domingo, 13 de agosto de 2017

Sueños de un torero


   No hay nada mejor que un sábado en plena canícula agosteña, y con un puente a la vista, para que uno pueda pasear a sus anchas por los centros comerciales, sin los agobios típicos de un fin de semana ordinario, esos en los que no tenemos reparos en tomar al asalto las grandes superficies como si nos fuera la vida en ello, como si en lugar de ir a gastarnos el dinero nos fueran a regalar aquello que nos cuesta un ojo de la cara. El caso es que ayer por la mañana daba gloria bendita caminar por el Faro de Badajoz. Iba con aire distraído, fijando mi atención en los escaparates por si todavía quedaba algún chollo de última hora, sorprendido de no tropezarme cada dos por tres con los demás consumidores que tuvieron la misma ocurrencia de matar el tiempo dejándose media nómina en el Primark. Porque ésa es otra: no sé por qué me da a mí que la única tienda que funciona en condiciones en el Faro es el Primark. Entre éstos y los del Ikea andan marcándonos tendencias en la vestimenta y en la decoración del hogar. No hay más que salir a la calle y, por poco observador que seamos, no tardaremos en percatarnos de que parecemos clones, de que todos vamos pertrechados con los mismos pantalones, polos, camisas, camisetas, zapatillas y demás complementos. No me extraña que nos quedemos atónitos cuando nos cruzamos con alguien vestido con trapos que no nos suena haber visto en las estanterías del Primark, Zara, Spingfield o Pull & Bear; le entran a uno ganas hasta de pararle en mitad de la calle para darle nuestra más sincera enhorabuena y alabar su gusto. Y ya no les cuento si nos da por visitar la casa de algún amigo o familiar, donde no tendremos que esperar a llegar hasta la habitación de matrimonio para darnos cuenta de que las lámparas que cuelgan del techo o la mesa de la cocina los han adquirido en la firma sueca. En fin, es lo que tiene la globalización y el capitalismo salvaje. 



   Cuando se va a un centro comercial, normalmente se hace por dos motivos: el primero y más elemental, para dejarnos como mínimo un par de billetes de veinte euros en comprar productos que, la mayoría de las veces, no necesitamos; el segundo, y no menos frecuente, porque hayamos quedado con alguien. En mi caso, ayer se cumplieron a pies juntillas esos dos objetivos, con la salvedad de que mantuve la cartera intacta, más allá de un par de refrescos con que aliviarnos de la calor. Lo que de verdad me llevó al Faro fue reencontrarme con Pilar, una amiga de Monesterio a la que no veía desde diciembre pasado. Nos citamos en la famosa fuente, esa misma en la que te puedes topar con alguien de tu pueblo al que hace semanas que no ves y que, por esos caprichos del destino, también anda por allí al acecho de pescar algo en las rebajas. Pilar -tan alta y tan rubia, con ese deje sevillano que acentúan su gracia y su salero- iba acompañada de una de sus hermanas y del hijo de ésta última. En tiempos ya me había comentado que tenía un sobrino que traía a toda la familia por la calle de la amargura porque el muchacho quiere ser torero. Efectivamente, en cuanto le vi me di cuenta de sus hechuras: alto, de fina estampa, piel morena, mirada serena, ademanes sobrios y armoniosos, porte serio y con las cosas claras desde los nueve años, edad a la que, después de asistir a un festejo taurino con su padre, le reveló sus designios. Lo primero que hice al estrecharle la mano fue mostrar mis respetos por alguien que tiene la ilusión puesta en formarse para dedicarse a una profesión en la que la muerte puede aparecer en cualquier momento como invitada inesperada. Profesión que, por desgracia, no cuenta hoy en día con la comprensión de quienes están dispuestos a prohibir todo aquello que no sea de su agrado, no se sabe muy bien si por convicción personal o por otro tipo de razones más espurias.



El municipio pacense de Monesterio tiene que sentirse orgulloso de que uno de sus paisanos pasee su nombre por la geografía española. José Antonio Delgado Gómez, que así es como se llama el zagal, cuenta tan solo con diecisiete años. Hace uno que ingresó en la Escuela de Tauromaquia de Badajoz y el día de su alternativa como novillero, el 15 de mayo en Entrín Bajo, ya saboreó las mieles del triunfo saliendo a hombros por la puerta grande. Algo menos de dos meses después vuelve a repetir éxito en Cabeza la Vaca, en esta ocasión arropado por los espadas Manuel Díaz ‘El Cordobés’ y Manuel Jesús ‘El Cid’. Y es que José Antonio ‘Monesterio’ ya apunta maneras. Por lo poco que hablé con él, tiene metido entre ceja y ceja que quiere triunfar en el mundo de los toros y que es consciente de la dureza de su profesión y de los sacrificios que deberá afrontar hasta alcanzar la meta deseada. Él mejor que nadie sabe de las dificultades que va encontrarse por el camino, pero eso no es impedimento para que durante su aprendizaje disfrute y se ilusione con la pasión propia de un soñador con los pies en la tierra. A buen seguro que Luis Reina y Luis Reinoso  ‘El Cartujano’, sus maestros en la escuela de tauromaquia, sabrán sacarle el arte y la sabiduría que atesora para que, en un día no muy lejano, mientras espera en el callejón a que suenen clarines y timbales previos al paseíllo, pueda compartir cartel con sus admirados Perera y Manzanares. Espero que esa tarde de gloria, en el marco incomparable de una plaza abarrotada, el respetable no se canse de enarbolar pañuelos al aire al grito de “¡torero, torero!”. Desde aquí, solo me queda desearle que su esfuerzo y el sacrificio de sus padres den los frutos apetecidos; que mantenga la cabeza fría y evite las distracciones propias de su edad para que, más pronto que tarde, podamos verlo vestido de luces y dirigirnos a él con un... "¡suerte, maestro!". 

3 comentarios:

  1. Que bien te expresas Méndez y que razón tienes.Yo no soy aficionada a los toros pero reconozco que el chaval tiene mérito y sabe lo que quiere y lo conseguirá.Ole por José.

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  2. Que bien te expresas Méndez y que razón tienes.Yo no soy aficionada a los toros pero reconozco que el chaval tiene mérito y sabe lo que quiere y lo conseguirá.Ole por José.

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  3. Gracias, María. Esperemos que el muchacho tenga suerte y le den oportunidades. Clase y categoría no le faltan. Un saludo.

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