jueves, 22 de mayo de 2014

Europa a la vista.

 
El próximo domingo, 25 de mayo de los corrientes, estaremos de celebración. Y no me refiero al hecho de que merengues o colchoneros recibirán como héroes a sus huestes venidas de Lisboa, con una Copa de Europa bajo el brazo para ofrecer a Cibeles o Neptuno. Si Dios existe, que creo que sí, supongo que se decantará por el lado de la fémina. No. La cosa es un poco más seria, aunque sólo sea un poco más. Me estoy refiriendo a las elecciones al Parlamento Europeo. Deberíamos estar alegres y contentos, henchidos de de felicidad por poder participar en la fiesta de la democracia, que no es más que ejercitar el derecho al voto con el que quitar y poner a nuestros dirigentes de las correspondientes poltronas de turno desde las que saquean nuestras arcas. Vale que no todos los políticos son iguales, pero los hay empeñados en ganarse la gloria a costa del esfuerzo de los demás. No sé cuál será el porcentaje, pero espero que por cada político corrupto haya, al menos, otros veinte que no estén pensando en llevárselo crudo. En esto, los ciudadanos no estamos exentos de culpa, porque somos nosotros los que tenemos el poder de hacer y deshacer a nuestro antojo. Aunque también es verdad que cuando votamos a fulanito por ser un tipo insobornable, de esos que se visten por los pies, honrado y decente, pues resulta que no pensábamos que con el paso del tiempo nos la iba a dar con queso, que era de voluntad débil y que se dejó comprar por un plato de lentejas, lo cual equivale a decir que no le importó chotearse de la confianza de sus electores a cambio de un apartamento en Torrevieja, un coche de lujo a la puerta del garaje o un trabajo de postín para su señora esposa y demás parentela. Si es que ya lo decía no sé quién: no puede uno fiarse de nadie, y menos de los políticos. Ya digo que los más perjudicados son aquellos del gremio que trabajan honradamente a favor del servicio público que representa su labor. 


   Bueno, el caso es que, por si alguien no se ha enterado aún, este domingo nos jugamos los cuartos en Europa. A nuestro país le corresponden 54 eurodiputados de un total de 751 escaños. Y, como corresponde, los partidos políticos patrios se han lanzado a la lucha del botín, sobre todo los dos mayoritarios. Los otros como UPyD, VOX, IU y Ciudadanos también quieren partir el bacalao, pero cuentan con escaso o nulo seguimiento por parte de los medios de comunicación; es decir, que están condenados al ostracismo. Así que, ahí andan el señor Cañete y la señora Valenciano –bueno, mejor altero el orden del producto, no vaya a ser que me tachen de machista o descortés: Valenciano y Cañete- batiéndose el cobre por cruzar los Pirineos, encabezando las listas de sus respectivas formaciones. La primera batalla tuvo lugar ante las cámaras de Televisión Española, en un debate soso y anodino –vamos, aburrido de cojones- donde los contendientes se dedicaron al “y tú más”. Nada se supo de sus propuestas electorales. Si les soy sincero, mi curiosidad me permitió aguantar 5 minutos delante del televisor, paciencia que llegó a su fin cuando comprobé que era más de lo mismo: despotricar del adversario sin proponer absolutamente nada. Según las encuestas, el debate lo perdió Cañete –utilizo la frase en negativa para evitar afirmar que lo ganó Valenciano; es que esta señora, ideologías aparte, me cae mal-. Parece ser que que el ex ministro de Agricultura fue de “sobrao”, de listillo, y no se estudió la lección. Así que Valenciano, con los deberes a medio hacer, le dio un buen repaso. Pero, no contento con eso, al día siguiente del debate se suelta el señor Cañete unas declaraciones en el programa Espejo Público, de Antena 3, que se había dejado ganar porque no sería de caballeros demostrar superioridad intelectual ante una mujer. ¡Con un par, Miguelón! ¡Sí señor! ¡Ole, ole y ole! ¿Y tú has sido ministro? ¿Qué pasa, que eso de la igualdad entre hombres y mujeres no venía en el temario de Abogado del Estado? A mí que me digan dónde hay que apuntarse para ser futuro comisario europeo porque yo, con mi simple carrera de Derecho, puedo prometer y prometo que no soltaré tantas paridas. ¿Qué tendrá la política para que, a pesar de las evidencias, algunos se empeñen en luchar contra ruedas de molino? Lo digo porque Cañete y sus compañeros de partido insistían, erre que erre, que él había sido el vencedor del debate y que eso de la superioridad intelectual estaba siendo mal interpretado por la malévola oposición. El muchacho ha tardado una semana en rectificar. ¿Costará eso votos al PP? No se equivoquen: ni el debate fue seguido por masas enardecidas en busca de un líder que les guíe, ni la gente presta demasiada atención a las noticias relacionadas con la campaña electoral. Total, ¿para qué, si  ya se sabe que los políticos mienten por naturaleza y se destrozan los unos a los otros por necesidad? Eso sí, espero que de todo este sainete no salga de rositas el señor Arriola, ese factótum en la sombra que lleva ya demasiados años asesorando al Partido Popular. Y es que, peor no se puede hacer. Cuando vi que Cañete se quitaba las gafas y se ponía a leer los papeles, al tiempo que se le empezaba a acumular salibilla en la comisura de los labios, no me hizo falta ver nada más para presagiar el desastre. El golpe no hubiera sido tan duro si Valenciano, al César lo que es del César, no se hubiera destapado como una persona coherente, pausada, racional, con aplomo. Esas virtudes, supuestos puntos fuertes del candidato popular, decidieron posarse ese día en el caletre de la número uno socialista, de suyo insípida y superficial.



   Como era de esperar, el desliz de Cañete no ha caído en saco roto, y es que a Valenciano le ha venido la Virgen a ver. Desde ese mismo instante, el PSOE se ha empleado a degüello, sin cuartel, en la tarea de desprestigiar al ex ministro, haciendo ver que tras esa imagen de bonachón se esconde en verdad el hombre del saco. La ofendida ha aprovechado la ocasión, servida en bandeja por su propio rival, para revelarnos la verdadera faz de los cavernícolas del PP. En las declaraciones y los mítines socialistas no se habla de otra cosa; su programa electoral –si es que alguna vez lo tuvieron- ha pasado a un segundo plano. Lo realmente importante en estas elecciones europeas, los argumentos de peso para lograr la confianza del electorado, es que el PP está integrado por retrógrados que no soportan ver a la mujer más allá de las puertas de la cocina. Y, oigan, que la señora Valenciano se valga de esta táctica maniquea dice bien poco a su favor. De acuerdo que Cañete ha metido la pata hasta el corbejón, pero de ahí a que utilicen su disparate como ariete para abrirse paso en el parlamento europeo ... Pues eso, que lo dejo en puntos suspensivos. Habría que recordarle a la señora Valenciano que ella tampoco estuvo muy afortunada cuando alardeó de que sería capaz de desnudarse para solicitar el voto a favor de su candidatura, o cuando tuiteó aquello otro de que si alguien había visto a un tío más feo que Ribery (el jugador de fútbol francés que milita en el Bayern de Munich). Fíjate, Elena, hasta yo te puedo perdonar que seas tan cínica. Supongo que eso de no haber dado un palo al agua en tu vida y llevar en política desde los 17 añitos tiene sus consecuencias, como por ejemplo el que tu berborrea nos deleite con este tipo de estupideces. Así que, en este punto, tampoco te diferencias tanto de Cañete. Hija, perdona si notas cierta animosidad en mis palabras, pero es que tengo por costumbre desconfiar de quienes no han cotizado en su vida a la Seguridad Social y encima nos toman por tontos.

 
En fin. Lo dicho. Que con este panorama de gran altura intelectual de nuestros políticos, que no se extrañen que la abstención sea superior al cuarenta por ciento. Lo triste no es que los ciudadanos no demos importancia a estas elecciones, que la tienen y mucho –en Europa se cuece todo-, sino que la clase política las utilice para recolocar a las viejas glorias de sus partidos. En ese cementerio de elefantes encontramos a Pepiño Blanco, Luis de Grandes, Fernando Jáuregui, Pilar del Castillo, Iturgáiz  y Raimon Obiols, entre otros. Si es que hasta Ruiz Mateos llegó a ser eurodiputado. Sólo falta que se presenten Belén Esteban, Chiquito de la Calzada o el Chiquilicuatre. Me parece que el personal, en lugar de ejercer su derecho al voto, se va a pasar el día de las elecciones celebrando la victora de la Champions en la tasca más cercana o, por el contrario, lamiéndose las heridas de la derrota metiditos en casita. Ya verán cómo no faltará quien asegure que la alta abstención prevista trae causa de este acontecimiento deportivo.

martes, 20 de mayo de 2014

Guillermo y su chistera.

 
 La Asamblea de Extremadura, ese ágora de libertad en el que se supone que estamos representados los que tenemos en nuestras manos el destino de nuestra región, ha vivido dos semanas de intensa actividad. En primer lugar, durante los días 6 y 7 de mayo, se ha celebrado el debate sobre el estado de la región. En esta cita anual donde se repasa el estado de salud de la cosa pública, se ha vuelto a poner de manifiesto que el PSOE va a lo suyo, que va por libre. El partido mayoritario de la oposición, encabezado por un silente Fernández Vara, afirma con la convicción propia de ultramontanos de tres al cuarto que Extremadura va de mal en peor, que estamos al borde del abismo, que falta poco para que nos arrebaten los derechos y conquistas sociales alcanzados durante sus años de gobierno. El panorama apocalíptico descrito por Vara y Cia es como para echar a correr y no detenerse a mirar para atrás. El caso es que no quieren recordar que aquello que ahora exigen con tanto ahínco ni ellos mismos fueron capaces de instaurarlo durante sus mandatos. Y es que cuando uno se instala en la oposición tiene la mala costumbre de reclamar las políticas por las que no se preocuparon de llevar a la práctica cuando eran gobierno, y eso que estuvieron al frente del Ejecutivo la friolera de 28 añitos.
                                                                                                        
   Pero la importancia del debate de este año se ha centrado en el conejo que se sacó Guille –como le gusta que le llamen, por lo de la cercanía al pueblo y todas esas milongas que se inventan con la finalidad de recaudar un puñado de votos- de la chistera. Ni más ni menos que, en un triste turno de réplica, se lanzó en plancha para plantear una moción de censura contra Monago. El órdago cogió a todos desprevenidos, al que más al presidente. El sopor propio de este tipo de debates se difuminó para dar paso a una ola de sorpresa para unos e indignación para otros. Parecía como si Vara hubiera perdido los papeles; como si le hubiera dado un tabardillo, una calentura que le llevó, en contra de su voluntad, a proponer ese gran remedio salvador para los grandes males que, según él y su grupo, afligen a Extremadura desde que gobierna el PP. Pero no, ni tabardillo ni gaitas: que Guille estaba totalmente convencido de que la moción tenía sus razones de peso. Así, se afanó en explicar tal ocurrencia ante los periodistas que esperaban a la salida de la Asamblea para recoger las primeras impresiones del otrora afiliado a Nuevas Generaciones. ¿Ah, que no saben que Guille estuvo alistado en las filas de los cachorros del PP? Pues sí, así es. Parece ser que, cual Pablo de Tarso camino de Damasco, se cayó del caballo para darse cuenta del error en el que estaba inmerso por esas jugarretas que a veces tiene la juventud. ¿Que por qué salgo ahora con estas? Pues, la verdad, no sabaría qué contestar; supongo que, simplemente, para dejar constancia. Pero bueno, que no me quiero desviar de la cuestión. Repito: que Vara, por su cuenta y riesgo, aunque con el visto bueno de Ferraz, pilló a todos con el pie cambiado anunciando la que sería la segunda moción de censura que se debatiría en Extremadura.

  
La respuesta por parte de Monago y los suyos no se hizo esperar. Decía el presidente que se trataba de una pataleta de Guillermo por haber rechazado la oferta de diálogo ofrecida tan sólo unos minutos antes. Que la moción no tenía ni pies ni cabeza en cuanto al modo en que había sido planteada: sin el respaldo de un programa serio y a falta de un año escaso para las próximas elecciones autonómicas, su única finalidad era puramente electoral. Según Monago, lo que de verdad pretendía Vara con ese ardid era reforzar su propia figura de cara a las primarias del PSOE para elegir candidato en esas futuras elecciones, así como poner en un brete a IU. Y en este punto, hay que constatar la coherencia de la formación liderada por Pedro Escobar, que ha sabido desligarse de una vez por todas de las viejas tutelas ejercidas por el PSOE. Izquierda Unida-Extremadura ha demostrado ser un partido con criterio propio que no se pliega a hacer el juego sucio a quienes desean retornar a las poltronas del poder a cualquier precio. No se puede asegurar lo mismo, en cambio, de los regionalistas del Prex-Crex, liderados por un tal Beneyto, el cual en un principio se mostró partidario de votar en contra de la moción para, dos días antes de su toma en consideración, cambiar de criterio y asegurar que su grupo se posicionaría a favor de la misma; por último, y para rizar el rizo, durante la celebración del debate recomendó al señor Vara que la retirara. ¡Menuda clarividencia! A buen seguro que el pueblo extremeño sabrá “recompensar” el papel protagonizado por estos dos diputados regionalistas que se cabrearon con sus antiguos compañeros del PSOE y decidieron formar grupo parlamentario propio. Señor Beneyto, no todo vale con tal de que a uno le nombren para cualquier carguillo en la Junta de Extremadura. Hay que mostrar algo más de dignidad y un tanto menos de ambición Espero no verle sentado en los escaños de la Asamblea durante la siguiente legislatura.

   El caso es que, como era de esperar, tanto al señor Vara como a su fiel escudero Valentín García les ha salido el tiro por la culata. Su fracaso es el de todo un partido dispuesto a desestabilizar la gobernabilidad de una región a costa de cumplir sus caprichos de líderes insustanciales, porque no otra cosa representa a estas alturas de su carrera política Guillermo Fernández Vara. Él, que ya ha sido presidente de nuestra Comunidad Autónoma durante cuatros años y que ha tenido la oportunidad de poner en pie su programa de gobierno, está empecinado en recobrar el trono perdido ante el buen hacer del PP. El Sr. Vara sigue sin aceptar que perdió las elecciones de mayo de 2011, porque para él y sus correligionarios solo la izquierda está legitimada para regir los destinos de Extremadura, considerando poco menos que traidores a los diputados de IU por consentir que la derecha asiente sus reales posaderas en la presidencia de la Junta. He ahí la catadura moral del líder socialista, ese que la misma noche en que perdió las elecciones pasadas anunciaba jugosas ofertas a IU para arrebatar al PP la posibilidad de formar gobierno, y que se cogió un berrinche monumental cuando comprobó que sus componendas no eran suficientes para doblegar el sentir de una mayoría que se había decantado por una renovación de estructuras después de 28 años de rodillo socialista. Hasta que no entiendan esto, que no todos están dispuestos a vender su alma al diablo, el PSOE seguirá siendo un partido sin rumbo en el que sus escisiones internas amenazan con resquebrajar la unidad exigible a toda formación que se plantea como alternativa de gobierno.


  
Según las encuestas, a las que debemos de coger con alfileres, pues cuando aciertan es porque se han equivocado, Monago es el líder político más valorado por los extremeños. Eso quiere decir que no todo va tan mal como nos quieren hacer ver desde el PSOE. La percepción que se tiene, tanto interna como a nivel nacional, es que en Extremadura las cosas se están haciendo razonablemente bien. Lo cual no significa que haya que mostrarse conformistas, sino todo lo contrario: hay todavía mucho camino por recorrer, sobre todo en lo concerniente a la vergüenza representada por una tasa de paro superior al 34%. Mientras no pongamos remedio a este mal endémico en el que parece haberse convertido el desempleo, toda conquista social nos parecerá insuficiente. No hay peor sensación de impotencia que la de querer trabajar y no poder hacerlo por falta de ofertas. Ese es el gran reto al que se enfrenta nuestra región. Mientras esas cifras escandalosas no se reduzcan de manera significativa no podremos afirmar que el gobierno ha cumplido con su obligación. 

viernes, 25 de abril de 2014

Tocan a muerto



   
Esta tarde, a las 20:00h, en la Casa Municipal de Cultura de Malpartida de Cáceres, tendrá lugar la presentación de la segunda novela del escritor malpartideño Diego C. Pedrera que lleva por título “Tocan a muerto” (Control P, 395 páginas). Dos años después de la publicación de su opera prima “Veinte euros” (Control P, 295 páginas) con varias ediciones vendidas y una magnífica crítica por parte del público, Diego C. Pedrera reaparece con un nuevo viaje literario que nos traslada al despertar sangriento del siglo XIX, para desarrollar una historia descarnada pero salpicada de hilarantes momentos que aportan a la obra un dinamismo cautivador.

   El capitán francés de infantería Bruno Mugnier ha de conducir los despojos de un ejército a la fuga a través de la peligrosa y traicionera Sierra de San Pedro, un nido infectado de guerrilleros, contrabandistas y parias de la tierra. Al mismo tiempo, el cercano pueblo de Malaparte se consume en las brasas dejadas por la ocupación francesa. Al hambre, a las epidemias y al expolio se suma la tiranía que ejerce Don Jacinto Piernavieja desde el trono de su alcaldía. Guerra, crimen y misterio son los ingredientes de esta novela de aventuras que muestra el horror de la contienda y la naturaleza más vil del ser humano.

   Diego C. Pedrera, nacido en Villaverde Bajo (Madrid) se trasladó a muy temprana edad a la localidad de Malpartida de Cáceres donde reside actualmente. Pese a no perternecer a círculos académicos ni intelectuales Pedrera, casado y padre de dos hijos, mantiene una más que discreta producción literaria contando con dos novelas a sus espaldas y varios relatos cortos. También es colaborador habitual de la revista cultural “Baileja” y “La Nora”. Actualmente trabaja en la realización de un ensayo acerca de la historia de Extremadura.


domingo, 13 de abril de 2014

La pasión de Viruta

 
 Muchos de vosotros sabéis, bien porque sois mis amigos bien porque seguís mis disquisiciones a través de este blog, que tengo especial predilección por Malpartida de Cáceres, lugar al que ya le he dedicado varios artículos y del que siempre guardaré un grato recuerdo, no en vano ahí han transcurrido períodos inolvidables de mi vida, sobre todo durante los años de juventud. De bien nacidos es ser agradecido y yo no lo voy a ser menos. Por eso, la entrada de hoy vuelve a tener como protagonista a un malpartideño, uno al que en su día ya dediqué un artículo que se convirtió, con mucha diferencia sobre los demás, en el más leído de este blog. Me estoy refiriendo al Viruta y a su Café-Bar. En aquella ocasión escribí unas líneas para reivindicar la labor de Viruta y su local, animándole a seguir luchando por aquello en lo que creía. Sin embargo, el capítulo que hoy redacto tiene un tono bien distinto, y es que esta semana he sabido que el Viruta ha echado el cierre. Once años regentando uno de los bares más emblemáticos de Malpartida desaparecen de un plumazo, aunque para los nostálgicos siempre nos quedará la estela de su esencia, de su espíritu.

   Como digo, Malpartida de Cáceres es uno de los temas más recurrentes a los que acudo a la hora de actualizar los contenidos de este blog. Por aquí han desfilado Diego César Pedrera y su novela “20 euros” –volverá a hacerlo en breve ante la inminente publicación de su nueva obra-, Choni y su Confitería Los Arcos, profesores como Don Fernando, Don Jacinto, etc, etc. Y otro de los malpartideños ilustres que se han asomado a esta ventana ha sido, cómo no, el Viruta. En octubre del año pasado, cuando me enteré de las dificultades que estaba teniendo con algunos vecinos por problemas de ruidos, me puse de su lado y escribí el artículo “El banco de la discordia”. Se generó un debate, a veces agrio, entre el Viruta y sus partidarios y aquél o aquéllos que leyeron el mencionado artículo y se dieron por aludidos en referencia a lo que dije del “vecino porculero”. El caso es que la cosa no fue a mayores y la sangre no llegó al río. Ahora, en cambio, lo que sucede es algo bien distinto: ya no es que el Viruta tenga que hacer frente a un cierre temporal del negocio por alguna sanción administrativa, si no que este currante se ha visto obligado a poner el cartel de “Hasta aquí hemos llegado. Cerrado por hastío”. Y es que, supongo, son ya muchos los disgustos con los que habrá tenido que lidiar como para verse obligado a tomar esta drástica decisión: entre los vecinos cabreados y la crisis económica, el Viru ha dicho basta. No se trata de el cerrojazo de un negocio más; no. Para los de mi quinta el Viruta es todo un emblema, un símbolo, un referente. Cuando pasen los años nos acordaremos de las noches –bueno, a veces eran mañanas, tardes, noches y madrugadas- que pasábamos bajo su protección, siempre con buena música de fondo, con una cervecita bien fresca esperando en la barra, rodeado de buena compañía… y, ante todo, asistiendo a la ilusión desbordante de su patrón por hacer de aquel lugar  un punto de encuentro entre jóvenes y no tan jóvenes. Era como una especie de club social. Tú ibas, te pedías tu birrita y te ponías a hablar de política, de fútbol, del tiempo o de literatura –sí, de literatura también- con el primero al que te encontraras por allí, aunque solo lo conocieras de vista. Esa cita semanal no podía faltar en el calendario.

  
El Viruta Café-Bar hacía las veces de santuario, de retiro espiritual al que siempre podías acudir cuando querías olvidarte de los problemas cotidianos. Una vez que entrabas, como por ensalmo, se desvanecían casi al instante los quebraderos de cabeza generados por los apuros de llegar a fin de mes, los malentendidos con algún compañero de trabajo, las discusiones con la parienta o cualquiera otra circunstancia que hiciera que estuviéramos más descentrados de la cuenta. Presentarse en el Viruta era como una especie de bálsamo ante los rifirrafes del día a día. Con lo cual, en este punto, la clientela -sobre todo los asiduos- habrán perdido un referente sin el cual se sentirán forzosamente desorientados. No entro a valorar qué es lo que más habrá influido en Rubén para que haya tomado esta decisión, si ha sido el tema de la crisis o el desgaste provocado por las quejas de los vecinos, lo que sí sé es que quienes lo conocemos –aunque sea solo un poco, como es mi caso- somos conscientes de que esta habrá sido una de las decisiones más difíciles de su vida. A nadie se le puede exigir que se comporte como un héroe, y Viruta lo ha sido durante todos estos años. Por eso mismo, porque ha sido capaz de mantener a flote la ilusión de su vida durante esta travesía, seguro que vendrán tiempos mejores en los que volcar ese espíritu de lucha que le caracteriza. Viru, no pienses ni por un momento que has fracasado. Fracasado sería el que se cae y no está dispuesto a volver a levantarse. Tú te has repuesto una vez y volverás a hacerlo otra más, tantas veces como te lo progongas. Lo mejor, seguro, está aún por llegar, aunque ahora toque vivir momentos duros. Precisamente de las dificultades es de donde se obtienen las mayores lecciones. Por mi parte solo me queda agradecerte el buen trato que siempre has tenido conmigo. El Viruta Café-Bar no desaparecerá de nuestros recuerdos, como tampoco lo hará la energía y la alegría con la que te has desvivido por tus clientes, por tus amigos. Tienes que estar orgulloso de la labor que has realizado, porque con ese mismo orgullo contaremos al cabo de los años que hubo una vez en Malpartida de Cáceres un bar en el que… Y aquí ya dejo para cada cual las historias que quiera rememorar de aquella época. El Viruta Café-Bar ha sido tu pasión, pero también ha sido nuestro consuelo. No veas este revés como un vía crucis, sino como una resurrección. Un abrazo y mucho ánimo.

miércoles, 26 de marzo de 2014

El tonto de Willy

   
Amigo Willy, me vas a perdonar –bueno, me perdono a mí mismo- y me voy a poner a tu escasa altura moral: estás hecho un impresentable de cuidado. Siento soltártelo tan a las claras y tan desde el principio, pero es que no quiero reprimirme. No hay nada peor que guardarnos para nuestro coleto los pensamientos indignantes que provocan individuos de tu catadura intelectual, y no haré una excepción contigo porque no es mi deseo indigestarme por culpa de un señorito como tú, de esos que predicáis los valores del progresismo social con un cinismo de tal magnitud que ofendería hasta la intligencia de, pongamos por caso, Pepiño Blanco, que ya sabemos que de esa virtud no anda muy sobrado. Así, que, dicho queda: me pareces un truhán, pero sin nada de gracia. No sé en qué momento se te cruzaron los cables para ir por la vida declarando memeces y comportándote como un auténtico mamarracho. ¿Qué, Willy, que como ya tenemos los bolsillos llenos ahora no tienes mejor ocupación que la de dedicarte a ir de piquete en huelgas generales, destrozando bares  y huyendo como un cobarde antes de que aparezca la policía, y a leer manifestos de forma jocosa ante multitues manipuladas y aborregadas por orates faltos de autocrítica, verdad? ¡Si es que estás hecho un figura! Por suerte, tengo el placer de no conocerte –es más, gracias a ti dejé de ver Siete Vidas y, ni por asomo, se me ha pasado por la cabeza fustigarme con los bodrios en los que tu nombre aparezca en los títulos de crédito-, pero seguro que cuando trasnochaste en las dependencias de la Brigada Provincial de Información por los destrozos ocasionados en el bar de un honrado trabajador de Lavapiés durante la huelga general del 29 de marzo de 2012, no ibas con los aires de chulito y brabucón que te pudimos observar en el día de la Marcha por la Dignidad. Habría que haberte visto en esas circunstancias para comprobar si eres tan fanfarrón como alardeas últimamente. O a lo mejor sí, quién sabe. De un insensato como tú cabría esperar cualquier cosa, y la inconsciencia no sería la única. 

   Willy, amiguete, mira que venir expresamente desde Cuba para leer el manifiesto de marras de hace cuatro días. Para protagonizar ese paripé –uno de tantos en los que ya has participado- qué buena ocasión perdida para haberte ahorrado el  incordio de un viaje con tantas horas de vuelo , o se lo hubieran ahorrado los que te lo hayan pagado porque, vamos, hacer tú cosas gratis... lo justito. Seguro que hasta tú, viéndote en las noticias, habrás caído en la cuenta del ridículo espantoso que hiciste. Dicen las malas lenguas que se te echó el tiempo encima, que te entretuviste más de la cuenta en la tasca más cercana y que apuraste hasta el último trago antes de salir a toda prisa para ponerte delante de los micrófonos y dar rienda suelta a tus bufonadas. Willy – por cierto, vaya ingenio el tuyo poniéndote ese apodo-, macho, que no estabas rodando una película, que resulta que estabas haciendo el canelo ante miles de personas y de tu boca solo salían chorradas a modo de balbuceos. No pongo en duda que no sepas leer, pero diste la impresión de haber abandonado el colegio en primero de parvulitos: no soltabas más que paparruchas acompañadas de saltitos y sonrisas bobaliconas. Si es que, en cierto modo, tampoco se te puede pedir más. Das para lo que das. Sería injusto contigo si te exigiera más de lo que sería normal demandar de cualquier otro mortal, pero como tú estás hecho de otra pasta, pues mejor te damos palmaditas en la espalda y te decimos que lo hiciste de vicio, que estuviste sembrado. En serio, con el corazón en la mano: ¡eres un monstruo! Puedes sentirte orgulloso de vuestras reivindicaciones durante la manifestación y, sobre todo, de los brutales ataques que sufrió la Policía Nacional. ¿Me crees, verdad? Dime que sí, porque así no tendré remordimientos. No te puedes ni imaginar lo que supondría para mí que no estés captando el verdadero sentido de todo esto que te estoy soltando. En fin, confío en tu indulgencia para que esta noche pueda dormir con la conciencia tranquila. No me perdonaría que malinterpretaras mis palabras. Es más, si me aseguraras que, efectivamente, entiendes lo que trato de decirte en este párrafo, ten por no reproducido el anterior, incluyendo lo del título de este artículo: con la memoria que tienes, seguro que ya ni te acordabas. Pero, para mantenerme fiel a mis principios y no caer en la incoherencia, permíteme que lo mantenga; lo del título, digo. Me harías un favor por el cual te estaría eternamente agradecido. No sé, pero, así, de repente, me acabas de transmitir cierta ternura. Por eso, si me lo permites, estoy dispuesto desde ahora a convertirme en uno de tus máximos defensores. Eso sí, tendrás que ser sincero ante las preguntas que te formularé para que esa defensa resulte creíble. Voy a hacerte partícipe de algunos rumores que corren de esquina en esquina, así que confío en tu franqueza a la hora de responder para acallar con argumentos a quienes no tienen más oficio que mancillar tu buen nombre. Por cierto, conociendo tu espíritu sensible, te pido perdón por utilizar lo de “franco”, pero es que no se me ha ocurrido otro calificativo mejor a la hora de solicitarte tu colaboración.

   
Willy, colega, ¿cómo que te dio por irte a vivir a Cuba? ¿Tan mal te trataron en España? Me dicen, leo, oigo que allí estás a cuerpo de rey, que eres un privilegiado, que tienes acceso a servicios que los cubanos no ven ni en pintura, que vives en una zona similar a La Moraleja de Madrid y que, claro, con esas comodidades cualquiera se hace emigrante. Y yo, con la seriedad de la que alardeo y hago gala cada vez que se trata de vindicarte, les digo a quienes quieren poner en jaque nuestra recién estrenada amistad que eso son habladurías, chismes sin fundamento de envidiosos fascistas que no saben apreciar vivir en un régimen idílico como el creado por obra y gracia de los Castro. Les hago saber que tú estás allí pasando las de Caín, que te tiene trastornado el estar alejado de tu querida y amada patria, que eres un exiliado que lucha en la distancia por las libertades y que has tenido que refugiarte en nuestra antigua colonia porque te sentías perseguido, incomprendido. En ese sentido, no pierdas cuidado: les he hecho creer que eres un auténtico mártir. Sin embargo, te mentiría si no te comentara que a veces se me hace harto complicado mantener mi defensa para contigo, sobre todo cuando me reiteran con ahínco que en uno de tus bolos deseaste la pronta muerte del Rey por aquello de que ya había trincado bastante del bote, y que a Rajoy también lo pusiste fino tildándolo de fascista heredero del franquismo. Compañero, hazte cargo que ante eso me cuesta articular argumentos de peso con los que sacarte de tamaños charcos. Y como se da la circunstancia de que yo, para creer en algo, tengo que hacerlo con total convicción, pues me dije que por ahí no podía pasar, que eso de tocar a Su Majestad y al presidente del gobierno elegido democráticamente traspasaba la línea roja de nuestra camaradería. Así que, una vez comprobadas la veracidad de tales aseveraciones, no puedo por menos que declararte que hasta aquí hemos llegado. Con lo cual, Willy, me vas a perdonar, pero en este punto pongo fin a nuestra fugaz amistad. Ya sabes, por lo de la coherencia y todo eso. Y es que esto de tener principios es muy puñetero, con lo cual, machote, ahí te quedas: que te defiendan los Bardem, Sabina, el Gran Wyoming, Víctor Manuel, Ana Belén, Miguel Bosé o San Pedro Bendito, pero conmigo no cuentes. Con los Borbones hemos topado y eso sí que no lo dejo pasar. Solo espero que, al cabo de los años, no te lleves el desengaño de otros que, mucho antes que tú, no supieron encajar la realidad de unos ideales comunistas caídos a pedazos, a pesar del esfuerzo de unos dirigentes empecinados en vender las virtudes de un sistema dictatorial. Sí, Willy, te pongas como te pongas, por tu cuenta y riesgo has decidido abandonar una democracia para recalar en un régimen totalitario. Así que, en un último arranque de cordialidad, dime la verdad: ¿te has ido para allá porque aquí, en esta España que tanto denostas, no hay un malecón como el de La Habana? ¿Y porque allí, con mil euros en el bolsillo, eres el puto amo de la cosa? Serás un cínico, ex-amigo, pero espero que no seas tan superficial. En fin, que te vaya bonito, pero haznos un favor y deja de dar la nota porque, de lo contrario, van a pensar que en España estamos todos igual de chalados que tú. Saludos cordiales desde la metrópoli.

lunes, 24 de marzo de 2014

Gracias, señor Presidente.

 
 La primera vez que tuve constancia de la existencia de Adolfo Suárez fue con motivo del intento de golpe de Estado perpetrado sin éxito por el Teniente Coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina, el 23 de febrero de 1981. Este episodio ya lo he contado en otra de las entradas de este blog y, como no se trata de ser repetitivo, al mismo les remito para aquellos a quienes les pueda interesar. Por aquel entonces estaba a punto de cumplir los 6 años de edad pero, por estos misterios de la memoria, no fue hasta un año después, a raíz de las elecciones generales de 1982, cuando vi por vez primera el rostro de Suárez impreso en las cientos de papeletas electores del Centro Democrático y Social (CDS) que se repartían por las calles de Herrera de Alcántara en Renaults 4, Seat 124 y demás parque automovilístico de la época, adornados con unos llamativos altavoces dispuestos en los techos y a través de los cuales se animaba a los ciudadanos a acudir a las urnas para elegir al nuevo presidente del gobierno que sustituyera a Leopoldo Calvo Sotelo. Como es de suponer, por entonces yo no entendía nada de política, ni de que Suárez se había visto obligado a dimitir de la presidencia del gobierno por el acoso y derribo al que le sometieron tanto la oposición como, sobre todo, sus propios correligionarios de partido, la Unión de Centro Democrático (UCD). Eso sí, lo único que sabía es que los niños nos partíamos el espinazo por ir detrás de la caravana electoral para recoger la mayor cantidad posible de publicidad electoral: aquellas papeletas eran más preciadas que los caramelos de la cabalgata de los Reyes Magos.

    Y en esos folletos aparecía la figura de un señor apuesto, elegante, de tez morena, pelo negro y sonrisa amable.  Con ese porte, cualquiera diría que fumaba como un carretero y que se alimentaba básicamente de tortilla francesa. El caso es que aquella cara me transmitía confianza, me daba la impresión de que aquel era un tipo campechano, como uno más de la familia, alguien del que no te podrías esperar una cuchillada por la espalda, lo cual ya es mucho decir en un terreno como el de la política. Con el tiempo fui descubriendo que las papeletas por las que luchábamos denodadamente recogían la imagen del que - junto con el concurso de Su Majestad el Rey, de Torcuato Fernández Miranda y del pueblo español- había sido el artífice del mayor milagro que se recordaba de nuestra Historia Contemporánea: el paso de un régimen dictatorial de treinta y seis años, fraguado en las cenizas de una sangrienta guerra civil, a un sistema democrático de una forma pacífica, aunque no por ello exenta de dificultades. ¡Vaya que si las hubo!, tantas que hasta los protagonistas de lo que después se ha dado en llamar Transición Política se preguntaban que si, además de los que estaban involucrados en aquella tarea titánica, había alguien más que les apoyara en esas horas cruciales para el devenir de España. Y es que los había que tenían demasiada prisa por alcanzar el poder y no estaban dispuestos a recorrer los peldaños de una reforma progresiva –de la ley a ley-, sino que abogaban por una ruptura a toda costa con el régimen anterior. De esto saben algo Felipe González y Alfonso Guerra, los mismos que le organizaron una feroz oposición durante los años en que Suárez fue presidente, y que ahora no tienen reparos en inclinar ceremoniosamente la cabeza ante su féretro, corpore in sepulto, en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de los Diputados.

  
Pues bien, el impulsor de aquella labor de hermanamiento, de entendimiento, de superación de los eternos odios entre las dos Españas murió ayer en la Clínica CEMTRO de Madrid a las 15:03 horas. Tenía 81 años, aunque  llevaba desaparecido de la vida pública desde el 2003 debido a la terrible enfermedad del Alzheimer, que le azotó en grado tal como para no recordar que un día llegó a ver cumplida su ambición de ser Presidente del Gobierno. Y no uno cualquiera, sino el que contribuyó a dar forma a un régimen democrático sustentado en la Constitución de 1978 que, con las armas del diálogo y a pesar de sus imperfecciones, sigue representando uno de los mayores logros colectivos de los que pueden sentirse orgulloso el pueblo español. A este hombre de Estado, con un don de gentes inigualable – sólo comparable al que tuvo Kennedy en su época-, vilipendiado hasta el extremo en los días en que ocupó el sillón del Poder Ejecutivo, se le reconocen ahora los méritos que se le escamotearon en vida. De los institucionales algunos quedan, como el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia otorgado en 1996. Y es que, no hay nada como morirse para que te cubran te toisones insignes y órdenes distinguidas, y hasta para que tus más acérrimos adversarios te elogien sin ningún tipo de rubor. Descanse en paz Adolfo Suárez, un patriota que supo anteponer los intereses de Estado a los personales y partidistas, un hombre devastado en el ámbito familiar por el drama de enfermedades mortales que acabaron con la vida de su mujer y de su hija Mariam, un político con altura de miras de los que ya no quedan. Dejó el listón muy alto, tanto que aún no ha sido superado. No habrá otro como él. Apareció en la época adecuada y en el momento justo, a pesar de los agoreros que vaticinaban que su nombramiento -quizás por lo inesperado del hecho- había sido un craso error. La Historia le hará justicia. De momento, y para empezar, parece que el aeropuerto de Madrid-Barajas llevará su nombre. Esperemos que sea el primero de los muchos tributos que se le deben rendir al artífice de esta España democrática  que se está echando a perder por la actual casta política. Por mi parte, sólo me queda agradecerle su trabajo, esfuerzo, generosidad y tesón para lograr lo que parecía imposible. Su nombre y su legado perdurarán en el tiempo. 

lunes, 17 de marzo de 2014

Viaje al Penedés

   
Ha pasado demasiado tiempo. Lo sé, soy consciente de que he dejado los contenidos de este blog digamos que –déjenme buscar el eufemismo adecuado- huérfanos de autor. Por eso, y en primer lugar, pido disculpas a los seguidores de esta bitácora, que alguno hay, por haber hecho mutis por el foro casi sin avisar. La verdad es que podría poner la bonita pero poco plausible excusa de que el estudio de las oposiciones –la Junta de Extremadura, por fin, ha tenido a bien publicar el último día del año pasado las convocatorias para los distintos Cuerpos de Funcionarios- me ha tenido tan ocupado como para no dedicar ni una desdichada línea desde hace algo más de tres meses, o que el hartazgo de las tropelías de la desgraciada clase política que padecemos me han tocado tanto la moral que ni siquiera me he entregado a las musas para plasmar por escrito la retahíla de improperios que a buen seguro se merecen. Si algo aprendí en la mili –aparte de la disciplina y no pensar más allá del “sí, mi sargento”- es que no hay nada peor que buscar excusas, así que yo no lo haré.  Entono el mea culpa y hagamos como que aquí no ha pasado nada. Esto último, por cierto, lo he aprendido de los políticos. Tampoco es cuestión de que dimita del cargo de administrador del blog; si no lo hacen aquéllos por robar, pues tampoco lo voy a hacer yo por dejar de escribir durante una temporadita. Pues eso, digamos que me he tomado un tiempo sabático para poner en orden las ideas y pelillos a la mar.




   El caso es que he vuelto a la palestra para darles cuenta de mi reciente viaje a Villafranca del Panadés –lo escribo en castellano, a la espera de que el señor Mas no se moleste por usar la lengua oficial del Estado español, Estado al que sigue perteneciendo Cataluña como una Comunidad Autónoma más-, capital del Alto Panadés famosa por sus vinos y sus cavas. Como uno tiene pánico a volar, decidí que lo mejor sería hacer todo el trayecto en tren: entre viaje y transbordos, me planté en la estación de Barcelona Sants en unas siete horas. De ahí cogí el cercanías hasta Villafranca, añadiendo una horita más a la travesía. Por cierto, lo del AVE es un invento de los que hacen época: eso de ir a 300 kilómetros por hora sin que el cacharro en cuestión se moviera ni una mijita es digno de elogio. Y, por cierto también, a ver si el ministro o el consejero competente hacen un esfuerzo para que el viaje de Cáceres a Madrid no se convierta en una auténtica odisea de más de tres horas y media en unos vagones que no digo yo que recuerden a los de la época del marqués de Salamanca, pero casi casi. Hay que tener mucha fuerza de voluntad para meterse ese palizón de viaje o, lo que le sucede a un servidor, ser un auténtico cobarde como para embarcar a bordo de un avión. Pero la ocasión lo merecía y allá que me fui con mi maleta y mi mochila. No había pisado suelo barcelonés desde hacía por lo menos diez años. Me intrigaba comprobar de primera mano los cambios que pudieran haberse producido en aquellas latitudes, ver hasta dónde se extiende la mano de Mas y sus adláteres. Por recelar, temía que, tal y como están ahora las cosas de sensibles, hasta le hubieran cambiado el nombre a la Plaza de España, una de las más emblemáticas de la Ciudad Condal. Por fortuna, allí sigue bajo esa misma denominación.

  

Y oigan, nada más llegar a Villafranca lo primero que me llamó la atención fue la multitud de banderas esteladas colgadas en los balcones de los bloques de viviendas, así como sábanas con el lema de “Cataluña Libre”, pero escrito en catalán, claro. Algunos lo harán por convicción y otros supongo que por obligación, por aquello de que no les señalen con el dedo y los tachen de españolistas. No había calle por la que transitara sin que ondeara al viento la susodicha banderita o lema en cuestión. El caso es que si hubiera tantos independentistas como esteladas, el señor Mas y sus acólitos de ERC tendrían asegurados el “sí” en el referéndum que se proponen llevar a cabo para finales de este año. Aunque, puestos a meter el dedo en la llaga, no haría falta esa consulta para otorgarles el plácet de Estado independiente: preguntes a quien preguntes fuera de Cataluña, la mayoría de la población está de acuerdo en que se marchen y se busquen la vida fuera de las instituciones de la Unión Europea; eso sí, que luego, cuando se vean en la absoluta indigencia, no vuelvan pidiendo árnica. Si se quieren marchar, que sea con todas las consecuencias. Ya verán qué sucede cuando comprueben a los pocos meses que no hay ni un real para pagar ni nóminas ni pensiones. Pero claro, eso ahora no conviene decirlo para ocultar el manto de fracasos de un gobierno que vive en la más absoluta de las quimeras. 

   La sensación que me llevo de la semana que estuve por aquellas tierras es que la propia población se ha creído la sarta de falacias y falsedades aventadas por Ciu y ERC: el lavado de cerebro está siendo descomunal y, al parecer, bastante efectivo. Recuerdo una soleada mañana sabatina, al ir paseando por la Rambla de Villafranca, que había montado un tenderete en los que repartían pasquines a favor de la independencia. Me dejé caer por allí con la intención de que me dieran uno de ellos. El tipo que me lo facilitó me dijo en catalán algo así como “tenga, por si acaso le sirve para formarse su criterio acerca de la independencia”. Yo le entendí lo fundamental como para no tener reparos en contestarle con mi acento extremeño “que por mí no se preocupara, que si de mí dependiera yo tenía muy clara cuál era mi opción”. Su mirada torcida me hizo ver que, aunque en castellano teñido de castúo, él también me había entendido sin necesidad de esforzarse demasiado. Y es que allí el catalán lo invade todo, no solo el hablar de las gentes y los rótulos de los comercios, es que hasta en las iglesias se dice misa en catalán. ¿Que cómo lo sé? Pues porque fui a varios oficios religiosos: en el primero de ellos el párroco tuvo a bien alternar entre el español y el catalán, pero es que el segundo, el miércoles de ceniza, fue única y exclusivamente en catalán… y cualquiera se levantaba de allí con el resto de feligreses atentos a cualquiera que abandonara la bancada. Me quedé por educación, pero que conste que no me enteré del mensaje de Cristo; algo intuía, sobre todo cuando se rezó el Padre Nuestro. Aún así, a pesar de que no entendía ni "papa", seguro que el Señor también me bendijo y me ungió con su infinita misericordia. La verdad es que, como diría Enrique Iglesias, eso sí que fue una experiencia religiosa.

  
En conclusión, que vengo de Cataluña más preocupado de lo que llegué. Que aquellas gentes crean de verdad que son un país libre sometido por el Estado español es algo que hay que “agradecer” a la labor de zapa de los políticos desnortados que rigen sus destinos. Se está creando un caldo de cultivo que traerá conflictividad social si Rajoy y su ejecutivo no ponen en práctica las medidas articuladas por la propia Constitución española. Se trata de no transgredir la ley, y menos aún la Norma Fundamental, así que ya va siendo hora de que el presidente del gobierno de todos los españoles diga alto y claro que lo del referéndum catalán es imposible porque, simple y llanamente, es ilegal. Y que si el amigo Mas está dispuesto a incumplir la Constitución, tendrá que saber que no le va a salir gratis. Por cierto, que tampoco me olvido del Pep Guardiola y sus soflamas en favor de la independencia: Pep, amiguete, quién te ha visto y quién te ve. ¡Con lo bien que te quedaba el uniforme de la selección española y ahora nos entereamos que te lo enfundaste por la pela! ¡Lo que tuviste que haber sufrido llevando los colores de un Estado opresor! Pues nada, cuando se cansen de ti en Alemania te vuelves para Cataluña y entrenas al Barça en la liga que corresponda. Lo de menos, por supuesto, será el dinero.