viernes, 2 de marzo de 2012

Estudiantes, Monago y furgones policiales.

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Es cierto que los representantes políticos deben soportar un mayor nivel de crítica pública que el común de los mortales y que, por eso mismo, sus actuaciones pueden ser censuradas con un mayor nivel de acidez. Por así decirlo, están expuestos a la crítica como cualquiera lo está a la gripe, pero de ahí a que se les tache de fascistas y terroristas media un abismo. Pues esto mismo es lo que le ha acontecido al Sr. Monago en el día de ayer, en la Facultad de Derecho de Cáceres. Se encontró el Presidente de la Junta de Extremadura con una protesta de estudiantes que tenía por objetivo reseñar el malestar por la subida de tasas académicas y el recorte presupuestario en el ámbito universitario, según las declaraciones de uno de los manifestantes en una emisora de radio.

   Que el presidente de la Junta de Extremadura, elegido democráticamente por la mayoría de los extremeños en unas elecciones libres, tenga que escuchar esos insultos, erosivos de la dignidad tanto de su persona como de la institución que representa, retrata fielmente a esos voceadores. No dudo que sepan el significado de la palabra “terrorismo”, puesto que en España tenemos la desgracia de sufrir esa plaga desde hace ya demasiado tiempo, pero no creo que conozcan qué supone calificar a alguien de fascista, término que manejan con tanta ligereza como imprudencia. Yo diría que, entre otras cosas, fascista es la actitud que mantuvieron ellos impidiendo la libertad de movimientos del Sr. Monago, que no pudo abandonar la Facultad de Derecho hasta que no llegaron refuerzos policiales que salvaguardaran su integridad física.

   Y luego tenemos que escuchar decir al Sr. Rubalcaba que los estudiantes están amparados por el derecho fundamental de manifestación, que el partido socialista no está detrás de la agitación que se está produciendo en España , que ellos sólo se limitan a acompañar  y a comprender a los descontentos en sus reivindicaciones. Pues bien, tan sólo comentarle al jefe de la oposición que, efectivamente, la Constitución española reconoce el derecho de reunión pero, eso sí, no de forma absoluta sino condicionada a que sea pacífica y que, tratándose de reuniones en lugares de tránsito público, deberá mediar la previa autorización gubernativa. Aquí, ni se trataba de una reunión pacífica ni solicitaron autorización para cortar los accesos a la Facultad de Derecho. Como casi siempre, pura complicidad del PSOE con las algaradas estudiantiles.

No es responsable ni sensato justificar unas manifestaciones que, como en los supuestos de Valencia y Barcelona, están degenerando en una espiral de violencia por parte de grupos que nada tienen que ver que las reivindicaciones estudiantiles. El PSOE no puede entrar al rebufo de esos acontecimientos al albur del rédito político que puedan obtener por ello. Pero claro, conociendo el paño, sería como pedirle peras al olmo. Todo ello sin contar con la imagen de precariedad que estamos dando en el extranjero, hasta el punto de que seamos portada en el New York Times. Cuando formaban parte del gobierno tanto Zapatero como Rubalcaba se afanaban en destruir la imagen de que España se pareciera a Grecia, ahora que son oposición coadyuvan en propagar precisamente aquello por lo que combatían. Qué lamentable para un partido político que su estrategia dependa de si están en el gobierno o no, cuando lo normal es que los intereses partidistas cedan ante los intereses generales. Esta incoherencia, entre otras circunstancias, es la que les ha llevado a ocupar la bancada de la oposición y a perder el amplio poder territorial del que gozaban hasta hace no mucho tiempo. Que pongan orden en sus filas porque será beneficioso para el conjunto del país.


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