viernes, 14 de septiembre de 2012

Sexo, mentiras y whatsApp´s.


Este mes de septiembre está siendo benévolo para los bolsillos de las sabandijas que reptan por los platós de los magacines televisivos en busca de sangre fresca con la que saciar sus bajos instintos. Si no terminamos de salir de nuestro asombro por el tratamiento informativo que algunos medios de comunicación continúan ofreciendo del caso Bretón, el pozo de la inmundicia sigue ensanchándose -salvando todas las distancias habidas y por haber- a cuenta de Olvido Hormigos y su popular vídeo masturbatorio. Hasta hace una semana, esta señora (maestra de educación infantil, casada y con dos hijos) vivía en el anonimato mediático más absoluto, pudiendo pasear por las calles de su pueblo sin miedo a ser criticada más allá de por el simple hecho de ser concejala del PSOE; y ya se sabe que la cualidad de cargo público en un pueblo pequeño puede ser motivo para que los vecinos te señalen con el dedo y te dediquen los adjetivos más punzantes y variopintos. Pero con esos piropos ya se cuentan desde el momento en que uno decide presentarse en unas listas electorales. Lo que no había previsto Olvido era que su vida privada se expusiera a escarnio público por el pequeño desliz de grabarse con el móvil mientras ejercitaba ciertos ejercicios posturales acompañados de los más variados gemidos, melena rubia suelta y turgentes pechos al aire. En román paladino: que posaba de aquella guisa para, según sus declaraciones, darle una alegría a su marido... y resulta que nos la ha dado a todos los españoles.

El caso es que el vídeo casero ha circulado por el espacio cibernético con la misma rapidez con que la Belén Esteban pregona sus rupturas y reconciliaciones con el maromo ése con el que no consigue encontrar la felicidad. Pues bien, el revuelo que se ha levantado en Los Yébenes, como se podrán imaginar, ha sido morrocotudo. No hay munícipe que se haya sustraído a la atracción de una polémica que ha generado una ola de apoyos inverosímiles: hasta Esperanza Aguirre le envió un twitt para que desistiera de su intención inicial de dimitir. Entre la presidenta de la Comunidad de Madrid, compañeras de partido y demás admiradores han conseguido que no renunciara a su acta de concejal. Otros, como el académico Pérez Reverte, no han tenido reparos en calificarla, también vía twitter, como “tonta de concurso”. Con lo cual, con esa legión de seguidores y detractores a sus espaldas, mucho me temo que la dama se haya hecho acreedora a la consabida gira por los “Salvames” y demás bazofia barata con la que recaudar un buen puñado de euros que maquillen su maltrecha dignidad, o a salir en la portada del Interviú para regocijo de sus convecinos. Sería de agradecer que Olvido nos privara del lamentable espectáculo de verla en esas tertulias de vanidosos frustrados que caracteriza a la gran mayoría de sus neuróticos integrantes. La ocasión la pintan calva para que pueda redimirse, si es que tiene algo de lo que arrepentirse, optando por la sensatez y aparcando la codicia propia de otros personajes con menos escrúpulos. En su mano está escoger entre el camino de la salvación para expurgar sus pecados o, por el contrario, dejarse caer en las redes de la impudicia para reivindicar sus diez minutos de gloria.

   Aparte de estas reflexiones éticas, la cuestión que sigue sin aclararse es cómo el vídeo se ha difundido como la pólvora si, en teoría, sólo estaba alojado en el móvil de la señora Hormigos. Sin llegar a hacer un gran esfuerzo lógico-deductivo, esa duda nos conduce a plantear una hipótesis nada descabellada: que la grabación no tuviera como destinatario al desconsolado marido, sino a un tercero que se hubiera metido de rondón en todo este follón. Con lo cual, ya no sería sólo ella la única que estuviera en posesión de tan arcano tesoro, sino que habría un invitado inesperado. Algo así parece deducirse una vez que se ha sabido que en todo este meollo podría estar implicado un futbolista del CD Los Yébes, con quien Olvido mantendría una estrecha amistad. Y así, rizando el rizo, y suponiendo que el marido estuviera al tanto de tales rumores, podría darse la posibilidad de que, arrastrado por la pasión de los celos y creyéndose cornudo, las sospechas de infidelidad por parte de su esposa le habrían llevado a fisgar en su móvil para, acto seguido, encontrarse con todo el pastel. A esa conclusión habría que añadirle una premisa previa: que si en 10 ó 15 años de matrimonio nunca había sido obsequiado con esa clase de regalitos, es de cajón de madera de pino pensar que no era él el destinatario de sus tórridas imágenes. Ése, a mi entender, debe de haber sido el razonamiento que podría haber llevado a este buen hombre a cometer la imprudencia de filtrar la vida privadísima de su esposa en un arrebato de celos, haciendo recaer las culpas en el pobre portero de fútbol. Ahora bien, también cabe la posibilidad de que de ese mismo hilo conductor haya tirado la novia del venturoso portero, mosqueada también por las insistentes faltas de cariño de su cancerbero preferido. Así que, señoras y señores, esto podría llegar a convertirse en un drama de intriga y misterio al más puro estilo Agatha Christie en el que, al final, seguro que la culpa es del ama de llaves. Pero, ¿y si ha sido una puesta en escena pepetrada por los cornúpetas que, de común acuerdo y cansados de su papel de víctimas, han preferido encarnar el de verdugos? Insisto en que todo esto son divagaciones -factibles, eso sí- que los juzgados tendrán que ventilar. 

   

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