No
hay nada mejor que un sábado en plena canícula agosteña, y con un
puente a la vista, para que uno pueda pasear a sus anchas por los
centros comerciales, sin los agobios típicos de un fin de semana
ordinario, esos en los que no tenemos reparos en tomar al asalto las
grandes superficies como si nos fuera la vida en ello, como si en
lugar de ir a gastarnos el dinero nos fueran a regalar aquello que
nos cuesta un ojo de la cara. El caso es que ayer por la mañana daba
gloria bendita caminar por el Faro de Badajoz. Iba con aire
distraído, fijando mi atención en los escaparates por si todavía
quedaba algún chollo de última hora, sorprendido de no tropezarme
cada dos por tres con los demás consumidores que tuvieron la misma
ocurrencia de matar el tiempo dejándose media nómina en el Primark.
Porque ésa es otra: no sé por qué me da a mí que la única tienda
que funciona en condiciones en el Faro es el Primark. Entre éstos y
los del Ikea andan marcándonos tendencias en la vestimenta y en la
decoración del hogar. No hay más que salir a la calle y, por poco
observador que seamos, no tardaremos en percatarnos de que parecemos
clones, de que todos vamos pertrechados con los mismos pantalones,
polos, camisas, camisetas, zapatillas y demás complementos. No me
extraña que nos quedemos atónitos cuando nos cruzamos con alguien
vestido con trapos que no nos suena haber visto en las estanterías
del Primark, Zara, Spingfield o Pull & Bear; le entran a uno
ganas hasta de pararle en mitad de la calle para darle nuestra más
sincera enhorabuena y alabar su gusto. Y ya no les cuento si nos da
por visitar la casa de algún amigo o familiar, donde no tendremos
que esperar a llegar hasta la habitación de matrimonio para darnos
cuenta de que las lámparas que cuelgan del techo o la mesa de la
cocina los han adquirido en la firma sueca. En fin, es lo que tiene
la globalización y el capitalismo salvaje.
Cuando
se va a un centro comercial, normalmente se hace por dos motivos: el
primero y más elemental, para dejarnos como mínimo un par de
billetes de veinte euros en comprar productos que, la mayoría de las
veces, no necesitamos; el segundo, y no menos frecuente, porque
hayamos quedado con alguien. En mi caso, ayer se cumplieron a pies
juntillas esos dos objetivos, con la salvedad de que mantuve la
cartera intacta, más allá de un par de refrescos con que aliviarnos
de la calor. Lo que de verdad me llevó al Faro fue reencontrarme con
Pilar, una amiga de Monesterio a la que no veía desde diciembre
pasado. Nos citamos en la famosa fuente, esa misma en la que te
puedes topar con alguien de tu pueblo al que hace semanas que no ves
y que, por esos caprichos del destino, también anda por allí al
acecho de pescar algo en las rebajas. Pilar -tan alta y tan rubia,
con ese deje sevillano que acentúan su gracia y su salero- iba
acompañada de una de sus hermanas y del hijo de ésta última. En
tiempos ya me había comentado que tenía un sobrino que traía a
toda la familia por la calle de la amargura porque el muchacho quiere
ser torero. Efectivamente, en cuanto le vi me di cuenta de sus
hechuras: alto, de fina estampa, piel morena, mirada serena, ademanes
sobrios y armoniosos, porte serio y con las cosas claras desde los
nueve años, edad a la que, después de asistir a un festejo taurino
con su padre, le reveló sus designios. Lo primero que hice al
estrecharle la mano fue mostrar mis respetos por alguien que tiene la
ilusión puesta en formarse para dedicarse a una profesión en la que
la muerte puede aparecer en cualquier momento como invitada
inesperada. Profesión que, por desgracia, no cuenta hoy en día con
la comprensión de quienes están dispuestos a prohibir todo aquello
que no sea de su agrado, no se sabe muy bien si por convicción
personal o por otro tipo de razones más espurias.
El
municipio pacense de Monesterio tiene que sentirse orgulloso de que
uno de sus paisanos pasee su nombre por la geografía española. José
Antonio Delgado Gómez, que así es como se llama el zagal, cuenta
tan solo con diecisiete años. Hace uno que ingresó en la Escuela de
Tauromaquia de Badajoz y el día de su alternativa como novillero, el
15 de mayo en Entrín Bajo, ya saboreó las mieles del triunfo
saliendo a hombros por la puerta grande. Algo menos de dos meses
después vuelve a repetir éxito en Cabeza la Vaca, en esta ocasión
arropado por los espadas Manuel Díaz ‘El Cordobés’ y Manuel
Jesús ‘El Cid’. Y es que José Antonio ‘Monesterio’ ya
apunta maneras. Por lo poco que hablé con él, tiene metido entre
ceja y ceja que quiere triunfar en el mundo de los toros y que es
consciente de la dureza de su profesión y de los sacrificios que
deberá afrontar hasta alcanzar la meta deseada. Él mejor que nadie
sabe de las dificultades que va encontrarse por el camino, pero eso
no es impedimento para que durante su aprendizaje disfrute y se
ilusione con la pasión propia de un soñador con los pies en la
tierra. A buen seguro que Luis Reina y Luis Reinoso ‘El
Cartujano’, sus maestros en la escuela de tauromaquia, sabrán
sacarle el arte y la sabiduría que atesora para que, en un día no
muy lejano, mientras espera en el callejón a que suenen clarines y
timbales previos al paseíllo, pueda compartir cartel con sus
admirados Perera y Manzanares. Espero que esa tarde de gloria, en el
marco incomparable de una plaza abarrotada, el respetable no se canse
de enarbolar pañuelos al aire al grito de “¡torero, torero!”.
Desde aquí, solo me queda desearle que su esfuerzo y el sacrificio
de sus padres den los frutos apetecidos; que mantenga la cabeza fría
y evite las distracciones propias de su edad para que, más pronto
que tarde, podamos verlo vestido de luces y dirigirnos a él con
un... "¡suerte, maestro!".
Que bien te expresas Méndez y que razón tienes.Yo no soy aficionada a los toros pero reconozco que el chaval tiene mérito y sabe lo que quiere y lo conseguirá.Ole por José.
ResponderEliminarQue bien te expresas Méndez y que razón tienes.Yo no soy aficionada a los toros pero reconozco que el chaval tiene mérito y sabe lo que quiere y lo conseguirá.Ole por José.
ResponderEliminarGracias, María. Esperemos que el muchacho tenga suerte y le den oportunidades. Clase y categoría no le faltan. Un saludo.
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