En junio de 1971 el
diario The New York Times revelaba los “Papeles del Pentágono”,
una serie de documentos sobre la guerra del Vietnam que ponían de
manifiesto las mentiras vertidas a la opinión pública
norteamericana por parte de las Administraciones Kennedy y Johnson
sobre la necesidad y evolución del conflicto que más ha marcado a
la historia de la primera potencia mundial. Un año después, el
Washington Post iniciaba las investigaciones relacionadas con el caso
Watergate, que terminarían con la dimisión del presidente Richard
Milhous Nixon en agosto de 1974, convirtiéndose en el primer
presidente de los Estados Unidos obligado a abandonar su cargo. Estos
son, quizás, los casos más emblemáticos en que la prensa ha puesto
contra las cuerdas al todopoderoso gobierno de los Estados Unidos.
Pues bien, en España el diario El País -otrora símbolo, junto al
desaparecido Diario 16, de la naciente democracia que se iniciaba con
el proceso de la Transición- ha tratado de emular a esos dos
gigantes del periodismo publicando los llamados “Papeles de
Bárcenas”, sobre la supuesta trama de financiación ilegal del
Partido Popular así como a la posible existencia de una contabilidad
en negro de las cuentas del partido que sustenta al gobierno de
Mariano Rajoy, y que incluirían pagos de sobresueldos a parte de la
cúpula del partido. El buque insignia del grupo PRISA ha lanzado una
descarga a la línea de flotación del ejecutivo sin medir las
consecuencias de los daños colaterales. Una de dos: o ganan el
premio Pulitzer o se hunden en el desprestigio más absoluto.
Llevamos semanas en
que el relamido Luis Bárcenas, antiguo gerente y tesorero del
Partido Popular, visita nuestros hogares a la hora del telediario con
más asiduidad de la que sería deseable en un Estado que dice
denominarse “social y democrático de Derecho”. Este caso supone
una muesca más para que la sociedad española afiance la certeza de
que sus dirigentes políticos no son los más cautos a la hora de
administrar el dinero ajeno. Es injusto generalizar y afirmar que
todos los políticos son unos chorizos y unos mangantes, pero lo que
sí supone un hecho indubitado es que se está extendiendo por la
ciudadanía la sospechosa sensación de que hay unos pocos que se
creen tan listos como para llenarse los bolsillos prevaliéndose del
cargo que ocupan. Un político, como la mujer del César, no sólo ha
de ser honrado sino que también tiene la obligación de parecerlo.
Creíamos que esta lección ya la habían aprendido nuestros
representantes públicos desde los tiempos de Felipe González,
porque es que parece que ya no nos acordamos de lo sucedido en los
últimos años de gobierno del felipismo. Y, pese a quien le pese,
tuvo que ser José María Aznar el que pusiera coto al estado de
corrupción generalizada que heredó de los últimos años de
gobierno del compañero Isidoro, el mismo que gastaba chaquetas de
pana cuando accedió a la presidencia del Ejecutivo y que la abandonó
catorce años después con un fondo de armario bien distinto: por el
camino se habían quedado rezagados los principios y valores que
enarbolaron para engatusar a millones de españoles que les dieron su
apoyo durante tantas convocatorias electorales y que se lo retiraron
con rapidez al ser conscientes de que estaban siendo dirigidos por
unos embaucadores. Por eso, me extrañaría mucho que el partido
político que combatió con tanto ahínco esa lacra del sistema haya
tropezado en la misma piedra en que lo hicieran los infaustos
gobiernos de González. Por si alguien no lo recuerda, ahí va una
muestra:
- Caso de los Fondos Reservados: desvío de partidas destinadas a la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico por valor de 5 millones de euros entre los años 1987 y 1993 para uso privado, enriquecimiento peronal y pago de sobresueldos y gratificaciones a altos funcionarios del Ministerio del Interior.
- Caso Filesa: financiación ilegal del PSOE a través de las empresas Filesa, Malesa y Time-Export, que entre 1988 y 1990 cobraron importantes cantidades de dinero en concepto de estudios de asesoramiento para destacados bancos y empresas de primera línea que nunca llegaron a realizarse.
- Caso Juan Guerra, hermano del vicepresidente Alfonso Guerra, condenado por delitos de cohecho, fraude fiscal, tráfico de influencias, prevaricación, malversación de fondos y usurpación de funciones.
- Caso Ibercorp, especulación bursátil con valores bancarios por parte de Mariano Rubio, entonces gobernador del Banco de España, ese señor que firmaba los billetes.
- Caso Salanueva, ex directora del Boletín Oficial del Estado condenada por malversación de fondos al adquirir papel prensa por un valor de 2.395 millones de pesetas, precio muy superior al del mercado, causando un perjuicio al BOE y a Hacienda de cerca de 1.000 millones de pesetas.
- Caso Expo´92, cohecho, prevaricación y un agujero de más de 210 millones de euros. Fue archivada por el juez Garzón tras siete años de instrucción.
- Caso Roldán, director General de la Guardia Civil entre 1986 y 1993, enriquecido ilícitamente con el robo de 400 millones de pesetas de fondos reservados y 1.800 millones más en comisiones de obras del Instituto Armado.
- Caso Palomino, cuñado de Felipe González, ganó 346 millones de pesetas gracias a la venta de su empesa, en quiebra técnica a CAE (luego comprada por Dragados), cuya cartera de obras para el Ministerio de Obras Públicas (MOPU) se multiplicó.
- Caso Alberó, ministro de Agricultura, Pesca y alimentación entre julio de 1993 y mayo de 1994, que poseía una cuenta en Ibercorp con 21 millones de pesetas en dinero negro.
Quiero con ello decir
que no acepto las clases de ética y de honradez política que
destilan Rubalcaba y sus acólitos. Mire usted, don Alfredo, que con
el currículum de su partido salga ahora a la palestra a exigir la
dimisión de Rajoy es como para hacérselo mirar. Usted carece de
legitimidad moral para reclamar dimisión alguna. Lo que sí podrá
hacer es pedirle al señor Rajoy que dé todas las explicaciones
necesarias, pero no tenga la cara dura de actuar como si usted no
hubiera roto nunca un plato. No se rasgue tanto las vestiduras por
los 22 millones de euros del amigo Bárcenas porque, sin ir más
lejos y sin quitarle la gravedad que el asunto requiere, ustedes, los
intachables socialistas que dicen luchar por el bienestar y el
progreso de la clases desfavorecidas, son protagonistas de un fraude
de casi 1.000 millones de euros en su feudo andaluz. No se tome como
una verdad incuestionable aquello que publica su diario de referencia , tenga al
menos el recato y la decencia de esperar a que la Policía, la
Fiscalía o quien corresponda autentifiquen la veracidad de los
documentos en los que basa su petición de dimisión del presidente
del Gobierno. Disimule un poco más sus ansias de poder, porque en
este asunto se ha tirado a la piscina sin quitarse la ropa y sin
comprobar si hay el agua suficiente que amortigüe el tripe salto
mortal con tirabuzón de espaldas que ha protagonizado. Haga una
oposición constructiva y no escatime esfuerzos para aunar voluntades
que tiendan a la recomposición de unas siglas históricas a las que
usted representa como Secretario General, tan hechas jirones que no
se sabe muy bien si se trata de un partido de ámbito nacional o, por
el contrario, de una serie de grupúsculos escindidos de Ferraz que
defienden una cosa y la contraria dependiendo del territorio en el
que se asientan. Actúe de brújula para sus compañeros del País
Vasco y, sobre todo, de Cataluña para poner fin a esa impresión de
desconcierto que sienten sus votantes y no dedique tantos esfuerzos
en deslegitimar al gobierno y a jalear a sus bases para que ocupen
las sedes del PP cada vez que surge una cuestión que no resulta de
su agrado. Lo tengo por un tipo inteligente, pero últimamente deja usted mucho que desear.
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