viernes, 5 de agosto de 2016

El líder anacrónico

Tengo mis dudas de si no me habré excedido en el uso del sustantivo que lleva el título de esta entrada, puesto que la cualidad de líder a duras penas puede predicarse de un ser tan insignificante y mediocre como Pedro Sánchez. No obstante, en este caso prefiero pecar de benevolencia que de mordacidad, aunque reconozco que hay más un poquito de lo segundo que de lo primero. En cuanto a lo del adjetivo, lo doy por bien empleado, aunque ahí sí que hubiera podido ser más incisivo. Pero, en fin, a lo que vamos. Es evidente que este señor no puede ser presidente del Gobierno. Algunos lo tenemos claro; otros, dedicados con esmero a colgar carteles de buenos y malos, parece ser que no tanto. En primer lugar, porque los españoles le han demostrado que no confían en él, perdiendo votos a cascoporro tras cada consulta electoral. Y en segundo lugar, porque sería indecente que un tipo como ése ocupara tan alta magistratura recurriendo con malas artes a un lenguaje guerracivilista con el objetivo de dividir categóricamente a la sociedad en un bloque de izquierdas y otro de derechas, en donde, faltaría más, la izquierda estaría compuesta por gentes honradas, justas y bondadosas y, por el contrario, las derechas serían lo peor de lo peor, gentes con rabo y tridente desprovistas de humanidad que luchan denodadamente por cargarse el estado del bienestar. La insensatez es una falta que no se debe pasar por alto a quien puede tener en sus manos el destino de un país, y mucho menos cuando esos términos -beligerantes, simplistas y maniqueos- denotan un desprecio inaceptable a los once millones de votantes que obtuvieron el Partido Popular y Ciudadanos en las últimas elecciones. Sus ansias de poder, cortedad de miras, revanchismo y su sectarismo inveterado le convierten en un verdadero peligro, en un bulto sospechoso que nos decanta más hacia la lástima que hacia el rencor. Que alguien le insinúe a este individuo que lo de las dos Españas hace ya tiempo que lo tenemos superado y que, por mucho que persevere en el intento de resucitar a los dos bandos, esa vieja herida cicatrizada a base de tanto dolor no se volverá a reabrir.

 Pedro Sánchez es un kamikaze de la política. De lo que ya no estoy tan seguro es de que esté dispuesto a asumir las consecuencias que eso conlleva: el loco que se juega la vida propia y ajenas en alguna acción temeraria sabe precisamente eso, que le va la vida en ello. En el caso de nuestro loco particular, dudo mucho de que quiera inmolarse en su proceder suicida, puesto que los hechos nos demuestran que pretende salir airoso de los peligros que él mismo ocasiona. Por muchas derrotas electorales que jalonen su hoja de servicios, está visto que no se da por aludido. Ahí donde le ven, con su buen porte, su -aparentemente- buena educación y su falsa modestia, este hombre va de derrota en derrota hasta el desastre final. Pedro Sánchez está ciego de poder y hará todo lo posible por conseguirlo, tal y como está demostrando desde la convocatoria de las elecciones del pasado 20 de diciembre, algo en lo que reincide desde el el 26 de junio con la contumacia y la desesperación que imprimen la mala conciencia. Y quienes contribuyen a alimentar sus estúpidas ensoñaciones son tan cómplices como él del embrollo institucional en el que nos encontramos, por mucho que le digan por lo bajini que deponga su actitud de enrocamiento si luego en público dan alas a sus infundadas ambiciones. Es propio de todo lunático tenerse en más alta valía de lo que sus méritos atestiguan; de aquellos que le rodean depende que le bajen del pedestal y le planten los pies en el suelo. Aquel que antepone los intereses partidistas a los estatales, aquel que menosprecia a los representantes de un ideario político distinto al suyo, aquel que ve como enemigos a quienes no son sus votantes, ésa persona no está ni preparada ni capacitada para ser nombrado presidente del gobierno. El otro día, durante una rueda de prensa vergonzante e impropia de un demócrata, solo le faltó mencionar explícitamente a la CEDA de Gil Robles (Confederación Española de Derechas Autónomas), al Frente Popular, a la FAI (Federación Anarquista Ibérica) y a la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) para retrotraernos a un tiempo de tinieblas en el que se ha instalado el líder del PSOE. 

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