lunes, 29 de octubre de 2012

IU-Extremadura se hace el harakiri


   El díscolo Víctor Casco hace tiempo que le está haciendo la cama al confiado Pedro Escobar. El primero se alinea dentro de la corriente crítica liderada por Margarita González Jubete que, agrupados bajo la denominación “La Mayoría”, han impugnado la asamblea celebrada el pasado 14 de octubre en la que Escobar resultó reelegido coordinador regional de IU-Extremadura. Ahora, el Comité de Garantías ha decidido anular esa asamblea por defectos de forma relacionados con los plazos y la designación de delegados, ordenando su repetición. Al parecer algunos de los componentes de los órganos de dirección de la coalición no ocultan su descontento con la dirección que el bueno de Pedro le está imprimiendo al partido, en esa especie de cohabitación política con la derecha que tiene a más de uno de uñas. Al que más se le nota esa rabieta de niño incomprendido es a Víctor, guardián de las trasnochadas esencias comunistas al que no le entra en su arcaica cabeza que un partido "progresista" esté apoyando a un gobierno de derechas, de señoritos y caciques que durante tanto tiempo oprimieron a la clase proletaria. Ese es el discurso de los camaradas rebeldes para tratar de derribar al actual coordinador regional.

   No conozco a Víctor Casco a nivel personal, pero en cuanto a su vertiente política considero que es un judas al servicio de Cayo Lara y su guardia pretoriana. Si le quedara algo de dignidad, tendría que haberla empleado en meditar muy seriamente sobre su regreso al ruedo político después de que en las elecciones a la Asamblea de Extremadura de 2007, en las que encabezaba las listas por IU, obtuviera los peores resultados de la historia de la coalición. Su mérito fue terminar de un plumazo con la representación que, desde 1991 y de forma ininterrumpida hasta aquella fatidídica fecha, ostentaba su partido en la asamblea regional. Su paso dejó un panorama desolador, peor incluso que el de 1987, cuando tampoco consiguieron ningún escaño. El caso es que este rojo, ateo, republicano y blasfemo -así es como se define él mismo en su blog- no debió realizar ese sano ejercicio de reflexión y volvió por sus fueros en las elecciones de 2011. Escobar, entonces, no se daba cuenta de que metía al enemigo en casa.

   Pedro Escobar ha sido el encargado de devolver la ilusión y la esperanza a unos simpatizantes que, después de estar cuatro años lamiéndose las heridas, consiguieron con sus votos que tres de sus representantes volvieran a encontrar acomodo en el parlamento autonómico. Sin su labor, sorda pero efectiva, este milagro habría sido del todo imposible. ¡Qué frágil es la memoria y qué osada es la ambición! Cuando Escobar se afanaba en recomponer los restos de un partido desanimado, sin dirección y- lo que es peor- sin apoyo social, Casco y los que ahora se arremolinan en torno suyo no movían un dedo ante el temor de que salieran voces más autorizadas que les mandaran callar de muy malos modos. Entonces abundaban las razones para que los que habían conducido al partido a su casi desaparición se mantuvieran al margen de los que pretendían reflotarlo a base de insuflar nuevos ánimos a una militancia abatida, para que los que habían cosechado un fracaso de tal magnitud dejaran las manos libres a los que se proponían dar un nuevo giro a los principios que componen el ideario de la coalición: la letra podía seguir siendo la misma, lo que había que moldear era un nuevo espíritu a la hora de interpretar sus postulados. En esto ha consistido el éxito de Escobar y esto es lo que se quiere derribar enarbolando, por parte del sector crítico, la bandera de la pureza ideológica, esa misma enseña que los había mantenido en el ostracismo político durante cuatro años y cuyos frutos ahora pretenden arrebatar arteramente.

   Cayo Lara y sus peones regionales -Jubete, Casco y Sosa, entre los más destacados- tienen prisa por purgar a Pedro Escobar y los suyos. La primera batalla, la de bloquear la tramitación de los presupuestos generales de la Comunidad Autónoma, ya la han perdido. Pero esto es una guerra sin cuartel cuyo objetivo final es presentar una moción de censura al ejecutivo presidido por Monago. Se olvidan los revoltosos de esta nueva hora que Escobar se limitó a respetar y aplicar lo que, tras las elecciones de mayo del año pasado, decidieron sus bases ante la tesitura de apoyar al PSOE o abstenerse y facilitar de ese modo el gobierno del PP. Por el momento Escobar parece un tipo serio, sereno y comprometido con la gobernabilidad de una región que se merecía probar algo distinto a 28 años de socialismo, pero ya son demasiadas las presiones que soportan sus espaldas, tantas que no se le puede exigir que siga comportándose como un héroe. Si al final sus tesis resultan derrotadas, volverán a hacerse cargo de la coalición aquellos que ya tienen demostrada su condición de perdedores. Sería deseable que los votantes de Izquierda Unida no se dejaran deslumbrar por quienes adornan sus pecheras con medallas al fracaso, que siguieran otorgando su confianza a un hombre honesto que sólo busca mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos a través de la influencia que su partido pueda efectuar en la tarea de gobierno. Si no fuera así, mucho me temo que IU, para desgracia del panorama político extremeño, terminará por desaparecer ahogada en sus luchas intestinas para ver quién se lleva las migajas del pastel.


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