Y regresó. Sí, señores, vaya que si regresó. Y lo hizo para
demostrarse a sí mismo que los sueños pueden cumplirse cuando uno se lo propone
firmemente. Ha vuelto con el pellejo intacto y la mochila atestada de recuerdos
imborrables que permanecerán para siempre grabados en su memoria. No todos los
días sale uno a hacer las américas y regresa al cabo de los meses convertido en
una persona distinta de la que partió, allá por el mes de febrero, a lomos de
su inseparable “Ivoty” y con la única compañía de su no menos querido “Rufino”,
ese muñeco de peluche que habrá sido depositario de multitud de confidencias en
jornadas interminables en las que la ilusión, pero también el cansancio,
invadían el espíritu de nuestro aventurero. Estoy convencido de que las
enseñanzas de este viaje habrán sido de mayor calado y profundidad que las que
haya podido recibir en cualquier aula de cualquier escuela, instituto o
facultad universitaria, al igual que lo estoy de lo afortunado y privilegiado
que debe sentirse Fabi por llevar a buen término lo que otros muchos posponemos a la
menor oportunidad con cualquier vana excusa con tal de seguir acomodados en
nuestra lánguida rutina diaria. Ese es el primer gesto de valentía que hay
reconocerle: no acobardarse ante la dificultad del proyecto, no adelantarse a los
miedos e inconvenientes que, evidentemente, iban a presentarse en el camino.
Porque eso es, precisamente, lo que hacemos la mayoría: acojonarnos antes de
tiempo, pensar en todo lo malo que nos puede suceder, siendo incapaces de
focalizar nuestros esfuerzos en mantener una actitud positiva, optimista ante
el desafío planteado. Y esa, también, es la primera lectura que tenemos que
extraer de la gesta de Fabi: que debemos de confiar en nosotros mismos a la
hora de enfrentarnos a los retos que nos propongamos, ser conscientes de que habrá
obstáculos que afrontar pero no por ello debemos abandonar nuestros propósitos,
menos aún si resulta que lo que perseguimos es un sueño que cumplir, por muy
utópico que pueda parecernos. Como él mismo suele decir, los límites los ponemos
nosotros y, en este sentido, hay algunos que somos auténticos expertos en
cortarnos las alas de la ilusión por temores que, en realidad y la mayoría de
las veces, son infundados.
Si no me falla la memoria,
creo que he hablado con Fabi en dos ocasiones desde que volvió de su “Ruta por
América”. Cuando me narraba sus peripecias, emocionado, con la humildad y la
modestia que le son propias -eso de cruzar fronteras no tiene que ser nada
fácil, por mucho que él quiera restarle importancia-, yo pensaba en lo
afortunado que me sentía por oír en primera persona las andanzas que le han
tenido entretenido durante todos estos meses. Observando cómo le brillaban los
ojos a medida que avanzaba en el relato, uno puede hacerse a la idea de que eso
de pasar a la acción y volver de una pieza para poder contarlo tiene que ser,
sencillamente, una auténtica pasada. Por eso, al mismo tiempo que lo escuchaba
con atención, me recriminaba mi cobardía por carecer del arrojo necesario para
dar rienda suelta a mis propias ilusiones. Pero, de igual modo, teniéndolo a él
delante, relatándome con entusiasmo lo agradecido que se sentía por la ayuda
desinteresada que le habían prestado gentes para él desconocidas que han
terminado por convertirse en protagonistas inesperados, me decía a mí mismo que
tenía ante mí el vivo ejemplo al que emular. Amigo Fabi, no sé si te haces
cargo de la enormidad y la grandeza de lo que has conseguido y de la influencia
que con tu viaje puedas tener en tu círculo de amigos, conocidos y familiares.
Si tú te inspiraste en la película Into the Wilde para poner en
marcha tu sueño, alcanzar tu “autobús mágico” particular y seguir los pasos de
Alexander Supertramp hasta la inhóspita Alaska, no dejes de pensar que
algunos de los que aún tenemos una cita pendiente con nuestros proyectos de
futuro habremos de reconocer –si algún día llegamos a conquistarlos- que tú
fuiste uno de nuestros catalizadores para emprenderlos y dejar atrás los miedos
que nos encadenan. Es por eso que te animo más que nunca para que te pongas sin
mayor demora a la tarea de escribir un libro en el que recojas el caudal de
experiencias acumuladas. Soy consciente de que con esto se te presenta un nuevo
reto, quizás más complicado de lograr que el éxito de la propia aventura que
deberás consignar en papel, pero no por eso debes cejar en el empeño de dejar
constancia de la que, hasta el momento, ha sido la epopeya de tu vida. Que te
sirvan de estímulo y motivación las entrevistas y reportajes que te están
haciendo los medios de comunicación desde que llegaste. Así que, haznos un
favor y ponte manos a la obra. Ese será tu nuevo desafío, pero piensa que tienes
una gran ventaja: solo tienes que escribir sobre algo que ya
has vivido, sobre un objetivo cumplido al que tienes que darle mayor
repercusión con la ingrata pero reconfortante tarea de recogerlo en una serie
de cuartillas que te depararán más satisfacciones que quebraderos de cabeza.
Por mi parte, recibe un saludo y gracias por recordarme que tengo cuentas
pendientes con mi destino. Enhorabuena, no solo por el objetivo cumplido, sino,
sobre todo, por haber tenido la gallardía de dar el primer paso para conseguirlo,
que no es otro que la firme determinación de creer en lo que haces.
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