domingo, 8 de noviembre de 2015

El regreso de un aventurero

Y regresó. Sí, señores, vaya que si regresó. Y lo hizo para demostrarse a sí mismo que los sueños pueden cumplirse cuando uno se lo propone firmemente. Ha vuelto con el pellejo intacto y la mochila atestada de recuerdos imborrables que permanecerán para siempre grabados en su memoria. No todos los días sale uno a hacer las américas y regresa al cabo de los meses convertido en una persona distinta de la que partió, allá por el mes de febrero, a lomos de su inseparable “Ivoty” y con la única compañía de su no menos querido “Rufino”, ese muñeco de peluche que habrá sido depositario de multitud de confidencias en jornadas interminables en las que la ilusión, pero también el cansancio, invadían el espíritu de nuestro aventurero. Estoy convencido de que las enseñanzas de este viaje habrán sido de mayor calado y profundidad que las que haya podido recibir en cualquier aula de cualquier escuela, instituto o facultad universitaria, al igual que lo estoy de lo afortunado y privilegiado que debe sentirse Fabi por llevar a buen término lo que otros muchos posponemos a la menor oportunidad con cualquier vana excusa con tal de seguir acomodados en nuestra lánguida rutina diaria. Ese es el primer gesto de valentía que hay reconocerle: no acobardarse ante la dificultad del proyecto, no adelantarse a los miedos e inconvenientes que, evidentemente, iban a presentarse en el camino. Porque eso es, precisamente, lo que hacemos la mayoría: acojonarnos antes de tiempo, pensar en todo lo malo que nos puede suceder, siendo incapaces de focalizar nuestros esfuerzos en mantener una actitud positiva, optimista ante el desafío planteado. Y esa, también, es la primera lectura que tenemos que extraer de la gesta de Fabi: que debemos de confiar en nosotros mismos a la hora de enfrentarnos a los retos que nos propongamos, ser conscientes de que habrá obstáculos que afrontar pero no por ello debemos abandonar nuestros propósitos, menos aún si resulta que lo que perseguimos es un sueño que cumplir, por muy utópico que pueda parecernos. Como él mismo suele decir, los límites los ponemos nosotros y, en este sentido, hay algunos que somos auténticos expertos en cortarnos las alas de la ilusión por temores que, en realidad y la mayoría de las veces, son infundados.



 Si no me falla la memoria, creo que he hablado con Fabi en dos ocasiones desde que volvió de su “Ruta por América”. Cuando me narraba sus peripecias, emocionado, con la humildad y la modestia que le son propias -eso de cruzar fronteras no tiene que ser nada fácil, por mucho que él quiera restarle importancia-, yo pensaba en lo afortunado que me sentía por oír en primera persona las andanzas que le han tenido entretenido durante todos estos meses. Observando cómo le brillaban los ojos a medida que avanzaba en el relato, uno puede hacerse a la idea de que eso de pasar a la acción y volver de una pieza para poder contarlo tiene que ser, sencillamente, una auténtica pasada. Por eso, al mismo tiempo que lo escuchaba con atención, me recriminaba mi cobardía por carecer del arrojo necesario para dar rienda suelta a mis propias ilusiones. Pero, de igual modo, teniéndolo a él delante, relatándome con entusiasmo lo agradecido que se sentía por la ayuda desinteresada que le habían prestado gentes para él desconocidas que han terminado por convertirse en protagonistas inesperados, me decía a mí mismo que tenía ante mí el vivo ejemplo al que emular. Amigo Fabi, no sé si te haces cargo de la enormidad y la grandeza de lo que has conseguido y de la influencia que con tu viaje puedas tener en tu círculo de amigos, conocidos y familiares. Si tú te inspiraste en la película Into the Wilde para poner en marcha tu sueño, alcanzar tu “autobús mágico” particular y seguir los pasos de Alexander Supertramp hasta la inhóspita Alaska, no dejes de pensar que algunos de los que aún tenemos una cita pendiente con nuestros proyectos de futuro habremos de reconocer –si algún día llegamos a conquistarlos- que tú fuiste uno de nuestros catalizadores para emprenderlos y dejar atrás los miedos que nos encadenan. Es por eso que te animo más que nunca para que te pongas sin mayor demora a la tarea de escribir un libro en el que recojas el caudal de experiencias acumuladas. Soy consciente de que con esto se te presenta un nuevo reto, quizás más complicado de lograr que el éxito de la propia aventura que deberás consignar en papel, pero no por eso debes cejar en el empeño de dejar constancia de la que, hasta el momento, ha sido la epopeya de tu vida. Que te sirvan de estímulo y motivación las entrevistas y reportajes que te están haciendo los medios de comunicación desde que llegaste. Así que, haznos un favor y ponte manos a la obra. Ese será tu nuevo desafío, pero piensa que tienes una gran ventaja: solo tienes que escribir sobre algo que ya has vivido, sobre un objetivo cumplido al que tienes que darle mayor repercusión con la ingrata pero reconfortante tarea de recogerlo en una serie de cuartillas que te depararán más satisfacciones que quebraderos de cabeza. Por mi parte, recibe un saludo y gracias por recordarme que tengo cuentas pendientes con mi destino. Enhorabuena, no solo por el objetivo cumplido, sino, sobre todo, por haber tenido la gallardía de dar el primer paso para conseguirlo, que no es otro que la firme determinación de creer en lo que haces.

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