El díscolo Víctor Casco
hace tiempo que le está haciendo la cama al confiado Pedro Escobar.
El primero se alinea dentro de la corriente crítica liderada por
Margarita González Jubete que, agrupados bajo la denominación “La
Mayoría”, han impugnado la asamblea celebrada el pasado 14 de
octubre en la que Escobar resultó reelegido coordinador regional de
IU-Extremadura. Ahora, el Comité de Garantías ha decidido anular
esa asamblea por defectos de forma relacionados con los plazos y la
designación de delegados, ordenando su repetición. Al parecer
algunos de los componentes de los órganos de dirección de la
coalición no ocultan su descontento con la dirección que el bueno
de Pedro le está imprimiendo al partido, en esa especie de
cohabitación política con la derecha que tiene a más de uno de
uñas. Al que más se le nota esa rabieta
de niño incomprendido es a Víctor, guardián de las trasnochadas
esencias comunistas al que no le entra en su arcaica cabeza que un partido "progresista" esté apoyando a un gobierno de derechas, de señoritos y
caciques que durante tanto tiempo oprimieron a la clase proletaria.
Ese es el discurso de los camaradas rebeldes para tratar de derribar al actual coordinador regional.
No conozco a Víctor
Casco a nivel personal, pero en cuanto a su vertiente política
considero que es un judas al servicio de Cayo Lara y su guardia
pretoriana. Si le quedara algo de dignidad, tendría que haberla
empleado en meditar muy seriamente sobre su regreso al ruedo político
después de que en las elecciones a la Asamblea de Extremadura de 2007, en las que
encabezaba las listas por IU, obtuviera
los peores resultados de la historia de la coalición. Su mérito fue terminar de un
plumazo con la representación que, desde 1991 y de forma
ininterrumpida hasta aquella fatidídica fecha, ostentaba su partido en la asamblea regional. Su paso dejó un panorama desolador, peor
incluso que el de 1987, cuando tampoco consiguieron ningún escaño. El caso es que este rojo, ateo,
republicano y blasfemo -así es como se define él mismo en su blog- no debió
realizar ese sano ejercicio de reflexión y volvió por sus fueros en
las elecciones de 2011. Escobar, entonces, no se daba cuenta de que
metía al enemigo en casa.
Pedro Escobar ha sido el
encargado de devolver la ilusión y la esperanza a unos simpatizantes
que, después de estar cuatro años lamiéndose las heridas,
consiguieron con sus votos que tres de sus representantes volvieran a
encontrar acomodo en el parlamento autonómico. Sin su labor, sorda pero efectiva, este milagro habría sido del todo imposible. ¡Qué frágil es la
memoria y qué osada es la ambición! Cuando Escobar se afanaba en
recomponer los restos de un partido desanimado,
sin dirección y- lo que es peor- sin apoyo social, Casco y los que
ahora se arremolinan en torno suyo no movían un dedo ante el temor
de que salieran voces más autorizadas que les mandaran
callar de muy malos modos. Entonces abundaban las razones para que
los que habían conducido al partido a su casi desaparición se
mantuvieran al margen de los que pretendían reflotarlo a base de
insuflar nuevos ánimos a una militancia abatida, para que los que
habían cosechado un fracaso de tal magnitud dejaran las manos libres a los que
se proponían dar un nuevo giro a los principios que componen el
ideario de la coalición: la letra podía seguir siendo la misma, lo
que había que moldear era un nuevo espíritu a la hora de
interpretar sus postulados. En esto ha consistido el éxito de
Escobar y esto es lo que se quiere derribar enarbolando, por parte
del sector crítico, la bandera de la pureza ideológica, esa misma
enseña que los había mantenido en el ostracismo político durante
cuatro años y cuyos frutos ahora pretenden arrebatar arteramente.
Cayo Lara y sus peones regionales -Jubete, Casco y Sosa, entre los
más destacados- tienen prisa por purgar a Pedro Escobar y los suyos.
La primera batalla, la de bloquear la tramitación de los
presupuestos generales de la Comunidad Autónoma, ya la han perdido.
Pero esto es una guerra sin cuartel cuyo objetivo final es presentar una moción de censura al ejecutivo presidido por Monago. Se olvidan
los revoltosos de esta nueva hora que Escobar se limitó a respetar y
aplicar lo que, tras las elecciones de mayo del año pasado, decidieron sus bases ante la tesitura de apoyar al
PSOE o abstenerse y facilitar de ese modo el gobierno del PP. Por el
momento Escobar parece un tipo serio, sereno y comprometido con la
gobernabilidad de una región que se merecía probar algo distinto a
28 años de socialismo, pero ya son demasiadas las presiones que
soportan sus espaldas, tantas que no se le puede exigir que siga
comportándose como un héroe. Si al final sus tesis resultan
derrotadas, volverán a hacerse cargo de la coalición aquellos que
ya tienen demostrada su condición de perdedores. Sería deseable que
los votantes de Izquierda Unida no se dejaran deslumbrar por quienes
adornan sus pecheras con medallas al fracaso, que siguieran otorgando su confianza a un hombre honesto que sólo busca mejorar las
condiciones de vida de los ciudadanos a través de la influencia que
su partido pueda efectuar en la tarea de gobierno. Si no fuera así, mucho me temo que IU, para desgracia del panorama político extremeño, terminará por desaparecer ahogada en sus luchas intestinas para ver quién se lleva las migajas del pastel.
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