jueves, 14 de junio de 2012

Rumores de una moción de censura.


   Decir a estas alturas que el gobierno de José Antonio Monago se sustenta gracias a los votos de los tres diputados de Izquierda Unida es puro pleonasmo. Todo gobierno en minoría se encuentra en situación de precario, puesto que siempre está pendiente de que aquellos que lo apoyan puedan retirarle su confianza en cualquier momento. Esto último es lo que parece barruntarse a tenor de los movimientos internos producidos en la formación liderada, hasta el momento, por Pedro Escobar. A muchos de sus compañeros les disgusta sobremanera que se le haga el juego a la derecha, confluyendo sus voluntades parlamentarias en más ocasiones de las que la mayoría de sus votantes, simpatizantes y militantes desearían. Eso, al menos, es lo que declaran desde el sector crítico liderado por Margarita González Jubete, concejala del ayuntamiento de Cáceres elegida por “aclamación popular” como futura alternativa al actual coordinador de la coalición de izquierdas; sistema de elección, por cierto, que no parece ser muy democrático. Sí lo es el hecho de que la tan criticada política abanderada por el estigmatizado Escobar es fruto de los acuerdos de las asambleas de simpatizantes de Izquierda Unida, que dieron como resultado que por nada del mundo deseaban que el PSOE volviera a gobernar en Extremadura, facilitando el acceso de Monago al poder. Aquélla decisión fue sorprendente e inexplicable para propios y extraños, pero no se le puede achacar déficit de legitimidad: gustara más o menos, y a pesar de las presiones de Cayo Lara y su séquito, al final se impuso el sentido común de las bases.

   Ha pasado algo más de un año desde que el Partido Popular ganara las elecciones. Para muchos es demasiado tiempo como para que la derecha siga disfrutando de las mieles del éxito. Parece ser que el señor Fernández Vara, resguardado del chaparrón en un incómodo escaño al que no se terminar de acostumbrar, ha dicho basta. El estratega oliventino ha sacado el bisturí para diseñar una maniobra que le devuelva a la primera línea de la política extremeña, y qué mejor opción que soliviantar los ánimos en el seno de la propia Izquierda Unida, ya de por sí caldeados sin necesidad de injerencias ajena. Por lo visto, las soluciones a los problemas de la región se deben detectar con mayor clarividencia desde la oposición, pues no se explica de otro modo que el apóstol socialista se pase el día predicando a diestro y siniestro el catálogo de medidas con las que Extremadura sufriría en menor medida la embestida de la crisis. Como San Pablo, don Guillermo se ha caído del caballo y ha visto la luz, ese mismo haz que no le acompañó durante su mandato y que tan beneficioso habría sido para el conjunto de la ciudadanía. De todos modos, esta conversión no parece muy creíble puesto que está guiada por el interés y no por el afán de servicio público. Pero siempre hay acólitos dispuestos a participar en la trama. Para rematar su jugada se servirá, una vez más, de sus discípulos de Izquierda Unida, a los que no para de sermonear con la finalidad de voltear la situación y que las cosas vuelvan a su sitio original, es decir, a aquél que nos ha conducido a ser la cola de España en cualquiera de los indicadores económicos que analicemos.

   Todo está dispuesto para que, en el XII Congreso que celebrará IU en otoño de este año, Pedro Escobar sea despedido sin aplausos y por la puerta de atrás. Ni siquiera le agradecerán los servicios prestados. Y así, la que se perfila como nueva coordinadora regional, González Jubete, se prestará a servir de marioneta para desalojar del gobierno a Monago en una moción de censura que los mentideros políticos fechan para finales de año. Con lo cual se reeditará la situación producida recientemente en Andalucía, donde José Antonio Griñán sigue al frente del gobierno autonómico gracias a sus socios de Izquierda Unida, consiguiendo Diego Balderas que su gente ocupe las consejerías más importantes. Eso, a lo mejor, es lo que pretende la coalición izquierdista en Extremadura: obtener cargos a cambio de prestar su voto en esa hipotética sesión en la que se pondrá a prueba la fortaleza del ejecutivo. Y es ahora cuando quiero acordarme de aquellas palabras de Fernández Vara en las que, contrariado por el resultado de las elecciones de mayo de 2011, y ante los primeros rumores de una inminente moción de censura, sentó cátedra cuando declaró con toda solemnidad -cabreado diría yo- que el PSOE no se prestaría al juego de hacer caer a Monago, y mucho menos de la mano de los traidores de Izquierda Unida. Pues nada, señor Vara, demuestra usted pocos escrúpulos al desdecirse en tan corto espacio de tiempo. Desconozco qué es lo que pretenderá mejorar con respecto al tiempo que presidió la Junta de Extremadura, pero mucho me temo que no lo hará mejor que entonces. Su grupo parlamentario tiene todo el derecho a plantear una moción de censura, puesto que se trata de un mecanismo legal para la exigencia de responsabilidades políticas. Lo malo de todo esto es que huele demasiado a ambición personal y, como dijo Oscar Wilde, la ambición es el último refugio del fracaso. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario