Hace ya diez años que un
Pasqual Maragall en horas bajas, quien fuera presidente de la
Generalitat por obra y gracia de un infumable tripartido gestado en
el Pacto del Tinell, cogió el micrófono en el Parlament para espetarle a Artur Mas y
los suyos aquello del problema del 3%. Nunca antes un problema ha dado tanto de qué hablar. Un silencio atronador se apoderó
durante unos instantes en los que sus señorías se
miraban, estupefactos, los unos a los otros sin terminar de creerse que aquello
estuviese sucediendo. El espectáculo fue
dantesco, por cuanto nunca antes se hizo gala de un cinismo de tal calibre. Los que
asistieron a tan histórica y reveladora sesión no sabían si
echarse a llorar o, muy por el contrario, hacer cola ante el escaño
de Maragall para confesarle “machote, olé tus cojones. Gracias por
inmolarte y salvar el chiringuito para el resto de los que estamos
por aquí con más vergüenza que dignidad. Te doy mi enhorabuena...
y mi pésame. Eres un valiente, Pascualín. Te pido perdón por ser
un cobarde miserable, pero tengo que comer y seguir pagando la hipoteca y los estudios de mis vástagos, que bien sabes tú lo que chupan los bancos y la prole. Pues nada, que nos vemos por los pasillos”. A continuación,
Artur Mas, con toda la cara dura de cemento armado que le caracteriza, le
replicó con voz pausada y amenazante -al estilo de los Soprano- que había perdido los papeles
y que, por el bien de Cataluña, le instaba a retirar esas injustas palabras
que tanto daño le harían al futuro país por el que ambos luchaban con tanto sacrificio personal.
Y, efectivamente, el señor Maragall las retiró como si tal cosa, creyendo que con ese paso atrás se salvaban los muebles como si nada hubiera pasado, al estilo Men in black, que un poquito de amnesia colectiva viene bien de vez en cuando. Aquí paz y después gloria.
De aquellos polvos
vienen estos lodos. Maragall levantó la liebre sobre la corrupción
instalada en la cúpula de CiU desde que el Molt Honorable sentara
sus posaderas en la Generalitat entre 1980 y 2003. Las alfombras
oficiales tapaban tanta podredumbre institucional que llegó el
momento en que un osado Maragall entendió como inevitable -no se
sabe bien por qué- hacer público lo que todos sabían y también todos
ocultaban con un pacto de silencio que a todos favorecía, de ahí que haya más culpables de los que de momento han salido a la palestra, entre ellos un tal Duran i Lleida que pretende salirse de rositas. Después de eso es cuando se han aireado los turbios y presuntamente delictivos
negocios de los Pujol, en el que por unos motivos o por otros están
imputados desde Jordi sénior hasta el benjamín de sus hijos,
pasando por su señora esposa, la señora Ferrusola. ¿Y cuál creen
ustedes que ha sido la defensa esgrimida por el clan y sus fieles
servidores? Faltaría más: pues que todo es un ataque a Cataluña y
a sus dirigentes por parte de un Estado opresor como el español que
subyuga la voluntad de la mayoría del pueblo catalán. Y a partir de
ahí se ha acelerado el proceso de deriva independentista pilotado por Mas y sus secuaces, envolviéndose en la bandera del
nacionalismo para tapar las vergüenzas de una maquinaria en la que
andan implicados un buen puñado de prebostes que buscan su impunidad
con la ansiada y a la vez imposible declaración del Estat Catalá. Por mucho que se convoquen
seudo referéndums y elecciones plebiscitarias sólo imaginadas por
personajillos ebrios de un absurdo heroísmo, llegados a este punto
de locura por parte de quienes se atribuyen la representación de una
inexistente mayoría soberanista, es necesario que el Estado central
se muestre inflexible y aplique con rigor los resortes legales que la
Constitución pone a su disposición; es decir, llevar al terreno de la práctica el
tantas veces mentado artículo 155 o, lo que es lo mismo, darles un
toque de atención para que se avengan a razones a quienes andan embarcados en esta
desquiciada aventura. No queda otra que ponerse serios con quienes llevan demasiado tiempo mofándose de España y de sus instituciones. Si por matar a un lagarto en peligro de extinción te puede caer la del pulpo, espero que al chulo de Mas y compañía se les aplique el código penal donde dice aquello de incitación a la sedición. Verán ustedes cómo entonces los que nos reímos somos nosotros. Huele a podrido en Cataluña y algunos lo quieren ocultar con un manto de independentismo ausente de la conciencia de la mayoría del pueblo catalán. Que se investiguen hasta las últimas consecuencias las fechorías de los Pujol, y que caiga todo el peso de la ley sobre quienes mantienen un pulso con aires secesionistas entre una Comunidad Autónoma y el Estado español, único existente entre el estrecho de Gibraltar y los Pirineos.
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