Cuentan las crónicas que en la fría y lluviosa mañana del 7 de
octubre de 1959 tuvo lugar en Malpartida de Cáceres la inauguración oficial de su colegio público. A aquella solemne ceremonia asistieron, además de las
autoridades locales -encabezadas por el alcalde, don Ladislado Díaz-,
ni más ni menos que el ministro de Educación, don Jesús Rubio y
García Mina, acompañado por el gobernador civil, don Licinio de la
Fuente, cuyo inusual nombre sirvió de pretexto para bautizar a las
nuevas instalaciones: no eran tiempos aquellos como para negarle ese honor al
Jefe Provincial del Movimiento en Cáceres. Por cierto, qué mejor ocasión que ésta para dar noticia de
su fallecimiento, acaecido en febrero del año pasado. El caso es que han pasado la friolera de 57
años... y allí sigue el colegio en cuestión, donde lo único que
ha cambiado desde entonces ha sido su denominación,
pasando a llamarse “CEIP Los Arcos” a partir de la década los
ochenta, siendo ya alcalde el recordado Antonio Jiménez. No hay que
realizar un ejercicio supremo de imaginación para suponer que un centro que data de tan lejana época haya sido objeto del previsible deterioro ocasionado por el paso del tiempo y que, como consecuencia de eso mismo, se haya podido construir uno nuevo. Aciertan ustedes
en cuanto a lo de las carencias y desperfectos que asolan al colegio
de marras y que no cesan de ser parcheados; no así en cuanto a la suposición de que a Malpartida le
cabe la dicha de contar entre los límites de su término municipal con un
moderno recinto en el que educar a nuestras generaciones futuras. Y
este, precisamente, es el asunto que colea últimamente.
La
reivindicación de un nuevo colegio público es algo que viene de antiguo, pero ha sido en los últimos
diez años cuando esta necesidad imperiosa ha resultado más patente y
se han redoblado los esfuerzos por conseguir el éxito de esta
iniciativa. Las deficiencias de todo tipo -principalmente las de
seguridad, accesibilidad, energética, fontanería, electricidad,
disgregación de edificios y escasez de espacios comunes- han obrado
el milagro de que, al menos a nivel local, tanto el PP como el PSOE mantuvieran una postura común ante la administración autonómica para remar juntos en la misma dirección, aprobándose incluso por el pleno del ayuntamiento la
cesión de un terreno de 12.000 metros cuadrados para facilitar la
tarea. La cosa pintaba bien cuando la Junta de Extremadura incluyó
esta
actuación dentro del Plan de
Infraestructuras Educativas 2007/2013 a cargo de los fondos FEDER
(Fondo Europeo de Desarrollo Regional) y, posteriormente, en el Plan
Operativo 2014/2020. Los malpartideños mantenían la ilusión de que
este proyecto largamente anhelado se llevara finalmente a cabo. Sin
embargo, con el cambio de gobierno regional operado en mayo de 2015, las
esperanzas se han desvanecido de golpe y porrazo, puesto que el
ejecutivo de Fernández Vara no tiene previsto incluir a Malpartida
de Cáceres en el nuevo plan de infraestructuras educativas. La
estocada final se ha producido con el rechazo de la enmienda parcial
presentada por el Partido Popular en la Asamblea de Extremadura a los
Presupuestos Generales de la Comunidad Autónoma, que preveía una
partida de 680.000 euros para iniciar las obras durante este año.
No se
puede caer en el error de politizar un tema de tanta trascendencia
social. Hay
que tratar de buscar soluciones para que la Junta de Extremadura se
replantee su decisión y no se muestre tan inflexible en sus
posiciones. Y aquí juegan un papel preponderante, aparte de la leal
e imprescindible colaboración entre los grupos políticos
municipales, los colectivos representados por la AMPA y los propios
docentes: se trata de una cuestión de justicia que requiere el
compromiso y la unidad de todos. Y es en este sentido en el que deben
encaminarse las iniciativas que partan desde la Plataforma
recientemente constituida. Es necesario que los malpartideños se
impliquen en este propósito tal y como han hecho para que Los
Barruecos obtuvieran el galardón de Mejor Rincón de España 2015,
poniendo de manifiesto que con ilusión, esfuerzo y conciencia
colectiva se pueden lograr metas aparentemente inalcanzables. Por lo
tanto, como antiguo alumno del CEIP “Los Arcos”, desde aquí
animo a instituciones locales, ciudadanía y colectivos para que se conjuren ante una empresa que nadie ha dicho que sea fácil, pero
que precisamente por su dificultad se saborearán con mayor deleite
los frutos del triunfo final; que
sus pancartas no dejen de ondear hasta que sus legítimas
exigencias se tornen en realidad. Los miles de alumnos que hemos pasado
por sus aulas y que hemos correteado por sus patios de recreo nos felicitaremos cuando veamos a “Los Arcos” en una ubicación más acorde
con lo que demanda una inmensa mayoría.
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