Tengo
mis dudas de si no me habré excedido en el uso del sustantivo que
lleva el título de esta entrada, puesto que la cualidad de
líder a duras penas puede predicarse de un ser
tan insignificante y mediocre como Pedro Sánchez. No
obstante, en este caso prefiero pecar de benevolencia que
de mordacidad, aunque reconozco que hay más un poquito de lo
segundo que de lo primero. En cuanto a lo del adjetivo, lo doy por bien empleado, aunque ahí sí que hubiera podido ser más incisivo. Pero, en fin, a lo que vamos. Es
evidente que este señor no puede ser presidente del Gobierno.
Algunos lo tenemos claro; otros, dedicados con esmero a
colgar carteles de buenos y malos, parece ser que no tanto. En primer
lugar, porque los españoles le han demostrado que
no confían en él, perdiendo votos a cascoporro tras cada
consulta electoral. Y en segundo lugar, porque sería indecente que
un tipo como ése ocupara tan alta
magistratura recurriendo con malas artes a un
lenguaje guerracivilista con el objetivo de
dividir categóricamente a la sociedad en un
bloque de izquierdas y otro de derechas, en
donde, faltaría más, la izquierda estaría compuesta
por gentes honradas, justas y bondadosas y, por el contrario,
las derechas serían lo peor de lo peor, gentes con
rabo y tridente desprovistas de humanidad que luchan denodadamente
por cargarse el estado del bienestar. La insensatez es una
falta que no se debe pasar por alto a quien puede tener en sus
manos el destino de un país, y mucho menos cuando esos
términos -beligerantes, simplistas y maniqueos- denotan un
desprecio inaceptable a los once millones
de votantes que obtuvieron el Partido Popular y
Ciudadanos en las últimas elecciones. Sus ansias de poder,
cortedad de miras, revanchismo y su sectarismo inveterado
le convierten en un verdadero peligro, en un bulto sospechoso que nos
decanta más hacia la lástima que hacia el rencor. Que
alguien le insinúe a este individuo que lo de las dos Españas hace
ya tiempo que lo tenemos superado y que, por mucho que
persevere en el intento de resucitar a los dos bandos, esa vieja
herida cicatrizada a base de tanto dolor no se volverá a reabrir.
Pedro
Sánchez es un kamikaze de la política. De lo que ya no estoy
tan seguro es de que esté dispuesto a asumir las consecuencias
que eso conlleva: el loco que se juega la vida propia y ajenas
en alguna acción temeraria sabe precisamente eso, que le va la vida
en ello. En el caso de nuestro loco particular, dudo mucho de que
quiera inmolarse en su proceder suicida, puesto que los hechos nos
demuestran que pretende salir airoso de los peligros que él mismo
ocasiona. Por muchas derrotas electorales que jalonen su hoja de
servicios, está visto que no se da por aludido. Ahí
donde le ven, con su buen porte, su -aparentemente- buena educación
y su falsa modestia, este hombre va de derrota en derrota hasta
el desastre final. Pedro Sánchez está ciego de poder y hará todo
lo posible por conseguirlo, tal
y como está demostrando desde la convocatoria de las elecciones
del pasado 20
de diciembre, algo en lo que reincide desde el el 26 de
junio con
la contumacia y la desesperación que imprimen la mala
conciencia. Y
quienes contribuyen a alimentar sus estúpidas ensoñaciones son
tan cómplices como él del embrollo institucional en el que nos
encontramos, por mucho que le digan por lo bajini que deponga su
actitud de enrocamiento si luego en público dan alas a sus
infundadas ambiciones. Es propio de todo lunático tenerse
en más alta valía de lo que sus méritos atestiguan; de
aquellos que le rodean depende que le bajen del pedestal y le planten
los pies en el suelo. Aquel que antepone los intereses
partidistas a los estatales, aquel que menosprecia a los
representantes de un ideario político distinto al suyo, aquel que ve
como enemigos a quienes no son sus votantes, ésa persona no
está ni preparada ni capacitada para ser nombrado presidente del
gobierno. El otro día, durante una rueda de prensa vergonzante e impropia de un demócrata, solo
le faltó mencionar explícitamente a la CEDA de Gil Robles (Confederación
Española de Derechas Autónomas), al Frente Popular, a la FAI
(Federación Anarquista Ibérica) y a la CNT (Confederación Nacional
del Trabajo) para retrotraernos a un tiempo de tinieblas en el que se
ha instalado el líder del PSOE.
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