Cualquiera
que durante la última semana haya seguido la actualidad informativa
a pies juntillas, se estará pensando muy seriamente lo de salir de
casa para ir a trabajar, llevar los niños al colegio, hacer running,
pasarse por la multitienda a por una baguette o
acercarse hasta el chino a comprar una funda para el móvil.
Y es que esto de la globalización tiene sus cosas buenas y sus cosas
malas. Entre las buenas, por decir algo, Netflix y HBO -con los de
Amazon ya ajustaré cuentas después de la última subida de
precios-; y entre las malas, claro está, ocupa un lugar destacado lo
que hasta hace unos días era conocido como coronavirus y que ha
mutado, por obra de los ímprobos expertos de la Organización
Mundial de la Salud (OMS), en COVID-19. Al parecer, desde que
apareciera el brote en la ciudad china de Whuan, sobrevuela en el
ambiente un bichito que le ha cogido gusto a eso de cruzar fronteras
sin pedir permiso y que trae de cabeza a la comunidad científica
internacional.
-
Oiga, todo lo malo viene de China. Hago memoria, y recuerdo que
aquello de la fiebre aviar también tuvo su origen en aquella
apartada región.
-
No exagere usted, hombre de Dios. No haga usted de Donald Trump. Los
chinos son nuestros amigos. Marco Polo trajo de allí cosas
extraordinarias, ¿no cree usted? Además, ¿qué sería de nosotros
sin AliExpress?
Dirá
alguno que esto es obra de Pedro Sánchez -más bien, de Iván
Redondo, que es quien habla dentro del presidente-, aunque sólo sea
para que nos olvidemos por un rato del Dalcygate, de Cataluña y de
las pretensiones de Pablo Iglesias de convertirse en espía de Su
Majestad Católica. Pero no se apuren: por muy retorcida que sea la
mente de este tándem que nos gobierna -que lo es-, estos dos sujetos
podrán hacer sus diabluras, pero nada que ver en lo tocante al
asunto que nos atañe. Que se sepa, ni Sánchez ni Iglesias tienen
influencias a ese nivel. Para disipar dudas, la tal OMS ha lanzado ya
su tranquilizadora alerta de que nos encontramos, con toda
probabilidad, ante una pandemia.
-
Pero, ¿en qué grado de probabilidad nos tenemos que situar?
-
Pues mire usted, igual de probable que lo de la alerta mundial por lo
de la gripe aviar. ¿Se acuerda usted, verdad? Recuerde que la tele
nos pintó un panorama terrorífico, animando a los pobres conejillos
de indias -o sea, a nosotros- a acudir prestos a los centros de salud
a que nos recetaran el antídoto salvífico.
-
¿Y cree usted que la cosa no fue para tanto?
-
A los hechos me remito. Por aquello no estiraron la pata ni medio
centenar de congéneres, que, en comparación con los finados que
provoca al año una simple gripe común, pues eso: peccata minuta.
-
Dicha así la cosa, es como para darle vueltas al caletre.
-
No le dé usted muchas, no vaya a ser que lo tachen de conspiranóico
o, peor aún, de facha, que esto último está muy en boga. Por menos
de nada lo hacen a uno militante de Falange.
Ante
esta nueva alerta sanitaria del COVID-19, los medios de comunicación,
siempre dispuestos a echar una mano, se afanan en transmitir el
acostumbrado mensaje de pánico, al tiempo que nos afean el gesto por
no hacer alarde de la fortaleza de espíritu que sería menester en
esta delicada coyuntura. Y es que, al parecer, la histeria colectiva
no le viene bien a estos momentos de zozobra e incertidumbre porque,
por lo visto, tenemos la dichosa manía de perder los nervios en
cuanto nos ponen encima de la mesa unos cuantos centenares de
fiambres. Así que, más que vacunas, lo que nos deberían
administrar sería sentido común a bocanadas. ¿Qué es eso de poner
el grito en el cielo a las primeras de cambio?
-Ya,
pero es que la cosa empieza a ponerse fea, ¿no le parece?
-
Pamplinas, mi buen amigo. Hágame caso y acuda usted la farmacia más
cercana a por una mascarilla, verá como con ese simple gesto no
correrá usted el menor riesgo.
-
Entonces, ¿exageran los buenos de Ana Blanco y Vicente Vallés
cuando poco menos que nos dan el minuto y resultado de esta crisis
venida de Asia?
-
Ya sabe usted que soy más de don Federico, y el de Orihuela del
Tremedal le está dedicando al asunto, si acaso, no más de cinco
minutos diarios… Más que nada porque no digan que en su programa
no se informa de las cosas. Así que, hágame caso: póngase usted a
ver los Simpsons y déjese de coronavirus. Su salud se lo agradecerá.
Esto no deja de ser una fake news de mal gusto.
-
¿Acaso insinúa usted la falta de objetividad de los medios?
-
Desde que se nos fue Tico Medina, todo es decadencia en el
periodismo. Ahora solo puede uno fiarse de Lorenzo Milá y de pocos
más.
Con
lo cual, señores míos, preparémonos para resistir con nuestras
mejores armas el bombardeo mediático al que nos van a someter por
todos los frentes. No caigamos en el alarmismo injustificado.
Permanezcamos expectantes ante los acontecimientos, pero sin
dramatismos. Tengamos en cuenta que en España, cada año, casi
800.000 personas padecen gripe común; de ellas, se ingresa a unas
50.000 y mueren alrededor de 15.000. A nivel mundial, la tasa de
mortandad se sitúa en unas 650.000 personas. Actualmente, según
datos de la OMS, hay confirmados unos 78.000 casos de coronavirus y
2.400 fallecidos. Cifras enormes y dramáticas, cierto es, pero ni
mucho menos apocalípticas. No le hagamos el juego a la industria
farmacéutica. Cuando alcancemos los números de la llamada gripe
española de 1918-1920, causante de más de 40 millones de
muertes, ya tendremos tiempo de llevarnos las manos a la cabeza. No
caigamos en la tentación de mirar con recelo a esas entrañables
excursiones de chinos -o de coreanos, o de taiwaneses o de lo que
quiera que sean- ni de acechar con mirada asesina al que, de repente,
sufre un acceso de tos y echa mano de clínex con la diligencia
propia de Billy el Niño para que el asunto no pase a mayores.
-
Entonces, supongo que las cosas por el III Milenio estarán
tranquilas, ¿no es así? Lo veo a usted con el aplomo suficiente
como para afrontar los rigores de la situación cuando vengan mal
dadas.
-
Pues mire usted, deseando que se produzca el primer caso para que nos
manden a todos a casita y nos tengan en cuarentena hasta que escampe
el temporal… Las cosas como son.
-
¿Ya han hecho acopio de mascarillas?
-
Figúrese usted que no tenemos ni para gomas, así que prepárese
para una catarata de bajas masivas. Espero que se haga cargo de la
situación. Es sabido que los funcionarios somos gente
imprescindible.
-
No tema, sobreviviremos.
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