sábado, 19 de enero de 2013

El corrupto


   La última encuesta del Centro de Investigaciones sociológicas (CIS) situaba a la clase política como una de las principales preocupaciones de los españoles en una doble vertiente: por su inoperancia a la hora de sacarnos de una crisis económica a la que ellos mismos nos han abocado, y por la imagen de corrupción que se desprende de los representantes del pueblo. Pues bien, de la teoría del papel hemos pasado a la realidad de los hechos, y es que ya tenemos un nuevo escándalo de corrupción por parte del partido que gobierna esta desdichada España. Por lo que se ve, hay gentes que no necesitan acudir a Doña Manolita o la Bruja de Oro para tentar a la suerte; hay quien tiene las bolas del bombo marcadas y sabe qué décimos comprar, con lo cual le llueven los millones como por ensalmo. Y eso es hacer trampas, con la diferencia de que en el caso que nos ocupa habría que hablar, más que de trampas, de la comisión de delitos. Sí señores, ahí tenemos a Luis Bárcenas, ex gerente, ex tesorero y ex senador del PP con 22 milloncejos de euros en un banco suizo. ¿Dinero ganado lícitamente? Lo dudo; muy pocos se hacen ricos a fuerza de trabajar honradamente. Además, teniendo en cuenta que Bárcenas se encuentra imputado en la trama Gürtel, sobran los motivos para pensar que aquí la cosa huele a podrido. ¿Que estamos en un Estado de Derecho y que hay que probar su culpabilidad?, eso por descontado, pero a nadie se le escapa que con sus antecedentes tiene más probabilidades de conocer por dentro los barrotes de una celda a que siga paseándose por la calle con ese porte de señorito andaluz que le dan su melena engominada, sus canas señoriales, su tez morena y sus trajes a medida. Si en el pasado fue el PSOE el que tuvo que lidiar con los casos de financiación ilegal -Filesa tampoco queda tan lejos en el tiempo-, ahora es el Partido Popular quien tiene que enfrentarse con una de las lacras de la democracia: con la corrupción sistematizada.

   La cuestión se centra en saber si ese dinero corresponde al señor Bárcenas a título particular por los beneficios reportados por sus actividades empresariales o si, por el contrario, se trata de una cuenta oculta al fisco español utilizada para financiar ilegalmente al Partido Popular. Los máximos dirigentes de esta formación ya han salido raudos y veloces a negar cualquier vinculación de esos depósitos con la contabilidad del partido, y aunque aparentemente los desmentidos han sonado contundentes hay algo en el ambiente que no me termina de convencer. En el 2009, cuando Bárcenas fue imputado por el caso Gürtel, hasta Rajoy acudió en su auxilio para decir que él confiaba ciegamente en la labor de su tesorero, que nunca se podría probar su culpabilidad porque estaba seguro de su inocencia. Ahora, cuando las investigaciones de algunos medios de comunicación acumulan pruebas en su contra, no he notado la misma convicción en la defensa. De hecho, ante la publicación en el día de ayer por parte del diario El Mundo de que Bárcenas pagaba sobresueldos a gran parte de la cúpula del PP -en sobres que contenían entre 5.000 y 15.000 euros y que él mismo se encargaba de llevar personalmente a los beneficiarios del asunto-, lo único que se le ha ocurrido decir a María Dolores de Cospedal es que a ella no le consta esa práctica. Pues algo sí que debió constarle cuando fue ella misma la que se empeñó en apartarlo del cargo de tesorero en cuanto ocupó la secretaría general del partido en 2008. Por su parte, Rajoy se ha limitado a manifestar que no le temblará la mano si tiene conocimiento de que alguien de su partido se ha dedicado a prácticas impropias de su cargo. A ver si es verdad y no se cumple aquello que dijo Henry Kissinger de que el 90% de los políticos dan mala reputación al 10% restante; que no parezca que lo que abunda son los chorizos sin moral.

   ¿Qué credibilidad tiene la casta política cuando nos exigen a los ciudadanos que seamos comprensivos ante la batería de medidas de recorte que no cesan de adoptarse? ¿Por qué tenemos la sensación de que en este país sobran los corruptores y los corrompidos, dispuestos a cualquier ilegalidad para llenar su talega de millones a base de favores, recalificaciones de terrenos, contrataciones de obra pública, etc, etc? ¿Por qué tenemos la percepción de aquí se tapan unos a otros, de que nadie va a la cárcel ni devuelve el dinero que ha robado, de que están por encima del bien y del mal? ¿Por qué parece que los políticos gozan de un estatus de impunidad del que carecemos el resto de los mortales? ¿Por qué huele todo a componenda y a alcantarilla de cloaca? ¿Por qué tienen la poca vergüenza de seguir exigiéndonos mayores sacrificios cuando la sensación de que se están riendo de nosotros es ya insoportable? ¿Por qué llevan los mismos políticos 30 años viviendo del cuento? ¿Qué conocimientos atesoran para que una misma persona valga para ser presidente de una Comunidad Autónoma, Ministro de Defensa, presidente del Congreso de los Diputados...? ¿Es que son unos superdotados intelectuales y el resto no nos hemos dado cuenta?, porque es que ni el catedrático mejor preparado tendría el arrojo de aceptar tal sucesión de responsabilidades. Esto se ha convertido en una partitocracia que nada tiene que ver con una verdadera democracia representativa. Aquí todo ha evolucionado y todo se ha renovado menos el sector político, así que ya va siendo hora de que otros tomen el relevo. Pero estos nuevos políticos llamados a liderar el futuro de nuestro país desde el compromiso, la responsabilidad, la decencia y la honradez no pueden salir ni de las Nuevas Generaciones del Partido Popular ni de las Juventudes Socialistas, puesto que estas organizaciones juveniles que surgen al amparo de los dos grandes partidos están contaminadas por los mismos defectos de sus mayores. Tendríamos que estar gobernados por gente que haya demostrado su competencia y su valía en sus respectivas profesiones, por personas que hayan cotizado a la seguridad social y no simplemente haber hecho pasillos en las sedes de los partidos, preocupados únicamente en pasar la mano por el hombro del macho alfa para ver si les cae algún cargo. Hay que aprovechar esta crisis del sistema actual para modificar el propio sistema en sí. Ese cambio debe hacerse desde dentro de los propios partidos políticos para que de una vez por todas se conviertan en auténticos instrumentos de participación al servicio de la sociedad. Mientras no se produzca este cambio seguiremos siendo espectadores atónitos de espectáculos como éste: que todo un Senador pueda regularizar 10 millones de euros sin ningún tipo de sanción, mientras que al pobre trabajador que se le olvida hacer la declaración de la renta lo machacan sin contemplaciones. O se mueve ficha o el castillo de naipes se viene abajo.

martes, 8 de enero de 2013

Con el permiso de Vuestra Majestad


Televisión Española llevaba varios días promocionando la entrevista que el mítico periodista Jesús Hermida había mantenido con Don Juan Carlos con motivo del setenta y cinco aniversario del monarca. Se nos prometía que sería una cita histórica, pues era la primera vez que el Rey hablaba en ese formato para una televisión. Se suponía que media España se congregaría en torno al televisor para escuchar lo que Su Majestad tenía que contarle al pueblo español en un tono menos solemne que el usado en los discursos de Nochebuena, sin rehuir los temas más polémicos que sacuden a nuestra sociedad: descrédito de la clase política, deriva independentista de Cataluña, crisis económica, paro y el caso Urdangarín entre otros asuntos. Decía el director de los Servicios Informativos, Julio Somoano, en la presentación de la entrevista que la misma había sido perseguida durante más de una década y que su materialización constituía un hito que formaría parte de la Historia de España. Así es como se nos vendía el producto. La realidad, sin embargo, ha sido bien distinta. Y es que cuando las expectativas depositadas son tan altas se corre el riesgo de sufrir un fracaso estrepitoso. Este, por desgracia, ha sido el caso.

   La entrevista se grabó el 27 de diciembre y fue emitida en horario de prime time la noche del viernes 4 de enero, víspera del cumpleaños del Jefe del Estado. Y allí, en el Palacio de la Zarzuela, se encontraron la verborrea del periodista y la parquedad del monarca. Desde los primeros instantes se vio que Hermida, que ha sido cocinero antes que fraile y que tuvo el privilegio de retransmitir la llegada del hombre a la luna en aquella televisión en blanco y negro de un 21 de julio de 1969, se olvidó del noble oficio que ha ejercido tan brillantemente durante tantos años para, en algo más de veinte minutos, echar por tierra toda una trayectoria profesional para interpretar el papel menos decoroso de cortesano adulador. Ni Jaime Peñafiel en sus mejores tiempos le habría dedicado tantas loas y alabanzas como hizo don Jesús en la noche de autos. Desconozco si era estrictamente necesario, teniendo en cuenta la finalidad perseguida de buscar la cercanía de la Corona con el pueblo, que se dedicara tanta retahíla de “Vuestra Majestad” a cada preguntaba que se formulaba, dando la sensación como si el Rey viniera de otro planeta o perteneciera a otra época. El hecho es que tanto formalismo desvirtuó el experimento. Más que a las palabra del Rey, los espectadores estábamos más atentos a los gestos y la entonación de Hermida: sólo faltó que se hincara de rodillas, inclinara la cabeza con gesto enérgico y besara la mano de Don Juan Carlos. Algunos llegamos a pensar que lo haría, lo cual hubiera sido un momento apoteósico, idóneo por otra parte para sacar a la audiencia del letargo soporífero en que nos hallábamos ante un cuestionario plagado de interrogantes trasnochados y caducos. Eso sí que nos hubiera traído de vuelta de nuestro paseo lunar.

Se ha perdido una extraordinaria ocasión para escuchar por boca del Rey referirse a los temas que preocupan de verdad a los españoles, puesto que lo de recrearse en los méritos logrados durante treinta y siete años de reinado bien podría haberse dejado para un documental como Dios manda, que para eso los de Informe Semanal sí son unos fenómenos. Pero como uno no tiene ocasión todos los días de sentar al Monarca a su mesa para preguntarle sobre el presente y el futuro de nuestro país, tanto desde los Servicios Informativos de TVE como desde el gabinete de comunicación de Zarzuela han estado torpes a la hora de enfocar este decepcionante acontecimiento. No es que le neguemos al Rey la posibilidad de elogiar los valores que nos han llevado a culminar con éxito la transición de una dictadura a una democracia, ni mucho menos, lo que sucede es que se esperaba demasiado de este encuentro como para haberlo desaprovechado de esta manera tan absurda. Es como si David Frost, en las cuatro entrevistas que mantuvo con Richard Nixon, se hubiera limitado a dorarle la píldora recordándole los éxitos logrados durante su presidencia sin hacer mención al escándalo del Wategarte. Pues algo parecido es lo que ha ocurrido aquí, así que habrá que esperar otros doce o quince años para que se nos vuelva a plantear una nueva oportunidad. Por otra parte me deja perplejo que, teniendo en cuenta que la entrevista se grabó el 27 de diciembre y que no se emitió hasta pasados ocho días, nadie reparara en que el resultado de tantos esfuerzos periodísticos era algo insulso, anodino, insustancial, que no aportaba nada nuevo. No hay que ser un catedrático en Teoría de la Comunicación para darse cuenta que esto, más que lavado de cara para la Monarquía, iba a suponer un lastre más para la imagen de una institución que no pasa por sus mejores momentos. Y todo esto lo dice un monárquico convencido como yo, no sólo juancarlista, que contempla con estupor cómo el símbolo de la unidad y permanencia del Estado pierde popularidad a través de vías de agua abiertas por un malhadado yerno que ha puesto en jaque a siglos de tradición. Por eso, insisto en una idea que ya he planteado en otras ocasiones: si algún día llega la III República no será por méritos propios sino por errores ajenos.


sábado, 29 de diciembre de 2012

¿Karanka? ¿Quién es ese señor?


   No se me ocurre algo más parecido a un segundo entrenador de fútbol que un felpudo: sólo te acuerdas de él cuando lo pisoteas. Lo que sucede es que hay felpudos de mejor o peor calidad, al igual que entrenadores de mayor o menor dignidad. Karanka, sin ninguna duda, se encuentra en este segundo pelotón, en aquel que no les importa que los humillen un día tras otro con tal de seguir cobrando un holgado sueldo -a todas luces inmerecido- y aparecer continuamente en los medios de comunicación como correa de distribución de su amo. Se ha convertido en pura marioneta de un tipo que, de no ser por el ego enfermizo que posee sería, además del mejor entrenador del mundo, una excelente persona. Pero estas dos características son incompatibles si hablamos de Mourinho. Que es un entrenador como la copa de un pino creo que nadie lo pone en duda -ahí está su palmarés para atestiguarlo-; ahora bien, si para convertirte en un crack es condición indispensable hacer alardes de soberbia, altanería, arrogancia, vanidad o fanfarronería, ustedes me perdonarán pero yo por ese aro no paso. Y si para ser el segundo de abordo de este individuo estás dispuesto a hincarte de rodillas y obedecer sus dictados a ciegas, entonces es que desconoces el significado de las palabras dignidad y orgullo. Da un poco de pena y de vergüenza ajena verte en las ruedas de prensa en las que te sueltan como sobrero defendiendo lo indefendible. Tal y como se relata en los versos del Cantar de Mio Cid, bien se te puede aplicar aquello de “¡Oh Dios, qué buen vasallo si tuviese buen señor!”

   Todo el tiempo que Karanka caliente banquillo junto a Mourinho le pasará una factura que no estoy seguro de que pueda pagar. El desprestigio en el que ha incurrido es de tal magnitud en la escala de la vileza moral que nada ni nadie podrá reponerlo a su estado original. Sus ruines palabras tras la retirada de Guardiola como entrenador del F.C. Barcelona (“La liga española ha existido sin Guardiola y seguirá existiendo sin él”) constituyen el autorretrato perfecto de alguien mezquino e infame. Aitor podías haber mostrado un poco más de respeto por un compañero que, aunque pertenezca al club rival de toda la vida, sólo por lo que ha conseguido como entrenador merece la consideración que toda la profesión le reconoce; todos menos tú, claro. El día que consigas igualar los títulos que acumula el de Sampedor podrás referirte a él con ese desdén tan típico de los que padecen complejo de inferioridad, pero de momento y como mínimo le debes pleitesía. Pues bien, a este personaje se le concedió hace dos días la Insignia de Oro por parte del Comité Alavés de Entrenadores. Se ve que por tierras vitorianas andan escasos de entrenadores de reconocido prestigio, porque no me puedo explicar qué méritos reúne Karanka para ser merecedor de tal distinción. Si hace falta habría estado dispuesto a falsificar la partida de nacimiento de don Vicente del Bosque -¡este sí que es un señor, marqués y todo, oigan!- con tal de que el galardón recayera en manos más dignas, siempre que acto seguido hubiera recobrado de nuevo el gentilicio salmantino, que no es mi intención enfadar a tan ilustre ciudad castellana. O ya puestos, sin necesidad de perpetrar ninguna falsedad, que se hubiera declarado desierto ante la falta de candidatos ilustres. En fin, cualquier cosa antes de que se lo otorgaran al amigo Aitor. Por eso, a ver si con un poco de suerte la mesnada lusa abandona la casa merengue al final de temporada y te marchas con ellos. Cuando eso ocurra ya nadie se acordará de ti, ni para bien ni para mal. Esa será tu condena: habrás pasado por la historia del Real Madrid totalmente desapercibido. Y es que un segundón sin personalidad no merece más que la indiferencia.

viernes, 21 de diciembre de 2012

El currículum de Fofito


   ¿Cómo están ustedeeeeeeees? Jodidos, Fofito, jodidos por mucho que hayas intentado levantarnos el ánimo con un anuncio a medio camino entre lo casposo y lo vergonzoso. Con la de tardes inolvidables que los niños de mi generación hemos pasado a tu lado y ahora resulta que te prestas a este tipo de componendas para anestesiar la inteligencia de los ciudadanos. La intención habrá sido buena, pero mejor habría sido que el asunto se hubiera quedado en eso, en mero propósito. Querido Fofito, el publicista que haya pensado que un spot va a cambiar nuestro desánimo para convencernos de que no somos tan malos como creemos merece que lo pongan de patitas en la calle, por muchos éxitos de Fernando Alonso, Rafa Nadal, mundial de fútbol, los óscars de Almodóvar, Bardem y demás zarandajas. De todos modos, gracias por intentarlo. Se te valora el esfuerzo por endulzarnos el pesimismo que nos invade desde hace años. Ahora bien, las cosas como son: comparándolo con el anuncio del año pasado -homenaje al ingenio del maestro Gila- el de este año se queda en agua de borrajas, como una especie de chiste malo. Todo sea que la peña no se cabree y le dé por adoptar otro tipo de medidas más contundentes, como la de boicotear los productos de la compañía anunciante, que para eso los españoles tenemos muy mala leche. Porque es que parece que nos han querido tomar el pelo. Muy buena actuación, mejor realización, aceptable ambientación musical y todas las flores que tú quieras en cuanto a su calidad técnica, pero el caso es que esto ha sonado a pitorreo. Y yo pensando que la puñalada iba a venir por el lado de los de Freixenet, con sus doradas burbujas, sus famosos de postín y todo el tinglado artificial que montan en estas fechas, y has tenido que ser tú -mi admirado payaso de la tele- el que me ha defraudado por un cuarto de chóped.

   No obstante, deberías alegrarte de que tus intenciones para no sentirnos inferiores no hayan caído en saco roto. No hay más que ver la tierna imagen protagonizada en el día de ayer por Sus Señorías los senadores del Reino de España, que despidieron la última sesión del año cantando villancicos todos al unísono, haciendo piña y olvidando las rencillas típicas de la arena política. Pelillos a la mar, que una crisis económica de espanto como la que nos contempla no nos amargue la fiesta. Lo que me ofrece más dudas es si la bancada de la izquierda se habrá unido también al despiporre generalizado teniendo en cuenta la que le montaron el otro día al presidente del Congreso por felicitar las Navidades en su primer mensaje de twitter con una imagen religiosa. ¡Qué país, Señor, qué país! Que esta gente se indigne más por una postal, por un belén instalado en un colegio o por un crucifijo colgado en las paredes de no sé qué despacho es por lo que deberíamos darnos de puñadas para despertar de una vez por todas nuestras adormecidas conciencias. Que tengamos a unos representantes que se irriten por estas gilipolleces y, sin embargo, permanezcan impertérritos ante el drama de los desahucios, el escándalo de las participaciones preferentes o la bochornosa tasa de desempleo es motivo más que suficiente para clamar al cielo en solicitud de cantidades industriales de paciencia y resignación para soportar a este personal. No hacen falta profecías mayas que nos anuncien el fin del mundo, puesto que el infierno en el que vivimos se le parece demasiado. Así que, Fofito, con el belén que tenemos montado... como para no seguir tomando antidepresivos. Por lo tanto, con todo respeto, ese currículum que has redactado con tanto esmero me voy a permitir el lujo de tirarlo a la papelera. Es más, voy a hacer como si no lo hubiera leído nunca; le prestaré el mismo caso que a lo dicho por el Papa sobre la ausencia de la mula y el buey en el Portal de Belén: o sea, ninguno. Para bromitas estamos.

jueves, 13 de diciembre de 2012

El pardillo


El pardillo político es una especie a la que creíamos en peligro de extinción, pues había transcurrido demasiado tiempo sin que alguno saliera de las madrigueras en las que se refugian a buen recaudo. Pertenecen al género conocido como ingenuo, confiado, primo, panoli o, saltándonos los rodeos sin abandonar la sutileza, tonto de capirote. Hacía años que no teníamos noticias de su existencia de una forma tan patente como la que se nos ha manifestado en estos últimos días. Y es que por lo común el político suele ser de por sí desconfiado, con un fino olfato que le hace alejarse de situaciones comprometedoras al más mínimo síntoma de peligro, tarea ésta en la que le secundan a la perfección la cuadrilla de protegidos, protectores y aduladores que le acompañan por su discurrir rutinario. A esta cohorte de tiralevitas no le conviene que su patrón se vea envuelto en negocios turbios por el simple hecho de que su fracaso supondría la caída en desgracia de todo el grupo. Pero siempre hay un individuo que rompe las reglas que caracterizan a la especie y que desprecian con su comportamiento imprudente los desvelos de sus leales. En este caso el pardillo de turno ha sido Santiago Cervera, hasta hace tres días diputado del Partido Popular y, que se sepa por el momento, honrado servidor de los asuntos públicos.

Les cuento. Don Santiago Cervera, pamplonés de 47 años y licenciado en medicina por la Universidad de Navarra -lo de la titulación académica lo apunto para dejar constancia de que hasta el más listo de la clase puede cometer las torpezas más inexcusables- fue alertado por un e-mail anónimo de un comunicante que aseguraba disponer de información sensible para destapar ciertos escándalos relacionados con Caja Navarra, presidida por José Antonio Asiáin, y que si quería disponer de la misma tendría que acudir a un punto concreto de la muralla de su ciudad natal donde hallaría un sobre dispuesto en una de sus aberturas. Al mismo tiempo, Asiáin recibió otro anónimo en el que le solicitaban 25.000 euros si quería evitar que salieran a la luz pública determinadas informaciones comprometedoras relacionadas con su despacho de abogados, debiendo depositar un sobre con esa cantidad en una de las rendijas de la muralla de marras. El del PP, en un primer momento, contestó al correo electrónico como lo haría cualquier mortal con dos dedos de frente y con un mínimo de sentido común, máxime además si uno goza de la condición de diputado nacional paseándose como si tal cosa por tierras vascas o navarras: con desconfianza, puesto que ETA continúa presente por mucha tregua que se quiera. Así, esgrimió argumentos sobre su seguridad personal para no seguir las instrucciones que le conducirían a la consecución de tan preciado tesoro. El segundo, el presidente de la Caja, no se anduvo con remilgos y puso los hechos en conocimiento de la Guardia Civil. Mientras tanto, el primero -el galeno- se lo pensó mejor y al final le pudo más la curiosidad que su propia seguridad, presentándose en el lugar indicado para recoger el sobre de la discordia. Para entonces la Guardia Civil ya tenía montado el correspondiente dispositivo para pillar al insensato con las manos en la masa. Y así fue cómo el señor diputado, inocente y necio como él solo, embozado hasta los ojos para evitar ser reconocido, fue detenido allí mismo por el Benemérito Cuerpo y posteriormente puesto en libertad con cargos. ¡Menuda trama para la siguiente novela de Lorenzo Silva, con sus agentes Bevilacqua y Chamorro siguiendo la pista del banquero, del anónimo y del pobre Cervera! ¡Dadme una buena ración de chusca realidad que la ficción siempre podrá esperar!

   Cervera, que según dicen los entendidos tenía una prometedora carrera política, ha ido predicando por los medios de comunicación, con cara de atolondrado y pose de incrédulo, que él ha sido una víctima más en todo este sainete, que siente haber picado el anzuelo y puesto en compromiso su credibilidad y la seriedad del partido bajo cuyas siglas se sienta en el Congreso de los Diputados. Al parecer, ni Mª Dolores de Cospedal ni otros significados dirigentes populares le han mostrado el afecto esperado, y entre lo que podríamos denominar cese-dimisión lo cierto es que Cervera ha renunciado a su acta de diputado para que este caso sea ventilado por la justicia ordinaria, y no por el Tribunal Supremo como correspondería de haberse mantenido en el cargo. Este gesto le honra, aunque desconocemos si ha sido idea suya o sugerencia de la cúpula del PP. Sea como fuere, aquél que prometía con llegar a las más altas cotas en el belicoso mundo de la política ha visto truncada su progresión por un extraño comportamiento que los tribunales se encargarán de juzgar. Si al final el asunto queda en nada, ya no habrá forma humana de poder recuperar la reputación que nunca debió perder a causa de un desatino impropio de alguien con su experiencia y formación. La tentación de convertirse en Sherlock Holmes por un día pudo más que la integridad inherente a un representante de la soberanía nacional, abocando al señor Cervera a protagonizar uno de los ridículos más espantosos que yo recuerde. Si todo queda en eso, bien empleado le estará. Si hubiera algo delictuoso... que recaiga sobre sus hombros el peso de la ley.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Una mayoría en inmensa minoría: Escobar Vs Jubete.


   La corriente crítica “La Mayoría” que se aloja en el seno de IU-Extremadura tendrá que ir pensando en cambiar de denominación. Después de la repetición de la XII asamblea el pasado 2 de diciembre, celebrada en segunda instancia tras la impugnación realizada por Margarita González-Jubete, ha quedado meridianamente claro que Pedro Escobar cuenta con el respaldo mayoritario de los militantes y simpatizantes de su partido. Su gestión ha sido aprobada con el voto favorable del 71,48% de los representantes, frente al 26,8% logrado por la candidatura alternativa de Jubete. Al parecer la asamblea, aparte de poner de manifiesto las lógicas discrepancias dentro de cualquier organización, fue de todo menos cordial. Los perdedores no se tomaron a bien los resultados y andaban prodigando improperios tanto al propio Escobar como a Alejandro Nogales. El tercer diputado en discordia que forma parte del grupo parlamentario, Víctor Casco, que en teoría tendría que suscribir las tesis de Escobar, como se supone que se ha decantado por los críticos –y digo se supone porque para entender a este hombre hay que cursar un máster en psicología conductual- se está yendo de rositas apesar de ser uno de los muñidores de todo este entramado de deslealtades. En realidad creo que su actitud es típica de cobardes puesto que tiene miedo a desprenderse de la careta que enmascara sus verdaderas intenciones. Su comportamiento me recuerda, salvando todas las distancias, a Francisco Martínez de la Rosa, prohombre del constitucionalismo liberal de Cádiz que por querer caer bien tanto a exaltados como a moderados lo apodaban “Rosita la pastelera” por los bandazos que daba a uno y otro extremo para tratar de no disgustar a nadie. Y lo que sucedió, por supuesto, es que ninguna de las dos facciones se fiaba de él. Víctor, si me permites un consejo, harías bien en posicionarte claramente, no sólo por una cuestión de principios sino sobre todo para evitar maledicencias: o estás con el aparato oficial en la región o, por el contrario, te sitúas sin reservas a favor de los críticos, pero eso de jugar a dos bandas no te va a acarrear consecuencias positivas. No se puede estar en misa y repicando. Si te encuentras a disgusto con las propuestas que parten de tu grupo parlamentario lo tienes bien fácil: dimite y así estarás en paz con tu conciencia. Tú decides si quieres seguir gozando del calor proporcionado por el escaño parlamentario o si abandonas el barco de tu benefactor cansado ya de tantos “trágalas”.

   La señora González-Jubete ha quemado el último cartucho que le quedaba para ganar más presencia dentro de la coalición que, muy a su pesar, sustenta a Monago. Por eso, apelando a su carácter de persona democrática, es de esperar que respete el resultado de la asamblea sin que ello le reste legitimidad a la hora de encabezar una oposición interna que discuta los postulados del coordinador general y su equipo. En todos los partidos hay corrientes disidentes, pero lo que sucede en IU-Extremadura es que están lavando los trapos sucios fuera de casa y han llegado a un punto en que la ropa desprende un hedor insoportable. Este estado de crispación se ha alcanzado después de que unos pocos militantes vieran con recelo que un partido de izquierdas, con los ideales comunistas por bandera, sea el principal valedor de la derecha. Jubete y el resto de compañeros que la apoyan en esta operación, con el respaldo incondicional del radical Cayo Lara, aún no se han dado cuenta de que los extremeños hace año y medio que nos decantamos por una opción diferente de la que veníamos padeciendo desde que nuestra Comunidad Autónoma echara a andar allá por los primeros años ochenta del siglo pasado. Al parecer no les importaba que el PSOE continuara apalancado en el poder con los desmanes propios de 28 años de administración omnímoda, haciendo oídos sordos a los indicadores económicos que nos situaban en el furgón de cola en todas las estadísticas que miden la riqueza de una región. Eso era lo de menos; lo importante consistía en cercenar el paso a la derecha con tal de que, como la misma Jubete ha manifestado, sus nietos no le pidan explicaciones de porqué hubo un tiempo en que el Partido Popular presidió la Junta de Extremadura con el asentimiento cómplice de unos camaradas alejados de los dictados procedentes de Madrid.

   Izquierda Unida cuenta con gente válida y responsable que ha afrontado el reto, no sin riesgo para su propia credibilidad política, de probar algo distinto a lo que venía sucediendo desde las primeras elecciones autonómicas de 1983. Es indudable que el PSOE, a lo largo de algo más de cinco lustros, ha conseguido mejorar la realidad extremeña con una serie de avances y conquistas a todos los niveles. Pero esa evolución se debe tanto a la acción política de Rodríguez Ibarra y Fernández Vara como al hecho natural de que en todos esos años una sociedad tiene que evolucionar por la propia inercia de los tiempos. ¡Pues claro que la Extremadura de 1983 no es la misma que la de 2011: sólo faltaría eso! El proyecto socialista estaba más que agotado cuando, inesperadamente, José Antonio Monago logró la proeza de desbancar a un régimen que hacía tiempo que venía mostrando sospechosos tics autoritarios. Y al igual que en otras Comunidades Autónomas ha habido alternancia en el poder entre los distintos partidos sin que ello supusiera que se les cayera el cielo encima, Extremadura también ha vivido esa experiencia para mayor disgusto de unos pocos. Y nadie debería alarmarse por ello puesto que lo más normal en democracia es que el pueblo elija libremente a sus representantes y en esta ocasión ha sido el Partido Popular el depositario de la confianza de los electores. Por eso me indignó sobremanera el papelón de Fernández Vara y compañía cuando IU decidió abstenerse en la sesión de investidura. Esas son las reglas del juego y el PSOE no las quiso aceptar en su momento, lo cual demuestra su intolerancia a que otros puedan ocupar con total legitimidad los resortes del poder. Pues bien, esta lección que los socialistas quisieron saltarse es la misma que los críticos de Pedro Escobar se niegan a aprender. La diferencia entre González Jubete y el actual coordinador de la coalición es que mientras éste lucha por conseguir un partido independiente, libre de las tutelas paternalistas de antaño, a aquélla no le importa que su partido siga siendo una sucursal al servicio del PSOE. 

martes, 4 de diciembre de 2012

Y Arturo Mas se pegó el batacazo.


   Pues eso. Que por fin se celebraron las tan esperadas elecciones catalanas el pasado 25 de noviembre y la mayoría absoluta que imploraba el Presidente de la Generalitat para construir un proyecto de futuro con tintes soberanistas no se ha visto por ningún lado. Es más, aparte de no haber obtenido el número de escaños necesarios, es que ha perdido la friolera de doce asientos en el parlamento catalán con respecto a la anterior consulta electoral: de los 62 diputados con que contaban en 2010 han pasado a 50 en la actualidad. Es decir, que el mesías de la independencia creyó ver un día a multitudes en las que sustentar sus desvaríos egocéntricos, y al final lo que ha conseguido ha sido un descalabro de primera magnitud en la peor táctica política que se recuerde desde el origen de los tiempos. El señor Mas ha ido a por lana y ha salido trasquilado. Que no nos vendan la moto de que aquí nadie ha perdido y todos han ganado algo. Que esto no se convierta en el EGM de los medios de comunicación. Que CiU no puede escudarse en que continua siendo la fuerza más votada. No, aquí hace falta gente seria y con sentido común que dé un paso al frente y diga las cosas por su nombre. Yo, ya lo he manifestado en más de una ocasión, pensaba que ese hombre podría ser Duran i Lleida, pero me temo que habrá que esperara a mejor ocasión para que el presidente de Unión Democrática de Cataluña tome la palabra para poner coto a los desmanes de su socio de coalición. Mientras eso sucede, continuarán los cínicos apoyos sin fisuras y los fingidos abrazos de postín.

   El fracaso de CiU parece claro a la vista de cualquier analista con un mínimo de objetividad. Lo normal hubiera sido que, ante el duro revés sufrido por sus propuestas, el señor Mas hubiera dicho hasta luego y muy buenas, hasta aquí hemos llegado y no me siento respaldado por la mayoría del pueblo catalán, con lo cual presento mi dimisión irrevocable para que sean otros los que tomen el timón y tiendan puentes de entendimiento con -como ellos dicen en su lenguaje maniqueo y torticero- el gobierno de Madrid. ¿Eso sería lo lógico, verdad? ¿Pero a que no les desconcierta si les aseguro que de eso... nada de nada, que la autocrítica ha brillado por su ausencia y, si nos descuidamos, nos venden que la opinión mayoritaria de los representantes ciudadanos sigue siendo la de constituir un Estado propio? No me extraña que no les sorprenda porque eso ha sido exactamente lo que ha sucedido. Y entonces uno se pregunta: ¿estos políticos nacionalistas radicales viven en este mundo o provienen de una galaxia muy lejana en cuyo viaje hasta recalar por estos lares se les ha atrofiado el sentido de la realidad? ¿Qué estado mental es el que impide que la cúpula de CiU reconozca que las cosas no han salido como ellos esperaban y que, por tanto, hay que realizar un exhaustivo examen de conciencia para ver en qué han fallado? Lo mire como lo mire el señor Mas y su cuadrilla de aduladores, le den las vueltas que quieran darle, no hay más hecho irrefutable que el que los catalanes no les han apoyado en el pulso que han querido mantener con el Estado central. Aquello que dijo en campaña electoral de que ni Constituciones ni leyes van a impedir que el pueblo de Cataluña se pronuncie en referéndum sobre si desean dejar de pertenecer a España es algo que tendrá que tragarse a cucharadas. Ya tiene respuesta a su fanfarronada, así que ahora que actúe en consecuencia.

   Todo ello es indicativo de la cara dura que lucen algunos con tal de mantenerse en el cargo a costa de los más elementales principios éticos que deben presidir la actuación de un político, al que los ciudadanos le encomendamos la labor de administrar la confianza en ellos depositada para que revierta en una mejora del bienestar social. Si después del 25 de noviembre todo sigue igual en la cúpula del partido que dirigen en comandita Arturo Mas y Duran i Lledia, no podremos por menos que concluir que ciertos gobernantes no saben interpretar la voz del pueblo. Y esto es un tema muy grave, puesto que si ni siquiera se inmutan de sus errores cuando son tan palmarios como en este caso, no les quiero ni contar la de disparates en que incurrirán en la gestión diaria de una Comunidad Autónoma como la catalana sin ser conscientes de ello. Aquí lo que subyace es un problema mucho más profundo, como es el de una clase política dispuesta a justificar su alarmante incapacidad para ejercer con criterio el mandato popular del que son depositarios. Pero, a pesar de todo, no debemos caer en la desesperanza. No todo es oscuridad y tinieblas, si no que los hay que portan una antorcha con la que tratan de encontrar el camino que conduzca a un cambio de actitud por parte de esos nacionalismos excluyentes capaces de apropiarse del sentimiento de todo un pueblo. Los que andan inmersos en esa labor de búsqueda son Alicia Sánchez Camacho por el PP y, sobre todo, Albert Rivera por Ciutadans. Este último, con un lenguaje claro y sin concesiones a la galería, tiene el mérito de haber conseguido posicionarse con cierta estabilidad en el complicado arco parlamentario catalán en apenas seis años. Si al principio de su irrupción política aparecía a modo de Robinson Crusoe en una isla solitaria, ahora cada vez son más los que se acercan a visitar ese espacio de lucidez intelectual en que Rivera ha convertido a un partido pequeñito, sin grandes pretensiones, pero que muchos ven como un salvavidas al que aferrarse en el mar de fondo que supone la deriva separatista encabezada por CiU. Este hombre, que advino al mundo de la política en paños menores -recuerden la portada de su primera campaña electoral- tiene el deber y la responsabilidad de, junto con la presidenta del PP catalán, saber transmitir a la ciudadanía un mensaje de unidad que deje sin coartada la confrontación dialéctica en la que el bloque nacionalista basa su estrategia. De ellos depende que en Cataluña no se tenga la percepción de que España es la gran usurpadora de sus aspiraciones independentistas.