jueves, 29 de octubre de 2015

Huele a podrido en Cataluña

 

Hace ya diez años que un Pasqual Maragall en horas bajas, quien fuera presidente de la Generalitat por obra y gracia de un infumable tripartido gestado en el Pacto del Tinell, cogió el micrófono en el Parlament para espetarle a Artur Mas y los suyos aquello del problema del 3%. Nunca antes un problema ha dado tanto de qué hablar. Un silencio atronador se apoderó durante unos instantes en los que sus señorías se miraban, estupefactos, los unos a los otros sin terminar de creerse que aquello estuviese sucediendo. El espectáculo fue dantesco, por cuanto nunca antes se hizo gala de un cinismo de tal calibre. Los que asistieron a tan histórica y reveladora sesión no sabían si echarse a llorar o, muy por el contrario, hacer cola ante el escaño de Maragall para confesarle “machote, olé tus cojones. Gracias por inmolarte y salvar el chiringuito para el resto de los que estamos por aquí con más vergüenza que dignidad. Te doy mi enhorabuena... y mi pésame. Eres un valiente, Pascualín. Te pido perdón por ser un cobarde miserable, pero tengo que comer y seguir pagando la hipoteca y los estudios de mis vástagos, que bien sabes tú lo que chupan los bancos y la prole. Pues nada, que nos vemos por los pasillos”. A continuación, Artur Mas, con toda la cara dura de cemento armado que le caracteriza, le replicó con voz pausada y amenazante -al estilo de los Soprano- que había perdido los papeles y que, por el bien de Cataluña, le instaba a retirar esas injustas palabras que tanto daño le harían al futuro país por el que ambos luchaban con tanto sacrificio personal. Y, efectivamente, el señor Maragall las retiró como si tal cosa, creyendo que con ese paso atrás se salvaban los muebles como si nada hubiera pasado, al estilo Men in black, que un poquito de amnesia colectiva viene bien de vez en cuando. Aquí paz y después gloria.

De aquellos polvos vienen estos lodos. Maragall levantó la liebre sobre la corrupción instalada en la cúpula de CiU desde que el Molt Honorable sentara sus posaderas en la Generalitat entre 1980 y 2003. Las alfombras oficiales tapaban tanta podredumbre institucional que llegó el momento en que un osado Maragall entendió como inevitable -no se sabe bien por qué- hacer público lo que todos sabían y también todos ocultaban con un pacto de silencio que a todos favorecía, de ahí que haya más culpables de los que de momento han salido a la palestra, entre ellos un tal Duran i Lleida que pretende salirse de rositas. Después de eso es cuando se han aireado los turbios y presuntamente delictivos negocios de los Pujol, en el que por unos motivos o por otros están imputados desde Jordi sénior hasta el benjamín de sus hijos, pasando por su señora esposa, la señora Ferrusola. ¿Y cuál creen ustedes que ha sido la defensa esgrimida por el clan y sus fieles servidores? Faltaría más: pues que todo es un ataque a Cataluña y a sus dirigentes por parte de un Estado opresor como el español que subyuga la voluntad de la mayoría del pueblo catalán. Y a partir de ahí se ha acelerado el proceso de deriva independentista pilotado por Mas y sus secuaces, envolviéndose en la bandera del nacionalismo para tapar las vergüenzas de una maquinaria en la que andan implicados un buen puñado de prebostes que buscan su impunidad con la ansiada y a la vez imposible declaración del Estat Catalá. Por mucho que se convoquen seudo referéndums y elecciones plebiscitarias sólo imaginadas por personajillos ebrios de un absurdo heroísmo, llegados a este punto de locura por parte de quienes se atribuyen la representación de una inexistente mayoría soberanista, es necesario que el Estado central se muestre inflexible y aplique con rigor los resortes legales que la Constitución pone a su disposición; es decir, llevar al terreno de la práctica el tantas veces mentado artículo 155 o, lo que es lo mismo, darles un toque de atención para que se avengan a razones a quienes andan embarcados en esta desquiciada aventura. No queda otra que ponerse serios con quienes llevan demasiado tiempo mofándose de España y de sus instituciones. Si por matar a un lagarto en peligro de extinción te puede caer la del pulpo, espero que al chulo de Mas y compañía se les aplique el código penal donde dice aquello de incitación a la sedición. Verán ustedes cómo entonces los que nos reímos somos nosotros. Huele a podrido en Cataluña y algunos lo quieren ocultar con un manto de independentismo ausente de la conciencia de la mayoría del pueblo catalán. Que se investiguen hasta las últimas consecuencias las fechorías de los Pujol, y que caiga todo el peso de la ley sobre quienes mantienen un pulso con aires secesionistas entre una Comunidad Autónoma y el Estado español, único existente entre el estrecho de Gibraltar y los Pirineos.

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