martes, 26 de mayo de 2015

Resaca electoral.


   Este pasado domingo se han celebrado elecciones autonómicas y municipales con el resultado principal, en términos generales, del imprevisto fiasco del PP, las inesperadas debacles de IU y de UPyD, la sorprendente recuperación del PSOE y la confirmada irrupción de los llamados partidos emergentes. En términos absolutos, en cuanto a Extremadura se refiere, el PSOE se ha impuesto tanto en la Asamblea como en los ayuntamientos. Fernández Vara volverá a ocupar la presidencia de la Junta gracias a sus treinta diputados y a la decisión de Monago de permitir -con su abstención- que gobierne la lista más votada. En clave municipal, el PSOE extremeño ha obtenido casi 34.000 votos más que sus inmediatos perseguidores, con un total de 1.642 concejales frente a los 1.295 conseguidos por el Partido Popular, recuperando para su formación las añoradas alcaldías de Mérida y Don Benito. Tras el lento y desesperante escrutinio de votos de la jornada electoral, tanto Monago como Vara hicieron acto de presencia ante los medios de comunicación para ofrecernos su visión de los resultados. El futuro presidente mostró un talante dialogante, reconociendo haber aprendido de la derrota de hace cuatro años, mientras que al presidente cesante no le cupo más remedio que felicitar a su oponente y reconocer su fracaso sin paliativos. Vara nos dedicó su lado más humilde -la misma humildad que le faltó en mayo de 2011-, incluso caballeroso y señorial, celebrando la victoria de forma serena y comedida, mientras que Monago aparecía con una cara de perplejidad en la que asomaba su mirada perdida y desencajada por lo inesperado del golpe recibido. Mientras que en la sede del PSOE sus representantes levitaban en un ambiente henchido de regocijo, en la del PP las caras largas reflejaban la lógica decepción que debe seguir a todo revés electoral.

   Una sola legislatura es lo que ha durado el experimento de Monago. Nunca antes un gobierno de centro-derecha había podido hacer frente a la engrasada y anquilosada maquinaria socialista que, contra todo pronóstico, se gripó hace cuatro años, permitiendo que los representantes del PP coparan las instituciones autonómicas. Este paréntesis del gobierno de Monago ha sido lo suficientemente efímero como para que a muchos este camino les haya resultado demasiado corto, aunque a otros seguro que se les ha hecho interminable. A toro pasado, parece claro que Monago no ha sabido gestionar la confianza que en él depositaron los extremeños para tratar de practicar una política distinta a la que venían aplicando los gobiernos socialistas de Rodríguez Ibarra y Fernández Vara. No basta para justificar la derrota la circunstancia de que el país atraviese por una crisis económica de relumbrón y que el gobierno de la nación -del mismo color que el regional- haya tomado medidas impopulares, aunque necesarias. No. Detrás de esta derrota aflora algo más que el profundo descontento por las medidas de ajuste dictadas por Europa y ejecutadas desde Madrid. Quizás haya que fijarse más en los pequeños detalles para explicar el retorno del PP a la bancada de la oposición: ciertos vídeos que han sido el hazmerreír de los españoles y el sonrojo para muchos extremeños, así como determinados actos de campaña -como el de esos diputados subidos en ridículas poses sobre unas bicicletas de spinning- seguro que no han contribuido en absoluto a fijar el mensaje más apropiado para afianzar la imagen de un gobierno serio alejado del márketing y del populismo. Monago presumía de barón rojo y de verso suelto, en lo que equivalía a un remedo de las lídes ejercidas en su día por Rodríguez Ibarra. El todavía presidente de la Junta de Extremadura se ha pasado de ocurrente y por eso, entre otros factores, al PSOE le ha bastado con aprovecharse de los errores ajenos para engordar el zurrón de los votos. No sé si tendrán que pasar otras cuatro o cinco legislaturas para que un gobierno liberal-conservador -tal y como lo ha definido Esperanza Aguirre- vuelva a ganar unas elecciones en nuestra Comunidad Autónoma. Lo que sí está claro es que esta vez, desconozco si por falta de previsión o por novatos, el Partido Popular ha malogrado una magnífica ocasión para asentar las bases sobre las que los ideales democristianos cuenten, cada cierto tiempo, con la confianza ciudadana para servir de alternativa a los gobiernos socialistas sin necesidad de que tengamos que esperar a un milagro para que eso se produzca.
  
  Por otro lado, no quisiera dejar de dedicar algunas palabras a Izquierda Unida, formación política que con su criticada abstención de hace cuatro años permitió que Monago saboreara las mieles del triunfo y a la que sus votantes han castigado con  dureza. A Pedro Escobar lo han lapidado con inusitada saña desde su propio partido, siendo la mano de Víctor Casco la que más se ha significado en este injusto linchamiento. La acometida que este nuevo Judas Iscariote ha dedicado a la labor realizada por Pedro Escobar durante la legislatura que ahora concluye encierra una iniquidad propia de quien dedica más tiempo al cuidado de su poblada barba que al cultivo de sus principios éticos y morales, si acaso los tuviera. Es cierto que parte de la militancia de IU ha podido sentirse traicionada por Escobar, pero lo que resulta evidente a la vista de los resultados cosechados en toda España, es que sus postulados ideológicos deben renovarse so pena de estar abocados al más absoluto de los ostracismos. La inmensa mayoría de los integrantes de esta formación siguen anclados en un lenguaje guerracivilista que los está conduciendo inexorablemente a la desaparición del horizonte político que se avecina en estos nuevos tiempos. De ellos depende que su histórica lucha por los derechos de la población más desfavorecida de este país se mantenga viva o pase al baúl de los recuerdos.

   Aquellos que gustan de poner etiquetas a todo lo que se menea no dudan en afirmar con rotundidad que ha comenzado la segunda Transición -¿hacia dónde, me pregunto yo?-, que se abre una nueva forma de hacer política en la que el diálogo se impondrá al juego de las mayorías que ha venido imperando hasta ahora. Los hay incluso que dan por fenecido al bipartidismo en un desiderátum que aún no alcanza categoría de realidad. Quizás sea demasiado pronto para extraer conclusiones precipitadas, pero sí parece claro que desde el domingo se ha originado un punto de inflexión que aún no sabemos hacia dónde nos conducirá. Tendremos que esperar a las elecciones generales de finales de este año para comprobar si esta tendencia de cambio y regeneración se mantienen o si, por contra, se queda todo en un mero espejismo. Lo que es seguro es que Extremadura volverá a contar con Fernández Vara como presidente de la Comunidad Autónoma. Le deseo toda la suerte del mundo en la gestión de los intereses públicos, porque su fortuna será la nuestra. Por lo que a mí respecta, en aras a comprobar si está dispuesto a respetar su programa electoral -a cuyo cumplimiento se comprometió bajo rúbrica notarial-, desde aquí me permito recordarle lo de la jornada laboral de 35 horas para los funcionarios, no vaya a ser que entre tanto ruido empiece a olvidarse de lo prometido.

2 comentarios:

  1. El azote pirata!27 de mayo de 2015, 9:52

    Entre los "abrazaabuelos", los "deportistas jijoperos" y la "izquierda radical" el panorama político extremeño presenta muchas dudas, sombras y tinieblas, esperemos que al menos Extremadura saque algo en claro, y no solo los de siempre...

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  2. Pirata, si sacamos en claro que la política llevada a cabo hasta ahora no es válida para resolver los retos del futuro, me doy con un canto en los dientes. El toque de atención por parte de la ciudadanía ha sido de tal calibre, que si los políticos no captan el mensaje... mal vamos. Un saludo.

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