nos negábamos a compararnos con ellos, pero lo
cierto es que España se encuentra participando en una maratón
que, si nadie lo remedia, terminará por conducirnos a la misma meta
desdichada que los griegos franquearon acompañados por irlandeses y
portugueses. Muchos apuestan a que los próximos en formar parte de
ese dudoso grupo de cabeza seremos nosotros. De momento, y para
disipar dudas sobre nuestro sistema financiero, se hace
imprescindible que se cree una comisión de investigación sobre todo
lo relativo a Bankia, no bastando la propuesta del gobierno de crear
una simple subcomisión. Se necesita una catársis que debe ser
alumbrada con luz y taquígrafos desde la primera línea del
escenario, no desde el fondo del mismo. Si queremos que en Europa nos
tomen en serio, la primera medida será depurar las
responsabilidades a que haya lugar en el pufo de Bankia. En este país
tiene que empezar a desaparecer esa imagen de que aquí nunca pasa
nada y que, por muy gordas que las líe el personal, los delincuentes
de cuello blanco siempre se salgan de rositas con indemnizaciones millonarias bajo el brazo. Esperemos que, a partir de ahora, las cosas cambien y si todo esto sirve para modificar los malos usos que estaban viciando el sistema, sólo puedo decir aquéllo de que no hay mal que por bien no venga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario