Cuando uno toma asiento
en las aulas de una Facultad de Derecho es lógico imaginar que entre
sus compañeros se encontrarán futuros abogados, jueces, fiscales,
asesores jurídicos, notarios, registradores de la propiedad y, por qué no, algún
que otro auxiliar administrativo de la Junta de Extremadura. Lo que
ya no resulta tan habitual es que esas bancadas de universitarios estuvieran ocupadas por alguien que se convertiría en un auténtico
aventurero. Digo esto porque, con el paso de los años, un antiguo
colega de promoción ha decidido que lo suyo no era la toga sino el
mono de motorista. El amigo Fabián Sánchez, con su gracejo
característico, su porte desgarbado y ese aire de despistado que lo
hace tan peculiar, se ha embarcado en una hazaña digna
de épocas pasadas y de hombres que ya no quedan. Porque para
afrontar esta expedición que le llevará a cruzar el continente americano
de sur a norte, desde Argentina hasta Alaska, hacen falta una buena
dosis de valor y un poquito de inconsciencia para no arredrarse ante
los peligros que se irán presentando a lo largo y ancho de la ruta.
Pero Fabián ha resuelto pasar de la ensoñación a la acción,
haciendo realidad lo que muchos deseamos pero que muy pocos se
deciden a llevar a la práctica: cumplir el sueño de su vida. Y eso,
precisamente, es lo que ha hecho el protagonista de esta historia,
poniendo rumbo al Nuevo Mundo como ya hicieran otros insignes
extremeños; eso sí, esta
vez sin arcabuces ni celadas, sin petos ni espadas, porque aquí no hay
conquistas que valgan, sino viajes iniciáticos con los que alimentar
el espíritu. El único tesoro que interesa traerse a la vuelta es, aparte del pellejo intacto, la mochila llena de recuerdos que marcarán un antes y un después.


Aún le queda mucho camino por recorrer, muchos peligros que afrontar, muchas anécdotas que atesorar, muchas inclemencias meteorológicas que padecer..., pero todo ese sacrifico seguro que valdrá la pena cuando, dentro de unos seis meses, este ilustre cacereño - sin más compañía que su peluche Rufino, enfundado en su mono, a lomos de su BMW y con el móvil y la cámara de fotos como únicas armas- ponga un pié en Alaska y pueda decir que no sólo tuvo el mérito de intentarlo, sino que además tuvo la fortuna de conseguirlo: eso sí que es poner una pica en Flandes, amigo Fabi. Te deseo toda la suerte del mundo en lo que te resta de viaje, que te sigas encontrando con lugareños dispuestos a echarte una mano en los momentos de dificultad; que no te falten historias que contar, como la de ese tímido joven que deleitó nuestros oídos mientras sus manos acariciaban el teclado de un piano, o la del paisano cuyo sueño era conducir una BMW y no dudaste en cederle el puesto de piloto durante unos momentos que para él serán inolvidables... En fin. Cogiendo prestado el título de la última novela de Mario Vargas Llosa, para mí eres un verdadero héroe discreto. Los libros de Historia no hablarán de ti como hicieran con Hernán Cortés o Francisco Pizarro, pero no tendrás nada que envidiarles porque a buen seguro que regresarás con mayores tesoros en las alforjas: las experiencias acumuladas te servirán para que algún día reúnas a tus hijos y a tus nietos al calor de una buena hoguera y les puedas relatar lo que tus ojos contemplaron más allá de la mar océana. Insisto, buena suerte y, sobre todo, mucho ánimo para cuando te empiecen a faltar las fuerzas. Estás haciendo algo grande. Estoy convencido de que lo mejor está aún por llegar. ¡Te seguimos por internet!