Este pasado domingo se han celebrado
elecciones autonómicas y municipales con el resultado principal, en
términos generales, del imprevisto fiasco del PP, las inesperadas debacles de IU y de UPyD, la sorprendente recuperación
del PSOE y la confirmada irrupción de los llamados partidos emergentes. En
términos absolutos, en cuanto a Extremadura se refiere, el PSOE se
ha impuesto tanto en la Asamblea como en los ayuntamientos.
Fernández Vara volverá a ocupar la presidencia de la Junta gracias
a sus treinta diputados y a la decisión de Monago de permitir -con
su abstención- que gobierne la lista más votada. En clave
municipal, el PSOE extremeño ha obtenido casi 34.000
votos más que sus inmediatos perseguidores, con un total de 1.642 concejales frente a los
1.295 conseguidos por el Partido Popular, recuperando para su
formación las añoradas alcaldías de Mérida y Don Benito. Tras el
lento y desesperante escrutinio de votos de la jornada electoral,
tanto Monago como Vara hicieron acto de presencia ante los medios de
comunicación para ofrecernos su visión de los resultados.
El futuro presidente mostró un talante dialogante, reconociendo
haber aprendido de la derrota de hace cuatro años, mientras
que al presidente cesante no le cupo más remedio que felicitar a su
oponente y reconocer su fracaso
sin paliativos. Vara nos dedicó su lado más humilde -la misma humildad que le faltó en mayo de 2011-, incluso caballeroso y señorial,
celebrando la victoria de forma serena y comedida, mientras que
Monago aparecía con una cara de perplejidad en la que asomaba su mirada perdida y
desencajada por lo inesperado del golpe recibido. Mientras
que en la sede del PSOE sus representantes levitaban en un ambiente
henchido de regocijo, en la del PP las caras largas reflejaban la lógica decepción que debe seguir a todo revés
electoral.

Por
otro lado, no quisiera dejar de dedicar algunas palabras a Izquierda
Unida, formación política que con su criticada abstención de hace
cuatro años permitió que Monago saboreara las mieles del triunfo y
a la que sus votantes han castigado con dureza. A
Pedro Escobar lo han lapidado con inusitada saña desde su propio
partido, siendo la mano de Víctor Casco la que más
se ha significado en este injusto linchamiento. La acometida que este
nuevo Judas Iscariote ha dedicado a la labor
realizada por Pedro Escobar durante la legislatura que ahora concluye
encierra una iniquidad propia de quien dedica más tiempo al cuidado
de su poblada barba que al cultivo de sus principios éticos y
morales, si acaso los tuviera. Es cierto que parte de la militancia
de IU ha podido sentirse traicionada por Escobar, pero lo que resulta
evidente a la vista de los resultados cosechados en toda España, es
que sus postulados ideológicos deben renovarse so pena de estar abocados al más absoluto de los ostracismos. La inmensa mayoría
de los integrantes de esta formación siguen anclados en un lenguaje
guerracivilista que los está conduciendo inexorablemente a la
desaparición del horizonte político que se avecina en estos nuevos tiempos. De ellos depende que su
histórica lucha por los derechos de la población más desfavorecida de este país se mantenga viva o pase al baúl de los recuerdos.
Aquellos que gustan de poner etiquetas a todo lo que se menea no dudan en afirmar con rotundidad que ha comenzado la segunda Transición -¿hacia dónde, me pregunto yo?-, que se abre una nueva forma de hacer política en la que el diálogo se impondrá al juego de las mayorías que ha venido imperando hasta ahora. Los hay incluso que dan por fenecido al bipartidismo en un desiderátum que aún no alcanza categoría de realidad. Quizás sea demasiado pronto para extraer conclusiones precipitadas, pero sí parece claro que desde el domingo se ha originado un punto de inflexión que aún no sabemos hacia dónde nos conducirá. Tendremos que esperar a las elecciones generales de finales de este año para comprobar si esta tendencia de cambio y regeneración se mantienen o si, por contra, se queda todo en un mero espejismo. Lo que es seguro es que Extremadura volverá a contar con Fernández Vara como presidente de la Comunidad Autónoma. Le deseo toda la suerte del mundo en la gestión de los intereses públicos, porque su fortuna será la nuestra. Por lo que a mí respecta, en aras a comprobar si está dispuesto a respetar su programa electoral -a cuyo cumplimiento se comprometió bajo rúbrica notarial-, desde aquí me permito recordarle lo de la jornada laboral de 35 horas para los funcionarios, no vaya a ser que entre tanto ruido empiece a olvidarse de lo prometido.
