La semana pasada, tras el
partido de liga que enfrentaba al Real Madrid contra el Granada,
saltaba la noticia interplanetaria que ensombrecía al resto de la
actualidad. No se trataba de cantar a los cuatro vientos las virtudes
de la máquina blanca y de sus estrellas, ni siquiera de alabar hasta
el paroxismo la calidad de Cristiano para golear a sus rivales. Algo
se barruntaba en el Bernabéu cuando el genio de Funchal no celebró
ninguno de los dos tantos que endosó a los de Javi García. Desde
ese momento saltaron todas las alarmas; los expertos en la materia se
pusieron manos a la obra para tratar de averiguar los detalles de lo
que se adivinaba que constituiría un auténtico terremoto
informativo. El misterio tardó poco tiempo en desvelarse puesto que
fue el propio Cristiano el encargado de despejar la incógnita en una
rueda de prensa a vuela micrófono: estaba triste. Ése fue el
pistoletazo de salida para que los periodistas le asaltaran con una
batería de sus acostumbradas y ridículas preguntas existenciales.
¡Para qué queremos
más! ¿Cómo? ¿Que Cristiano Ronaldo no es feliz? ¡Que paren las
máquinas, que el mundo deje de girar, que nadie se mueva! Ése
parece ser el “leitmotiv” por el que se mueven los engranajes del
periodismo deportivo -supremos vendedores de humo- desde hace una
semana. Y vaya semanita, oigan. Desde el dos de septiembre un
ejército de plumillas se dedica en cuerpo y alma a remover Roma con
Santiago para rastrear las pistas que les conduzcan a desvelar los
motivos que afligen al astro portugués. No hay otro asunto más
importante que requiera la atención sobre lo que, a todas luces, es
la noticia del siglo. No se escatiman medios humanos ni materiales
para resolver tan inexplicable misterio. El asunto, a decir verdad,
lo requiere. Ni primas de riesgo, ni rescates financieros, ni los
vaivenes de la Bolsa, ni las elecciones gallegas y vascas, ni la
visita de Merkel. No. Nada de eso merece los titulares ni el
espacio que le dedican con indiscutible criterio las teles, radios,
periódicos y páginas de internet al “affaire” Cristiano. Un
despliegue informativo de tamaña categoría sólo se puede poner en
marcha ante acontecimiento vitales como éste. Todo sea por mantener
informados a los sufridos aficionados que están perdiendo el sueño
por todo lo que rodea a su ídolo. Si hay que mandar enviados
especiales a Las Madeiras para rebuscar en las raíces del drama, así
se hará. Si se tiene que suspender la liga durante dos o tres
jornadas para que “el bicho” recobre la felicidad perdida, no se
hable más. Que Sara Carbonero le tiene que hacer una entrevista en
“prime time” para que su autoestima vuelva a relucir como antaño,
seguro que Iker no pone reparos. Que Messi tiene que bajar el pistón
durante un par de partidos para que el otro encuentre su sitio, pues
seguro que la pulga también pondrá de su parte. Y todo ello para
que a este pobre hombre no se le caiga el cielo encima.
¡Vaya espectáculo
bochornoso que están dando los medios de comunicación de este país!
¡Si sólo ha faltado que el Telediario abriera con este tema! Mucho
he escrito sobre el hecho de que tenemos los políticos que nos merecemos, y otro tanto de lo mismo cabría decir con respecto a los
medios de comunicación. Con la que está cayendo en España y
resulta que aquí lo noticiable es que un fulano que corre detrás de
un balón y que gana 22,5 millones de euros al año, entre ficha y conceptos publicitarios, dice que está
triste. Todo este runrún
mediático supone un insulto al sentido común. Qué pensará
un parado, un jubilado o un autónomo cuando escucha ese tipo de
lamentaciones por boca de uno de los jugadores de fútbol más
privilegiados del mundo. Creo que esto se nos está escapando de las
manos. No es normal que tamaña sandez ocupe más tiempo en los
informativos que, por poner un ejemplo, la reciente muerte de Neil
Amstrong: icono popular americano, el primer hombre en pisar la luna
y cuyo fallecimiento ha pasado sin pena ni gloria. Y sin embargo aquí
andamos alcahueteando de un señorito portugués que tiene por mayor
mérito pegarle a la pelota como los ángeles pero que, aparte de
eso, no se le conocen más virtudes. Sinceramente, creo que hemos
perdido el norte. Eso sí, y en este punto miro de reojo a Pedrerol y
sus secuaces, algunos se lo están llevando crudo con toda esta
polémica frívola e insustancial. Por lo visto, hay que mantener al
pueblo ocupado en estériles polémicas para entretener su mente y
alejarla de lo que verdaderamente nos debería preocupar. Pues nada: ¡que el circo continúe!
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